Allí me encontraba yo. Una semana después de ese fatídico viernes, de nuevo delante del Centro de Departamentos. Estaba esperando a Elysa. Salía a las ocho, cuando cerraban la biblioteca. Teníamos que pasar la primera prueba. Andrew no nos había dicho en qué consistía. Como veía que mi amiga aún podía tardar un poco, entré dentro del edificio. La enorme pecera de la recepción me seguía intrigando, sobretodo en la forma en la que alimentaban a los susodichos animales. Fue entonces cuando vi, bajando por el tubo, a un joven. No tenía ningún tipo de ayuda para respirar, pero eso no parecía molestarle. Llevaba un bañador blanco y azul y transportaba un cubo en el que metía la mano de vez en cuando. Supuse que así era como alimentaban a los peces. Lo que más me sorprendió fue su color de pelo. Era azul, y no parecía teñido. Una especie de sencilla diadema metálica con forma de cuerda se lo recogía para atrás, y tenía una larga cola de caballo que flotaba. Cuando me fijé más, me di cuenta que su corte de pelo estaba hecho para que tuviese una coleta y no tuviese que ponerse ninguna goma: los alrededores cortos y al llegar a la nuca se había dejado crecer el pelo.
- Ese es Takeru, del Departamento del Agua - era Marie, que sin darme cuenta se había puesto a mi lado.Cada día, a las ocho, baja a dar de comer a los peces. No le gusta que estén encerrados aquí porque no es su ambiente natural, pero hace lo que puede para que no se mueran de hambre
- Tiene el pelo azul.... y no lleva nada para respirar - admito que he dicho frases más inteligentes.
- Es normal. Él es así de especial - me miró y yo a ella - cada uno tiene su dosis de rareza aquí, ¿no? - prefería no saber a qué hacía referencia - Así, que vas a venir a trabajar con nosotros - una gran sonrisa se dibujó en su cara - Ya eres una especie de celebridad. Se han empezado a hacer apuestas sobre el Departamento en el que aterrizarás. Tengo que admitir que la mayoría votan por el de la Mitología. Pero, ¿quieres saber mi opinión? - no, la verdad es que no quería - no vas a ir a un sitio común. Yo apostaría por uno bien entretenido, como el de Seguridad donde trabaja Andrew.
- Preferiría no tener que trabajar con el abuelo de Elysa.
- ¿Y eso porqué? - era Andrew, que nos iba a llevar a dónde fuese la prueba y había llegado en el peor momento.
- Porque no quiero quedarme encerrado en un despacho de seguridad teniéndote que ver la cara cada día - con él, más valía ser honesto.
- Pues si te toca, te vas a joder John. ¿Dónde está mi nieta?
- Viene del trabajo, es mayor, y no soy su perrito guardián. Además, me parece que el cachorro ese se le ha pegado. Me gustaría ver a alguien que se quisiese acercarsele con malas intenciones.
De detrás nuestro se oyó un ladrido agudo y nos giramos los tres. Elysa venía corriendo.
- Lamento llegar tarde. He tenido que cerrar la biblioteca yo.... - miró en dirección a algo que había detrás nuestro extrañada - ¿su pelo es azul al natural?
El chico pareció darse cuenta que hacíamos referencia a él y nos hizo un gesto poco amistoso y se zambulló en el piso de abajo.
- Este Takeru - rió Andrew - tiene mal genio, pero es buen chico. Vamos niños, tenemos que subir a ver a la Adivina.
Mi amiga y yo nos miramos extrañados.
- Abuelo, ¿vamos a ir a ver una adivina?
- Pues claro, no se llama así por acertar sólo los números de la lotería. Aunque no os preocupéis, que no os va a leer el futuro.
Me guardé mis opiniones personales sobre los charlatanes que se hacían pasar por adivinos. No creía, ni había creído nunca, y este sitio no me iba a hacer cambiar de idea. Elysa intentó que su abuelo nos diese algunos detalles más sobre en qué consistía la prueba pero no soltó prenda. Fuimos por los ascensores hasta la planta número 31, y este se abrió sobre un apartamento de lujo. Todo lo que había allí había tenido que costar millones. No era realmente lo mejor para hacerme creer que esta tipa era de verdad alguien que podía ver en el futuro. Todo era nuevo y a la última moda, por muy ridícula que me pareciese. Muebles de diseño, sofas de cuero, estanterías imposibles, esculturas incomprensibles, todo con fondo blanco hospital y sin calor alguno. Es entonces que pude apreciar a la perfección lo hogareña y acogedora que era mi casa.
- Bueno, bueno, bueno, ¿Qué nos ha traído Andrew esta vez? - una voz melodiosa salió de una sala que daba sobre el pasillo principal, seguida por una mujer de complexión demasiado delgada a mi gusto. Rubia de ojos azules, sus facciones estaban tan chupadas que daba grima verla - Mira, si son la nieta y el ma.... el mejor amigo - puse mi cara más enfadada, no quería saber cual era la palabra con la que me iba a calificar, pero no era nada halagadora, seguro. Este tipo de personas detectan cuando a alguien no le caen bien y se vuelven contra ellos - habéis venido por la primera prueba. Segidme.
Nos llevó por el pasillo de su casa. Todo estaba lleno de obras de arte modernas. Algún cuadro de estilo más antiguo no le habría hecho daño al lugar. Llegamos a una puerta al final del pasillo. Era normal, sin nada que la distinguiese de las demás. La abrió y entró. La sala era muy diferente de lo que me había imaginado. Era un sitio enorme, lleno de objetos de todo tipo. No había ninguna relación entre ellos, peluches, paraguas, camisas, calcetines, libros, joyas, herramientas, instrumentos de música. Era un montón de cosas, como objetos que se habrían tenido que dejar aquí para poder continuar. Igual era esa la prueba, que dejásemos un objeto que nos perteneciese. El sitio no me acababa de gustar. Era como si todos esas cosas estuviesen abandonadas y gritasen pidiendo que alguien las cogiese de nuevo y las volviese a usar.
- Bueno, la prueba es muy sencilla, tenéis que coger un objeto.
- ¿Qué? - no pude evitar hablar - ¿La prueba consiste en coger un objeto? ¿Ya está? No puede ser eso una prueba.
- Claro que no - sonrió la mujer como si yo no supiese algo - para usted es sólo coger un objeto, para mí es analizar ese mismo objeto y deducir las posibilidades que tenéis de ir a un Departamento más que a otro. Son cosas que no podría explicar a nadie, pero por el objeto que escogéis, puedo predecir, casi con seguridad, a qué lugar vais a ir. Así que, ya sabéis, a escoger.
Nos adentramos en la sala. Elysa le dijo a Cerbero que se quedase quieto al lado de Andrew. Nunca había visto un cachorro de perro hacer nada de lo que le dijese su amo antes de entrenarlo, pero este parecía seguir las órdenes de mi amiga al dedillo. El sitio era incluso más grande de lo que parecía a primera vista. El sol entraba por las ventanas iluminando tristemente los objetos. Teníamos que escoger uno entre centenares. No estaban puestos en orden, o en fila. Estaban depositados aquí y allá, en cuanto habían visto un agujero lo habían dejado allí. Estaba abrumado con tanta cosa y me pedían de escoger uno. ¿Cómo? No tenía ningún criterio de selección. Habían relojes, camisas, libros, calcetines, zapatos, paraguas, toallas, mochos, monederos, regaderas, platos, cubiertos, tazas. Tantísimas cosas entre las que escoger que uno acababa mareado.
Fui paseando por entre los objetos per ninguno me llamó la atención hasta que llegué a cerca de la mitad de la sala. Mi vista iba, como yo, de un lado a otro. Pero se detuvo varias veces en un mismo objeto. Sin querer siempre volvía allí. Entonces me decidí ir a mirar esa cosa más de cerca. Era un lazo de color granate, puesto encima de un libro. A este no le pude ver el título porque no lo ponía en ningún sitio. Era de los que le gustaban a Elysa, de tamaño medio, de tapa dura y no muy gordo, unas cuatrocientas páginas a lo mucho. Me fijé en que si pudiese escoger un objeto para otra persona, y esta fuese mi amiga, el lazo iría directamente a ella, aunque no supiese el porque. Sin embargo, la prueba consistía en buscarse un objeto a uno mismo. Así que dejé, a regañadientes, el lazo para buscar algo más. De un lugar alejado de la sala, oí la voz de mi amiga:
- Perdone, ¿se puede escoger un objeto para otra persona? - me giré para mirarla. No podía haberle pasado lo mismo que a mi.
- Claro que no - dijo la bruja con forma de bichopalo - esto es una prueba individual. El que hayáis venido dos es una excepción.
- Pues me parece que tendrá que hacer otra - intervine - porque yo acabo de encontrar el objeto ideal para Elysa, y desde que hemos empezado a andar no he visto nada que atrajese mi atención para mi.
Miré a la Adivina con mi cara más seria, no pensaba retractarme. Conocía lo suficientemente a mi amiga para saber qué objeto le iría mejor. Puede que fuese contra las normas, pero me daba igual. Y si había que hacer trampas, las haría. Esa mujer me irritaba como pocas personas lo hacen. Soy de naturaleza tranquila, pero no iba a permitir que se me subiese encima porque lo dictasen unas normas.
Nuestras miradas la tuvieron que convencer porque al final nos dejó coger el objeto del otro. Yo volví contento hacía el lazo y lo sostuve. Era de seda, pero parecía resistente. Elegante y bonito, pero sabía que podía hacer daño si se lo sabía utilizar con destreza. Se deslizaba entre los dedos como si se hubiese tejido a partir de agua teñida. Volví a donde estaban la Adivina, Andrew y Cerbero. Elysa escondía mi objeto detrás de su espalda para que no lo viese, y yo me puse el lazo en el bolsillo del pantalón para que ella tampoco pudiese. Cuando llegamos los dos a donde estábamos nos los intercambiamos.
El mío resultó ser un sombrero de fieltro negro, con una banda banca. Muy años treinta. Me gustó nada más verlo. Resultó cómico que fuese un objeto como ese que mi amiga escogiese para mi. Cuando éramos adolescentes, nos habíamos divertido mucho con la colección de sombreros de mi tío Malcolm. Jugábamos a ponérnoslos de múltiples maneras. Creo que actualmente están repartidos entre mis padres, algún primo, pero la mayoría los heredé yo. No es por nada, pero me quedan bastante bien. Para hacer la broma, me puse el sombrero con una mano, dándole una vuelta, y me lo ajusté bien.
- Ya sé que siempre lo digo cuando te pones un sombrero - comentó mi amiga - pero creo que el porte de uno nunca debería haber quedado en desuso. Te queda muy bien.
- Gracias, yo también lo pienso - y ambos nos reímos. Entonces le di el suyo - cuidado, no vayas a matar a nadie.
Elysa miró la cinta con atención. La deslizó por sus dedos, le hizo nudos, jugó un rato y pareció quedar satisfecha.
- Bonito, elegante, resistente y letal. Me gusta mucho.
Como la Adivina hizo una cara de "menudas sandeces que dice", mi amiga se prestó a una demostración. Ni Andrew ni yo fuimos lo suficientemente rápidos. Ella se fue corriendo hacía nuestra anfitriona, cogió el lazo con ambas manos, lo puso en su cuello, giró detrás para que las dos extremidades se cruzasen en la nuca, puso una rodilla en la espalda, y tiró tanto del lazo como apretó la rodilla.
- ¿Ahora le parece lo suficientemente letal, o tengo que apretar un poco más?
La mujer levantó las manos en señal de rendimiento y Elysa dejó de amenazarla. Me di cuenta que no parecía haber pasado miedo por su vida. Al contrario, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.
- Bueno, el que escogieseis los objetos del otro ya es inusual, pero en todos los años que llevo aquí, nadie nunca ha seleccionado los objetos que vosotros habéis cogido. Esto promete más de lo que me imaginaba en un inicio. Andrew, tienen mi visto bueno para iniciar el curso de introducción. Hay uno que empieza el mes que viene, ¿no?
El nombrado movió la cabeza afirmativamente y nos llevó afuera. Parecía que esa señora nos había irritado tanto a mi amiga como a mí.
- Abuelo, ¿qué es el curso de introducción?
- Pues eso - dijo riendo el hombre - unas clases en las que te explican de qué va la cosa y las principales categorías de monstruos y departamentos que existen. Se suele dar cada tres meses y reúnen todos los novatos del mundo. Las clases se dan en la lengua que la mayoría de los asistentes entiende. La suele impartir un jefe de departamento. Recuerdo la última vez que me tocó. Como odio tener que hacer el idiota con una panda de imbéciles que sólo quiere pasar a la acción. Eso si, como os toque a Kailo, lo tendréis crudo.
Recordé que el tal Kailo era el jefe del Departamento de la Vida, el jefe bibliotecario. Elysa se quedó impresionada con el hecho de que su abuelo fuese el jefe del Departamento de seguridad. Yo, tengo que admitir, me lo olía bastante. Mientras íbamos bajando de nuevo al vestíbulos, Andrew nos continuó explicando en qué consistían las pruebas de acceso. Después de las clases teóricas, tocaban las prácticas, no sin que antes nos hubiese dicho a que Departamento pertenecíamos. Las prácticas, consistían en asignarte a un pobre desgraciado que te tenía que soportar durante seis meses, enseñándote los tejemanejes de la profesión a su manera. Para poder pasar a ser independiente, había que tener la aprobación de tu supervisor y la del jefe del Departamento. Ni en la poli eran tan estrictos, y eso que había que pasar un examen psicológico.
Al llegar abajo, Marie nos miró expectantes. Le contamos qué habíamos escogido. Pareció extrañada, nos dijo que nadie, que ella conociese, había cogido esos objetos. Nos dijo también, que las apuestas continuaban subiendo. Por lo visto, el vídeo de seguridad que mostraba nuestro encontronazo con Arthur estaba siendo viral. Medio Centro de Departamentos lo había visto y la mitad de esas personas habían hecho ya una apuesta. Muchos votaban por sus propios departamentos, pero la recepcionista nos dijo que como casi cada Departamento tenía un apostador, había dificultado la apuesta: para ganar se tenía que acertar los dos departamentos a los que íbamos a ir, y habría un bonus si se adivinaba el supervisor. Si nadie ganaba, nos había asegurado que el dinero iría a una asociación. Preferí no saber cual.
Nos despedimos de la joven y de Andrew y volvimos cada uno a nuestra casa. Durante el mes siguiente, tuvimos que hacer todos los papeles para dimitir de nuestros puestos y asistir a las subsiguientes fiestas de despedida. Me sorprendió que en mi empresa me quisiesen hasta doblar el sueldo para que me quedase. No me había imaginado que fuese tan apreciado. Pero no quise aceptar, aparte de por la obvia razón de que iba a estar en el Centro de Departamentos, no estaba de acuerdo en cobrar más por el mismo trabajo. Durante ese tiempo, Elysa fue educando a Cerbero. No parecía que hiciese mucha falta ya que el animalito era muy bueno, juguetón como cualquier cachorro, pero iba aprendiendo a analizar las situaciones y saber cuando entregar el juguete del momento. El peluche verde del primer día duró apenas una semana. El siguiente, una vaca, creo que fueron veinte minutos. Luego vinieron un cerdo, una pelota, un buitre, un hueso. Ninguno duró lo que se dice mucho. Acabé hasta las narices del "destroyer" en miniatura y me fui a una tienda de animales y pedí el juguete de perro más resistente que tuviesen. Me entregaron una cuerda de medio metro de largo, con varios nudos y el doble de espesa que las normales. Tengo que admitir que fue una de las mejores compras que he hecho nunca. El juguete era el doble de grande que el perro y a este le costaba mucho moverlo de un lado a otro. Tengo que admitir que disfrutaba viendo como le costaba traérnoslo. Creo que tengo un punto sádico escondido en algún sitio y con el bicho me salía más de lo conveniente. Aunque con Elysa tampoco es que cortase mucho, pero con ella había confianza.
Por fin llegó el día en el que íbamos a comenzar las clases. Hacía ya algunos años que no había asistido a ninguna, exceptuando las conferencias en las que nos enseñaban nuevas técnicas de comercio. Aunque esas me aburrían soberanamente. Nunca he sido un alumno paciente, no me gustaba estar en clase y escuchar. Prefería aprender con la experiencia. Elysa, al contrario, siempre ha sido una alumna aplicada. Cualquiera que nos conozca pensaría lo contrario, que el tranquilo y eficiente soy yo y la alocada es ella. Pero la verdad es que siempre me ha gustado más experimentar que aprender sentado. Una vez me preguntaron si no querría hacer carrera de ciencias aplicadas, ya que en ellas podría practicar todo. Les contesté que, aunque tendría esa posibilidad, detrás habrían años de estudio y dedicación antes de dejarme jugar con nada. Me acabé centrando en la economía. Por una razón que no llego a entender, se me daba bastante mejor que otras materias. Elysa se reía diciendo que al tener la cabeza tan ordenada como la tenía, la economía no era tan difícil para mí. Pobrecilla, como se nota que no ha estado en una clase de las mías, pero siempre he preferido engañarla en ese aspecto. En el anterior trabajo, había llegado a una posición muy elevada en poco tiempo porque tengo las cosas claras. Lo que se tiene que hacer se hace al momento y sin desviaciones de ningún tipo. Hay que centrarse en las cosas y antes de hacer nada se investiga a fondo. Nunca he entendido porque a la gente le cuesta tanto hacer lo que tiene que hacer. Puede que a mí no me guste estar encadenado a un escritorio y escuchar atentamente lo que se tiene que hacer o aprender, pero cuando lo hago, me pongo entero en ello.
Ahora tenía que volver a clases durante un mes entero y aprender de animales sobrenaturales y otras bestias. Cada vez que lo pensaba, me imaginaba la cubierta de un libro de fantasía. Esto no podía ser real. Pero para mi desgracia, cada vez que miraba a Cerbero, me recordaba que era mi realidad y que tenía que aceptarlo de una vez.
- Al menos vuelves a estudiar con Elysa - me decía mi subconsciente.
Era verdad que hacía por lo menos ocho años que no compartíamos una sala de clase. Con ella a mi lado me podía centrar incluso más, ya que, al ser ella tan diligente, si había algo que no entendía, siempre se lo podía acabar preguntando porque seguro que lo habría anotado. Además, tenía la particularidad de ser una mecanógrafa de excepción. Pero no una de esas que escribe rápidamente en un ordenador, sino cogiendo los apuntes en mano. Era capaz casi de escribir literalmente lo que decía el profesor, haciendo abstracción de los comentarios. No era algo automático, sino que además seleccionaba las frases que eran importantes para el curso. Seguir sus apuntes en la universidad me habría salvado de más de un apuro. Pero ella estudió biblioteconomía. No tuvimos ni una asignatura en común. Por no estar, no estábamos ni en el mismo campus, lo que hacía que nos tuviésemos que trasladar de vez en cuando de un lado a otro si queríamos comer juntos.
Estaba esperando como de costumbre en la entrada del edificio a las 8 de la mañana. Era un fría mañana de Octubre. Este año, el frío se había adelantado. Parecía que había decidido que una vez acabado Agosto, ya era momento de ponerse de nuevo el jersey gordo. Incluso los árboles se habían puesto el abrigo otoñal. El edificio estaba bordeado por una serié de ginkos y fresnos que lucían un follaje espléndido de tonos verdes, naranjas y amarillos. Era algo magnífico de ver, si uno no se helaba en el exterior.
Miré hacía dentro y vi a Marie haciéndome signos para que viniese a verla. Estaba con aquellos dos chicos que estaban discutiendo en la biblioteca cuando la visitamos. Uno se llamaba Salim o algo así y el otro ni me acordaba. Entre y agradecí la temperatura más cálida, aunque la recepcionista vestía una chaqueta y un fular verde que le quedaban fatal. Pero no soy nadie para ir criticando el estilismo de los demás. Cada uno se pone lo que le apetece.
- Mirad chicos, este el hombre que os dije que montó un perro de tres cabezas amenazando de muerte a Arthur Hinekan - episodio que seguía bastante confuso en mi cabeza - John, estos son Selim Ibn Haka y Alatir Eaglehead. Chicos este es John Hades Hellson.
Nos dimos las manos por turnos. Ese día Alatir llevaba una sudadera roja sin capucha con una uve de color naranja que le iba de un lado a otro del pecho. Tenia las mangas arremangadas y pude ver que llevaba bastantes pulseras de diferentes formas y colores en la muñeca derecha: algunas de cuero, otras rojas y marrones, y unas que parecían más gomas de pelo que pulseras. Selim llevaba una camiseta blanca con las mangas negras largas, también arremangadas. El color broncíneo natural de su piel se notaba mucho más con ella. Tenía un libro en la mano de tapa de cuero que parecía antiguo. Me recordó ese que vi durante la primera prueba. Me preguntaba donde lo había conseguido. Me encantaban esos libros de antiguas ediciones.
- Es un placer conocerte en persona - me saludó Alatir sonriendo - El vídeo es la ostia. No sólo eres bueno con las armas de fuego, sino que ademas no le tienes miedo a un bicho como el que te subiste. Me gustan las alturas y los peligros, pero eso que hiciste fue asombroso. Espero que vengas a mi departamento. ¡Nos lo pasaríamos genial!
Ese comentario fue acogido con una colleja viniendo de su compañero.
- Irá a donde mejor le vaya, no donde a ti te guste.
- Aquí donde le ves, Selim es el único que no ha apostado por su propio departamento - intervino Marie - ¿Qué habías escogido?
- El departamento de la noche para él y el de la mitología para ella. Parece que son más sensibles a ellos - mi sorpresa se tuvo que ver demasiado en mi cara. No me imaginaba Elysa rodeada de bichos mitológicos. Selim me explicó sus razones - tu novia...
- Eh, que no es mi novia - les corté. Aquí fue él sorprendido.
- Perdona. Tu amiga no parece tenerle miedo a un perro de tres cabezas de cerca de 5 metros de altos siendo un cachorro, por lo que pienso que estaría bien en ese departamento plagado de animales. En lo que se refiere a ti, pareces un hombre sensato, que piensa y analiza las cosas antes de decidir nada. Esas características serían la mar de útiles en ese departamento de brutos descerebrados, sobre todo si llegas a un puesto alto.
- Te ha clavado Hades.
Me giré sobresaltado. Mi amiga estaba detrás mío. Vestía su abrigo de entretiempo negro, con un sombrerito granate. Conjunto que le quedaba muy bien. Una sonrisa divertida jugueteaba en sus labios.
- Bueno, uno de los dos tenía que ser el sensato, y tu no estabas por la labor - le devolví la sonrisa.
Alatir se giró hacia Marie:
- Este dirá lo que quiera, pero son pareja o lo serán pronto - una nueva colleja voló hacia su nuca - ¡Eres un bruto Selim!
- Para alegría de muchos y desespero del abuelo de la señorita, no lo son Alatir. Lo que si son es amigos de la infancia, como vosotros.
El chico de la sudadera nos sonrió.
- Pues vais por muy buena vía para acabar como nosotros.
No tuve tiempo de preguntarle a que se refería porque en ese momento se oyó una voz fuerte resonar en toda la recepción.
- ¡¡NOVATOS!! LA CLASE VA A EMPEZAR. SEGUIDME
La propietaria de la voz era una mujer de mediana edad, cabello negro, recogido en un moño apretado en la nuca. Era la típica institutriz severa de las películas.
- Madre mía - Alatir me puso una mano en el hombro - os has tocado la Rottenmeier del Departamento Verde. Os vais a morir. Un placer haberos conocido.
Fue en ese entonces que vi la de personas que nos rodeaban. Eran unas cuarenta. Se las veían reunidas en grupos, solitarias, o por parejas. Ni me había dado cuenta de la gente que había venido.
- ¿Podemos huir? - Elysa me lo preguntaba seriamente.
- No.
La pillé por la camisa, despidiéndonos de Marie, Alatir y Selim, y entramos los últimos in extremis en la clase, que estaba situada en el pasillo que llevaba a aquel jardín trasero tan hermoso. Era la típica sala de clase de todas las escuelas: bancos individuales orientados hacía una estrada con una pizarra. Detecté los dos únicos sitios libres al final de la clase, pero cuando nos dirigíamos hacía allá, la jefa del Departamento Verde nos paró.
- Los dos que han entrado últimos, el perro fuera.
Elysa se giró casi indignada.
- El animal es un cachorro de perro de tres cabezas. Estando con nosotros es muy tranquilo pero, ¿va a arriesgar el dejarlo correteando por el Centro de Departamentos solo y sin supervisión?
- Marca un punto.
La voz venía de un hombre que acababa de entrar en la sala. Debería rondas los cincuenta, aunque aparentaba ser más joven. Vestía completamente de negro con gafas, el pelo corto entrecanado, y una sonrisa de saber más que el común de los mortales. Iba en silla de ruedas, y se dirigía hacia nosotros. No sé porque me miraba particularmente, como si analizase la manera más factible de usar todos los recursos que tenía disponible para él.
- Un cachorro de perro ya es de por si movido, pero si le añadimos que además es un cachorro de animal sobrenatural, pues la cosa se complica más - Elysa quiso protestar para defender a su perro, pero el hombre la interrumpió - soy Thomas Lloyd, jefe del Departamento de la Noche - le dio la mano y luego a mi, pero me la sostuvo más tiempo - debería haber sido vuestro profesor, pero mi cuerpo no estaba demasiado de acuerdo con este hecho. Los días que no pueda, la señora Recht me sustituirá. Aunque - hizo una pausa algo marcada - al ver los elementos presentes en esta clase, me parece que me presentaré más a menudo. Señorita, puede guardar con usted el cachorro sólo si el animal se comporta en clase, sino le pediría por favor que encuentre alguien que lo cuide mientras está usted en clase. Creo haber entendido que su abuelo trabaja en este edificio, no creo que viese algún inconveniente en cuidarlo durante las horas lectivas.
Después de eso, se dirigió a una joven que había cerca de nosotros. No debía haber llegado aún a los veinte. Cara amigable, muy guapa, largo pelo negro ondulado, ojos oscuros y dulces. Note que un chico un poco más mayor se crispaba cuando se acercó a ella. Estaba a una cierta distancia, pero miraba la escena con mucha atención. Tenía el pelo negro en punta, mirada severa y enfadada. Juraría que tenía los ojos rojos intenso y un colmillo sobresalía más de lo normal. El jefe del Departamento de la Noche hizo una semi reverencia a la joven y le habló en lo que me pareció que era japonés. No entendí nada de lo que se dijeron, pero el joven no les quitó el ojo durante toda la discusión y no se relajó un poco hasta que el hombre se alejó de ella. Fue hacia la puerta y antes de salir se volvió hacia nosotros.
- Tengo mucha curiosidad en ver cómo evoluciona esta clase. Este trimestre, el lote de novatos puede ser bastante interesante. Os observaré con mucho interés - diciendo eso me miró de nuevo, sonrió y se fue.
Al principio, la clase estuvo en silencio unos segundos, y luego empezaron los rumores en voz baja. Oí como un par comentaban que la joven estaba muy buena. Si yo hubiese sido ellos, no me habría acercado a ella ni por todo el oro del mundo. No tenía ganas de enfrentarme al guardaespaldas que tenía. Pero Elysa no fue tan discreta como yo. Se les acercó y les explicó claramente cuales eran las intenciones del joven si se acercaban más de lo debido a la chica. Posiblemente mi amiga había exagerado un poco. Lo de la desmembración no parecía el estilo del chico, aunque seguro que no saldrían indemnes. El caso es el que el trio se quedó blanco de la impresión. El guardaespaldas pareció darse cuenta de lo que había hecho mi amiga y no nos miró como queriendo pasarnos por el asador, como a media clase. Hasta parecía que había esbozado una pequeña sonrisa disimulada.
La señora Recht intentó imponer algo de tranquilidad, pero la clase parecía llena de adolescentes al volver del patio, así que dio un golpe tan fuerte sobre la mesa que se callaron todos de una vez. Empezó a soltarnos su discurso introductorio. Al tercer minuto ya había perdido el hilo. Se auguraba un mes absolutamente inacabable. Me giré para mirar a Elysa y la veía diligentemente haciendo algo en el papel. Tardé un poco en darme cuenta de que cogía tantos apuntes como yo. Estaba dibujando. Su técnica consistía en hacer pequeños trazos en diseños de pequeño tamaño, por lo que parecía que escribía.
Las dos primeras horas me parecieron eternas. Tuve que hacer esfuerzos sobrehumanos para no dormirme allí mimo. Ese era el problema de ser alto, se te detecta enseguida y no puedes estirarte a cerrar un poco los ojos o algo. Cuando nos dejó salir huimos literalmente de la clase. Para nuestra alegría, Marie había instalado un pequeño buffet en el que podíamos picar alguna cosa y beber. Toda la clase fue corriendo a por el café. Tuvimos que esperar para tener nuestra dosis, pero Elysa y yo ya teníamos nuestra técnica. Nos habíamos dividido. Ella iba a por provisiones alimentarias y yo a por las bebidas. Siendo alto, tenía también brazos largos por lo que podía llegar antes a las bebidas y tenerlas en alto para que no se derramasen por un empujón. Cuando tuvimos nuestras provisiones nos fuimos a una mesa a desmayarnos. Marie se nos unió.
- ¿Qué tal la primera clase? - suspiramos los dos lastimosamente - ¿Es tan aburrida?
- Supongo que explica cosas interesantes - dije - pero por ahora han sido dos horas perdidas. Nos ha presentado el centro y algunos departamentos, los que ya conocíamos. Pensaba que me iba a morir de aburrimiento. Al menos esta dibujaba y estaba algo entretenida.
- He rellenado tres hojas a cara y cruz con dibujos pequeños - protestó mi amiga - no había hecho eso desde el colegio - y se estiró en la mesa - como todo el día sea así, no llegaremos a la tarde.
- Y agárrate, todo un mes así.
- ¿No podemos pedir otro profe? - miramos a Marie suplicantes.
- Solo podemos aceptar al encargado - la joven japonesa se sentó a nuestro lado, con la misma cara de fastidio - como mucho podríamos pedir el programa del mes y los días que expliquen algo que ya sepamos irle a suplicar al señor Lloyd que nos de otra cosa. Por cierto, me llamo Sakurako Akari, y el malas pulgas de negro es Yamaho Ryûchiro. Somos del departamento que hay en Japón.
Nos presentamos a nuestro turno. Marie pareció impresionada con el nombre de la chica. Luego nos dijo que los Sakurako eran la familia que dirigía el Centro de Departamentos en base en Japón desde que se inauguró.
- No sabía que la heredera ya tuviese veinte años.
- No los tengo - sonrió inocente - pero sé casi más que mi maestro así que mi padre decidió que ya era el momento de que empezase a entrenarme. Además en abril acabé la escuela y la universidad era aburrida en grado sumo. Quise hacer literatura japonesa pero no me enseñaban nada así que lo he dejado. Aprovecharon que Yamaho iba a venir aquí para iniciarse y me vine con él. Dos por uno, como dicen.
Me tuve que acordar que en Japón se presentan con el nombre en segundo lugar y a menos de ser muy próximos, se suelen llamar con el apellido. Aunque, esos dos me parecían igual de cercanos que Elysa y yo, pero que por alguna razón él se mantenía alejado.
- De paso te hace un guardaespaldas de primera categoría. He oído que es el más habilidoso de su familia desde hace más de un siglo - dijo Marie con una sonrisa que insinuaba otra cosa.
Akari miró de soslayo al joven, que no nos quitaba el ojo de encima como de costumbre, y esbozó una pequeña sonrisa.
- Cada uno tiene sus secretos - y con este comentario enigmático, volvió a empezar la tortura porque la señora Recht nos llamó para volver a entrar en clase.
Si tuviese que resumir mi primera semana en ese sitio: un infierno. Las clases eran aburridas, no avanzábamos en los temas, y para colmo, nos habían dado un trabajo a entregar a final de mes. Era una simple recopilación de datos de todo lo que podíamos aprender de un ser en particular de la Biblioteca Central. A Elysa le tocaron los Errantes y a mi los perros de tres cabezas. Tengo que admitir que aprendí bastante del bicho que nos acompañaba, pero ya había recorrido el tema a lo largo y a lo ancho en la primera jornada. Era un animal especial que estaba tanto en el Departamento de la Noche como en el de la Mitología. En el espacio que tenía acceso en la biblioteca, la información era muy exigua, apenas me daba para unas diez páginas, y sabía que no englobaba todo lo que había que saber. Estaba decidido a saber más, así que fui a hablar con el jefe del Departamento de la Vida, pero se negó en rotundo a dejarme bajar a la sección particular del Departamento de la Noche, por mucho que estuviese haciendo un trabajo para el curso introductorio. Si él no me dejaba, puede que nuestro auténtico profesor si que lo hicese. Estaba más decidido que nunca. A mi no me daban con las puertas en las narices. Seguro que se podía acceder de alguna manera, y el señor Lloyd me iba a dar acceso a la información.
Mi amiga no estaba nada de acuerdo con mi idea. Ella pensaba que con diez páginas había más que suficiente. Para ella era muy fácil, se cogía el abrigo, se iba al parque y hablaba con la fuente principal de información. Pero lo único que yo tenía era un perro con una cuerda que mordía. Y ese perro no hablaba. Así que un día que Elysa había ido al parque a hablar con Roble, me infiltré en el Departamento de la Noche. Si hubiese sabido lo que me esperaba, me habría quedado en mi antigua oficina.
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