viernes, 1 de agosto de 2014

Quinto Capítulo: El Centro de Departamentos

Entré detrás de Hades con un perro que parecía impaciente por volver a ese despacho lleno de libros. Sin decir nada, Cerbero se estiró delante del fuego y se puso a mordisquear alegremente su juguete verde. Delante del escritorio habían ahora dos sillas de mesa invitándonos a sentarnos en ellas. El hombre mayor estaba tranquilamente sentado al otro lado, con su sonrisa indolente. No lo conocía bien, pero estaba segura que de joven había sido extremadamente peligroso, mucho más que los hombres de negro que nos habían disparado el día anterior. De alguna forma aún se podía intuir la fuerza que había tenido en los brazos. Pero se veía también que no había tenido una vida fácil. Sus ojos parecían mirarnos con melancolía, como si le recodasen hechos acaecidos mucho tiempo atrás, que sólo ellos podían rememorar ya. Nos invitó a sentarnos delante y nos ofreció algo de beber. Se podía tener más de cien años, pero las buenas maneras se quedaban en uno para siempre. Lo rechazamos con educación pues estábamos llenos después del desayuno. Las formalidades sobre la salud concluidas, nuestro interlocutor entró en el meollo del asunto.

- Bueno, ¿habéis pensado en lo que os propuse ayer?

Miré a Hades y le dije tácitamente que era él el que nos representaba y que podía hacer las preguntas. En este caso parecía que si uno tenía una duda, el otro la compartía, por lo que preferí que su tranquilidad a la hora de las grandes reuniones nos ayudase para poder entender lo que se nos venía encima. Cuando miraba a la persona que teníamos delante, parecía que estuviésemos ante un jurado de examen y eso siempre me ponía nerviosa. Durante la universidad lo pasé francamente mal. Me solía poner en blanco, aunque me supiese las respuestas, pero al ver la cara del profesor cuando respondía algo mal, mi cerebro se cerraba en banda y no quería dar las respuestas que me habrían ayudado a sacar el examen con matrícula. Ahora prefería que mi amigo hiciese todas las preguntas adecuadas, pues él se lo pensaba más y no tenía problemas visibles de nervios.

- Hemos discutido hasta muy tarde esta noche y hemos llegado a la conclusión de que efectivamente, ambos queremos saber qué es lo que pasa aquí. Los dos hemos sido atacados por unos hombres bastante diestros con las armas y un loco con unas dagas ha amenazado con matarme. Preferimos saber que está pasando aquí. Pero antes de nada, si me lo permite, me gustaría conocer el nombre de mi interlocutor.

Todo esto lo había dicho con una seriedad más propia de un discurso que no de una entrevista con un hombre mayor. Intuía que él también sentía lo peligroso que era ese hombre. Mi abuelo nos lo había descrito como el jefe de todo este tinglado. Uno no continuaba a las riendas de algo tan grande como esto a su edad sin ser extremadamente listo y hábil. Había que ir con pies de plomo y parecía que se estuviese desarrollando una partida de ajedrez entre ambos, siendo yo, solamente, una mera espectadora.

- Que maleducado que he sido. Es cierto no me he presentado. Mi nombre es Andromachos Ysoer.

- Muy bien, señor Ysoer. Nos gustaría saber, ¿qué implica el saber lo que es el "Centro de Departamentos"?

- En teoría, implica principalmente dos cosas. Una, y creo que será la que escojáis, continuareis con vuestra vida como hasta ahora pero al saber de qué va todo, en cuanto veáis algo relacionado con el Centro entrareis en contacto con alguien para informar de lo que ocurre. Les llamamos simplemente "agentes de campo". A partir de ahora veréis muchas más cosas en las que antes no os fijabais. Siempre pasa eso. La segunda implica mucho más. Se trata de trabajar con nosotros. Dudo que aceptéis, pero seriáis un gran aporte visto cómo os habéis defendido durante el ataque de hoy en la madrugada. ¿Esto responde a lo que queréis saber?

Hades se quedó mirando fijamente al señor Ysoer pensando en todo lo que había dicho. Durante ese rato, Cerbero se levantó y se fue hasta donde estaba mi amigo y le puso la cabeza sobre las piernas mirándole. Al ver que este no entendía la indirecta, cogió el muñeco verde y se lo puso en las rodillas. Como tampoco obtuvo los resultados esperados le ladró. Hades lo miró extrañado y le riñó por eso, pero le lanzó el juguete hacia atrás. Cuando lo trajo de vuelta lo pillé yo para que dejase de molestarlo y el pequeño pudiese jugar. Estuvimos un rato jugando mientras Hades analizaba lo dicho. A mí, la verdad es que trabajar en este sitio era lo último que me apetecía. Después de un rato largo Hades le dijo que aceptábamos saber lo que era el Centro de Departamentos. Una sonrisa enorme se expandió por la cara del señor Isoeyr.

- Bueno. Esto que os voy a contar podría parecer loco para cualquier persona.  Necesito que seáis de mente muy abierta. Esta institución se ocupa de todo fenómeno, que se podría caracterizar de fantástico, de los que podría dañar a las humanos no entrenados para afrontar este tipo de situaciones. Para poner un ejemplo, nos ocupamos de los perros de tres cabezas, para que no le hagan daño a nadie. Para una eficacia mucho más grande, nos hemos dividido en diferentes departamentos, según lo que se tenga que combatir. Por ejemplo, Tristan Hamilton, el hombre que os ha traído a este lugar, es del Departamento de la Mitología. Este departamento se ocupa de todos los monstruos mitológicos que se os puedan ocurrir. Otro ejemplo, sería el Departamento del Aire, en el que nos centramos en los monstruos que actúan en el aire. Antes de que me lo preguntéis responderé a la pregunta que seguro que se os ha ocurrido: ¿qué ocurre cuando aparece un grifo, por ejemplo? Pues es en este caso en el que los agentes de campo intervienen. Es el agente de campo es el que avisa a un departamento de que un grifo ha sido avistado. El departamento avisado es el que se ocupará del caso. La colaboración entre los departamentos está por supuesta. ¿Alguna pregunta?

Miré a Hades. Su expresión era seria. Tanto él como yo intentábamos asimilar lo que nos acababan de explicar. Si hace una semana me hubiesen dicho lo que este hombre me acababa de explicar, no les hubiese creído ni por asomo. ¿Cómo podía ser posible que monstruos salidos de los cuentos de hadas pudiesen ser reales? El caso es que nos habíamos topado cara a cara con un perro de tres cabezas y un loco que hacía volar las dagas.

Ese energúmeno en particular, Arthur, me tenía muy intrigada. No se lo había comentado a Hades porque él no conocía a otra persona que TENÍA que estar implicada en todo esto. Cuando lo volviese a ver en Navidad, tendría que ver a ver si él me podía dar alguna pista sobre quién era ese loco y si tenía algo que ver con nuestra familia. La negativa de mi abuelo de responder nada me había dejado bastante traspuesta. Siempre estaba dispuesto a explicarme todo lo que yo le pidiese. Esta vez era distinto. Algo muy gordo tenía que haber hecho ese tipo para que mi abuelo quisiese matarlo y además se negase a decirme nada sobre él. También se me pasó por la cabeza que él trabajaba en este sitio desde hacía mucho tiempo, si no me había dicho nada antes de aquí, ¿por qué me iba a contar lo que fuese de ese hombre? Mis pensamientos fueron interrumpidos por Hades.

- ¿Cree usted que sería posible ir a ver en persona cómo son los departamentos?

- ¿Un tour turístico del edificio? - mi amigo movió afirmativamente la cabeza - no es muy reglamentario, pero algo me dice que cualquier cosa que tengáis que ver con este sitio no será nunca ni reglamentario, ni normal - se levantó usando un bastón. Me imaginé que de ese apoyo podría haber salido una espada perfectamente. Pero eran imaginaciones mías. Aunque viendo el sitio, todo era posible - seguidme. ¿Os importa que sólo os muestre unos cuantos departamentos? Ya no soy joven y preferiría que los visitaseis conmigo para no tener problemas

- ¿Qué departamentos propone? - le pregunté toda ilusionada

- Bueno... ¿Qué os parecería el Departamento de la Mitología, el del Aire y la Biblioteca Central?

- ¿Tenéis Biblioteca Central? ¿Aquí?

 El señor Ysoer me miró con una enorme sonrisa.

- Pues claro. Se extiende por tres pisos. No es mucho pero estamos luchando para conseguir un sitio en el que se pueda reunir toda la información que tienen diseminados los Departamentos. Hacer como un back-up central de todo el saber en un mismo sitio, pero también pasarlo a internet para que no se pierda la información si algo le ocurriese a la futura biblioteca y para que los propios departamentos tengan acceso a lo que necesiten sin tener que desplazarse. Pero eso aún está en fase de proyecto y de negociaciones con diferentes sitios a ver cuál nos ofrece más espacio. Bueno, ¿empezamos con el departamento que os trajo aquí?


El señor Ysoer nos llevó hasta el piso 25. A primera vista el sitio era una oficina como en la que trabajaba Hades, como cualquier otra, con medios muros que separaban los despachos, paredes blancas y gente trajeada. Mi amigo era el encargado de la sección de transportes de una gran empresa internacional, pero se aburría mucho allí. Cuando me fijé más de cerca en el sitio en el que estábamos vi pósters de la escena del peso del corazón de la mitología egipcia, runas vikingas, estelas mayas, abanicos japoneses, o tótems de no sabía ya qué región. Pero lo que más me dejó de piedra fue que me pasó volando un pájaro rojo que desprendía calor, perseguido por el hombre que nos había traído a este lugar, Tristán. El pobre apenas tuvo tiempo de saludarnos rápidamente antes de seguir persiguiendo al ave. El único comentario del señor Ysoer fue que, este año, las crías de Fénix estaban alborotaditas, y siguió hacía el despacho del jefe. Miré a Hades sorprendida y él encogió los hombros. Parecía que había aceptado que lo que vería aquí iba a ser totalmente fuera de lo normal. Eso era bueno, porque significaba que toda esta locura había encajado de alguna manera para él, por lo que la aceptaba. Por mi parte había decidido que iba a dejar de lado la lógica. Que pasa un Fénix volando perseguido por un hombre, vale. Que el cachorrillo de perro que me seguía dócilmente, moviendo la cola, por todas partes, era en realidad un monstruo de siete metros de alto con tres cabezas, genial.

Llegamos al despacho del jefe y confirmamos que era el padre de la niña de pelo negro que le había saltado encima a Tristan. El señor Ysoer nos lo presentó como Ezequiel Taylor e intercambiaron algunos comentarios que no terminé de entender. Nos despedimos con una sonrisa y recuerdos a la niña y a mi abuelo. Siendo el departamento de la Mitología me esperaba algo mucho más excéntrico y se lo comenté a nuestro guía.

- Vas a tener esa sensación bastante a menudo aquí - me dijo sonriendo -  Al final somos un poco como una comisaría de policía, pero especializados en bichos raros. Necesitamos un despacho para tener el ordenador para hacer los informes y salas para las reuniones por ataques sospechosos. La biblioteca central nos da una base para buscar patrones, aunque la informatización está empezando a ser urgente. Se lo comentaré al jefe del departamento cuando vayamos ahora. Pero primero, el departamento del Aire.


Volvimos a los ascensores y fuimos directos al último piso. El hombre que nos conducía parecía estar cada vez más emocionado conforme subíamos.

- Si queréis sitios extravagantes aquí, tenéis que ir a cuatro departamentos. El del agua, lleno de peces; el Verde, lleno de plantas; el de la Noche, poblado por las criaturas más oscuras, tenebrosas y peligrosas a las que nos enfrentamos; y por último, a este. El Departamento del Aire - y las puertas se abrieron. Le quedó que ni ensayado.

Tuve la impresión de empequeñecer de repente. Nos encontrábamos en lo que supuse que era el tejado. Corría muchísimo viento. El sitio estaba lleno de árboles y percheros para pájaros, así como animales que volaban a centenares. Pero no era un sólo ambiente para todos ellos, vi palmeras, bananos, castaños, abetos, higueras, plantas tropicales. Un conjunto increíblemente heterogéneo que era imposible que pudiese estar todo junto en un mismo sitio. Ni en los invernaderos podían hacer que estas plantas estuviesen unas junto a las otras y sobreviviesen. Sus necesidades básicas eran tan distintas que a menos de estar separadas por hábitats era imposible que cohabitasen. Pero eso no era lo más increíble. Lo que nos había dejado de piedra era la cantidad de animales voladores que había allí. Desde las abundantes palomas de las ciudades, a cóndores de los Andes, pasando por los animales alados más improbables que se puedan imaginar.

Estábamos tan absortos por el espectáculo que no vimos que se nos acercaba un animal que podía ser extremadamente peligroso. Me di cuenta cuando Hades y Cerbero se pusieron tensos a la vez. Me giré y me quedé helada. Se acercaba a mí, paso a paso, midiendo cada uno de ellos con precaución, un animal extrañísimo, pero que reconocí a mi pesar. Era un ser de cuerpo de león, alas de águila y cabeza humana. La cara iba variando según en quien se fijase. Cuando giró la cara hacía nuestro guía vi a una mujer madura que, por alguna razón, me era conocida. Cuando giró hacía Hades pude ver a su tío Malcolm, muerto hacía seis años y a quien él respetaba mucho, y cuando se giró hacia mí, vi a alguien a quien puedo ver poco pero que me es muy querido.

- ¿Es lo que yo creo que es? - preguntó Hades.

- Una esfinge - comentó el señor Ysoer sonriendo - Este tipo en particular, tiene el don de cambiar su cara con la de alguien a quien le tenemos confianza ciega, por lo que nos desconcentramos y nos puede atacar. Pero esta pequeñita es inofensiva... si se le da de comer, claro. Dime Yocasta, ¿tienes algún mensaje de tu amo?


No sabía qué me había dejado más anonadada, si el mal gusto por el nombre o por la posibilidad de que pudiese hablar. De todos es conocida la leyenda de Edipo que se enfrentó a la Esfinge resolviendo el famoso acertijo. Pues la madre de Edipo se llamaba Yocasta. Sabiendo la tragedia que iba ligada al mito, no habría sido ese el nombre que yo le hubiese puesto a una esfinge.

- Mi amo le dice que no puede atenderle actualmente. Se nos han escapado unas crías de Fénix y el Departamento las está persiguiendo para que no armen demasiado alboroto. Pide que si no le importa volver más tarde.

Hades me cogió la mano fuertemente, tanto que seguro que me iba a dejar un morado. Pero es que era normal. La esfinge había hablado con mi voz. Una versión un poco más grave, pero era mi voz.

- Si, ya lo había visto, hay uno jugando en el departamento de Mitología. Avisa a tu amo sobre eso por si puede mandar ayuda, que el pobre Tristán está desesperado persiguiendo al juguetón ese - la esfinge hizo una reverencia y se fue. El señor Ysoer nos miró y entonces se dio cuenta de la cara de estupor que teníamos - habla con la voz de la persona de la que usa la cara. En este caso era mi madre. Últimamente la echo de menos - se dirigió a mí - tu voz se parece mucho a la suya. La primera vez me sorprendió a mí también - rió - aunque en mi caso la primera vez fue en un vídeo navideño y no a través de una esfinge aterradora - rió una buena carcajada - Bueno, vamos al Departamento de la Vida, la biblioteca central. Es una pena que no hayáis podido conocer al encargado de este. Es un viejecito agradable, un poco loco, pero un gran amante de los pájaros.

Nos volvimos a meter en el ascensor y perdimos de vista ese paraíso natural. Tardé un poco en perder el estupor que sentía por haber oído mi voz a través de un animal mitológico aterrador. Pero no pude evitar preguntar cómo era posible que una tan gran variedad de plantas que cohabitaran juntas de esa forma. El señor Ysoer no me pudo dar una respuesta y dijo que ese era un secreto que guardaban celosamente los encargados del departamento Verde, el de las plantas. Pero que él no se iba a quejar, que los animalitos vivían allí tranquilamente, y los locos que estaban en ese departamento también se lo pasaban bien saltando de liana en liana. Esperé que fuese una forma de hablar suya, aunque ni yo misma estaba del todo convencida.

Bajamos al cuarto piso y entramos en lo que a mí me pareció el paraíso terrenal. Habían cogido el diseño de una biblioteca del siglo XVIII y lo habían trasladado a un soso edificio de oficinas. Todo estaba lleno de estanterías de madera pulida, filas y filas de ellas llenas de libros de todo tipo y tamaños. Una luz tenue venía de las ventanas que se encontraban a una cierta altura, ideal para hacer pasar la luz y el sol, pero no para dañar a los libros por la exposición directa, pues el sol daba a las mesas y no a los libros. Me podía quedar en ese sitio para siempre.

- No vamos a poder sacarla de aquí - oí murmurar a Hades.

Le di un golpe en el brazo y le solté un "no te vas a librar de mi tan fácilmente" con una media sonrisa que le hizo sonreír a él también. El señor Ysoer nos hizo pasar por las estanterías hacia una escalera de caracol que llevaba a un despacho con un hombre concentrado trabajando. Nos pidió que esperásemos allí y que no nos fuésemos demasiado lejos porque tenía que comentarle algunas cosas al jefe del Departamento y que prefería hacerlo a solas. Lo comprendimos y subió. En cuanto pasó la puerta me fui directamente a la primera estantería que vi a ver qué libros había. Sentí a mi amigo justo detrás de mí. Allí estaba la literatura inglesa del s.XIX. Me paseé a lo largo recordando los momentos leyendo los libros cuyos títulos parecían brillar. Sonreí al ver cinco ediciones distintas, con cada una varios ejemplares, del "Frankenstein" de Mary Shelley.

Fue entonces cuando oí a dos personas discutiendo en voz baja, mi curiosidad pudo conmigo y seguí las voces discretamente. Oí a mi amigo protestar, aunque sabía que no le iba a hacer ni puñetero caso. Llegué a una pequeña sala, cuya forma redondeada daban las estanterías, que quedaba algo apartaba. Allí había dos hombres. Uno más alto que otro. Este primero tenía el pelo castaño y era corto, sus ojos grises chispeaban de enfado y una cicatriz cortaba su mejilla izquierda. Vestía una sudadera roja y unos tejanos. Contrastaba mucho con su interlocutor, cuyos ojos marrones, enmarcados por unas gafas de espesas monturas negras, también se veían enfadados. Se le notaba el origen árabe, piel morena y pelo negro, con una pequeña barba adornando su mentón. Vestía un jersey de punto negro encima de una camisa granate oscura, cuyas mangas estaban levantadas.

- ¿Quieres parar de rehuirme de una vez? - decía el hombre de la sudadera.

- No tengo nada que decirte - le replicó este.

- ¡Llevas así desde Carnaval, me tienes bastante harto!

Detrás de mí sentí una presencia y tuve un escalofrío que se apaciguó cuando oí:

- ¿No he llegado tarde? Llevan en tensión desde la fiesta de Carnaval - me giré y vi a Marie - No sé exactamente qué pasó, pero no han parado de pelearse desde entonces. Eran los mejores amigos del mundo, pero algo se torció entonces y no sé que es.

Se veía que eso le daba mucha rabia. Antes de que pudiese decir nada más se oyó al árabe hablar más fuerte, lo que atrajo nuestra atención.

- ¡Que me dejes en paz Alatir! No pienso contestar ninguna de tus estúpidas preguntas, ni te voy a dar explicaciones de lo que hago o dejo de hacer.

- Pues vas a tener que hacerlo Selim, porque no te voy a dejar en paz. Ya se ha acabado el darte espacio. Estoy hasta las narices que me evites y me grites cada vez que quiero hablar contigo.

- ¿Será porque no quiero tener ningún contacto más del estricto necesario?

- Pero, ¿por qué? ¿Qué he hecho para que me trates así?

- ¡A mí eso me da igual!

La voz que dijo eso último venía de un pasillo paralelo al nuestro. Era una voz fuerte y grave. Le siguió un hombre negro, de cerca de dos metros de altura, lleno de músculos vestido con una camisa blanca y unos pantalones de traje. Marie nos informó, cuchicheando, que era el jefe del Departamento de la Vida. Eso me dejó a cuadros, no es el aspecto que le habría dado a un jefe bibliotecario. Antes de poder añadir nada más este volvió a hablar:

- Vais a salir de mi biblioteca ahora mismos, ¡los dos! - enfatizó - y vais a resolver el puñetero problema que lleváis arrastrando desde Febrero. ¡No quiero protestas Selim! Tu rendimiento ha bajado mucho y se debe a esta disputa. Me da igual como, pero vais a discutirlo todo. No quiero saber si no os volvéis a hablar en la vida o si por fin se arregla lo que haya pasado que haya producido esta situación. Pero esto no puede y no va a seguir así. Salid de este sitio ahora mismo, ¡es una orden!

Ambos salieron arrastrando los pies. Alatir parecía contento. No se podía decir lo mismo de Marie y Selim. El señor Ysoer por fin nos presentó al jefe del departamento. Se llamaba Kailo Heffernam, tenía cincuenta años y llevaba veinticinco en esta institución. También nos pudimos presentar formalmente a Marie, se quedó bastante sorprendida cuando supo que John era el nombre por el cual todo el mundo conocía a mi amigo. Le tuve que explicar que lo de Hades era una particularidad mía. Quiso llamarlo así también, ninguno de los dos le dejamos. Él alegó que ya era bastante difícil el ser alto, moreno y pálido, con el nombre del dios griego del Inframundo, como para que todo el que le conociese le empezase a llamar así. En mi caso era que no iba a dejar que nadie más que yo lo hiciese.

El jefe Heffernam estuvo de acuerdo en mostrarnos la biblioteca. Nos paseó por los diferentes estantes. Nos enseñó la parte de mitología, la de literatura clásica, los manuscritos antiguos podidos recuperar en el mercado negro. Nos recorrimos gran parte de la Biblioteca. Marie nos acompañó en todo momento porque dijo querer pasar un rato con nosotros. Una alarma interna se me activó. Pero eso me pasaba cada vez que una chica miraba a mi amigo con ojitos de corderillo, aunque la recepcionista parecía estar más interesada en quién era él, y eso me gustaba mucho menos.

Paseando por la biblioteca tuve tiempo de ver una escena que me divirtió mucho. Al lado de uno de los grandes ventanales que iluminaban la biblioteca había una joven de pelo castaño claro corto. Iba de camisa y falda larga. Estaba leyendo un libro y al mismo tiempo conversando en voz baja con un joven de pelo negro, a quien los reflejos del sol parecían que le confiriesen un color grisáceo. Sus ojos eran azul matizado y sonreía amablemente a la joven. Tenía la particularidad de que iba vestido con armadura como sacada directamente de un videojuego. A estas alturas ya ni me sorprendía. Estaba sentado en los ventanales, mirando hacía afuera, como si se languideciese del exterior. Entonces, vi que un hombre se acercaba a ellos. Vestía de la manera más elegante que jamás había visto. Pantalones de traje, tirantes, camisa blanca y chaleco. Estaba vestido como si saliese de los años treinta, pero le quedaba perfecto. Tenía el pelo negro y una mirada traviesa atravesaba sus ojos dorados. Juro que ese hombre tenía los ojos dorados. Quería hacerles una broma a la pareja pero fue interrumpido. Detrás de él vino una mujer de preciosa cabellera negra, recogida en un exquisito peinado. Vestía con pantalones y camisa negra y a su cinto llevaba una colección de dagas que habría hecho la envidia del loco de ayer. Sus ojos, de un azul indescriptiblemente hermoso, centelleaban. Cogió al hombre de ojos dorados por los tirantes y se lo llevó antes de que este pudiese hacer nada. El hombre mostraba una cara como queriendo decir: "Le quitas toda la gracia al asunto". La pareja de los ventanales parecía no haberlo visto. Aunque una sonrisa más grande en la cara del joven de la armadura me dejó con la duda.

Continuamos con nuestra visita, pero de repente me fijé en una puerta con reja, que había visto entre dos estantes. Había algo raro en ella. No era le primera que había visto, pero tenía la sensación de que esta era diferente. Me paré y me dirigí hacía ella. Quería saber que había allí dentro. Súbitamente alguien me cogió del brazo y me paró. Me giré extrañada y vi al jefe Heffernam con cara seria. Le pregunté qué había detrás de esa puerta.

- Es la sala en la que guardamos los documentos que no se pueden tener en las estanterías. Hay demasiados libros y por eso se tienen que guardar en los almacenes. Esta es la puerta de entrada, pero si no eres de este departamento, no estás autorizado a entrar.

Sabía que había algo más. No me lo contaba todo. Tenía la sensación de que algo más peligroso se escondía en ese sitio.

- Hay algo más allí, ¿verdad? No nos lo dice porque no formamos parte de esta institución y es algo de alto secreto.

El hombre miró al señor Ysoer con cara de extrañado.

- Su padre es inspector de homicidios, su madre juez y su abuelo es Andrew, la niña sabe detectar una mentira a kilómetros - dijo este con una sonrisa - Se lo puedes decir, también sabe guardar secretos, y el joven que la acompaña lo mismo. Además, algo me dice que podrían tener la necesidad de saber que hay detrás de esa puerta.

Los ojos oscuros del jefe del departamento nos escrutaron. Tuve la impresión que unos rayos X me inspeccionaban de arriba a abajo. Ese hombre me gustaba, prefería guiarse por lo que él deducía que no seguir ciegamente las órdenes de su jefe. Estando en la posición en la que estaba, había tenido que ser más listo que los demás y saber afrontar situaciones de crisis con paciencia. Sólo había conocido dos jefes de departamentos, y todos me transmitieron la misma sensación de saber qué estaban haciendo y de preocuparse por los que estaban bajo su mando. Al final se relajó y nos lo explicó.

- Aquí está también el ala del Departamento de la Noche. No son los libros que consultan sus miembros para un caso, eso está en el piso de arriba. Aquí están los documentos que por ellos solos representan un potencial peligro para la salud de quien se les acerque. En teoría deberíamos ser nosotros quienes nos encargásemos de esos casos, pero casi siempre aparecen en manos de algún miembro del Departamento de la Noche. Como son documentos, acaban bajo nuestra custodia, pero son regularmente vigilados por los otros por si algo o alguien decide que pueden ser de utilidad para hacer daño. A veces, nosotros mismos los consultamos porque son fuentes de información. Pero la mayoría de las veces prefieren engañarnos y no decirnos nada útil, por lo que esa zona se ha convertido en prisión más que en ala de una biblioteca.

Al oír aquello, una parte de mí quedó tocada. Tenía la sensación de que tenía que hacer algo por esos libros. La puerta parecía llevar a una zona tétrica, subterránea, poco aireada y con mucha humedad. Todo lo que no tenían que sufrir unos libros. Me imaginé durante un momento lo que sería estar en un sitio como aquel, y comprendí porque los libros que residían en ese lugar no querían dar información alguna. Le pregunté al jefe si podíamos ver ese sitio. Se negó rotundamente. Sólo un alto cargo de su propio departamento o alguien autorizado del Departamento de la Noche podía acceder a él. No quise presionarlo demasiado, pero entrar en ese sitio era una cosa que quería hacer. Hades tuvo que intuir cuál era mi intención, porque me miró como reprendiéndome. No era por lo de haber forzado al señor Heffernam a decirnos que había allí, sino por lo que quería hacer. Ese hombre leía en mí como en un libro abierto, no lo soportaba.

Al terminar la visita guiada, el señor Ysoer nos acompañó al vestíbulo, donde Marie cogió su puesto como recepcionista y nos dijo adiós. Nos estábamos dirigiendo a la salida cuando de golpe oímos un ruido enorme que venía de la parte de atrás del edificio. El señor Ysoer se dirigió hacía allí. Era más ágil de lo que se podía imaginar uno al saber su edad. Nos instó a que nos fuéramos, que aquello era peligroso y que contactarían con nosotros. Obviamente ninguno de los dos le hizo el menos caso.


Corrimos detrás a de él, a una distancia prudencial para que no nos notase. Pasó por un pasillo al lado de los ascensores y salimos a la parte de atrás. Lo que vimos allí nos dejó de piedra, y eso que en las últimas 24 horas habíamos asimilado muchas cosas.   

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