El hombre de blanco se giró primero hacía Hades. Pude entender lo que había sentido Ryûichiro cuando se acercó así a su compañera. No quería que le pasase nada a ella, ni yo a mi amigo. Sabía que no podía ser grave ya que los otros dos habían ido bien, pero ese pensamiento no iba a hacer que mi preocupación fuese menor. Cuando iba a tocarle la frente, pareció que se lo pensase mejor y retiró la mano. Pero la volvió a poner rápidamente, esta vez tocándonos los dos a la vez.
Sentí como si el mundo se expandiese exponencialmente. Podía sentir cada planta que me rodeaba. Era increíble darse cuenta de la de vegetales que nos rodean. No sólo podía percibir los geranios que tenía una mujer en la sala de los despachos, sino también los millones microorganismos que flotaban en el aire. Incluso, si quería, podía identificar cada planta que había en los jardines de detrás del Centro de Departamentos. Quise experimentar y ver hasta dónde podía llegar. El Errante del Roble podía ser una buena primera prueba. Amplié mi radar "plantífero" como quien abre sus pulmones para coger más aire y la sensación fue aún más impresionante. Era extraordinario poder sentir todo aquello. Identificar cada planta que había en la ciudad, cada flor, cada vegetal casi. Era embriagador, y adictivo. Quería continuar sintiendo esa sensación.
No sabía hasta dónde había llegado, pero de repente mi viaje, se paró bruscamente. Alguien atrajo mi atención y me retuvo. No lo hizo con malos modales, pero yo quería continuar corriendo. Mi protesta se quedó más en un puchero de niña pequeña que el de una persona adulta enfadada. Eso era por la persona que me había retenido. No podía verle el físico, pero podía reconocer su esencia. Él era una de las pocas personas que conseguían calmarme de manera radical. De hecho, sólo él y Hades podían serenarme cuando me ponía nerviosa o me daba un ataque de pánico por las alturas. Estaba apoyado en un roble, en medio de un campo, con el sol dándole en la cara. Su figura emitía una serenidad que me hizo tranquilizarme. Pude "ver" una sonrisa suave en sus labios. Su voz resonó en todo mi interior. Parecía sorprendido de verme allí.
- Pequeña, ¿qué haces aquí? - ni yo misma lo sabía. Me removí inquieta en mi sitio. No sabía si podía verme, pero de lo que estaba segura era que podía sentirme tanto como yo a él - Tienes que volver a casa, sino te podrías poner enferma.
Lo único que se me ocurrió fue decirle.
- ¿Vas a venir para Navidad?
Tenía la sensación de necesitar un abrazo suyo como cuando era la criatura que huía de su familia demasiado numerosa y se iba a refugiar en sus brazos acogedores. Hasta la edad adulta, no hubo nadie que me diese esa misma seguridad y tranquilidad. Luego llegó Hades. Con el pasar de los años, nuestra confianza se había yendo agrandando y yo había empezado a refugiarme en mi amigo para estar aislada y tranquila. No fue hasta ese momento que me di cuenta cuánto se parecían ambos abrazos. Los dos me hacían pensar que, en cuanto estaba allí, nada malo podía pasarme.
- Claro que si Elysa, como cada año - su voz era como su tacto, grave y tranquilizadora. Me hacía querer quedarme allí, con él, para siempre - Ahora tienes que volver, seguro que deben estar muy preocupados por ti. Yo tengo que acabar una cosa urgente e iré a visitaros, ¿vale?
Moví la cabeza afirmativamente. Quise dar un paso hacía él para tocarle pero algo me retuvo. Me giré y vi la silueta de Hades. Pero era diferente a normalmente. Estaba todo oscuro, como si le hubiesen puesto un filtro negro delante. Parecía una sombra que hubiese cobrado vida. Su mirada estaba muy asustada.
- Tranquilízate Elysa. Estoy aquí. Vuelve. Vamos, céntrate. Tienes que calmarte, por favor. No te preocupes yo te protejo.
No entendía qué quería decir, pero sus palabras me hicieron querer volver a donde estaba él. Poco a poco deshice el camino andado y volví a la sala de reuniones. Al principio me asusté porque no veía nada, pero luego me calmé porque sentí unos brazos conocidos a mi alrededor. Mi amigo me estaba abrazando con todas sus fuerzas. Mi cabeza, en su pecho, parecía acomodarse a cada rincón. Normalmente, no soportaba apoyar la cabeza en esa parte de la anatomía de un hombre. Le devolví el abrazo y suspire tranquila. Seguía sin ver nada, pero sabía que él estaba allí y eso me daba seguridad. Hades pronunció mi nombre interrogativamente.
- Ya he vuelto - fue lo único necesario que tuve que decir.
Sentí como sus músculos se relajaban y él se sentaba en una silla. No quiso deshacer el abrazo así que me sentó en sus rodillas y me continuó abrazando. Yo no iba a ser la que se fuese a quejar, ese sitio era muy cómodo. Poco a poco las luces volvieron, como cuando se enciende una lámpara alógena: primero apenas brilla y poco a poco va cogiendo fuerza. Al final, casi enterraba mi cara en ese lugar tan suave para no deslumbrarme. Al rato miré alrededor y vi como la gente me miraba preocupada. No entendía porque tenían esas caras tan asustadas. Tuve que preguntar qué había pasado.
- Elysa, has hecho que la sala entera temblase como si sufriésemos un terremoto - me dijo mi amigo - Menos mal que Akari había puesto una barrera protectora. No sé qué ha pasado, pero ha dado miedo - su voz sonaba casi tan preocupada como cuando me había traído de vuelta.
- Se lo voy a explicar yo mejor - el hombre de blanco se me acercó poco a poco y se puso a mi altura - lo que ha pasado aquí es que has abierto demasiado la olla a presión de tus poderes. Se han descontrolado - no había tenido esa sensación en ningún momento - Te hemos tenido que llamar de vuelta porque parecía que te hubieses ido muy lejos. Tu amigo ha creado una especie de burbuja de sombras para que estuvieses en un lugar cómodo y después te ha hablado para que lo sintieses. Estaba a punto de bloquearte cuando has reaccionado. Tendrás que tener mucho cuidado con tus poderes. Esto no se tiene que volver a repetir bajo ninguna circunstancia hasta que domines tus poderes.
El tono final era serio. Yo estaba algo enfadada con él. No había perdido el control de mis poderes en ningún momento. No entendía a qué venía esa regañina. Los manejaba a la perfección. Este hombre no entendía nada.
- No es verdad - noté que mi voz estaba encarcarada, así que cogí un poco de agua de un vaso que me ofrecía Hades y bebí antes de continuar - No perdí el control de mis poderes en ningún momento. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo a cada instante. Simplemente era embriagador. Quería ir más y más lejos, sentir más y más. Pero en ningún momento me controlaron ellos...
- Elysa, creo que lo que quiere decir este hombre, es que tienes que tener cuidado con lo que pasa a tu alrededor - Hades me miraba a los ojos seriamente - Al haberte expandido así, se ha puesto todo a temblar. Si no hubiese habido la barrera de Akari, el edificio podría haberse venido abajo.
Al decirme eso miré a mi alrededor. La fuente del agua estaba en el suelo, Ryûichiro y Livio estaban poniendo de nuevo las estanterías en su sitio, había papeles por todas partes, y la gente a mi alrededor parecía conmocionada, incluso algo asustada.
- Bueno, no te preocupes - mi amigo me hizo levantar la cara y me mostró una sonrisa - para eso estaba la barrera. No ha pasado nada grave. Ahora sabemos qué es lo que puede pasar y qué es lo que no hay que hacer. No te preocupes, no me moveré de tu lado.
- ¿Tú no has tenido problemas?
- Bueno - parecía incómodo - la verdad es que no he tenido tiempo para pensar. Todo se movía y tú parecía que no estabas aquí, cómo si algo te absorbiese hacía afuera. Así que lo que he hecho, a la desesperada, ha sido crear un capullo protector. Aún no termino de entender bien cómo lo he conseguido. Sólo quería que dejases de prestar atención a aquello que te retenía. Entonces... sentí como si todas las sombras de la sala respondiesen a mi deseo de protegerte, y se reuniesen para que todo estuviese en la más absoluta oscuridad. Parece haber funcionado.
- Debe de ser su sangre de Demonio de las Sombras - dijo el hombre de blanco - Tendrás más afinidad con ese tipo de poderes. Aunque me parece bastante sorprendente que no pasase nada más que eso. Joven – se refería a mí - ¿qué sintió? ¿Cómo volvió?
Les expliqué cómo me había sentido, con todo lujo de detalles, no quería que me pasase de nuevo.
- ¿Quién era ese hombre que te retuvo antes de que yo llegase a ti?
Había en su voz un pequeño tono que no conseguí descifrar. Dudé un poco antes de responder.
- Alguien que no has visto nunca.
No era mentira, pero no me sentí nada cómoda con el tono de la pregunta. No es que fuera algo vergonzoso, pero el hecho de que fuese una de las pocas personas que me hacía sentir a gusto hacía que no quisiese hablar de él más de la cuenta, y menos delante de personas que no conocía bien.
- Eso ahora no importa. Lo que cuenta aquí es que el joven Hellson puede hacer que ese tipo de descontrole sea disminuido. Además que a él le hace un buen entreno. Todo es positivo - el albino parecía querer cambiar de tema rápidamente antes de que mi amigo preguntase más.
- Bueno, pasado mañana nos volveremos a reunir de nuevo en la recepción del Centro, a las nueve de la mañana otra vez - dijo el señor Lloyd - Me gustaría que hubiesen domado sus poderes para entonces. Os dejamos veinticuatro horas más para adaptaros porque los tendréis durante cuatro días. Si ocurre cualquier cosa, aún habría dos días más para solucionar cualquier problema. Hasta la próxima.
Y con la misma sonrisa de la última vez, nos volvió a echar de su Departamento. Los cuatro volvimos al ascensor mientras él se quedaba hablando con Livio, la señora Recht y el hombre de blanco. Durante la subida, no me enganché a Hades como la última vez sino que cerré los ojos fuertemente. Tenía que aprender a controlar mi pánico en ese sitio. Cuando salimos a la superficie, Akari y Ryûichiro se despidieron y fueron a hablar con Marie. Nosotros salimos hacía el jardín trasero. Notaba a mi amigo extremadamente tenso. Estaba cabreado en grado sumo y no sabía por qué. Cuando nos adentramos bastante en ese paraíso verde, le hice girar a la fuerza.
- Bueno, ¡ya basta! Ahora me vas a decir qué narices te pasa. ¿Porqué estás cabreado como una mona? - mi tono también era de enfado.
- ¿Porqué? Veamos, nos dan unos poderes que no entiendo, tú te descontrolas, te saco de ese aprieto sin saber cómo funcionan mis nuevas habilidades, te tranquilizo, pero eh, que no he sido yo quién lo ha hecho. Que ha sido ese misterioso personaje "que nunca he visto". Ah, ¡y ni un gracias te has dignado a darme!
¿Pero se puede sabe a qué narices venía ese ataque? Si hubiese estado saliendo con él habría jurado que eso eran unos celos como una catedral. Pero no era el caso, lo conocía demasiado bien. Se había sentido herido porque lo había tratado mal. Intenté calmar mi cólera, porque yo en su lugar, no habría esperado a estar en un lugar a solas para explotar.
- Lo siento - le dije - todo esto me está descolocando. Gracias por ayudarme a volver. De verdad, sin esa sombra tuya no estoy segura de que hubiese podido encontrar el camino de vuelta a casa. Por el desconocido... es verdad que nunca lo has visto, pero no es que no hayas oído hablar de él - pude observar cómo se volvía a poner tenso - es que es alguien a quién quiero mucho, y no quería hablar de él delante de un montón de personas que no conozco - sus ojos eran impenetrables, no podía leer nada en ellos - no te pongas así - sonreí - era mi tío Príamo.
Pude ver cómo sus hombros se destensaban de golpe, como se le abrían los ojos como platos de la impresión y se quedaba boquiabierto. No era para nada la respuesta que se esperaba. El caso de mi tío era especial. Era el hermano gemelo de mi madre y le tenía la guerra declarada abiertamente a mi padre. Lo culpaba del embarazo. Esa era una de las pocas, y yo diría que de las únicas, cosas que enfrentaban a los dos hermanos. Desde siempre habían estado juntos, y el que mi madre se quedase embarazada a los quince le había afectado a él más que a cualquier otro. Durante mucho tiempo no había querido aceptarme. Eso me lo había contado muchos años después, pero el que yo siempre hubiese querido ir con él, sonrisa en los labios, le había hecho cambiar de idea. Cuando mi tío cumplió los dieciocho, se fue de casa para no volver más que en Navidad. Pero no se quedaba, nos hacía una visita relámpago a mi abuelo, mi madre y a mí, y se volvía a ir. Con el tiempo, mi abuelo y yo nos habíamos ido borrando de las visitas para dejarlos a ellos dos solos la mayor parte del tiempo. Se entendían cómo pocas personas lo hacían y aunque ninguno de los dos lo quisiese admitir, se echaban mucho de menos. Tenían esa relación especial que sólo podían entender los gemelos, pero incuso diría que a niveles mucho más profundos. De entre los seis tíos y tías que tenía, mi favorito siempre había sido, sin ninguna duda, mi tío Príamo. Nunca me había dado la lata, nunca me había agobiado y siempre le había visto una sonrisa dulce en la cara. Lo único que nos habría gustado más, tanto a mi madre como a mí, habría sido que nos visitase más a menudo.
- ¿Tu tío Príamo? - aún estaba en shock - ¿Y cómo es que te supo sentir? - intentaba analizar la información que le había dado desviando el tema.
- No lo sé - le admití - pero al ser una de las dos personas en el mundo que me pueden calmar, posiblemente, inconscientemente, lo estaría buscando para que me devolviese a casa. La otra persona que me puede calmar eres tu. Por si acaso no lo había entendido - le dije con una sonrisa.
Pude ver como se ponía rojo hasta las orejas y tuvimos un ataque de risa que nos liberó de las tensiones acumuladas. Para hacerse perdonar me invitó a comer a su casa. Antes de irnos, recogimos a Cerbero en el Departamento de mi abuelo. No le pude decir nada porque estaba echándole la bronca a gritos a uno de sus subordinados. Como sabía que disfrutaba haciendo eso, sólo le hice un signo de la mano diciéndole que le llamaría para contárselo todo y nos fuimos.
Esa tarde, Hades cocinaba. No me pensaba quejar, era un maestro en las artes de la cocina. Nunca daría lo suficientemente las gracias a su madre por haberle enseñado. Ese día tocó verdura salteadas. Verlo con un delantal blanco, las mangas de la camisa remangadas, haciendo saltar las verduras en la sartén como un profesional, daban ganas de quedárselo para una misma. No quería que esa faceta inocente se fuese nunca. Era como un niño jugando con un juguete peligroso, pero que dominaba de tal manera que no cometía ningún error. En consecuencia, disfrutaba mucho. Eso se notaba en su cara cuando estaba delante de los fogones. Se lo pasaba bomba jugando a ver qué nueva receta se podía inventar.
- Una moneda por tus pensamientos.
La voz de mi amigo me sacó de mi ensimismamiento. Le vi con el pelo levantado porque se había lavado las manos y se había retirado un poco el pelo con ellas mojadas. Parecía que llevase gomina. Tenía que admitir que le quedaba muy bien el conjunto pelo macarra y delantal.
- Nada grave – intenté desviar el tema, pero su cara me decía claramente que o le contaba la verdad, o me quedaba sin salteado - vale - capitulé – parece que disfrutas cocinando. Tienes cara de niño en parque de atracciones.
Él soltó una carcajada.
- Es que para mí, esta cocina es un como Disneyland en Orlando. Es lo más divertido que hay. Además, mi tío me la dejó equipadísima, con lo último.
Recordé que su tío le había dejado esa casa en herencia al morir. Extrañamente, ese sitio reflejaba más lo que era Hades que no su tío. Parecía que la hubiese hecho para él. Tío y sobrino no tenían personalidades parecidas por lo que una similitud en ese aspecto era muy raro. Si mi amigo era tranquilo y analítico, su tío era movido y hablador. Sin embargo, ambos tenían un corazón de oro. Malcolm nunca había tenido hijos, pero adoraba a los de su hermano como los suyos propios. Nos hacía muchas veces de niñera. Y digo “nos” porque a veces también me tocaba aterrizar en esa casa. Las veces en las que estábamos los seis, Malcolm nos llevaba a la casa de su madre, en el campo, y pasábamos allí un fin de semana divertidísimo. Desde muy pequeña, me había incrustado en esa familia como una hermana más. Pero es que Hades había hecho lo mismo en la mía y Ariadna era más como una primita cercana. A Zoe, la tía de mi amigo, le encantaba el piano, por eso había uno allí, y le pedía a Hades que practicase en su casa todo cuanto quisiese. Yo me entretenía a hacer los deberes o robar un libro en las estanterías amplísimas que ya decoraban la casa cuando era pequeña. Cogía uno, me estiraba en el balancín doble, y mientras mi amigo practicaba algo clásico o de un videojuego (si, si, tienen muy buenas músicas), yo me balanceaba tranquilamente. No se puede decir que la cosa hubiese cambiado mucho más de 15 años después. Lo continuábamos haciendo muchas veces. Nos sentíamos a gusto en esa monotonía, y así Hades no perdía la costumbre de tocar el piano. Era un gran músico, podría haber entrado en el conservatorio al acabar la escuela, pero dijo que ya estaba harto del estrés que conllevaba todo, que él quería tocar por placer lo que quisiese, cuanto quisiese y cuando quisiese. Su madre lo aceptó a regañadientes, pero puso la condición de que no dejase de practicar. Ya velaba yo a que lo hiciese.
- Por cierto – me dijo removiendo las verduras - ¿por qué llorabas el otro día, cuando de que poco te desmayaste? Se me olvidó preguntarte de nuevo.
Tardé un poco en saber de qué estaba hablando.
- Ah, era una tontería… -le dije algo incómoda. Continué hablando – la verdad es que no quisiera que el Departamento de la Noche te cambiase – pareció extrañado – es un lugar oscuro, dónde sólo hay lo peor de cada casa, y además sólo trabajas de noche. No quisiese que tu personalidad se agriase por ello.
Lo que obtuve como respuesta fue otra sonora carcajada. ¡Que la cosa me preocupaba seriamente! ¿Cómo podía ir por allí riéndose de lo que me hacía llorar?
- ¿Era por eso? – cogí un cuchillo y lo amenacé. El mensaje era claro “vuelve a reírte de mi, y la próxima vas al hospital directo” – no te enfades mujer – hacía esfuerzos para no sonreír – Yo también tengo miedo de que me pase algo así. Pero luego pienso que también estas por estas lindes, por lo que, lo más probable es que, si un día me pongo de mal humor o me enfado las veinticuatro horas del día, vengas por detrás y me pegues un colleja de tal magnitud que vuelva a ser el hombre de siempre. Y si no eres tú, tu abuelo estará encantado de perseguirme, ametralladora en mano, hasta que me ponga normal - imaginarme la escena me hizo sonreír - No te tienes que preocupar, el sitio es de responsabilidad, pero no cambiaré por eso.
Mientras decía eso, freía unas setas para que diesen gusto a las verduras y al mismo tiempo hacía varias salsas a mano, por si queríamos unas u otras. Era un cocina de un gran restaurantes a él solito. No sabía nunca cómo lo hacía. Lo que si puedo asegurar es que al final, la comida estaba de llorar. Si por mí hubiese sido, habría comido todos los días en su casa, pero no era el caso de abusar, porque él no me habría dicho que no. Y en mi casa habrían estado encantados porque habría estado vigilada y estarían seguros que comía bien.
Pesadilla de familia sobreprotectora.
Al acabar de comer, mientras él limpiaba toda la cocina y guardaba los platos en el lavaplatos, yo me acerqué a sus geranios en el alféizar de una de las ventanas. Toqué una de las hojas. Sentí como una especie de descarga, pero en ella no había electricidad, sino información sobre la planta. Sabía que estaba en un buen lugar, que le daba el sol justo, y tenía agua suficiente. Lo que más se podía acercar a lo que había sentido era que la planta estaba “feliz”. Para controlarme, intenté sentir cada una de las plantas individualmente, por separado. Pero no pude. Al principio todo iba bien, pero enseguida noté que las demás querían hablarme todas a la vez, y tuve que “desconectar”. Me senté en el sofá, respirando dificultosamente. En mi caso, estaba claro que el problema no residía en si podía hacer algo o no. El problema era controlar el exceso de fuerza.
Hades se sentó a mi lado con un café. Estaba segura que sabía qué había hecho, tenía un sexto sentido conmigo. Le dije, para desviar la atención de mí, que aún no había conseguido ver sus propios poderes. El olor del café recién hecho, en cafetera italiana (si, tarda un huevo en hacerse, pero este se niega a servirme otro tipo de café), me estaba devolviendo a la vida. Mi amigo sonrió y me señaló el suelo en dónde los rayos de sol de principios de tarde formaban sombras con los muebles. Miró fijamente un sitio determinado y la sombra de la mesa baja que había delante del sofá empezó moverse como lo hacía la de Peter Pan. Durante un momento fue muy divertido, pero cuando todas las sombras de la casa empezaron a hacer lo mismo, se empezó a ver un poco espeluznante. Hades intentó frenarse como pudo y al poco, las cosas volvieron a la normalidad. Parecía que tenía el mismo problema que yo.
- Lo siento, se me desborda de vez en cuando la cosa. Espero que para pasado mañana lo haya solucionado. Aunque no sé en qué puedo ser útil con las sombras…
Su voz parecía muy triste, como si se hubiese esperado a algo más espectacular. A mí se me ocurrió la idea enseguida. Si le pasaba como a mí, tenía el potencial de hacerlo sin tener problemas.
- Hades, ¿crees que podrías hacer que la sombra tomase forma corpórea? Que no fuese una cosa sencilla y bidimensional en la pared, sino ya pasar al 3D.
Pareció pensárselo durante un rato. Lo cierto era que lo que había visto cuando me trajo de vuelta me había dado la idea. Si lo había podido hacer en ese universo de sensaciones, lo veía perfectamente capaz de hacerlo en la realidad. Él me dijo que lo iba a intentar y empezó a mirar el suelo de nuevo, muy concentrado. Durante un rato no pasó nada, pero de repente, la sombra de la mesa empezó a levantarse, sin embargo, enseguida volvió a su dimensión original. Estaba francamente impresionada, pero él se disculpó.
- ¿Qué dices? Acabas de hacer cambiar de dimensión un objeto. Ha pasado del bi- al tridimensional. Es increíble. Con un poco de práctica, las sombras podrían ser escudos o lanzas de ataque. En un combate, podría salvarte la vida.
Pareció pensárselo un segundo, y luego sonrió.
- Tienes razón, podría hacer muchas cosas con las sombras. Aunque me gusta más la idea de una defensa impenetrablemente negra. A ti si que te veo masacrando a la gente, espada de rosas en mano.
- Que manía tiene la gente con las rosas. Como si fuesen las únicas flores peligrosas. He estado investigando un poco, y hay cada planta que te hace ver esa florecilla como algo inofensivo. Lo que tenemos que hacer es entrenarnos un poco para que no nos pase como ahora.
Después de eso, pasamos toda la tarde practicando. Él con los muebles de la casa, yo con sus geranios. Fue más divertido de lo que pensaba.
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Dos días después, nos encontrábamos de nuevo delante en el Centro de Departamentos. Llegué antes que Hades y me fui hacía Marie. La chica vestía un vestido granate, de manga francesa, con un cinturón negro. En el pelo llevaba un lazo muy parecido al que mi amigo me había escogido el día que fuimos a ver a la Adivina. Durante un segundo tuve un pequeño ataque de pánico porque no estaba segura de dónde lo tenía. Como Hades, había cogido la costumbre de llevar el objeto que había hecho parte de la primera prueba. Él lo tenía más fácil, un sombrero era un complemento que se podía usar sólo de una forma y era difícil de perder. El lazo era algo más complicado. Solía ponerlo de decoración de los bolsos o mochilas. Aquel día lo tenía atado a mi muñeca. Me acerqué a ella, para hablar un rato. Estaba muerta de sueño y la cena de la noche anterior aún me pesaba al estómago. Habia estado los dos día en casa de mi amigo, aprovechando la buena comida. La recepcionista se fijó en que estaba con los ojos que se me cerraban y me preguntó qué me pasaba, si no había dormido bien.
- No es eso. Ayer Hades se pasó haciendo la cena. Estaba muy bueno, no me voy a quejar, pero hizo demasiada, voy a explotar.
- Un momento - se había quedado un poco a cuadros y no entendía el porqué - ¿me estás diciendo que sabe cocinar?
- Claro - dije extrañada - su madre es chef. Desde pequeños ha estado obligando a sus cinco hijos a ser unos ases de los fogones. Ninguno es tan bueno como aquí el señorito, pero se les arreglan bastante bien para no morirse de hambre, ni envenenar a la descendencia - dos de las cuatro hermanas de mi amigo ya eran madres.
- Vale, hagamos un resumen. Tu mejor amigo, al que conoces desde los ocho años, sabe cocinar como un chef, me dijiste hace unos días que sabía tocar el piano, sabe defenderse, no le tiene miedo a uno de los maniacos asesinos más grandes que conozco, aunque sea un poco larguirucho no es feo, e intuyo que le van a crecer los músculos de ahora en adelante. ¿Me puedes explicar cómo es que no estás saliendo con él?
La que se quedaba a cuadros ahora era yo. En ningún momento de mi vida se me había pasado eso por la cabeza. ¿Cómo podía considerar a Hades como una potencial pareja, si era el hermano que nunca había tenido? Los hermanos no se lían entre ellos, y desde luego, no podía ni imaginarme nada que pudiese pasar entre nosotros. Cierto era que era bastante posesiva con él, y que el 99% de sus novias me habían parecido idiotas desde el primer momento, pero esa opinión la compartíamos todos en su familia. Sólo de imaginarnos haciendo otra cosa que pasar el tiempo juntos riendo, como siempre, me daba escalofríos. Mucha gente pensaba lo mismo que ella, y me irritaba en grado sumo.
- Primeramente, el pobre hace mes y medio que ha roto con su última novia, fue la noche antes de que llegásemos a este sitio. Después, es cómo mi hermano, ¿cómo me voy a liar con mi hermano? Es imposible. No hay forma humana que lo considere una potencial pareja. Además, soy la encargada de filtrar las novias idiotas antes de que sean presentadas a su familia. Vale que la mayoría no han pasado mi inspección, pero su familia se fía de mí para que no deje pasar ningún bicho. Soy en quién confían para que encuentre una buena mujer. No pienso traicionar así la confianza que tienen tanto ellos, como Hades.
Marie se apoyó en la recepción con una sonrisa poco menos que peligrosa. Parecía que acababa de encontrar un suculento trozo de carne y que se iba a divertir un rato comiéndoselo.
- Eso que me acabas de decir no te lo crees ni tú. Te echaría todo un discurso pero sería inútil. Te tienes que dar cuenta tú misma de las cosas. De hecho...
No tuvo tiempo de acabar su frase. Una persona se acercó a saludarnos. Era Selim. De vez en cuando lo había visto en la biblioteca y habíamos acabado haciendonos amigos. Le gustaban los libros tanto como a mí, era una persona bastante más sociable de lo que me había imaginado a primera vista. Teníamos en común que una persona cercana a nosotros era escritora de cuentos infantiles. Eso nos había dado materia para muchas discusiones. Nos saludó alegremente. Ese día llevaba una camisa blanca y un chaleco negro. Tenía que admitir que tenía mucha clase vestido así.
- Mira, me vas a venir de perlas - creo que Selim lamentó inmediatamente haber bajado - Esta chiquilla no quiere reconocer que está enamorada de su mejor amigo. Tú que sales con el tuyo, le puedes dar consejos para que acepte la verdad.
Yo ya sabía que la pareja de Selim era Alatir. Me pareció divertido cuando lo supe porque no iban para nada juntos. Y al mismo tiempo encajaban a la perfección. Selim era más bien reservado cuando Alatir era abierto, el primero era de estar por casa todo el día y el segundo de salir a escalar una montaña cuando se aburría. Eran como el día y la noche y pocas veces había visto una pareja mejor compenetrada. Durante un momento, el pobre chico no supo qué decir.
- Bueno... Marie, eso es una cosa en la que ni tú ni yo podemos intervenir. Si Elysa considera que no está enamorada no tienes el derecho de empujarla - la recepcionista estaba a punto de decirle cuatro frescas cuando levantó las manos para acallarla y continuó - lo que sí puedo hacer es intentar que vea quién es el que está en su corazón en este momento - ahora era yo la que quería huir disparada en dirección contraria - Una de mis abuelas es una experta en... ¿cómo decirlo?... extirparte información sin que te des cuenta - a mí me parecía que todas las abuelas del mundo tenían ese don, y si incluían comida, eran aún más peligrosas - si quieres, puedo enseñarte un truco que me enseñó cuando era joven, ¿vale? - quise protestar, pero él me susurró - así te quitas a la pesada esta de encima y te centras para el examen.
Sonreí ante la proposición y le dije que aceptaba. Nos fuimos hacia los sillones que había al lado de los grandes ventanales y nos sentamos en unos que estaban apartados. Me dijo que lo mejor habría sido de hacerlo en la biblioteca, dónde uno se estaba en silencio y cómodo, pero que prefería que nos quedásemos allí por si empezaba el examen antes de lo previsto. Me dijo que cerrase los ojos y obviase cualquier otro sonido que no fuese el de su voz. No era complicado. La tenía grave y fuerte, era atrayente, querías oírla durante mucho rato. No me extrañaría que su hermana lo utilizase para leer en voz alta sus cuentos. Me di cuenta en ese momento que era una voz de cuentacuentos. No querías pararla de escuchar porque eso quería decir que el cuento no se había acabado.
- Ahora dime, ¿cuál es el lugar en la tierra en el que más cómoda te siente?
- El balancín doble de la casa de Hades.
- Vale, ahora imagina que estás en uno idéntico a ese, pero no estás en la casa de tu amigo, estás en un campo, a la sombra de un gran árbol. Es verano, hace calor, pero hay una pequeña brisa que no deja que te ahogues. Llevas ropas ligeras que se mueves con esl viento. ¿Las sientes? Tienes que retirar de vez en cuando el pelo de la cara. Estas medio estirada allí, con un libro en la mano. Poco importa el título porque no lo estás leyendo. Lo has dejado de lado porque te sientes muy a gusto en ese preciso instante. Hay un ruido de chicharras que te está dejando medio dormida. El sol te calienta la cara mientras juega con las hojas del árbol. Puedes sentir como sus rayos te tocan la piel en algunos lugares. Allí, una sensación de placer te recorre todo el sistema nervioso y te hace relajarte aún más. El olor del campo te embriaga. Tú te acurrucas un poco más. Tienes ganas de dormir, pero no lo vas a hacer. No estás sola allí. Hay otra persona junto a ti. Sientes su cuerpo junto al tuyo, cálido y familiar. Tienes la cabeza apoyada en su hombro y sientes como respira. Como su torso sube y baja rítmicamente, conforme inspira y expira. Su tacto es suave, tiene un brazo pasado alrededor de tu cintura. ¿Puedes notar cómo su mano está tranquilamente apoyada allí? Su dedo gordo está acariciándote poco a poco, plácidamente, rítmicamente. Es una caricia suave, que puedes llegar a olvidar, pero que te transmite ese afecto colosal que sabes que siente por ti. Su olor, tan natural para ti, te arrulla. Estas completamente en paz. Ahora quiero que levantes los ojos, que hundas tu mirada en la suya, que observes cada pequeño detalle de es perfil que conoces a la perfección, que te pares en las líneas de expresión, en la nariz, en la boca, en la frente, en las orejas, y finalmente vuelvas a los ojos. Entonces hazle la sonrisa más dulce que puedas. Yo no te voy a pedir que me digas nada, sólo quiero que mires a esa persona con todo el detalle que puedas.
Su voz se había ido apagando conforme me había pedido que mirase a la persona a mi lado. Era algo hipnótico. Tenía que hacer lo que me decía porque me llevaba de la mano tan tranquilamente a un sitio que no había quién dijese que no. Su voz me había transportado a ese campo de trigo dónde las chicharras cantaban cada verano. No sabía cómo había aterrizado en uno que había cerca de la casa de la abuela de Hades. Allí había todo lo que había descrito Selim, exceptuando el balancín doble. Aunque me esforcé mucho por ver la cara de la persona que estaba a mi lado, no pude. Distinguía los rasgos físicos, pero no podía ver a quién representaban en conjunto. Sabía que conocía a esa persona, que esos rasgos me aparecían claros porque me había fijado en ellos, pero no supe quién era. Abrí los ojos derrotada y me no encontré con Selim, sino con Hades. Estaba mirándome, con una sonrisa en los labios. No sabía porque, pero tuve la sensación de que caramelo derretido se me esparcía por el pecho y acababa calidamente en mi estómago. Poco importaba si no había descubierto quién era la persona que estaba conmigo en el balancín, mi amigo estaba allí para apoyarme en lo que hiciese, incluso en las locuras más grandes.
Me levanté y le di las gracias a Selim, que se había puesto de pie detrás mio. Le dije que no había podido ver la persona que estaba en el balancín conmigo pero que lo volvería a intentar. Hades mi miró extrañado y me preguntó de qué iba la cosa. Le hice un rápido resumen a lo que simplemente levantó los ojos al cielo. Por lo visto, a él le habían dicho esas tonterías más veces que a mi.
Fuimos hacia los ascensores, donde nos esperaba el señor Lloyd, la señora Recht y el hombre de blanco. Seguíamos sin saber su nombre, pero no nos quisieron responder cuando lo preguntamos. Nos dijeron que Akari y Ryûichiro nos esperaban ya en la zona del examen. En lugar de bajar de nuevo al Departamento de la Noche, nos dirigimos al jardín trasero. El hombre níveo nos dijo claramente que era para evitar que le pasase algo al edificio si mis poderes se descontrolaban de nuevo. Quise ahogarlo por el comentario y la poca confianza, pero guardé las energías para lo que se nos iba a venir encima.
El aire helado me golpeó como un martillo. No me había dado cuenta de que hacía tanto frío. El viento movía mi pelo, pero no tan suavemente como en las imágenes que me había hecho imaginar Selim. Hacía un frío de narices y yo estaba más congelada que cuando andaba por la calle. Echaba de menos a Cerbero. Lo había dejado durmiendo en casa porque no quería que le pasase nada. Además era mi examen, no el suyo. Se merecía quedarse calentito en casa. No lamentaba mi decisión, pero tuve que admitir, que envidiaba a la bola de rizos, que seguramente dormía enroscada en mi cama. De repente sentí unos brazos alrededor de mis hombros. Miré hacia arriba y vi que era mi amigo, que me intentaba calentar.
- Así no nos morimos de frío los dos. De las montañas viene el aire helado.
Señaló con el mentón las colinas que se extendían detrás del campo por el que andábamos. Tenían un color verde apagado. Los pinos eran los únicos árboles de la zona que se veían con follaje. No sabía porque, pero ese lugar me transmitía un sentimiento de soledad pocas veces sentido. Parecía como si la montaña entera estuviese gritando de tristeza y lo único que quisiese fuese que alguien fuese a consolarla. Pero, ¿como consuelas una montaña? Eso era imposible.
La hierba encima de la que andábamos estaba helada de tal manera, que a cada paso que dábamos se oía un crujido. Dentro de mí, ese sonido tañía como la campana tristemente solitaria de una iglesia lejana. No entendía como podía transmitirme esa sensación algo como la hierba. Pasamos encima del riachuelo que transitaba por el jardín. Estaba helado. Unos patos trasteaban encima del hielo intentando no caer. De nuevo, me atenazó la sensación apesadumbrada de que eso no era lo que debían de hacer. El invierno no era mi estación favorita, pero nunca había tenido ese peso en el corazón. Andando, nos encontramos delante de dos cubos como los que había en el Departamento de la Noche. Pero su tamaño era gigantesco. Akari estaba poniendo un montón de sellos alrededor para protegerlos. La confianza en que pudises dominar mis poderes daba asco en ese lugar. Al vernos llegar, Ryûichiro le hizo un signo y ella se giró. Nos sonrió a los dos de manera tan abierta y sincera que no pude enfadarme. La señora Recht nos hizo reunirnos alrededor de ella.
- Muy bien, vuestra última prueba comienza aquí. Ahora vais a entrar allí dentro y vais a tener que luchar contra lo que haya. Esa cosa os intentará matar desde el mismo momento en el que crucéis el umbral de la puerta. Estad atentos. Debéis acabar con ella. Utilizad todos los medios que creáis convenientes. No hay un máximo de tiempo. Os vigilaremos con unas cámaras de seguridad instaladas. Si vemos que está a punto de acabar con vosotros, os salvaremos y habréis fallado la prueba. Buena suerte a los cuatro.
Después de esas palabras tan encantadoras, nos dirigimos los cuatro a los dos cubos enormes, cada pareja delante de una puerta. Esperamos unos minutos, pero al ver que no daban señal, interpretamos que la prueba había comenzado en el mismo momento en el que la señora Recht había acabado de hablar. Podíamos entrar en el momento en el que quisiésemos. Miré a mi amigo. Hades tenía la expresión severa, como si algo no le gustase de lo que estaba viendo. Yo también tenía un mal presentimiento.
- Vamos - le dije - no vale la pena esperar más.
Ambos inspiramos, expiramos y entramos.
El interior era un duomo de cristal. Se podía ver el exterior perfectamente. No había decoración de ningún tipo, ni objeto alguno. Suponía que querían que venciésemos el enemigo con nuestros poderes. Ambos éramos capaces de hacerlo. No había ni siquiera suelo. El duomo estaba puesto encima de la hierba. Enseguida vimos a lo que nos íbamos a afrontar. En pleno centro de la sala, había una maraña inmensa de algo que parecían unas zarzas. Eran muchas ramas, todas con púas erizadas. En cuanto entramos, la masa tembló fuertemente y nos atacó con una de las ramas. No supe cómo, pero pude ver cómo venía hacia nosotros a cámara lenta. Sabía dónde iba a dar el golpe y el lugar exacto al que tenía que ir para poder apartarme a tiempo. Hades y yo dimos un salto en direcciones opuestas, pero la maraña nos volvió a atacar, esta vez con una rama para cada uno. No tuve tiempo de esquivarlo esta vez e hice que una pared de hierba me protegiese. Parecía que la planta respondía a mí mucho más fácilmente que los geranios con mal genio de mi amigo. Vi que a Hades le había pasado lo mismo, pero él se había protegido con las sombras. Nos pusimos a correr en direcciones opuestas, evitando lo máximo posible los ataques y nos encontramos al otro lado del duomo. Él activó una pantalla de sombra protectora que nos cubrió un instante.
- No voy a poder mantener esto mucho tiempo. ¿Algún plan?
- Ninguno. No sé qué es esa cosa. Sólo veo un amasijo de espinas que me ataca incesantemente. Lo único de lo que estoy segura es que hay algo detrás de eso que dirige el ataque. Si supiesemos qué es, podríamos idear un plan.
La mirada de mi amigo se volvió muy seria y escudriñó los alrededores un segundo.
- Tengo una idea – me dijo volviendo a mirarme - Voy a crear un escudo protector que se irá renovando todo el rato, de esta manera podré mantenerlo más tiempo. Es lo que estoy usando ahora y parece funcionar. Pero me consume muchas energías. Necesito moverme lo mínimo para poder centrarme en las sombras. Tendrás que ocuparte tú de la parte difícil - me pareció que no me iba a gustar nada esa parte difícil - te tendrás que infiltrar dentro del capullo de espinas y ver qué hay en su centro. Luego te traeré de vuelta rápidamente y podremos pasar a la siguiente fase. ¿Qué te parece?
- ¿Cómo sabrás que ya he llegado al centro si las espinas me recubren?
- Creo… creo que podré hablarte a través de las sombras. No estoy seguro del todo, pero cuando te fuiste con tus poderes pude hablar contigo a través de las sombras. Me parece que podré hacer lo mismo ahora. ¿Lo probamos?
A falta de mejor plan aplicamos este. Me acerqué poco a poco a la masa de espinas y cuando estuve muy cerca, Hades me cubrió con un manto de oscuridad.
- ¿Me oyes? – su voz sonaba por todos lados, como si la capa protectora estuviese hecha de altavoces.
- Sin problema. Esto parece funcionar. Voy a intentar ir rápido para que no te canses demasiado, ¿vale?
Estuvo de acuerdo. Me acerqué a la masa peligrosa y ella intentó lanzar otro ataque. Las sombras lo pararon. Le dije a mi amigo que a ver si podía hacer que la protección no sólo bloquease los ataques, sino que los desviase. Me esperaba a que pasase algo rocambolesco, pero simplemente cambió de forma. Pasó de ser algo vago a una cúpula como la que nos cubría. La idea era muy buena. De esta forma no se tenía que esforzar en bloquear los ataques, sino que la propia estructura del escudo hacía que se desviasen. Por suerte, podía ver a través de la oscuridad. Era como la otra vez: parecía como si un filtro negro se hubiese puesto sobre la luz. Me permitía ver, pero las cosas era un poco más oscuras. Avanzaba más poco a poco de lo que había planeado. Los ataques eran constantes. Pero noté algo distinto cuanto más me acercaba al centro. Las agresiones eran de una violencia mucho mayor, pero también parecían desesperados. Como si tuviesen que pararme pero no pudiesen y se les acabase las ideas. A través de los ataques no pude notar furia, era… miedo.
- Hades, ¿sientes lo mismo que yo?
- Si. Las acometidas no parecen que sean tan ordenadas como al principio. Están siendo más irracionales conforme te acercas al centro. ¿Qué habrá allí dentro?
Tenía un mal presentimiento y no me gustaba nada lo que me estaba diciendo mi estómago. Después de eso avancé con más determinación hasta que finalmente se apartó la última rama. Lo que vi allí me dejó de piedra. En cuanto pasé el obstáculo final, lo primero que oí fue un grito asustado. Delante de mí había una criatura acurrucada sobre ella misma llorando. No parecía tener más de unos cinco años de edad. Tenía un vestidito verde, hecho como de hojas. Su pelo era una maraña de ramas marrones en las que había una rosa pequeña amarilla cerca de la oreja. Tenía la piel ligeramente verdácea y me miró con los ojos más asustados que había visto nunca. Lloraba a lágrima viva. Entendí enseguida que no nos estaba atacando sino que intentaba protegerse a sí misma. Aquí éramos nosotros los asaltantes.
Una ira negra recorrió todo mi sistema nervioso, estaba a punto de girarme para matar a la jefa del Departamento de la Noche cuando mi amigo me paró. Estaba de pie a mi lado. Se había quitado el abrigo gris que llevaba en invierno y ahora lucía una sudadera azul a la que había subido las mangas, como cuando cocinaba. Me dijo que lo primero era tranquilizar a la niña. Tenía toda la razón. Me aproximé poco a poco a ella, intentando no parecer amenazadora, lo que resultaba muy difícil ya que nos habían dado la orden de "acabar con ella". Un odio frío se introdujo de nuevo en mis venas, pero me calmé. Cuando quise acercarme más la pequeña soltó una rama que me hirió en la cara, pero intenté seguir sonriendo. Lo único que dijo fue:
- ¡No me matéis! Yo sólo quiero volver con mi mamá. Prometo ser buena y no alejarme de nuevo.
Lloraba tan desesperadamente que se me partió el corazón. Entonces me di cuenta de que hablaba en la lengua antigua, aquella que Roble me había enseñado a saber cuando hablarla. Me centré un poco y le dije:
- No te preocupes pequeña. No te vamos a hacer daño. Te lo prometemos – intentaba sonreír - ¿por qué no nos dices cómo te llamas? – no parecía muy por la labor así que la ayudé – Yo me llamo Elysa, y él es mi amigo, se llama John.
Hades saludó tímidamente con la mano y le hizo la sonrisa "adoradora de niños". Era la que solía poner con sus sobrinos pequeños y los primitos. Era un tipo de sonrisa que hacía que los niños confiasen en él rápidamente. Pareció funcionar porque nos dijo su nombre. Sería imposible de retranscribir, pero traducido habría sido algo parecido a Rosalinda.
- Que nombre más bonito, ¿te lo dio tu mamá?
- No, fue papa antes de irse a luchar contra los malos del edificio alto – presupuse que era el Centro de Departamentos. Mucho me temía que ya sabía lo que le había ocurrido a su padre – Yo sólo quiero volver a casa. Me perdí jugando con mi amigo. ¿Está bien, él?
Yo sabía perfectamente dónde estaba el amigo de la pequeña. Me imaginé que era contra lo que tenían que luchar Akari y Ryûichiro. Aunque no la conociese a la perfección, sabía que la joven tenía un gran corazón, no iba a hacer daño a un niño pequeño.
- Claro que está bien – le tuve que mentir porque no tenía ni idea del estado en el que estaba - ¿Por qué no vienes con nosotros, lo vamos a buscar y luego os acompañamos de vuelta a casa con vuestras familias? Deben estar muy preocupados buscándoos.
Alargué la mano para que me la cogiese y en cuanto la tocó, se me pegó como una lapa y se puso a llorar de nuevo. Le acaricié la cabeza durante un rato intentando calmarla. Estaba realmente asustada.
De cerca pude observar cómo tenía algunas heridas. De ellas no salía sangre sino savia. El ver esas heridas en el cuerpo de una criaturita de cinco años me hizo hervir la sangre. Cuando pillase a ese palo estirado, iba a lamentar que hubiese descubierto cómo usar mis poderes. Le dije que a ver si podía guardar de nuevo todos esas ramas con espinas. Ella accedió y todo volvió al lugar del que había salido: la rosita amarilla de su pelo. Me levanté, con ella todavía en brazos, y nos dirigimos a la salida. Mi amigo me abrió la puerta y fuera me encontré con un extraño panorama.
Ryûichiro sostenía una cuerda, en la que al final había un niño, de la misma raza que la pequeña. Ambos tenían caras de pocos amigos. El pequeño pedía que le soltase y el joven le decía que naranjas de la china. Mientras tanto, Akari le estaba pegando la bronca del siglo a la estirada del Departamento Verde. Por lo visto, se habían encontrado con una situación parecida a la nuestra, y tenía las mismas ganas de ahogarla que yo.
- ¡Esto no va a quedar así! – gritaba - ¿De qué derecho secuestra a un niño pequeño para usarlo como examen? – entonces pareció vernos y la ira fue aún mayor – ¿Y HABÍA TAMBIÉN UNA NIÑA? PERO, ¡¿USTED NO TIENE VERGÜENZA?! – lo dudaba - ¿CÓMO SE ATREVE A HACER ESTE TIPO DE TEST? ¡NO HAY EXCUSA VALABLE! ¡ESTO LES VA A ACARREAR, A LOS DOS – les dijo a los jefes de los dos Departamentos, porque el señor Lloyd tenía tanta culpa como la señora Recht – UNA DEMANDA DE LAS GORDAS! ME VOY A ENCARGAR PERSONALMENTE DE QUE NO SALGAIS IMPUNES DE ESTA.
Siguió gritando un rato más hasta que se quedó afónica. Entretanto, habíamos ido a donde estaba el guardaespaldas de la joven, que ya no me parecía a mí que necesitase tanto uno, y pusimos los dos pequeños juntos. Estaban muy contentos de verse. El niño explicó su versión de lo que había pasado. Como se inventó la mayor parte de las cosas, Ryûichiro le dio un par de golpetazos en la cabeza para hacerle decir la verdad. El niño se había defendido como Rosalinda, pero sólo había parado cuando había visto que no podía hacer nada contra el guardaespaldas, cosa que parecía cabrearle en grado sumo. Ryûchiro le dijo simplemente se entrenase más si quería superarle. Algo me decía que apreciaba al pequeño.
- Señorita Sakurako, por favor - intentó calmar el jefe del Departamento de la Noche - el que fueran niños era parte de la prueba. Teníamos que medir si erais capaces de no obedecer órdenes si son sinsentido, como lo era en este caso.
Akari no tenía voz para protestar más, pero yo sí que la tenía y mucha. Le dije a Hades que cuidase a los pequeños y me fui, cual furia de los infiernos, a por ese idiota en silla de ruedas.
- ¡Eso no tiene que ser excusa para secuestrar a dos niños pequeños! No tenéis moral alguna, ninguno de los dos. Y usted - le espeté al hombre de blanco - por haber accedido a participar en esto sabiendo qué había en los duomos tiene tanta culpa como ellos. Y como el señor Ysoer también lo supiese, me replantearé seriamente trabajar en este sitio sin moral.
A la señora Recht parecía importarle bien poco que trabajase allí o no, el Demonio de la Luz parecía más sorprendido con lo muy enfadadas que estábamos las dos que con las amenazas y el señor Lloyd parecía contrariado, aunque estaba segura que era porque tenía miedo de que mi amigo no quisiese trabajar allí si yo no estaba. Yo importaba un pimiento.
De repente tuve como una sensación extraña. Algo, en mi subconsciente me decía que si no trabajaba allí, había otro sitio que me aceptaría encantado. Pero no sabía cual era y no era el momento de averiguarlo. Lo más importante en ese momento eran los dos niños. Me concentré y llamé a Roble a través la tierra. No sabía que podía hacer eso, pero me sentí increíblemente satisfecha cuando lo conseguí. Le expliqué la situación y le pregunté si sabía dónde podía encontrar a los padres de los pequeños. No me respondió pero sentí una energía que venía de la dirección del Parque Central de la ciudad e iba directo a los bosques. Algo me dijo que Roble había llamado a los padres de los niños. Mi intuición se vio confirmada cuando dos humanoides como los pequeños, pero en versión adulta, llegaron corriendo desde los bosques. Los dos que teníamos a nuestro cuidado corrieron hacía ellos llorando a lagrima viva. Uno era un hombre, muy parecido físicamente al niño y el otro era una mujer que lo único que tenía en común con Rosalinda era la rosa del pelo. Ella también la tenía amarilla. Se estuvieron abrazando durante un rato largo y después los niños parecieron explicarles la situación. Akari y yo mirábamos a los jefes de los Departamentos con una mirada torva que decía todo lo que pensábamos de ellos, y no era bonito.
Al cabo de un rato, los dos padres se acercaron a nosotros, con los niños cogidos en brazos. El hombre fue el que habló:
- Rosalinda nos ha dicho que entendéis el lenguaje antiguo - moví afirmativamente la cabeza - Queríamos agradecerles desde el fondo de nuestro corazón que hayan salvado a nuestros hijos, a los cuatro - nos miró a todos uno por uno - la gente del bosque sabrá qué habéis hecho por nosotros. Si algún día necesitáis ayuda, no dudéis en pedirla - le dije que no hacía falta todo eso, que había sido un placer. Él sonrió - ¿Podría hacerle pasar un mensaje al joven que se ha enfrentado a mi hijo? - moví la cabeza afirmativamente - Dígale que mi hijo quiere volver a pelear contra él, después de haberse entrenado. Llevo años intentando que se centre en eso y ahora ha encontrado la motivación - rió y sonó como las hojas que se mueven con el viento.
Me giré y vi como Hades le estaba haciendo pasar el mensaje a Ryûichiro. Este pareció esbozar una sonrisa satisfecha. Algo me decía que el día que se volviesen a encontrar, el pobre crío volvería a morder el polvo. Sonreí y me volví de nuevo al padre.
- No se preocupe, el mensaje llegará. Si necesita cualquier cosa, no dude en hacérnoslo saber. Akari Sakurako y Ryûichiro Yamaho, los dos que se han encontrado con su hijo, viven en Japón, pero estoy segura que algo podrían hacer.
El hombre pareció sorprenderse al oír los apellidos de los dos jóvenes. Parecía que en ese mundo, eran algo así como famosos. No me paré a pensar en eso, a mi me daba bastante igual. Los dos habían sido muy amables con nosotros y estábamos en el incio de una buena amistad.
Después de despedirse, padres e hijos se fueron de vuelta al bosque. Cuando me giré hacía los examinadores, vi como un pequeño contingente de personas venían hacia nosotros. Los lideraba mi abuelo. Le pregunté qué hacía allí y me dijo que habían sido detectados unos seres sobrenaturales en la zona. Le expliqué lo que había pasado y se giró hacia el trío examinador. Allí había otro que quería ahogarlos. Pero fueron salvados por la llegada tranqueante del señor Ysoer. Se hizo cargo de todo y nos explicó que había accedido a que el examen se realizara sólo porque la prueba era “no siempre hay que obedecer a una orden directa”.
- De lo que no estaba enterado era de los métodos para que esta prueba se hiciese – la mirada que les echo a los dos jefes de Departamento habría hecho llorar, llamando a su mamá, a un hooligan – No se preocupe, señorita Von Helland, que esto traerá consecuencias. No se puede maltratar así a dos niños, y menos si son seres sobrenaturales. No estamos aquí para erradicarlos, somos los guardianes de ambos lados. Nos tenemos que comportar de manera intachable y en este examen, los únicos que han tenido algo de moral, han sido los estudiantes. Pero luego me ocuparé de vosotros – no habría querido estar en la piel de la señora Recht y del señor Lloyd por nada del mundo – lo que importa ahora es que los cuatro habéis pasado la prueba. Si queréis seguir, claro.
Los cuatro nos miramos. Yo sabía qué pensaba Hades en ese momento y lo compartía. Puede que por ahora sólo fuésemos unos novatos, pero si nos impulsábamos lo suficientemente alto, podríamos llegar a cambiar las cosas, como la lenta reacción del Departamento de Seguridad, nos podrían haber matado y aún no habrían estado listos. Se lo tenía que comentar a mi abuelo. No sabía porqué, pero estaba segura que Akari y Ryûichiro pensaban lo mismo que nosotros así que me volví hacía el hombre mayor y le dije:
- Creo habla en nombre de todos los que hemos pasado hoy el exámen diciendo que aceptamos encantados.
La sonrisa de lobo viejo volvió a sus labios, parecía pensar “me encanta que los planes salgan bien”.
- Pues, ¡Bienvenidos al Centro de Departamentos!
********************************************************************************
¡MENSAJE DEL AUTOR!
¡Buenos días!
Primeramente gracias por leer hasta aquí. Con este capítulo cierro la primera parte. Nunca pensé que iba a ser tan larga. Son casi nueve capítulos que en mis notas se resumían en tres frases XD He presentado un poco los personajes, el sitio y lo que va a seguir ahora. En los próximos capítulos, la forma va a cambiar. De ahora en adelante serán como el especial: pequeñas historias autoconclusivas que durarán dos, máximo tres capítulos. Hablarán del entreno de los dos protagonistas en el Centro de Departamentos, pero seguirán con la historia principal. Continuaré alternando entre Hades y Elysa. Haré más especiales, pero el próximo puede tardar un poco porque está lejos en la cronología.
Si tenéis cualquier pregunta, comentario, si os ha gustado o no, no dudéis en dejar un comentario.
Muchas gracias por leer hasta aquí.
viernes, 27 de marzo de 2015
jueves, 5 de marzo de 2015
Octavo Capítulo: La última prueba 1
Este se pensaba que
yo era tonta. Se creía que no sabía que iba a preguntarle al señor Lloyd a ver
si no le dejaba entrar en la parte más oscura de la biblioteca central. Como si
no lo conociese, vamos.
Cuando le dije que
quería ir a hablar un rato más con Roble tendría que haber sospechado. Mira que
he ido ya de veces a hablar con el Errante. Desde hacía un mes y medio, había
estado entrenando para saber cómo hacer para hablar la Lengua Antigua, que los
seres sobrenaturales hablaban. Yo la hablaba naturalmente, aún no se explicaba
nadie cómo. Pero para él, lo importante es que yo hablase dicha lengua y que
aprendiese a saber cuándo lo hacía. Al principio quise que Hades viniese con
nosotros, pero Roble no quiso oír hablar del tema. Mi amigo tenía un camino muy
diferente a hacer frente y él no podía enseñarle nada que le fuese útil. De alguna forma
estaba seguro de que no podíamos aprender de la misma forma. Tuve que darme por
vencida. Las clases de lengua se basaban en el hecho que el árbol dominaba el
lenguaje de los hombres y jugaba conmigo. Él hablaba e iba de una a otra y yo
recibía un golpecito con una rama cuando no notaba que había cambiado. Al
principio volvía con un montón de golpes, ahora, apenas me llevaba un par o
tres.
Esa mañana, me
despedí de mi amigo en la puerta del trabajo y me dirigí hacía el Parque
Central mientras él se iba hacia adentro. Supongo que le diría a Marie alguna
mentira y se dirigiría hacía los pisos subterráneos, donde estaba el
Departamento de la Noche. Esperé unos minutos afuera, helándome, y volví a
entrar. Me dirigí hacía la recepcionista que, obviamente, ya sabía lo que
pretendíamos, tanto uno como el otro. No sabía cómo se lo montaba esa mujer,
pero tenía un instinto infalible para saber lo que íbamos a hacer. Ella sí que
era una adivina, no el palo con patas que habíamos conocido un mes anterior. Me
dirigí hacía las escaleras y bajé al nivel inferior. Lo que vi allí me dejó a
cuadros.
Me encontré con una
caverna de dimensiones titanescas. Se descendía o por las escaleras o por el
ascensor. Dejando la recepción atrás, ambos cambiaban de apariencia. Las
escaleras se transformaban en unas de caracol, rodeadas de un cristal que
evitaba cualquier accidente. Después, pude ver lo que le había pasado al
ascensor y agradecí enormemente el haber ido por dónde había ido. Cuando la
escalera se ondulaba, el ascensor perdía sus paredes de metal y solo quedaban
unos cristales que daban una vista de infarto del lugar. Con el miedo a las
alturas que tenía, no habría conseguido llegar abajo sana. Por suerte para mi,
cogí el método más seguro, aunque el más cansado. La bajada suponía unos
treinta pisos, pero las vistas eran increíbles. Cerca del lugar al que se
llegaba, había toda una extensión de mesas de despacho. Supuse que allí se cocía
la mayor parte de la actividad administrativa del lugar. Desde la altura, se
podía observar a la gente moviéndose en todas direcciones como hormigas
trabajadoras. Detrás de los despachos se encontraba una de las paredes de la
cueva. A media altura, a unos quince pisos, había una terraza en la que se
podía observar un cubo mediano adyacente a uno más grande. El primero tenía una
puerta de madera para poder acceder a él. Tenía curiosidad para saber qué era
aquello, pero algo me decía que era el despacho del hombre en silla de ruedas.
El cubo más grande tenía una excelente visibilidad para todo el plano en el que
se encontraban los sitios de trabajo, por lo que quien estuviese allí podía
tener controlado todo el lugar. La única pregunta era saber cómo veía, pero ese
edificio escondía tantos secretos que la visibilidad desde un cubo de cemento
podía ser uno de ellos. A la terraza se accedía por un camino que zigzagueaba
por la pendiente para hacerla más fácil de subir. No se veían escaleras por
ningún lado. Cuando tu jefe va en silla de ruedas, evitas de la mejor manera
posible tener que acceder a un lugar sólo por ellas. Otra de las grandes
paredes que se podía observar de la cueva era una muy particular. Estaba
completamente agujereada como un queso gruyere. Había agujeros muy pequeños, y
otros en los que habría cabido un diplodocus. Los de abajo eran los más
grandes. Se accedían a los de arriba por una serie de caminos que escalaban la
pared. Al no ver una sola escalera, presupuse que la pared no era totalmente
recta, y que tenía que tener una pendiente, como la ladera de una montaña.
Mientras estaba
observando esos agujeros como hipnotizada, sentí un golpecito detrás de una
rodilla que de que poco me hace caer por las escaleras del susto. Me giré, con
el corazón bombeando a toda pastilla, y me encontré con una bola de rizos
negros, que me miraba muy contenta, moviendo la cola. Cerbero me seguía por
todas partes, y se había preocupado por mí cuando me había visto mirando
durante tanto rato el Departamento. Hacía mes y medio que tenía al bicho en mi
casa, pero ya formaba parte de mi vida como si llevase allí años. Disfrutaba
llevándolo de paseo mañana y tarde. Se portaba muy bien. No hacía falta que lo
llevase con una correa. Una orden, y se quedaba a mi lado. Nunca había visto un
cachorro tan quieto. Aunque también tenía que admitir que cuando se ponía a
jugar con la cuerda llena de nudos que le había regalado Hades, lo habría
querido enviar a la porra, a los dos. El perro por pesado y a mi amigo por el
regalito. Por lo demás, estaba encantada de tenerlo a mi lado. No sabía en qué
Departamento iba a aterrizar, pero más les valía no hacerse los difíciles con
mi perro, o podría montar un pollo de narices. Acaricié al animal en la cabeza
diciéndole que no se preocupase. Continuando, se me pasó por la cabeza cuál
debía ser el sistema de seguridad en un sitio tan cerrado y tan profundo. En
caso de incendio no podrían salir corriendo por dónde yo había llegado. No me
pareció ver ninguna señal, por lo que los empleados debían de saberlo
instintivamente.
Al llegar abajo, le
dije a Cerbero que se quedase cerca de mí, no quería que se alejase demasiado
en un sitio como este, podía perderse o hacerse daño. Seguí a mi amigo con los
ojos. Era práctico: casi dos metros de alto, destacaba allá donde fuese, era
muy difícil de perderlo de vista. Pero yo tenía que camuflarme entre la
multitud para evitar tener problemas por estar rondando en un Departamento tan
peligrosos como ese. La mejor manera de que no te pillasen era ir como si lo
más normal del mundo fuese que caminases por allí. El truco estaba en saludar
cordialmente a la gente que te mirase, con una simple sonrisa, que olvidarían
en cuanto dejasen de verte. Durante un rato pensé que el truco me había
funcionado. Pero no contaba con un activo de la zona que daría mucho de qué
hablar más tarde.
La primera vez que
lo vi fue al girar una esquina. Pelo medio largo, camiseta negra de AC/DC,
chaqueta de cuero remangada, guantes con los dedos cortados del mismo material,
pantalón negro. Guapo, de facciones finas y nariz algo afilada, delgado pero
musculado. Lo volví a ver detrás de unos archivadores hablando con una persona.
Después en una fila paralela a la mía y cruzándose a pocos metros de mí. Así
fue hasta que me choqué con él y me tuve que fundir en disculpas. Él arboló una
de esas sonrisas que más tarde conocería demasiado bien y puso la mano entre su
cabellera para retirar el pelo de su cara. Pude ver entonces que sus orejas
eran algo puntiagudas. Puede que fuese esa la razón por la que tenía ese
peinado.
- No se preocupe, no
ha sido nada - sus ojos mostraban una punta de diversión, como si el choque le
hubiese hecho gracia. Entonces se acercó y me susurró - espero volverme a
chocar de nuevo contigo - luego se puso de nuevo recto - por cierto, bonito
perro - me guiñó un ojo y se fue.
Durante más de un
minuto me quedé paralizada en el mismo sitio. ¿A qué venían tantas confianzas?
¿Quién era ese tío? Me tuve que volver a centrar porque no podía quedarme allí
parada, podía atraer la atención. Durante ese tiempo, había perdido de vista a
mi amigo. Lo estuve buscando durante un buen rato. ¿Cómo había podido perderlo
de vista? Entonces se me ocurrió que igual tenía un detector más eficaz que mis
ojos a mano. Me agaché hasta donde estaba el cachorrillo con rizos negros que
me acompañaba a todas partes y le dije:
- Busca a Hades.
Pareció entenderme a
la primera. Se puso a correr en una dirección. Yo le seguí cómo pude. Estuvimos
zigzagueando por los despachos un poco, debía de ser el camino que había cogido
mi amigo, hasta que enfilamos hacía la terraza en la que estaba el jefe del
Departamento. Cogí una carpeta al azar, abandonada sobre una mesa, y me la puse
bajo el brazo, al menos que pareciese que si iba al despacho del jefe fuese por
alguna razón. Cuando llegué al a cima, de que poco me di de bruces con mi
amigo. Pero me frené justo a tiempo, cogí al perro por el pecho, ya que no
llevaba collar, y me escondí detrás de una roca. Pude ver como Hades discutía
con una joven de pelo rubio y mirada resuelta. Le decía que no podía pasar sin
una cita, que el jefe estaba muy ocupado y que no iba a recibirlo así por las
buenas. Estuvieron discutiendo un rato largo, argumentando y contra
argumentando, pero ninguno de los dos parecía querer amilanarse. Cuando la
conversación parecía que iba a quedarse en un punto muerto oí una voz detrás de
mí.
- Lara no es el tipo
de persona que deja pasar al primero que llega y quiere hablar con el jefe. El
pobre chico lo tiene claro - mi giré espantada porque había reconocido la voz
como perteneciente al chico de orejas puntiagudas con el que me había topado -
¿Y tú? ¿Para qué quieres ver al jefe? - le mostré la carpeta que tenía en mano.
Menos mal que la había cogido. Él la inspeccionó y se quedó muy sorprendido -
No sabía que el jefe tuviese que volver a mirar un informe sobre una misión que
data de hace tres años y que lleva ya su firma... y la mía.
Me habían pillado
magistralmente. De entre todos los informes que había encima de los despachos,
¿qué posibilidades había para que cogiese justo uno que había firmado él? Me
indicó con la cabeza que avanzase hacía el despacho y fui como borrego al
matadero. Cerbero se quedó quieto a mi lado, intentó hacer un gruñido, pero le
acaricié la cabeza diciéndole que no pasaba nada. Cuando llegamos al despacho
de la secretaria, mi amigo se quedó a cuadros al verme.
- ¿Qué te pensabas?
¿Que me iba a creer que de verdad ibas a dejar la idea de mirar en la
biblioteca? - tuvo que admitir que ni él tenía esperanzas, demasiado tozuda.
El joven de la
camiseta de AC/DC le dijo a la secretaría que nos dejase pasar, que novatos en
esta zona no estaban permitidos y a ver qué decidía el jefe.
Nos hicieron esperar
unos cinco minutos y después pudimos entrar. El despacho era uno cualquiera.
Archivadores por doquier, mesa de metal de Ikea, dos sillas delante de esta, un
sofá enterrado bajo toneladas de papeleo. Pero lo que me dejó de piedra fueron
los ventanales desde los que se podían ver todo el Departamento. No se veían
desde fuera, pero desde el despacho las vistas eran magníficas. No quise saber
de qué estaban hechos, era de letras, no de ciencias, y eso auguraba mucha
ciencia.
- Jefe he pillado a
esta joven colándose en las instalaciones y este quería verle.
Hades intentó
hablar, pero el señor Lloyd se lo impidió.
- Tendríais que
saber ya que siendo sólo unos estudiantes, sin Departamento asignado, ni examen
aprobado, este lugar os está prohibido. Este es el más peligroso de los sitios,
y ¿os infiltráis así como así? ¿Sabéis al menos, qué son esos agujeros de la
pared? - señaló el queso gruyere negro que teníamos a la izquierda.
- Son accesos a los
diferentes infiernos de los que provienen casi todas las especies de demonios -
tengo que admitir que nos quedamos todos a cuadros con la respuesta de mi amigo - Siendo este el Departamento de la
Noche, el que se ocupa de los bichos más peligrosos, lo más lógico habría sido
tener acceso a esos lugares mediante un sistema que evitase que los
trabajadores de otros departamentos estuviesen en peligro y que, si llegase a
haber un incidente, el sitio se pudiese cerrar inmediatamente. Por eso, sólo
hay dos maneras de salir: las escaleras y los ascensores. Aunque sospecho que
más de uno de esos agujeros son vías de escape a lugares seguros que sólo un
determinado grupo de gente, cómo el personal que labora aquí, puede acceder por
si llega a haber un acontecimiento como un incendio.
- Joe con el chaval
– creo la frase del joven con chaqueta de cuero que resumía bastante bien lo
que estábamos pasando todos.
El Jefe sonrió.
- No creas Livio,
aquí donde lo ves, John tiene dos años más que tú - el hombre se movió de
detrás de su despacho llevando una carpeta azul en la mano - Acabo de recibir
una llamada bastante preocupante. Era una solicitud para este joven que me pone
en un serio aprieto. Aún no ha pasado la última prueba, que ya hay alguien que
quiere que haga una formación especial con él. Obviamente le he dicho que no
puedo atender a su requerimiento antes de que pases el examen y tenga sus seis
meses de entreno reglamentario - mi amigo parecía atónito - aunque igual
podríamos hacer un arreglo. Ya he tenido dos solicitudes para hacer un adelante
de la última prueba. No sé si conocéis a Akari Sakurako y a Ryûichiro Yamaho -
movimos la cabeza afirmativamente, eran los dos japoneses del primer día. Con
ella había hecho buena amistad en las clases, las dos nos aburríamos de manera
supina en ellas - Consideran que no van a aprender mucho más en este curso, y
sospecho que vosotros dos tampoco. Parece que sabéis de qué va la cosa de
manera intuitiva, por lo que voy a discutir con la señora Recht y preparar el
examen lo más pronto posible para los cuatro. Así la formación podrá empezar
enseguida.
- Solo una pregunta
- intervine - ¿Cómo es que alguien le ha pedido a usted para que deje ir a
Hades a una formación, cuando por lo visto eso se hace en el momento en el que
alguien ya tiene su Departamento asignado?
Una sonrisa
peligrosa se dibujó en los labios del hombre.
- Porque soy el
profesor titular de este curso y porque el Departamento al que va a ir su amigo
no puede ser otro que el mío. Tiene las destrezas combativas necesarias, un
aura de autoridad que hace que la gente le obedezca al instante, unas
habilidades organizativas impresionantes, sabe más de lo que parece, y es a él
y a ningún otro de los idiotas que hace el curso este trimestre que este sitio
necesita. Habéis podido entrar aquí como quien entra en un molino, sin que
hubiese más resistencia en vuestra contra que Livio y mi secretaria.... -
durante un momento se le vio muy cansado - este despacho no era originariamente
para mí. Tendría que haberme retirado hace años cuando me quedé en la silla de ruedas
– suspiró - Pero eso ya no importa. Siempre he podido ver el potencial de cada
uno y veo claramente que John podría ser el que este sitio necesita - desde su
silla, el hombre parecía imponer más que mi amigo desde su metro noventa de
alto - por cierto, Livio, te va a tocar enseñarle tú a él.
- ¡¿Perdón?! - la
última frase nos había pillado a todos por sorpresa, y a él, el primero - ¿Y a
santo de qué me tengo que ocupar yo de este? Tengo otras cosas que hacer.
- Primeramente
porque lo ordeno yo, y segundamente porque es un gran espadachín en potencia.
Vamos - sonrió malévolamente - si hasta te vas a divertir - Livio se fue del
despacho cerrando la puerta con un gran golpe - Pobre, esperaba tener una misión
importante ahora. Se cree que será hacer de niñera. No sabe lo que le espera -
Claro, porque él sí, ¿no? - Señor Hellson, más le vale aprobar el examen, tengo
grandes proyectos en mente que le conciernen. En cuanto a usted, señorita
VonHelland, no sé cuál es el sitio que le va a corresponder, aunque parece
entenderse muy bien con el Errante del Roble, siempre puede serle útil, no
pierda esa amistad, raros son los que la tienen – se giró volviendo a su
despacho, no sin antes haber guardado la carpeta azul en un archivador - Ya les
comunicaremos cuando y donde será el examen. Las formalidades del mismo serán
expuestas cuando llegue el momento. No creo que haga falta que reviséis, así
que, a descansar.
Sin ser violento,
pero sin darnos tiempo a responder, fuimos echados del despacho. Volvimos en
silencio hacía la salida. No sabíamos que decir. Mi amigo parecía estar
decepcionado. Me había dicho que no quería ir a este Departamento y parecía ser
en el que acabaría definitivamente. Había visto lo que se hacía en él y no me
extrañaba que se encontrase así. Horarios de diez horas de trabajo non-stop, de
noche, persiguiendo y capturando lo más peligroso, sádico, enfermizo, cruel y
malvado que había. Creo que lamentaba amargamente haber dejado su tranquila
vida en la compañía de exportación-importación.
- Oye Hades - me
sentía fatal por él - si lo quieres dejar no hace falta que sigas con esto. Te
ha tocado el peor Departamento de todos.
- ¿Qué? - no había
parecido escucharme - ¡No! Este sitio es perfecto - abrí los ojos como platos -
Parece que hay la suficiente acción como para que no me aburra, y los monstruos
son un auténtico desafío. El único problema son los horarios, espero poder
cambiar al turno de día, al menos durante mi entrenamiento de principiante.
Me había quedado sin
palabras. Me esperaba encontrar a un amigo muerto de miedo y lo que tenía en su
lugar era un personaje de video juego. ¿Desde cuándo le gustaban a él la acción
y los monstruos? ¿Dónde estaba mi amigo y qué habían hecho con él?... Aunque
tenía que admitir que hacía mucho tiempo que no le veía con esa expresión de
entusiasmo en la cara. Parecía esperar con ilusión la llegada del día en el que
podría trabajar allí. ¿Qué le había pasado a aquel chico que quería volver a la
realidad segura en la que no habían bichos asesinos?
- Te preguntarás
como es que me muestro tan entusiasta, ¿no? - este hombre tenía el puñetero don
de leer en mi mente - Durante el último mes, he estado pensando detenidamente
en cómo he vivido mi vida hasta ahora. Siempre he estado tranquilo, analizando
las cosas siete veces antes de tomar una decisión, pacifista más que agresivo,
pero... después de lo ocurrido en el tiroteo, me asusté. Me di cuenta de que
sabía afrontar ese tipo de situaciones sin temor. Yo siempre he creído que el
día que llegase, me iba a esconder e iba a esperar a que pasase el peligro, si
un día me tenía que afrontar a él. Al principio pensé que me había movido
porque tu abuelo me había hecho ver que estabas en peligro - ah, ¿qué no era el
caso? - pero luego vi que sí, él me había dado el empujón, pero yo había sabido
qué hacer en todo momento y no había dejado que el pánico se adueñase de mí.
Aunque una de las primeras cosas que quise hacer fue salir corriendo de ese
sitio. Pero... ¿cómo decirlo?... Simplemente le eché huevos a la cosa y me puse
a disparar. Tampoco iba a dejar que tu abuelo me llamase cobarde el resto de
mis días, que tengo mi orgullo, mujer.
Quería decirle que a
más de uno que conocía le habría importado un pimiento el orgullo y habría
salido por patas de ese infierno de balas. Pero me callé. Cuando le miré a la
cara, le vi otra faceta que nunca había visto antes. Era como si, de repente,
estuviese haciendo aquello que siempre había querido hacer. Durante los últimos
años lo había visto cada vez más deprimido, más aburrido con lo que hacía, y
eso que iba subiendo de puestos como la espuma. Pero no parecía satisfecho con
eso.
- Bueno, si te
satisface el resultado, por mí bien. Pero... - habíamos llegado al ascensor -
no sé tú, pero yo no pienso subir en esa ratonera de cristal.
Me dirigí hacía las
escaleras, no obstante, antes de que pudiese hacer tres pasos, mi amigo me
cogió por el brazo, me metió dentro del aparato y me puso algo negro delante de
los ojos. Pude reconocer enseguida el sombrero que había escogido durante la
primera prueba. Parecía haberlo adoptado como parte implícita de su vestimenta.
Tenía que admitir que el puñetero tenía percha para llevar ese tipo de
accesorios. Lo hubiesen llevado mi padre o mi abuelo, y habrían parecido dos
payasos de circo. Pero aquí dónde lo veías, mi amigo parecía haber nacido para
llevarlo. Lo podía lucir sin parecer un gánster de los años treinta. Le quedaba
muy elegante, sin echarle años encima.
- Si no ves por
dónde vamos, no puedes tener miedo. Aunque es una lástima, las vistas son
preciosas, y la sensación de ver cómo todo se empequeñece es magnífica.
No pude contestarle
porque tenía el sombrero agarrado con todas las fuerzas de mi mano derecha, y
la izquierda estaba soldada a su brazo, para sentir que estaba allí y que no
tenía por qué tener miedo. Fueron los quince segundos más largos de mi vida.
Cuando me quitó el sombrero primero fui cegada por el sol del inicio del
invierno y luego, pude verle la sonrisa radiante. Estábamos de nuevo en la
recepción, en suelo firme. Nos despedimos de Marie, y nos volvimos a casa.
******************************************************************
Pasó una semana
antes de que tuviésemos noticias del Centro de Departamentos. Sabíamos que no
teníamos que entregar los trabajos, pero nada más. Las noticias vinieron con
una llamada de mi abuelo. Nos pedía que fuésemos los dos a su casa el siguiente
fin de semana. Al llegar ese día, nos dio a ambos unos sobres. En ellos había
una carta extremadamente formal que decía:
Distinguido Estudiante:
Nos complace informarle que ha acabado
satisfactoriamente el curso de "Introducción al Centro de
Departamentos". Ahora sólo le queda superar la última prueba. Consiste en
un combate. Usted y la persona que ha recibido la carta gemela a la
suya, deberán afrontar un peligro desconocido. La prueba se desarrollará en dos
partes: una primera en la que recibirán algo con lo que realizar el
examen, y una segunda que será el combate. Este último tendrá lugar
veinticuatro horas después de la entrega, para poderos dar el tiempo de
acostumbrarse a lo dado.
Le esperamos el próximo día 7 de
Noviembre, a las 9:00 de la mañana, en la recepción de las
instalaciones. Para la entrega no es preciso que lleven nada, pero para el
combate, es necesaria ropa cómoda, o por lo menos ropa con la que se sienta
móvil en un combate.
Crea en mis más sinceros saludos.
Thomas Lloyd,
Jefe Supremo del Departamento de la
Noche.
Hades y yo nos
miramos sorprendidos. Presupuse que la "carta gemela" a la que hacía
referencia la mía era la de mi amigo. Quisimos interrogarle sobre lo que era la
prueba, pero ni él mismo sabía nada. Los únicos que podían darnos alguna
información eran los profesores que nos habían dado las instrucciones, y
ninguno de los dos iba a hacerlo. AL no poder hacer nada más al respecto, ni
poder presuponer nada de especial o concreto, nos quedamos la tarde en casa de
mi abuelo. Nos encontrábamos particularmente a gusto allí. Nos dedicamos a
preguntarle un montón de cosas sobre cómo había hecho para llegar allí y cómo
es que nadie mi familia sabía nada. El caso era que sí que había alguien que
sabía algo, pero era tan reservado que nunca nos habría dicho nada a nadie. Mi
abuelo había empezado a trabajar cuando se había vuelto padre soltero, menor de
veinte años, y teniendo que llevar una casa él sólo. Por suerte, el señor Ysoer
había conocido a mi abuela, algo mayor que él, y le había ayudado para conseguir
el puesto de vigía. Poco a poco había subido en grado hasta llegar en donde
estaba. Hades y yo habíamos sido entrenados al manejo de las armas de fuego
desde pequeños no porque mi abuelo fuese un forofo de gatillo fácil, que no lo
era, sino porque sabía qué peligros podía haber por el mundo y prefería que
estuviésemos, los dos, protegidos de alguna manera. También nos admitió que
siempre había pensado que mi amigo sería el más débil de los dos, el que
difícilmente podría hacer frente a una situación de peligro, porque tenía un
carácter demasiado amable y que por eso había querido enseñarle a defenderse de
alguna manera. Se había visto gratamente sorprendido por cómo lo había manejado
todo y ahora pensaba que se había equivocado todos estos años al escondernos su
lugar de trabajo.
- Pero tenéis que
comprenderme - nos dijo - es un lugar extremadamente peligroso. Ya pude
proteger a tu madre, Elysa, quería también protegerte a ti. Aunque - miró al
perro de tres cabezas que dormía a nuestros pies, barriga al aire - parece que
lo sobrenatural se os ha pegado.
En ese momento,
Cerbero gruñó en sueños y se estiró más aún en una pose completamente ridícula.
A todos nos dio el ataque de risa.
Después de comer,
nos volvimos a nuestras respectivas casas.
******************************************************************
El día señalado,
Hades me dio cita delante del Centro de Departamentos a las nueve menos cuarto.
Quería evitar que llegásemos tarde de cualquier forma posible. Cuando llegué,
él ya estaba allí hablando con Marie. Definitivamente, esa mujer tenía el don
de entablar conversación con todo el mundo. Me acerqué a ellos y escuché como
mi amigo le explicaba la primera vez que nos habíamos conocido. La
recepcionista explotó en carcajadas cuando oyó el momento en el que había
devuelto el balón a los niños lanzándoselo a la cara. Yo estaba particularmente
orgullosa de ese tiro. Cuando me acerqué, ella me dijo:
- Esta historia es
genial, dime que tienes otras.
- Tengo incluso
mejores - sonreí - que incluyen a Hades con ropas de sus hermanas... y tengo
fotos.
A estas últimas
palabras, los ojos de Marie se iluminaron. Mi amigo tuvo que intervenir para
evitar que volviese a su casa a buscar las susodichas ilustraciones. Estaba a
punto de explicarle las razones que lo llevaron a vestirse como una chica
cuando llegó la jefa del Departamento de las Plantas. Ese día iba aún más con
el arquetipo de la "Señorita Rottenmeier". Un vestido largo, soso,
con botines negros y el moño aún más apretado que la última vez. Quería ir a
cualquier Departamento menos al suyo, incluso al del señor Lloyd. Hablando del
lobo, justo cuando la señora Reich acababa de bajar las últimas escaleras de
detrás de Marie, este apareció por el hueco del ascensor. Ni organizándolo,
habrían podido aparecer tan al mismo tiempo. Mi amigo y yo nos fuimos hacía
donde estaban ellos, despidiéndonos con caras largas de la recepcionista. A los
pocos minutos aparecieron Akari y Ryûichiro. Ella iba preciosa, vestido blanco,
medias negras, zapatos de charol claros y lazo en el pelo también claro, que
contrastaba muy bien con su larga cabellera oscura ondulada. Su acompañante iba
simplemente vestido de una camiseta negra y unos pantalones del mismo color. Me
pregunté cómo haría para no tener frío, pero prefería casi no saberlo. Se
reunieron con nosotros y el jefe del Departamento de la Noche nos invitó a los
cinco a entrar de nuevo en el ascensor.
- Buenos días a
todos - dijo con una sonrisa - Para la primera parte de la prueba bajaremos a
mis dominios, en los que nos espera la persona que tiene que daros... lo que
necesitáis - seguía sin querer decirnos qué era lo que nos iban a dar - Por
supuesto, esta prueba es únicamente para vosotros cuatro. Hemos estado
discutiendo sobre cuál era la mejor manera de poder ver si eráis aptos o no -
el tono me indicaba que las discusiones habían sido más que acaloradas - y esta
parece ser la solución más adecuada.
Llegamos al
Departamento de la noche. Durante todo el trayecto hacia abajo, me había puesto
detrás de Hades y había cerrado los ojos fuertemente para que no me diese un
ataque de vértigo. Estaba sola con él pues esa mañana había dejado a Cerbero
con mi abuelo porque no sabía qué es lo que íbamos a hacer y prefería que el
cachorro se quedase con alguien de confianza. Al llegar a tierra firme casi
beso el suelo como el Papa. Nos dirigimos hacia la terraza en la que estaba el
despacho del jefe, pero no nos metimos en los cubos. Pasamos a su lado y fuimos
hacía la pared. Allí había otros, de mismo tamaño y forma, que no había visto
durante mi primera visita. En uno de ellos, nos esperaba el chico que se
llamaba Livio. Vestía casi exactamente de la misma forma que la última vez, a
excepción de la camiseta: esta vez era de los Rolling Stones. Nos esperaba con
una sonrisa en los labios. Parecía que había aceptado el hecho de tener que
hacer de tutor. Algo me decía que si mi amigo aprobaba la última prueba, lo iba
a pasar francamente mal.
- Ya tenemos al
invitado instalado desde hace un rato, jefe - dijo el joven con una sonrisilla
que hacía que uno de sus caninos se viese más.
Su jefe suspiró.
- Que manía tiene
este hombre con llegar demasiado pronto. Gracias Livio. Por cierto, ¿ya has
escrito el informe sobre el avistamiento de ayer? - por eso estaba contento, le
habían dado trabajo.
- Completo y en su
despacho, jefe. Al final resultó ser una convención en un lugar cercano. Aunque
miré más de cerca igualmente. No pude discernir si había algo peligroso en ese
sitio o no. Como termina hoy, luego voy a volver para ver si está todo seguro
para evitar cualquier problema. Creo que sería preferible que se vigilase más
atentamente ese tipo de reuniones.
- No es nuestra
jurisdicción. A menos que abarque un monstruo peligroso o que pase de noche, no
podemos inmiscuirnos. Podría resultar en un conflicto con algún departamento
demasiado quisquilloso - los ojos del señor Lloyd no pudieron evitar echar un
vistazo rápido a la señora Recht.
Después de eso
entramos en la sala. Era la típica sala de reuniones de cualquier despacho. Una
mesa elíptica en el centro, una fuente de agua en un lado, estanterías con
documentos. Lo que destacaba enseguida era algo que no estaba normalmente en
una sala de ese tipo. De pie, cerca de una de las ventanas había un hombre todo
de blanco. Pero cuando digo que iba completamente blanco es que no había una
sola nota de color en todo él. Su camisa, pantalones y zapatos relucían como la
nieve, su larga cabellera era casi plateada, y su piel nívea casi refulgía.
Cuando se giró hacia nosotros, pudimos ver que era ciego, por lo que sus
pupilas tampoco mostraban tono alguno. Me quedé parada ante esa persona, pero
el señor Lloyd fue hacía él directamente y le dio la mano con una sonrisa radiante.
- Que placer que
hayas aceptado mi invitación. Espero que estés bien.
- Muy bien, gracias
- su voz sonaba claro como el tañido una campana - Tu departamento es el único
en el que me siento a gusto de todo este edificio. ¿Estas cuatro personas son de
las que me tengo que encargar?
No supe cómo había
adivinado quiénes éramos, pero de golpe supe quién era él, o al menos qué era.
Era un Demonio de la Luz. Se caracterizaban por ser muy pálidos ya que se
tenían que poder camuflar en ella. Uno esperaría que al estar todo el rato al
sol, estarían más negros que un africano, pero se les solía confundir con nórdicos
en realidad. El hombre pasó cerca de nosotros y nos examinó uno a uno
atentamente.
- Thomas, este grupo
es de lo más interesante. Ellos dos - dijo señalando a Akari y Ryûichiro
mientras se dirigía a la gran mesa que ocupaba la mitad de la sala - tienen
unos poderes latentes heredados de su familia. Supongo que él es un medio
demonio o un cuarto a juzgar por cómo está todo. Ella es inequívocamente la
heredera de la familia Sakurako, por lo que el señorito debe serlo de los
Yamaho, que llevan pegados a sus señores desde hace siglos - no sabía a qué
venía este análisis de vete a saber qué, pero no me gustaba para nada cómo iba
la cosa. No entendía qué quería decir con "poderes latentes" y
francamente, no me interesaba saberlo. Pude observar como Ryûichiro se ponía
cada vez más tenso con lo que iba diciendo - No te preocupes joven, no pienso
hacerle ningún daño a tu princesa, todo lo contrario - después se tomó una
pausa teatral antes de continuar - En lo referente a los otros dos, en él
siento rastros muy lejanos de un Demonio de las Sombras, pero de eso hace ya generaciones.
Y en cuanto a ella... - no le dejaron continuar conmigo.
- Perdone, pero querrá
decir Demonio de la Oscuridad, ¿verdad? - intervino petulantemente la señora
Recht. Él la miró de lado.
- Jamás entenderé
porque los humanos, en los últimos siglos, se han emperrado en llamar a mis
pobres antónimos, Demonios de la Oscuridad. Han sido siempre Demonios de las
Sombras porque no controlan la oscuridad, lo que controlan son las sombras.
Ninguno de ellos ha podido nunca llegar a un nivel tan poderoso como la
Oscuridad en sí como para merecer ese apelativo, ni siquiera el primer rey.
Al oír esas
palabras, perdí de vista el mundo que me rodeaba. Me vi en una sala muy alta,
bordeada de columnas, el suelo en tablero de damas azul oscuro y gris más
claro. A los lados se extendían una serie de ventanales, ovalados en su
extremo, desde los que no se podía ver nada. Supuse que era de noche, pero algo
me decía que allí no entraba nunca un rayo de sol. No la pude ver completamente
porque mi atención estaba centrada en una sola persona. A mi lado había un
hombre sentado en un trono de piedra negra pulida, posiblemente basalto. Tenía
el pelo ligeramente largo, barba muy cuidada, así como un traje griego en tonos
oscuros. Cuando miré hacía él, estaba extremadamente serio, sereno, solemne
casi. Pero se giró hacia mí y una sonrisa tierna iluminó su cara. Se me quitó
el aliento. Era Hades el que me estaba mirando.
La visión no duró
más que un segundo, pero cuando volví a la realidad estaba que me faltaba la
respiración. Todo esto me había parecido como uno de esos recuerdos que te
golpean de golpe cuando entiendes algo. Pero aquí no había nada de ese estilo.
Creo que mi imaginación estaba yendo por caminos peligrosos en los que prefería
no inmiscuirme. Mi amigo me sostuvo preocupado y me llevó hacia la mesa para
que me sentara en una silla. Yo no tenía el valor de mirarlo a la cara. A lo
lejos oí como el señor Lloyd pedía una coca-cola y algo azucarado para comer.
Posiblemente había supuesto que tenía la tensión baja y había sufrido un bajón.
Conozco los síntomas porque Ariadna, la hermana pequeña de mi amigo, tenía ese
mismo problema. Pero yo no, y no era eso lo que me lo había dejado tan mal,
pero no quise decir nada. En un momento dado, miré hacía el hombre de blanco
que sonreía como diciendo "interesante, esto está cada vez más
interesante". No quería saber lo qué encontraba tan interesante, pero de
repente, tenía ganas de retorcerle el pescuezo, sin razón alguna.
Después de un rato y
una lata coca-cola les dije:
- Ya estoy bien,
muchas gracias.
Todos se habían
sentado en la mesa. Hades no se había apartado de mi lado en ningún momento,
cosa que me había puesto en una situación difícil. Cuando me sentí mejor pude
mirarlo a los ojos. Volvía a ser simplemente mi amigo. Su expresión era de
preocupación por mi salud, pero no era aquella persona de la visión. Era
simplemente él y me gustaba mucho más así. La mirada que había visto me
descentraba, al contrario que la que tenía ahora, que me daba mucha más
confianza y me hacía sentir mejor. Me preguntó si estaba segura de sentirme
bien, le dije que sí, pero volvió a insistir, y a la tercera vez, con una
amenaza de romperle la cabeza como me lo volviese a preguntar, le dijo a los
demás que ya podíamos continuar. Con ese momento, me di cuenta de que me
gustaba mucho discutir así con él. Teníamos una relación que muy pocas personas
podían entender. Todo el mundo se imaginaba que estábamos enamorados. Pero no
tenía nada que ver con eso. Él era una persona encantadora, que conocía cada
milímetro cuadrado de mi ser, y seguían siendo mi amigo. Podía decir que en ese
caso, la cosa era recíproca, porque él me había confiado cosas que jamás habría
dicho a cualquier otra persona. Nos conocíamos tan bien, que no nos importaba
admitir lo inadmisible al otro. Nos entendíamos sin palabras, podíamos saber si
el otro había tenido un mal día o qué, pero jamás se me había pasado por la
cabeza tener cualquier cosa romántica con él... Hasta mi llegada al Centro de
Departamentos. Desde la primera noche, con ese primer sueño, las cosas se
habían ido deteriorando. Me costaba verlo de nuevo simplemente como el
larguirucho con mirada amable que conocía desde los ocho años. Ahora tenía que
verlo desde otra perspectiva. Había cambiado desde el momento en el que se
había subido encima de Cerbero y había atacado a Arthur Hinekan, con una espada
salida de ningún lado. El otro día me había dicho que acabar en el Departamento
de la Noche no le molestaba en absoluto. Estaba descubriendo otra faceta de mi
amigo, que nunca había visto. Y tenía miedo de ella. No era un miedo a que me
hiciese daño, era un miedo a lo desconocido. Llevaba tanto tiempo sabiendo cada
pensamiento que se le pasaba por la cabeza al buenazo de mi amigo, que el no
saber qué pensaba, qué hacía o qué quería hacer, me tenía con los nervios a
flor de piel. No estaba segura de querer conocer a ese nuevo Hades y lo peor es
que lo había creado yo. Yo había insistido en querer trabajar en este sitio, y
él simplemente me había acompañado. Ahora lamentaba mucho el haberlo hecho,
porque tenía miedo de perderlo. Esa era la realidad, tenía miedo de que este
sitio siniestro se llevase a mi amigo y nunca más me lo devolviese.
Una sacudida me
devolvió a la realidad. Los ojos negro azabache de mi amigo me miraban muy
preocupados.
- Elysa, ¿qué te
pasa? Estás llorando.
- ¿Qué? Yo... no -
me pasé la mano por la mejilla y vi que tenía razón. El haber pensado que podía
perderlo me había hecho ponerme a llorar sin que me diese cuenta - no es grave,
no te preocupes - me miró aún más serio - ya te lo contaré luego, ¿vale? - con
eso pareció calmarse y me dio un pañuelo para que le secase las lágrimas.
- Como parece que la
señorita VonHelland no ha escuchado una palabra de lo dicho hasta ahora, tendré
que volverlo a repetir - el hombre de blanco no parecía enfadado, sino más bien
divertido - mi función aquí, por increíble que os parezca, no es la de daros un
objeto, sino la de desbloquear una cosa. Concretamente, un poder que tenéis los
cuatro. Debéis saber que muchos demonios tienen la capacidad de dar poderes
especiales a los humanos, lo habéis tenido que ver en innumerables cuentos.
Pues es cierto, pero sólo algunos de nosotros lo podemos hacer. Venía aquí
pensando en qué poderes serían los más adecuados para cada uno, el señor Lloyd
me había dado una ficha detallada - enseñó una serie de carpetas de varios
colores, que nos tenía que describir a cada uno - pero me habéis sorprendido gratamente
teniendo ya en vuestro interior esa capacidad. Lo único que me queda por hacer
es desbloquearla y hacer que se libere un poco. El resto lo vais a tener que
hacer vosotros.
- ¿Cómo lo podremos
hacer? - preguntó Akari.
- Para
simplificarlo, es como si los poderes de cada uno estuviesen metidos dentro de
una olla a presión. Yo lo que voy a hacer es desbloquearla y enseñaros como
abrirla. Tendréis la capacidad de abrirla a voluntad durante un corto espacio
de tiempo, calculo que unas 92 horas viendo vuestras aptitudes. Después, lo
tendréis más difícil, pero al haberlo hecho una vez, ya conoceréis el camino
para ir mejorando vuestras aptitudes y al final podréis abrir la olla tanto
como queráis. Pero tenéis que saber también, que hay un límite para todo. Los
poderes se agotan y si estáis en pleno combate y os quedáis sin energías
podríais morir. Lo mejor es conocer sus límites, ir probando en ambientes
seguros. Ahora, si me lo permitís, voy a empezar. ¿Alguna pregunta?
- Si tenemos alguna
dificultad con los poderes, ¿a quién podríamos acudir? - Hades parecía
preocupado.
- Siempre podéis
venir a hablarme a mí. Al menos para este caso. Si la cosa se desmadra, podré
intervenir y bloquearos el tiempo de saber qué ha pasado. Pero tenéis que
hacerlo rápidamente porque una vez acabada la prueba, tendréis que hablar con
alguien que tenga poderes similares a los vuestros. Algún Onmyôji para
Sakurako, y Demonios del Aire para el joven guardaespaldas. Para vosotros dos -
nos dijo a mi amigo y a mí - será toda una sorpresa. Estoy impaciente.
Después de eso, pareció
que nadie tenía más preguntas. Entonces se levantó y se acercó a Akari. Vi como
su acompañante se ponía extremadamente tenso.
- Supongo que Yamaho
habría preferido que experimentase primero con él por si había alguna cosa - me
susurró mi amigo.
Estaba de acuerdo
con él. Casi se podían ver las venas del cuello de Ryûichiro, pero no dijo nada
ni movió un dedo. Aunque algo me decía que la vida del hombre de blanco correría
grave peligro si le pasase algo a la joven. Lo único que hizo fue tocarla con
un dedo en frente y ya está. No parecía que hubiese pasado nada. Cuando Akari
abrió los ojos estaba tan sorprendida como nosotros.
- ¿Ya está? Pero si
no siento nada raro.
El hombre de blanco
sonrió.
- ¿Conoces las
fórmulas para crear una barrera protectora? - ella hizo que si con la cabeza -
Pues inténtalo.
La joven sacó un
monedero rojo, en cuyo interior, en lugar de billetes de banco, había papeles
con caracteres escritos. Había visto suficiente anime japonés con Ariadna como
para reconocer qué era. Los llamaban "fudas", servían para servir de
receptáculo en de un hechizo o algo parecido. Akari se levantó, puso los dedos
de una forma muy rara, sosteniendo el fuda con el índice y el corazón de la
mano derecha, y empezó a recitar una fórmula. Al no tener ni idea de japonés no
sabía lo que decía. Pero algo raro pasó al escuchar esas palabras. Me invadió
un sentimiento de nostalgia. No sabía de dónde provenía, pero me sentía bien.
De repente, el papel se puso recto solo y salió volando hacia una de las ventanas.
Una onda de luz se expandió a partir de allí y cubrió toda la sala. Cuando me
giré hacía Akari pude ver como abría los ojos. Se le estaban volviendo a poner
normal, pero los había tenido completamente blancos, como los del hombre que le
había tocado la frente.
- Impresionante. Se
ve que eres descendiente directa de los grandes maestros de tu clan - no
entendía ni papa de lo que decía - Ahora toda la sala está protegida por un
campo de protección que muy pocas cosas podrían romper. Creo que ni yo mismo
sería capaz de hacerlo. Está bien, así, si cualquiera de los otros tres se
desmadra, nadie cercano saldrá herido.
Por eso lo había
hecho. Por eso había escogido a Akari primero. Para que nos protegiese probando
sus poderes. La joven se estaba mirando las manos impresionada. Estaba muy
feliz de lo que había conseguido. Y no era para menos. En los animes, a la
protagonista siempre le cuesta dominar sus poderes y ella lo había conseguido a
la primera. El hecho de que conozca tan bien el mundo del manga y del anime
tiene explicación. No es que sea una fan muerta, pero cuando era pequeña, me
iba a casa de Hades después del colegio. Mi familia no siempre podía irme a
recoger y los padres de mi amigo se propusieron para cuidarme por las tardes
hasta que uno de los tres, mis padres o mi abuelo, terminaran de trabajar. Era
muy práctico que me dejasen estar con ellos porque, yo tenía entretenidos a los
dos más pequeños de la casa, y mis padres estaban seguros de dónde estaba. Normalmente
nos pasábamos el tiempo jugando. Pero dos días a la semana, mi amigo tenía
clases de piano. Durante ese tiempo, su hermana y yo no sabíamos qué hacer, así
que nos poníamos a ver la televisión. Empezaron siendo series para chicos, pero
cuando crecimos, ella se entusiasmó con las series más románticas y me las
hacía ver. No había forma humana de escaparse. Llegué a odiar profundamente las
protagonistas de ese tipo de programas. Las encontraba idiotas, descerebradas,
inútiles, y sólo servían para llamar al chico protagonista a gritos porque las
habían raptado y él tenía que ir a salvarla, y eso era el resumen de cada
episodio. Me parecían las criaturas más insulsas del planeta. Pero el lado
bueno es que me había permitido conocer la cultura japonesa un poco mejor.
Aunque habría preferido otro tipo de series. Cuando mi amigo no tenía clase de
música, conseguía que viésemos cosas con más coco. Creo que eso salvó la vida
de su hermana, porque a la larga, le habría estampado el poster de la serie de
turno en la cabeza.
Cuando comprobó que Akari
se encontraba bien, se giró hacia su acompañante. Este no movió de nuevo una
ceja. Inmediatamente después de que le tocase la frente, una fuerte ráfaga de
viento salió de sus pies, pero se calmó enseguida. Una pequeña sonrisa
satisfecha se dibujó en la cara del joven. Por lo visto había podido controlar
su poder sin problemas y estaba satisfecho de eso pero no quería mostrarlo, por
eso había disimulado lo mejor que había podido.
Con los dos primeros
fue bastante rápido, fue cuando nos tocó a nosotros que la cosa se complicó, y
mucho.
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