Cómo en ese momento a uno que yo me sé se le desconectó el cerebro, voy a continuar yo. Y no te atrevas a protestar, que bastante la montaste esa noche.
E.
****************************************************************************************************************
Tenía que admitir que yo también me había olvidado la razón por la que habíamos venido. No llegaba a venir con nosotros Alatir y las consecuencias habrían podido ser terribles.
Acababa de explicar la vez en la que habíamos querido hacer un pastel de chocolate en casa de Hades y habíamos dejado la cocina en un estado tan desastroso que si no nos llega a salir de rechupete, la madre de este nos habría colgado del palo mayor. Eso sí, nos hizo limpiar la escena del crimen hasta que brilló como los chorros del oro. Nunca más hemos cocinado sin ir limpiando poco lo que íbamos ensuciando. Bastante que nos cayó una vez la bronca, no queríamos volver a sufrir aquello. Pero en medio de las risas, Alatir se quedó fijo y con mala cara. Selim le preguntó que qué le pasaba.
- Nos hemos distraído demasiado. El súcubo ya está aquí - no pudimos evitar el preguntarle cómo lo sabía - ¿Sabéis esa sensación que tenéis en el estómago cuando estáis mintiéndole a alguien a la cara, y sabéis que estáis haciendo lo incorrecto? Pues es eso. Sé que está aquí. Se acabó la juerga... Por cierto, ¿dónde está John? Lo necesitamos.
Yo había visto dónde estaba: ocupado ligando con una chica muy guapa. Me costaba reconocerlo, pero había tenido buen gusto. Pelo rubio sedoso y ondulado, cuerpo esvelto, sonrisa dulce. No quería molestarlo, por una vez que le iba a dar una alegría al cuerpo, ya le podíamos dejar tranquilo. Además, era su cumpleaños. Les mostré, discretamente a nuestros amigos dónde estaba el chico y qué hacía. Cuando lo vio, Alatir se puso pálido.
- Pues esta vez más nos vale cortarle el rollo o será la última vez que ligue. ¡La rubia es el súcubo!
Entendí lo enorme que era el problema. Mucho más grande de lo que habíamos previsto. En ningún momento me imaginé que mi amigo podría caer en la trampa del objetivo. Poniendo aparte a Wilhelm, era posiblemente la persona más fuerte del grupo. Y eso era un problema mayúsculo porque en cuanto quisiésemos atacar al súcubo, su presa lo defendería incluso dando su vida para ello. No sabía qué podíamos hacer. No quería que mi amigo sufriese daño alguno, pero iba a ser imposible separarlo de ella. Además, a Hades le encantaban las rubias. No habíamos podido caer más mal. Lo comenté en voz baja, e Iván me oyó.
- Allí te equivocas, Elysa. A John no le gustan las rubias, son las morenas las que le hacen perder la cabeza.
Por mi mente pasaron un montón de insultos que preferí ahorrarle al camarero. No tenía la culpa de no haberse fijado nunca. De las diez novias serias que había tenido mi amigo, siete habían sido rubias y tres pelirrojas. Le informé, un poco enfadada, que no había salido nunca con ninguna morena, así que era bastante difícil que le gustasen.
Protesta lo que quieras - me dijo - pero fue él mismo el que me lo contó. El que nunca haya salido con ninguna no quiere decir que en realidad, su preferencia, no vaya hacia ellas.
- Entonces igual podremos hacer algo sin tener que hacerle daño - dijo Wilhelm - Tenemos dos morenas bajo la manga.
Marie y yo, las personas en cuestión, quisimos clavarle el pica-hielos en sitios dónde hacía mucho daño, sólo por esa insinuación. Creo además, que la recepcionista, tenía algún arma escondida en las ropas, y no habría dudado en utilizarla contra él. Se estaba empezando a hartar y se notaba.
- No quiero ofender a nadie, pero no creo que funcionase - dijo Alatir - Para que la atención sea atraída, tiene que ser una persona que encuentre mucho más seductora que no el súcubo que tiene delante. Yo estoy enamorado como un idiota de Selim - a eso le llamaba yo una declaración de las gordas. Pude ver de reojo como su novio se ponía colorado - y ni lo reconocí cuando se acercó a salvarme. Para una víctima, no hay nadie excepto el súcubo. Selim, para mí, en ese momento, era simplemente alguien que me pareció increíblemente sexy. Creo que una parte de mi subconsciente recordaba que tenía novio, que se parecía mucho a esa persona que le hablaba mal a mi señora, y que me encantaba cuando se ponía agresivo. En ese momento sólo era instinto sexual. Pero aquí no tenemos esa ventaja. John está soltero, ninguna chica puede ejercer mayor influencia que la rubia con la que está. Creo que la única manera de salvarlo será por la fuerza. Y si es así, no auguro que lo conseguiremos, John puede que sea el humano más fuerte que conozco.
Alguien iba a decir algo, no recuerdo qué porque dejé de prestar atención al momento. El grupo de gente que teníamos entre mi amigo y nosotros nos empujó con risas. Oí un "iros a un hotel" seguido de una respuesta afirmativa por parte de Hades. Si dejábamos que se fuesen, mi amigo moriría y eso no lo iba a permitir bajo ningún concepto. Sin pensármelo un segundo, me incliné sobre la barra y le cogí a Iván una llave de un casillero que tenía allí, dónde guardaba ropa por si acaso me ensuciaba. Con la de gente que había y los empujones que solían hacerse, no era raro que alguna cerveza se te cayese encima.
- Si esa rubia quiere guerra, la va a tener - y me fui.
Tuve tiempo de escuchar cómo Marie le preguntaba al camarero qué había querido decir, así como la respuesta de este.
- Se va a por su Arma de Destrucción Masiva.
¿En qué consistía? Pues en un vestido negro, de lino fino, entallado, con la falda en caída libre hasta un poco más arriba de las rodillas, unos tirantes gruesos que se amoldaban perfectamente a la forma de mis hombros y el escote en U permitía ver algo, pero sobre todo esconderlo todo. A eso se le añadían unas medias de las que llegaban a medio muslo y que gracias a la forma del vestido no se veían cuando andaban pero sí se intuían al sentarse. Unos sencillos zapatos de tacón negros terminaban alzando mi figura. Para el maquillaje, la cosa era sencilla, pero terriblemente efectiva. Hades tenía razón en pensar que el exceso de pintura en mis ojos no me quedaba bien. Pero es que no iba a revelar uno de mis mayores atributos sólo porque saliese de fiesta. Reina había descubierto, hacía tiempo, que era enmarcando mis ojos con dos rayas negras, una arriba y otra abajo, que mi mirada se volvía más profunda y fuerte. La mayor ventaja de ese atuendo, y sobre todo con lo que de verdad iba a jugar esa noche, era que mostraba lo justo y dejaba a la imaginación de los demás el resto. Y esa última parte era una arma extremadamente peligrosa. La mente de una persona es mucho más inventiva que la realidad. Tenía que jugar esa carta si quería salvar a mi amigo de una muerte segura.
Me solté el cabello y guardé la ropa que me había traído antes de salir. Cerré la puerta de la sala con violencia para atraer las miradas. Aunque en realidad sólo una me interesaba, y del rabillo del ojo pude ver que lo había conseguido. Estaba contenta de que aún estuviesen allí. Tenía miedo que el tiempo que había tardado en cambiarme hubiese bastado para que se fuesen. Ahora a quién no se le iba a escapar era a mí. No me fui directamente hacia ellos, di un rodeo por la sala. En un momento, me dirigí directamente hacía Hades para que me viese encaminarme hacia él decidida, pero cuando estaba seguro que le iba a hablar, giré radicalmente de dirección, sin mirarle un segundo más, di la vuelta al grupo de borrachos que habían entre él y nuestro grupo y me senté apoyándome en la barra para pedir una copa.
- Iván, un Vodka Martini - y le guiñé un ojo claramente para que todo el mundo lo viese.
La reacción de mi amigo no se hizo esperar. Actuó tal y como esperaba que lo hiciese. Se llevó a su conquista hasta dónde estaba yo y me habló.
- ¿Su Martini que será, agitado y no removido, como James Bond?
Ya me giré en mi taburete y crucé las piernas apoyando mi espalda en la barra para estar completamente en frente de él.
- Eso a usted no le importa - le dije con mi tono más seductor pero despectivo a la vez - tiene una rubia a la que entretener. No me moleste - y me volví a poner cara a la barra.
Mi plan era sencillo, pero arriesgado. Pretendía seducirlo lo suficiente para que se despegase unos momentos del súcubo, y así darles a Alatir y Selim la oportunidad de capturarlo. Esperaba que mis compañeros hubiesen entendido la idea. Por ahora el plan había funcionado a medias. Tenía su atención pero seguía pegado a ella. Por eso había usado el método de ser despectiva: o atraía más su atención o lo perdería para siempre. Aquella parte de mí que le había dado una patada a la princesa de la Villa de los vampiros estaba en mi fondo hirviendo de rabia. Le habría hecho lo mismo a esta. Pero tenía que calmarla, Hades habría intervenido y yo no podía contra él. Por suerte para mí, mi indiferencia le picó.
- Podría ser un poco más amable, ¿no cree?
Apoye mi codo en la barra y sostuve mi cabeza con la punta de los dedos lo justo para que mi pelo cayese cómo una cascada marrón.
- No he venido aquí a hacer amigos. Mi propósito es completamente distinto.
En sus ojos, brilló una pizca de malicia. Sabía a lo que me refería. Por ahora había conseguido que no le prestase atención al súcubo, pero lo seguía teniendo de la mano. Así que preferí atacar a lo duro. En ese mismo instante, Iván me trajo el Martini. Bebí un sorbo sin apartar mi mirada de los ojos de Hades y luego deposité la copa sobre el bar. Me incliné hacía él, apoyándome en sus muslos y le susurré al oído.
- Quítate de encima a la rubia que te acompaña e igual puedo compartir contigo mi propósito de esta noche tan larga.
Para incrementar el efecto, le di un suave mordisqueo en la oreja. En mi experiencia, eso jamás había fallado. La gente parece que lo ignora, pero las orejas son una de las zonas más erógenas del cuerpo. Esta vez tampoco lo había hecho. Vi como mi amigo tembló un poco con ese gesto atrevido y se decidió por algo. Se apartó de mí con una sonrisa maliciosa y yo hice como que volvía a prestar atención a la copa. Él cogió a la rubia y la apretó fuertemente contra él. La chica, tuvo que pensar que sus encantos habían sido superiores a los míos, pero se equivocó. Por el espejo de detrás de la barra, pude observar cómo le daba un beso en la mejilla y se separaba de ella. Antes de que pudiese hacer ningún movimiento, la chica se vio rodeada de Alatir y Selim. Creo que le instaron a acompañarlos de manera discreta. Al principio ella no quiso pero Selim le dijo algo que la dejó pálida y los siguió tranquilamente.
Habíamos resuelto un problema, pero no el otro. ¿Qué íbamos a hacer ahora con Hades? Este se me volvió a acercar. Tuve que sonreír maliciosamente. En mi interior, mi parte más bestia le habría dado un golpe en la cabeza y lo habría abandonado en su casa con todas las salidas cerradas. No obstante, otra versión de mí, que cogía las riendas de mi cuerpo, se habría dejado llevar por esos ojos negros hasta lo más profundo del infierno. Hades se apoyó en la barra con un brazo. No estaba cerca de mí, pero tampoco lejos. Estaba jugando conmigo tanto como yo lo había hecho con él. Eso me hacía sospechar que los efectos del súcubo no lo habían dejado tan atontado cómo me habían dicho que lo harían. Puede que mi amigo fuese más fuerte de lo que pensase, pero no lo suficiente como para resistirse a la rubia.
- Bueno, ¿y ahora? - me preguntó él mostrando una sonrisa Colgate®.
- Ahora me termino la copa - dije llevando mi copa a mis labios y bebiendo lentamente deliberadamente - y vemos qué se puede sacar de ti.
Cuando dejé la copa para prestarle atención, él me la cogió y bebió un poco. Cuando la dejó me dijo a oreja que allí poco podría descubrir. Utilizó el mismo truco que había usado yo antes. Esto iba a ser más difícil de manejar de lo que me había imaginado. No se iba a dejar manipular tan simplemente. Sabía qué hacer y cómo conseguir que yo le siguiese el juego como una idiota. Me di cuenta que su estilo era peligroso.
- ¡Eres un cazador! - esa afirmación me había golpeado como una maza y su sonrisa maquiavélica detrás de la copa me lo confirmó.
- Tú también - me dijo - pero de otro estilo. Yo atacó sin compasión y directamente a la yugular. Tú, en cambio, juegas con la presa. La mareas de tal forma que tiene que acabar rendida a tus pies - se me acercó aún más. Podía sentir su respiración demasiado cerca de mí como para que fuese sano - Sin embargo - me cogió un mechón de pelo y lo besó - te aburres. Buscas a quién se revele un desafío, quién te patee y masacre de tal forma que sólo puedas acabar cómo tus presas habituales. Si siempre ganas no tiene gracia. Pero jamás te han vencido. Acaban como meros esclavos a tus deseos.
Su sonrisa malvada hizo que se me acelerase la respiración. Lo conocía desde que tenía ocho años y jamás había visto esa versión dark de él. ¡Quería más! Una parte de mi cerebro se había desconectado y se había quedado babeando mirándole. De repente, en mi cabeza, alguien cerró la puerta de la babosa descerebrada. Era una versión de mí más refinada, mas lista, más diabólica. Me miró con una sonrisita apoyada en la puerta que había cerrado.
- No hagas caso a esta idiota. Resístete. Tiene razón él, si no lo haces, no es divertido.
La misma sonrisa se había dibujado en mi cara y lo alejé de mí.
- ¿Qué te hace pensar eso? ¿Qué te hace creer que soy una damisela en apuros que sólo quiere un caballero de blanca armadura la salve?
- Oh no, no eres una damisela - dijo él, volviéndose a acercar más cerca aún - eres el Lobo Feroz que se quiere comer a Caperucita, la abuelita y el leñador. Y prefieres los caballeros de negra armadura.
Eso último me lo dijo mordiéndome el cuello suavemente. Una cosa se podía decir, era honesto. Iba en plan bulldozer y arrollaba a su víctima con su impresionante constitución. Yo intentaba resistirle, pero la cosa no era nada sencilla. Pero antes de que mi cerebro se acabase de desconectar del todo, y la versión mía que había dicho que me resistiese me diese una patada en el culo por idiota, un brazo se me cruzó. Subí con la mirada a ver a quién pertenecía y vi a Wilhelm. Este me habló en el oído para no tener que gritar demasiado por encima del ruido ambiente.
- Alatir y Selim se han llevado al súcubo sin problemas. Yo me voy a llevar a Marie a su casa, poco más podemos hacer aquí. ¿Podrás con él?
Le pedí un segundo a Hades poniendo un dedo en mi boca y giñándole un ojo. Luego me giré hacia el vampiro y le dije:
- Ya me ocupo yo de nuestro espárrago gigante. Lo voy a llevar a casa sano y salvo. Ya puedes tranquilizar a todo el mundo, no se va a hacer comer por nadie. Ah, y antes de que se me olvide, dile a la belleza que te acompaña, que nada de apuestas.
Wilhelm se fue riendo casi a carcajada limpia. No podrían decir que no lo hubiese intentado. Me volví a centrar en mi amigo y me lo encontré con cara de pocos amigos.
- ¿Quién era ese payaso? - para mi interior, sonreí malévolamente.
- Nadie que a ti te interese - me acabé la copa de un trago y hable como para mí - me pregunto si los vampiros pueden curar heridas.
Hades me retiró el pelo de la cara y me puso el mechón detrás de mi oreja.
Algunos pueden hacerlo - su sonrisa ya no era la del cazador, se parecía más al amigo que siempre había conocido. Y así estaba mucho más guapo. Era más él - pero es un poder de Arcano y sólo pueden curar cosas como huesos rotos o heridas de arma blanca. Ninguna enfermedad o infección. ¿Resuelve esto tu duda?
- Más o menos - le sonreí tranquilamente - el vampiro que me curó no es ningún Arcano, pero supongo que no está lejos de conseguirlo.
- Puedes apostar por ello. Aunque es un poder raro, se suele desarrollar más en aquellos que supieron controlar sus más bajos instintos durante el periodo previo - yo ya me empezaba a preguntar cómo sabía todo eso, pero él cambió de tema - bueno, ¿qué te parece si nos tomamos una última copa en mi casa?
- No pido más que eso - le dije sonriendo.
Era verdad, sólo quería que este Hades que intentaba ligar conmigo se fuese. Me hacía sentir incómoda. No era el amigo de siempre, y a mí me gustaba más ese. Recogimos nuestras cosas, nos despedimos de Iván y llamamos a un taxi. En el camino de vuelta, procuré estar lo más lejos posible de él. Quería que se aguantase lo más posible. Lo difícil iba a ser cuando llegásemos a su casa. Allí no habría nada que lo retuviese. Por suerte para mí, haciendo limpieza, había descubierto algo que podría serme muy útil. Nos bajamos del taxi y me presentó su brazo para que lo cogiese. Si no hubiese sido él, habría dejado llevarme con mucho gusto. Subiendo en el ascensor, tengo que admitir que la tensión estuvo al rojo vivo. Su mirada ardía como la lava y parecía recorrerme toda entera, disfrutando. No me desvestía, se me comía con los ojos tal y como estaba. Era mucho más atractivo que no cualquier otro movimiento. Pero en ningún momento se me acercó. Al llegar a su piso, me abrió la puerta y me guió hasta su casa. Entramos tranquilamente. Colgamos los abrigos y él se dirigió hacia la cocina. Yo me entretuve mirando los libros. Lo oí trastear unos segundos, pero de repente nada. Me giré preocupada y me lo encontré bloqueándome contra la estantería. Se había remangado las mangas y se había pasado la mano por el pelo como muchas veces hacía cuando cocinaba. Su persona era mucho más impresionante desde ese punto de vista. Sin dejarme un momento para decir nada me acarició la mejilla y me besó. Fue un beso sencillo, sin la pasión que se esperaría en ese tipo de encuentros, pero a mí me dejó sin aliento. Fue mucho más dulce de lo que me había imaginado y me había dejado pidiendo más pero sin obtenerlo.
- Llevaba toda la noche queriendo hacer esto - me dijo con una sonrisa malvada y se volvió a la esquina dónde estaba la cocina.
Yo me quedé en el mismo sitio dónde me había dejado intentando recordar cómo me llamaba. Al poco volvió con dos copas en la mano. No sabía qué era, pero conociéndolo, las había hecho él. Tenía bastante buena mano, aunque su hermana Ariadna era toda una artista. Me tendió una copa diciendo:
- Ya sé que beso bien, pero cierra la boca mujer - y con un dedo le me levantó la mandíbula.
Yo decidí que hasta allí habíamos llegado y que el juego tenía que parar ya. Le cogí la mano, y me lo llevé hacía la puerta del pasillo octogonal, no sin antes pasar por las encimeras que había en mitad del salón y que usaba para cocinar, en dónde dejé las copas. Le di un beso largo y lleno de intenciones.
- Dejémonos de preliminares y tanteos.
Él sonrió golosamente y se me llevó a su cuarto casi en volandas sin dejarme de besar ni un momento.
****************************************************************************************************************
E: Y hasta aquí puedo leer.
H: ¡Serás guarra! No te pares aquí, ¡continúa!
E: Aprende de tus errores, guapo.
H: Vale, vale, ya retomo yo.
****************************************************************************************************************
A la mañana siguiente me desperté con un horrible dolor de cabeza que combinaba con el de mi hombro derecho. No tenía los ojos aún abiertos pero sabía que la habitación estaba en la penumbra, con la luz que ilumina lo justo para que supieses que es por la mañana, pero sin que eso te ciegue. Era ese tipo de luminosidad que te invitaba a quedarte en la cama un rato más, acurrucado entre tus sábanas, abrazado a lo que tuvieses más a mano, una novia, la almohada, tu perro, tu gato, la botella de vodka de la noche anterior..... ¿? Sigamos.
Sabía que no tenía que querer recordar lo que había pasado pero lo intenté. Los primeros momentos aún estaban claros. Nos habíamos reído y habíamos bebido más de la cuenta. Había sido el cruzarme con esos ojazos verdes que había sido mi perdición. ¿Cómo no había podido darme cuenta de que esa chica era el súcubo? Las mujeres espectaculares no se fijaban en mí ni para pedirme la hora, como para querer ligar conmigo. Había para darme una hostia detrás de otra. Pero de eso ya se encargaba el martillo que había en mi cráneo.
Abrí los ojos y lo primero que vi fue una mata de pelo marrón acurrucada en mi pecho. Durante un segundo tuve un escalofrío hasta que levanté un poco la sábana y vi que Elysa aún llevaba su vestido negro. El suspiro que di fue enorme. Después, se me pasó por la cabeza mirarme a mí mismo. Ya no llevaba mi camisa pero si los pantalones. No estaba seguro de querer saber qué había pasado esa noche. Con mis movimientos mi amiga se despertó. Casi temía el momento en el que me hablase.
- Que no te voy a comer - me dijo suavemente como saludo.
- Ya lo sé.
Me preguntó si recordaba lo que había pasado la noche anterior. Le dije que sí. Recordaba perfectamente haber estado ligando con ella de la manera más brutal y desvergonzada posible, algo que normalmente jamás habría hecho. Pero también recordaba cosas que no pensaba admitirle ni borracho. Contrariamente a lo que cualquiera podría pensar, podía rememorarme cada detalle de lo que había pasado, cada pensamiento que había tenido, cada sensación que había sentido, y todo eso con mucha más claridad que otros eventos de mi pasado. Por ejemplo, aún podía ver el momento en el que Elysa se inclinaba debajo de mi cama y sacaba el par de esposas que aún me ataban al dosel de mi cama. Ese había sido el punto de inflexión de la noche. Era como si algo dentro mí hubiera hecho sonar una alarma de desastre sobrenatural y me hubiera hecho reaccionar. En cuanto me vi atado, dejé de querer saltarle encima. Volvía a ser yo mismo. Se lo hice saber sonriéndole dulcemente y haciendo que se acurrucase simplemente entre mis brazos. Ella se dejó. La tapé, la rodeé con el brazo que tenía libre y nos dormimos. Por si acaso, no me quité las esposas hasta ese momento de la mañana.
Estuve mirando a Elysa mucho rato. Ninguno de los dos habló, sólo nos observamos. De vez en cuando sonreímos, sin que ninguno de los supiese bien porque. Era extraño, pero me sentía bien a su lado. Estaba tranquilo, reposado, como si estar allí fuese lo más normal del mundo. En un momento ella hizo una mueca hinchando las mejillas y poniéndose bizca que nos hizo saltar de risa a los dos. Estuvimos riéndonos un buen rato, volviendo a ser los dos de siempre.
Yo me levanté y le propuse un té, cosa que aceptó aunque primero quiso ducharse. Yo le dije que tenía ropa y que sabía dónde estaba cada cosa. Se lavó velozmente, el tiempo de que yo calentase el agua y dispusiese la caja de infusiones para que se escogiese una. Al salir, llevaba una vieja camiseta mía que secuestraba para estar por mi casa tranquilamente y unos pantalones que sospechaba que tenían el mismo origen, pero como le gustaban los pijamas amplios no podía estar seguro. La dejé dudando entre qué escogerse y me fui yo bajo el agua. Sentir esa tibieza recorrer todo mi cuerpo y luego quedarme un poco húmedo para no perder la frescura me encantaba. Salí del baño secándome el pelo con una toalla.
- Como tu madre te vea así, te transforma en paté para perros - me dijo mi amiga desde detrás de una taza.
- Por suerte para los dos - dije poniéndome la toalla en un hombro - vivo solo, ella no está aquí y puedo hacer lo que me dé la gana.
Me dirigí a prepararme mi té y luego a cogí unas galletas que había hecho tres días antes y le propuse a mi amiga. Parecía que hubiese soltado al Monstruo de las Galletas de la forma en que se tiró a por ellas. Aún me estaba riendo cuando sonaron a la puerta. Eran Selim y Marie. Los dejé pasar. Como mi madre me había bien educado, les propuse una bebida caliente y algo para comer. Aceptaron. Cuando nos hubimos instalado en la mesa de madera que usaba cuando venía a comer mi familia numerosa, les pregunté qué hacían en mi casa a esas de la mañana. Tenían que ser las nueve, y un veintidós de Diciembre no se tenía que visitar la gente tan temprano, y menos después de una noche de fiesta. Los dos se miraron y Marie sonrió.
- Antes de nada, ¿cómo os fue la noche en cuanto nos fuimos?
En mi cerebro empezó a sonar una alarma. Miré a Elysa y deduje que le sonaba la misma que a mi. Ella miró a la recepcionista sospechosamente y luego sus ojos se encontraron con los oscuros del sirio, que no sabía dónde ponerse.
- ¿Qué habéis apostado?
El chico se resistió, pero ella era un as de los interrogatorios. Habría hecho admitir al psicópata más maquiavélico cualquier cosa, Selim no tenía escapatoria. Ventajas de ser la hija de un inspector de policía, aprendes rápidamente cómo detectar una mentira y cómo sonsacar la verdad.
- Si habéis pasado la noche juntos, Marie deja de dar la lata durante un año, sino... tenemos que sufrir un interrogatorio - la recepcionista protestó diciendo que era una entrevista - ¡Es lo mismo! Decidme que no he metido a Alatir en un lío.
Mi amiga y yo nos miramos, casi me sabía mal por ellos.
- Lo siento Selim - dije yo - técnicamente sí que hemos pasado la noche juntos, pero si la apuesta era sobre si nos habíamos acostado o no, creo que tu chico te va a matar...
Marie pegó un bote de alegría y una exclamación que me hizo pensar que jamás tenía que aceptar una apuesta con ella sobre una entrevista, y sobretodo avisar a Elysa que tampoco la hiciese. Dejemos que la recepcionista jubilase un rato más y que el sirio se hundiese más en la miseria. Yo aproveché para poner todos las cosas sucias en el lavaplatos y dejar la toalla en la lavadora. Volví al comedor cuando Marie estaba proponiéndole algo a mi amiga. Corrí para intentar evitar el desastre, pero no era tan gordo como pensaba.
- Necesitamos a gente que hubiese estado en la misión y que no se pueda ver afectado por ella. Alatir y el espárrago aquí presente - protesté, bastante acomplejado me sentía ya con ser alto y no tener un gramo de músculo para que metiesen el dedo en la llaga - quedan descartado desde un principio: el inglés está sólo con un hombre porqué está enamorado de Selim, y este ya se vio la actuación de anoche. Yo no puedo y Wilhelm tampoco. Sólo quedáis vosotros dos. Va, por favor, si te vas a divertir.
- Pero si no he interrogado a nadie en mi vida - protestó mi amiga.
Mentira podrida. Había hecho escupir a mi hermana mayor Clara que estaba embarazada cuando sólo tenía veinte años, el súcubo tenía cero posibilidades con ella. Mi mirada tuvo que hacerle deducir la verdad a Selim porque la tranquilizó diciendo que iba a estar con ella todo el rato y que no tenía por qué preocuparse. Elysa acabó aceptando. Yo los quise acompañar, digamos por el morbo de ver de nuevo a esa mujer sin el peligro de que me afectase.
Nos fuimos a vestir y Marie nos llevó al Centro. Yo estaba que me moría de sueño. Estaba perturbando mis horarios de tal manera que en Navidades iba a dormir como un lirón durante una semana entera. Cuando llegamos, fuimos acogidos por un ladrido que ya empezaba a ser familiar. Cerbero corrió hacia su dueña y le saltó encima extremadamente contento. Detrás vino Andrew, el abuelo de Elysa. Parecía de mal humor, no quise investigar, quería tener un perfil bajo con él. Si se enteraba de lo ocurrido la noche anterior, no me dejaría salir de fiesta con mi amiga nunca más. El perro me dio un golpe con el morro, como diciendo que estaba allí y que le diese una caricia. Eso mismo hice.
Después de los saludos y de dejar a Marie en su puesto de trabajo, Andrew nos llevó a su departamento, el decimonoveno. Bueno de hecho iba del piso diecinueve al veintidós. El hombre era el dueño y señor de ese lugar y era horrible lo que se parecía a una comisaría de policía. Mesas de despacho esparcidas por doquier, carteles de buscados en las paredes, tablones de casos cada pocos metros, caras preocupadas y concentradas en enigmas. El café malo que estaba en cada esquina me mareaba. A mi me habían enseñado desde pequeño cada paso del buen café, encontrarme con uno malo hacía que me diesen ganar de abrir una cafetería allí y hacerles probar lo que era de verdad un café. Refrené mis instintos.
Conforme avanzábamos, este lugar me recordaba cada vez que había ido al trabajo de Hugo, el padre de Elysa, cuando era pequeño. El hombre me caía muy bien pero aquel lugar me hacía sentir fatal, como si no fuese mi sitio. Por el contrario, el despacho de Helena, la madre, me encantaba. Era hasta divertido mirar los casos con ella.
Atravesamos varias salas grandes llenas de personal. Andrew nos iba explicando que habían secciones, como en las comisarías. Yo apreciaba mucho al abuelo de mi amiga, pero a la cuarta sala, mi cerebro se desconectó. Hice que de perdiera en el vacío de mi mente sin pensar en nada, no quería recordar lo que había pasado la noche anterior y menos saber qué estaban explicando ahora. Anduvimos cerca de diez minutos a través de pasillos y salas. Era increíble lo que se podía hacer con un sala e imaginación. Cada Departamento era distinto al anterior, cada uno tenía su particularidad y fuerza propia. Estaba impresionado.
Acabamos en un pasillo un poco oscuro, de paneles que imitaban la madera y suelo de piedra. Andrew nos hizo entrar en una sala. Tenía una mesa con tres sillas, una cafetera a la que ni me atreví a acercarme, unas estanterías y una pared entera que era una ventana hacia otra sala. Se veía al súcubo esperando, con cara de cansada, en una silla barata delante de una mesa de metal. Eran las salas de interrogatorios. Selim se llevó a Elysa fuera, supongo que para preparar el interrogatorio. Yo observé un rato a la joven sentada. La recordaba perfectamente de la noche anterior. Aquellos ojos verdes que me habían hipnotizado, esos finos labios que recordaba besando, ese pelo sedoso que aún podía sentir deslizarse entre mis dedos. Toda ella estaba hecha para seducir, sin embargo...
- Marie me ha contado lo que pasó ayer.
Andrew me sacó de mi escrutinio. Bajé un poco la cabeza algo avergonzado y me giré hacia él.
Lo lamento mucho.
- No te preocupes hombre - me sonrió - nadie puede resistirse a un súcubo la primera vez que lo ve. Tu tranquilo hombre, no te voy a disparar por ello.
- No es eso - intenté protestar pero él no me dejaba. Tuve que alzar la voz para admitir algo que no había podido hacer ni a mí mismo esa mañana - ¡El súcubo jamás me interesó! Fue un medio para conseguir un fin. Si, me afectó, pero fue cómo si me liberase de mis ataduras. En realidad fui yo quién la seducí a ella para atraer la atención de otra persona... y lo conseguí.
Esperé a que las palabras hicieran efecto en mi interlocutor. No tardó nada en darse cuenta de lo que había pasado. En el momento en que había cruzado mi mirada con aquella belleza y que había visto que yo era su objetivo, mi mente ideó un plan del que jamás me había pensado capaz. Era cómo si otra persona, sin problemas morales de ningún tipo, cogiese posesión de mi cuerpo e hiciese cosas que apenas me había imaginado haciendo. Él tenía mucha más confianza en sí mismo y tenía un solo objetivo. No sabía cómo reaccionar. Sabía que la opción más fácil era esconderse detrás del echo que había sido el súcubo que había hecho el primer paso y hacer pasar todo por su influencia. Pero eso no era honesto, no me sentía bien conmigo mismo y tenía que explicárselo a alguien. No sabía porqué, un abuelo armado con una 9mm me había parecido la mejor opción. Este tardó un poco en decirme algo.
- Vas a tener que presentar disculpas a la joven que hay en esa sala - estaba de acuerdo, iba a hacerlo en cuanto acabasen - En cuanto a mi nieta, lo mejor será que no le digas nada - yo estaba atónito, ¿quería que no le mintiese a mi mejor amiga? - ¿Cómo crees que se va a sentir cuando le expliques la verdad? ¿Cómo te habrías sentido tú? Ahora es una misión de rescate. Te ha salvado de las garras de una muerte segura. Si le dices la verdad, habrá un montón de consecuencias que puede que no mesures aún. Si de verdad quieres simplemente continuar como un amigo, mi consejo es que no digas nada. Por el contrario, si piensas que puedes sentir algo por ella, como dicen en inglés "be my guest", pero recuerda que tengo siempre encima una Colt Python.
- No hace falta que me amenaces, Andrew.
Ya me había quitado cualquier gana de ser honesto con mi amiga, prefería evitarme agujeros de bala de una pistola de ese calibre, sabía demasiado bien lo que podía hacer. Él intentó decir algo pero en ese momento entraron Selim y Elysa en la sala y yo prefería no escucharlo ya. Se sentaron enfrente de ella y mi amiga le tendió una botella de agua.
- Buenos días - saludó Selim. El súcubo les miró con malos ojos - antes de empezar, por favor, díganos su nombre, edad, fecha y lugar de nacimiento, y ocupación.
- Lily Barch Lilith - Elysa y yo nos extrañamos muchísimos, al mismo tiempo. Esperaba que lo comentase después - Nacida en Bordeau un quince de Octubre hace veinticinco años. Soy pastelera como mi padre.
- ¿Eres una hija de Lilith?
Mi amiga lo pregunto de una manera mucho más respetuosa de lo que me imaginaba que podría hacer. Su interlocutora pareció tan sorprendida como yo.
- Si, y esta marca lo demuestra. Nos la tatúan a todos al llegar a la adolescencia - mostró un símbolo en su mejilla izquierda. Parecía una M mayúscula barrada verticalmente. Era algo sencillo que se podría haber escondido en cualquier lado, pero ella prefería mostrarlo en su cara - pero lo que no me habéis dicho es la razón por la que me habéis arrestado. Que yo sepa, ligar en un bar no es ilegal, por mucho que el hombre sea del Centro de Departamentos.
- A menos que seas un súcubo - dijo Selim - cuando os alimentáis no dejáis ni hueso.
- ¡No digas disparates! Una ley de mi madre nos prohibe matar al alimentarnos - parecía realmente ofendida por lo que habían dicho - Los casos que se alimentan en exceso son perseguidos por nosotros mismos. Además, es idiota lo que dices. ¿Qué es más listo? ¿Matar a tu presa y no poder volver al coto de caza o hacerle pasar una noche inolvidable a un hombre, que corra el rumor y que tú puedas alimentarte las veces que quieras? ¡Es de sentido común!
Selim empezó a argumentar con ella sobre el hecho de que sólo se hubiesen visto súcubos del primer tipo. Yo observé como Elysa parecía pensar una razón para este follón. Yo ya tenía mi idea, pero no podía hacérsela pasar, tenía que llegar por ella misma. Después de cerca de diez minutos de discusión ella intervino.
- Señorita Barch Lilith... - ella le dijo que la llamase Lily, que de señoritas Barch Lilith habían ya demasiadas - Lily, ¿alguna vez le has quitado un ligue a una joven vampiresa que estuviese en ese bar? Una rubia despampanante, subida en unos tacones y con un ego sobredimensionado.
- ¿Cómo lo ha sabido?
¡Esa era mi chica! Había llegado a la misma conclusión que yo. Barbie Princesa de los Vampiros había usado la influencia de mamá para quitarse de en medio a una competidora demasiado seria cómo para hacerlo ella misma. La pobre chica era sólo una víctima. Elysa se lo explicó. El súcubo casi explota.
- ¿Cómo se atreve? No tiene las narices para enfrentarse a mí pero si para pedir que hagan su trabajo sucio. ¿Qué tipo de persona hace eso? - de repente se sentó exhausta - Bueno, eso da igual. Me muero de hambre. Me privasteis de mi comida. No iba a hacerle nada, aparte de hacerle pasar una noche inolvidable - casi prefería que se quedasen con esa versión - ahora me tengo que caer por los suelos sin nada que comer.
- Puedo mirar si en la cafetería del edificio tienen una manzana o un zumo, si quiere - dijo mi amiga.
Tanto Selim, como el súcubo se quedaron atónitos, deduje que la razones diferentes. El chico parecía no saber por qué le proponía esa fruta específica, y ella era cómo si no se creyese lo que oía. De mi lado, Andrew estaba igual que Lily. Le oí preguntarse cómo sabía ese detalle. Por mi parte, no acaba de entender la razón, pero sabía que había hecho bien proponiéndole aquello.
- ¿Cómo sabes que las manzanas son los únicos sustitutivos que podemos permitirnos los hijos de Lilith? - el sirio no entendía ya nada, era casi divertido - ¿Conoces la historia de Lilith, no? Fue la primera mujer de Adán, pero se independizó de él. Después, cuando Eva se comió la Manzana de la Sabiduría, esta se volvió la representación del Fruto Prohibido para los hombres. Sin embargo, a nosotros los súcubos es lo único que nos permite resistir en caso de emergencia y cuando somos pequeños, que crecemos alimentándonos de eso. Es muy raro que alguien externo a nuestro mundo lo sepa.
Me giré sospechoso hacía Andrew. Que Elysa y yo supiésemos cosas que no tendríamos que saber empezaba a ser normal, pero que él lo hiciese era ya muy raro. El abuelo me miró muy sonriente.
- Mi mejor amigo es un súcubo. Mi nieta te habrá hablado de él: Louis.
Me quedé a cuadros. Claro que había oído hablar de Louis. Después del tío Príamo, era el segundo famoso de la familia a quién, en casi veinte años, aún no había conseguido ver ni una vez. Según había oído, los dos eran como dos polos opuestos. Si Príamo era alguien reservado que pocas veces se mostraba, Louis era un encanto de hombre que siempre aparecía en el momento más extraño y pasaba cual huracán. Ahora entendía mejor porque todo el mundo parecía adorarle en cuanto venía. Pero a mí siempre me había atraído mucho más el segundo hombre. Al ser tan cerrado, lo único que querías era conocerlo. La familia de Hugo, el padre de Elysa, sólo lo conoció cuando era un adolescente. Por lo visto, a los dieciocho años se fue de casa para vivir su vida solo. Si de un lado siempre lo han tachado de antisocial y gruñón, por el otro parecía que fuese el niño prodigio que todo el mundo quiere pero no puede estar siempre allí. Por lo que había oído, era un escritor de cuentos para niños que tenían cierto éxito. No veo cómo eso se puede asociar con un carácter cerrado. Pero, ¿qué podía decir yo? Jamás lo había visto.
De repente un hombre de Andrew entró corriendo y nos informó de algo extraño. Yo decidí ir a informar a los que estaban en la sala de interrogatorios mientras el jefe del Departamento se iba a intentar arreglar alboroto que se había montado. Definitivamente, ese sitio parecía más un corral de gallinas que no un lugar serio. Entré en la sala y vi como a Lily se le iluminaba la cara.
- Hombre, si no es nuestro hombre de anoche. ¿Cómo estamos?
- Ocupados por ahora. Y antes de que digas nada, casi te traigo un pastel de manzana antes de que te me acerques de nuevo – preferí cortarla rápidamente. Si la noche anterior sus encantos habían tenido poco efecto en mí, ahora es que me era totalmente indiferente – Pero no he venido por eso. Lily, ¿no tendrás un hermano pequeño por casualidad? Un niño de unos cinco años de edad rubito y de ojos verdes como tu.
La joven se levantó de un golpe muy asustada.
- ¡Lilian! – en esa familia iban a ganar el premio a la originalidad. La madre se llamaba Lilith, la hija Lily y el hijo Lilian. No quería saber cuál era el nombre del padre - ¿Qué hace aquí? ¿Cómo es que ha venido? ¡Tengo que ir a hablar con él!
- Lamento decirle que eso no puede ser – dije yo, peor la corté antes de que me interrumpiese de nuevo – vamos a ir a ver qué quiere y si podemos lo traemos con usted, ¿de acuerdo?
- ¡Lilian es un niño pequeño! Se quiere hacer el mayor para cuidar de nuestro padre y de mí, pero aún no tiene la fuerza necesaria. La tendrá, pero cómo mínimo dentro de diez años. No le hagan nada, se lo suplico.
Tranquilicé a la joven. Me llevé a Elysa y sobretodo a Cerbero, tenía un plan. Bajamos rápidamente hacía el hall de la entrada, que es dónde se había producido el follón. Mientras íbamos de camino, le fui explicando lo que el hombre nos había ducho. El chiquillo había entrado en el edificio, con un arma en una mano y en la otra una bolsa. Nadie sabía qué había en ella pero preferían no hacer nada por si era una bomba. Viendo cómo era la hermana mayor, lo más probable es que lo que llevase fuese algo completamente inofensivo.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, casi me dieron pena los agentes del Departamento de Seguridad. Andrew estaba pegando gritos sobre cómo habían tratado a un niño de cinco años. Los hombres estaban encogidos. Cualquiera habría visto que la criatura no era una amenaza y la habían tratado como tal. Mi amiga fue a echar una mano, a su abuelo, y entre los dos los pusieron más rectos que una estacas.
Aprovechando que estaban todos entretenidos, yo cogí a Cerbero y me lo llevé a dónde estaba el niño. Se había acurrucado en los brazos de Marie. Era una cosita bastante mona, muy asustado y que lloraba a moco tendido. Tenía los mismos ojos verdes que su hermana, pero el color de su pelo era más como el oro cálido. Contrariamente al de Lily, que era de un amarillo cómo el trigo.
Me acerqué al niño lo más tranquilamente posible. Tener cuatro sobrinos de aproximadamente la misma edad me facilitaba mucho a la cosa. Eso y tener una bola de rizos que estaba un 90% del tiempo más feliz que una perdiz a mi lado. El chiquillo no le quitó el ojo conforme nos acercábamos. Estaba sentado en las rodillas de Marie. Yo me puse a su altura. Sabía que mi altura podía impresionar a quien no estuviese acostumbrado y el pequeño ya había visto suficiente en una mañana.
- Hola - le sonreí - me llamo John, ¿y tu?
- Lilian - su voz era muy tímida. Ese niño era la monería personificada. Si Elysa se acercaba a él, no lo iba a soltar en la vida. Tenía que evitarle el trauma.
- Este pequeñín se llama Cerbero, ¿quieres acariciarlo? - parecía que tuviese miedo, así que lo fui acariciando poco a poco para que viese que al perro le gustaba y que podía hacer lo mismo. Al poco se atrevió y lo acarició. El bicho pareció gustarle mucho. Esperé un ratito más y le hice una pregunta - ¿qué es lo que llevas en esa bolsa?
- Un pastel de manzana de papá para Lily - el niño iba acariciando al perro tranquilamente. Ya no lloraba, lo que era un logro - si mi hermana no ha comido, podemos desayunar lo mismo juntos - su cara se entristeció - Lily me llama cada mañana a las 7:15 para desearme un buen día en el cola. Incluso aunque no tenga, me llama. Hoy no me ha llamado. Estaba muy preocupado - las lágrimas empezaron a caer de nuevo por sus mejillas - así que seguí su olor hasta aquí. En la entrada, un señor raro me dijo que sólo la podría sacar con el arma que me daba. ¡Pero sigo sin estar con ella!
El niño se puso a llorar de nuevo a lágrima viva. Marie lo acunó en sus brazos dulcemente. No sabía quién había sido el sádico que había dado un arma a una criatura de cinco años, pero como me lo encontrase delante, iba a lamentar amargamente el día que se había cruzado en mi camino. Pero ahora habían cosas más importantes que hacer. Me acerqué a él y le sequé una lágrima dándole un pañuelo haciendo que me mirase.
- No llores, va. Mira, Marie te va a acompañar al lavabo para que te laves esa cara tan roja que tienes y después te llevará a dónde está tu hermana. No te preocupes, Lily ha sido acusada falsamente de un delito que no ha cometido. La exculparemos y podréis salir los dos juntos. ¿Qué te parece?
Lilian movió rápidamente la cabeza muy contento. Pero luego pareció pensárselo un momento. No entendía el porqué hasta que vi hacia dónde iba su mirada furtiva. No pude sino sonreír.
- ¿Sabías que el Cerbero original, el perro de tres cabezas del que este tiene el nombre, era un guardián? - le ahorré el hecho de que vigilaba los Infiernos. Ya había pasado por uno hoy - así que, ¿porqué no te llevas a Cerbero para que os cuide a ti y a tu hermana hasta la salida de este edificio?
Sus ojillos verdes se iluminaron de ilusión. Si volvía a ver a Lily, le iba a proponer que le comprasen un perro. Parecían encantarles. Despedí al pequeño y a Marie. Mientras iba preparando mi discurso hacía Elysa para explicarle porque no tenía conmigo su cachorro que me había confiado.
Fue entonces cuando, por la puerta, apareció una beldad pelirroja. Una sonrisa se iluminó en mis labios. Una sonrisa que duró el tiempo que viese que llevaba una chaqueta que le había prohibido terminantemente coger sin mi permiso. Cosa que, obviamente, ahora no tenía. Corrí hacía ella y la abracé fuertemente antes de darle un coscorrón enorme en la cabeza.
- ¡Bruto animal!
- ¡Ladrona!
- Estáis en medio.
La voz alegre de Alatir sonó detrás nuestro. Nos apartamos y le iba a presentar a la chica con la que estaba cuando vi como la recorría con la mirada con segundas intenciones. Con el paso de los años me había vuelto un experto en detectar ese tipo de miradas, así que lo paré.
- Desconecta la función de rayos X de tu ojos si no quieres que te los arranque a bocados - mi agresividad le sorprendió - lo siento, es un automatismo - que no había funcionado la última vez, para mi desgracia - Te presento a Ariadna Hellson. Es mi hermana pequeña.
Tuvo la misma reacción que todo el mundo había siempre tenido: se quedó a cuadros. Mi hermana medía un metro sesenta y seis escaso, tenía los ojos azules, era pelirroja y era extremadamente delgada, aunque fuese su constitución natural. Se podía decir que éramos completos opuestos.
- ¡Lo sabía! - dijo Alatir - ¡Eres adoptado!
- Vuelve a decir una jilipollez del estilo y te mando volando a tu departamento de una hostia.
- John, no seas tan agresivo - Ariadna se lo tomaba bien - No es eso. Es que yo he cogido todo de la rama de nuestra madre y él es una fotocopia del tío Malcolm, hermano de nuestro padre. De hecho, todas las hermanas somos iguales y el único chico es así de rarito. Pero se le quiere igual.
- Gracias, yo también te quiero. Pero vayamos al grano, ¿qué haces aquí?
- Bueno, a ver, ¿cómo te lo puedo explicar?
Eso auguraban mucho problemas que tendría que resolver.
- ¿Empezando desde el principio?