jueves, 5 de marzo de 2015

Octavo Capítulo: La última prueba 1

Este se pensaba que yo era tonta. Se creía que no sabía que iba a preguntarle al señor Lloyd a ver si no le dejaba entrar en la parte más oscura de la biblioteca central. Como si no lo conociese, vamos.

Cuando le dije que quería ir a hablar un rato más con Roble tendría que haber sospechado. Mira que he ido ya de veces a hablar con el Errante. Desde hacía un mes y medio, había estado entrenando para saber cómo hacer para hablar la Lengua Antigua, que los seres sobrenaturales hablaban. Yo la hablaba naturalmente, aún no se explicaba nadie cómo. Pero para él, lo importante es que yo hablase dicha lengua y que aprendiese a saber cuándo lo hacía. Al principio quise que Hades viniese con nosotros, pero Roble no quiso oír hablar del tema. Mi amigo tenía un camino muy diferente a hacer frente y él no podía enseñarle nada que le fuese útil. De alguna forma estaba seguro de que no podíamos aprender de la misma forma. Tuve que darme por vencida. Las clases de lengua se basaban en el hecho que el árbol dominaba el lenguaje de los hombres y jugaba conmigo. Él hablaba e iba de una a otra y yo recibía un golpecito con una rama cuando no notaba que había cambiado. Al principio volvía con un montón de golpes, ahora, apenas me llevaba un par o tres.

Esa mañana, me despedí de mi amigo en la puerta del trabajo y me dirigí hacía el Parque Central mientras él se iba hacia adentro. Supongo que le diría a Marie alguna mentira y se dirigiría hacía los pisos subterráneos, donde estaba el Departamento de la Noche. Esperé unos minutos afuera, helándome, y volví a entrar. Me dirigí hacía la recepcionista que, obviamente, ya sabía lo que pretendíamos, tanto uno como el otro. No sabía cómo se lo montaba esa mujer, pero tenía un instinto infalible para saber lo que íbamos a hacer. Ella sí que era una adivina, no el palo con patas que habíamos conocido un mes anterior. Me dirigí hacía las escaleras y bajé al nivel inferior. Lo que vi allí me dejó a cuadros.

Me encontré con una caverna de dimensiones titanescas. Se descendía o por las escaleras o por el ascensor. Dejando la recepción atrás, ambos cambiaban de apariencia. Las escaleras se transformaban en unas de caracol, rodeadas de un cristal que evitaba cualquier accidente. Después, pude ver lo que le había pasado al ascensor y agradecí enormemente el haber ido por dónde había ido. Cuando la escalera se ondulaba, el ascensor perdía sus paredes de metal y solo quedaban unos cristales que daban una vista de infarto del lugar. Con el miedo a las alturas que tenía, no habría conseguido llegar abajo sana. Por suerte para mi, cogí el método más seguro, aunque el más cansado. La bajada suponía unos treinta pisos, pero las vistas eran increíbles. Cerca del lugar al que se llegaba, había toda una extensión de mesas de despacho. Supuse que allí se cocía la mayor parte de la actividad administrativa del lugar. Desde la altura, se podía observar a la gente moviéndose en todas direcciones como hormigas trabajadoras. Detrás de los despachos se encontraba una de las paredes de la cueva. A media altura, a unos quince pisos, había una terraza en la que se podía observar un cubo mediano adyacente a uno más grande. El primero tenía una puerta de madera para poder acceder a él. Tenía curiosidad para saber qué era aquello, pero algo me decía que era el despacho del hombre en silla de ruedas. El cubo más grande tenía una excelente visibilidad para todo el plano en el que se encontraban los sitios de trabajo, por lo que quien estuviese allí podía tener controlado todo el lugar. La única pregunta era saber cómo veía, pero ese edificio escondía tantos secretos que la visibilidad desde un cubo de cemento podía ser uno de ellos. A la terraza se accedía por un camino que zigzagueaba por la pendiente para hacerla más fácil de subir. No se veían escaleras por ningún lado. Cuando tu jefe va en silla de ruedas, evitas de la mejor manera posible tener que acceder a un lugar sólo por ellas. Otra de las grandes paredes que se podía observar de la cueva era una muy particular. Estaba completamente agujereada como un queso gruyere. Había agujeros muy pequeños, y otros en los que habría cabido un diplodocus. Los de abajo eran los más grandes. Se accedían a los de arriba por una serie de caminos que escalaban la pared. Al no ver una sola escalera, presupuse que la pared no era totalmente recta, y que tenía que tener una pendiente, como la ladera de una montaña.

Mientras estaba observando esos agujeros como hipnotizada, sentí un golpecito detrás de una rodilla que de que poco me hace caer por las escaleras del susto. Me giré, con el corazón bombeando a toda pastilla, y me encontré con una bola de rizos negros, que me miraba muy contenta, moviendo la cola. Cerbero me seguía por todas partes, y se había preocupado por mí cuando me había visto mirando durante tanto rato el Departamento. Hacía mes y medio que tenía al bicho en mi casa, pero ya formaba parte de mi vida como si llevase allí años. Disfrutaba llevándolo de paseo mañana y tarde. Se portaba muy bien. No hacía falta que lo llevase con una correa. Una orden, y se quedaba a mi lado. Nunca había visto un cachorro tan quieto. Aunque también tenía que admitir que cuando se ponía a jugar con la cuerda llena de nudos que le había regalado Hades, lo habría querido enviar a la porra, a los dos. El perro por pesado y a mi amigo por el regalito. Por lo demás, estaba encantada de tenerlo a mi lado. No sabía en qué Departamento iba a aterrizar, pero más les valía no hacerse los difíciles con mi perro, o podría montar un pollo de narices. Acaricié al animal en la cabeza diciéndole que no se preocupase. Continuando, se me pasó por la cabeza cuál debía ser el sistema de seguridad en un sitio tan cerrado y tan profundo. En caso de incendio no podrían salir corriendo por dónde yo había llegado. No me pareció ver ninguna señal, por lo que los empleados debían de saberlo instintivamente.

Al llegar abajo, le dije a Cerbero que se quedase cerca de mí, no quería que se alejase demasiado en un sitio como este, podía perderse o hacerse daño. Seguí a mi amigo con los ojos. Era práctico: casi dos metros de alto, destacaba allá donde fuese, era muy difícil de perderlo de vista. Pero yo tenía que camuflarme entre la multitud para evitar tener problemas por estar rondando en un Departamento tan peligrosos como ese. La mejor manera de que no te pillasen era ir como si lo más normal del mundo fuese que caminases por allí. El truco estaba en saludar cordialmente a la gente que te mirase, con una simple sonrisa, que olvidarían en cuanto dejasen de verte. Durante un rato pensé que el truco me había funcionado. Pero no contaba con un activo de la zona que daría mucho de qué hablar más tarde.

La primera vez que lo vi fue al girar una esquina. Pelo medio largo, camiseta negra de AC/DC, chaqueta de cuero remangada, guantes con los dedos cortados del mismo material, pantalón negro. Guapo, de facciones finas y nariz algo afilada, delgado pero musculado. Lo volví a ver detrás de unos archivadores hablando con una persona. Después en una fila paralela a la mía y cruzándose a pocos metros de mí. Así fue hasta que me choqué con él y me tuve que fundir en disculpas. Él arboló una de esas sonrisas que más tarde conocería demasiado bien y puso la mano entre su cabellera para retirar el pelo de su cara. Pude ver entonces que sus orejas eran algo puntiagudas. Puede que fuese esa la razón por la que tenía ese peinado.

- No se preocupe, no ha sido nada - sus ojos mostraban una punta de diversión, como si el choque le hubiese hecho gracia. Entonces se acercó y me susurró - espero volverme a chocar de nuevo contigo - luego se puso de nuevo recto - por cierto, bonito perro - me guiñó un ojo y se fue.

Durante más de un minuto me quedé paralizada en el mismo sitio. ¿A qué venían tantas confianzas? ¿Quién era ese tío? Me tuve que volver a centrar porque no podía quedarme allí parada, podía atraer la atención. Durante ese tiempo, había perdido de vista a mi amigo. Lo estuve buscando durante un buen rato. ¿Cómo había podido perderlo de vista? Entonces se me ocurrió que igual tenía un detector más eficaz que mis ojos a mano. Me agaché hasta donde estaba el cachorrillo con rizos negros que me acompañaba a todas partes y le dije:

- Busca a Hades.

Pareció entenderme a la primera. Se puso a correr en una dirección. Yo le seguí cómo pude. Estuvimos zigzagueando por los despachos un poco, debía de ser el camino que había cogido mi amigo, hasta que enfilamos hacía la terraza en la que estaba el jefe del Departamento. Cogí una carpeta al azar, abandonada sobre una mesa, y me la puse bajo el brazo, al menos que pareciese que si iba al despacho del jefe fuese por alguna razón. Cuando llegué al a cima, de que poco me di de bruces con mi amigo. Pero me frené justo a tiempo, cogí al perro por el pecho, ya que no llevaba collar, y me escondí detrás de una roca. Pude ver como Hades discutía con una joven de pelo rubio y mirada resuelta. Le decía que no podía pasar sin una cita, que el jefe estaba muy ocupado y que no iba a recibirlo así por las buenas. Estuvieron discutiendo un rato largo, argumentando y contra argumentando, pero ninguno de los dos parecía querer amilanarse. Cuando la conversación parecía que iba a quedarse en un punto muerto oí una voz detrás de mí.

- Lara no es el tipo de persona que deja pasar al primero que llega y quiere hablar con el jefe. El pobre chico lo tiene claro - mi giré espantada porque había reconocido la voz como perteneciente al chico de orejas puntiagudas con el que me había topado - ¿Y tú? ¿Para qué quieres ver al jefe? - le mostré la carpeta que tenía en mano. Menos mal que la había cogido. Él la inspeccionó y se quedó muy sorprendido - No sabía que el jefe tuviese que volver a mirar un informe sobre una misión que data de hace tres años y que lleva ya su firma... y la mía.

Me habían pillado magistralmente. De entre todos los informes que había encima de los despachos, ¿qué posibilidades había para que cogiese justo uno que había firmado él? Me indicó con la cabeza que avanzase hacía el despacho y fui como borrego al matadero. Cerbero se quedó quieto a mi lado, intentó hacer un gruñido, pero le acaricié la cabeza diciéndole que no pasaba nada. Cuando llegamos al despacho de la secretaria, mi amigo se quedó a cuadros al verme.

- ¿Qué te pensabas? ¿Que me iba a creer que de verdad ibas a dejar la idea de mirar en la biblioteca? - tuvo que admitir que ni él tenía esperanzas, demasiado tozuda.

El joven de la camiseta de AC/DC le dijo a la secretaría que nos dejase pasar, que novatos en esta zona no estaban permitidos y a ver qué decidía el jefe.

Nos hicieron esperar unos cinco minutos y después pudimos entrar. El despacho era uno cualquiera. Archivadores por doquier, mesa de metal de Ikea, dos sillas delante de esta, un sofá enterrado bajo toneladas de papeleo. Pero lo que me dejó de piedra fueron los ventanales desde los que se podían ver todo el Departamento. No se veían desde fuera, pero desde el despacho las vistas eran magníficas. No quise saber de qué estaban hechos, era de letras, no de ciencias, y eso auguraba mucha ciencia.

- Jefe he pillado a esta joven colándose en las instalaciones y este quería verle.

Hades intentó hablar, pero el señor Lloyd se lo impidió.

- Tendríais que saber ya que siendo sólo unos estudiantes, sin Departamento asignado, ni examen aprobado, este lugar os está prohibido. Este es el más peligroso de los sitios, y ¿os infiltráis así como así? ¿Sabéis al menos, qué son esos agujeros de la pared? - señaló el queso gruyere negro que teníamos a la izquierda.

- Son accesos a los diferentes infiernos de los que provienen casi todas las especies de demonios - tengo que admitir que nos quedamos todos a cuadros con la respuesta de  mi amigo - Siendo este el Departamento de la Noche, el que se ocupa de los bichos más peligrosos, lo más lógico habría sido tener acceso a esos lugares mediante un sistema que evitase que los trabajadores de otros departamentos estuviesen en peligro y que, si llegase a haber un incidente, el sitio se pudiese cerrar inmediatamente. Por eso, sólo hay dos maneras de salir: las escaleras y los ascensores. Aunque sospecho que más de uno de esos agujeros son vías de escape a lugares seguros que sólo un determinado grupo de gente, cómo el personal que labora aquí, puede acceder por si llega a haber un acontecimiento como un incendio.

- Joe con el chaval – creo la frase del joven con chaqueta de cuero que resumía bastante bien lo que estábamos pasando todos.

El Jefe sonrió.

- No creas Livio, aquí donde lo ves, John tiene dos años más que tú - el hombre se movió de detrás de su despacho llevando una carpeta azul en la mano - Acabo de recibir una llamada bastante preocupante. Era una solicitud para este joven que me pone en un serio aprieto. Aún no ha pasado la última prueba, que ya hay alguien que quiere que haga una formación especial con él. Obviamente le he dicho que no puedo atender a su requerimiento antes de que pases el examen y tenga sus seis meses de entreno reglamentario - mi amigo parecía atónito - aunque igual podríamos hacer un arreglo. Ya he tenido dos solicitudes para hacer un adelante de la última prueba. No sé si conocéis a Akari Sakurako y a Ryûichiro Yamaho - movimos la cabeza afirmativamente, eran los dos japoneses del primer día. Con ella había hecho buena amistad en las clases, las dos nos aburríamos de manera supina en ellas - Consideran que no van a aprender mucho más en este curso, y sospecho que vosotros dos tampoco. Parece que sabéis de qué va la cosa de manera intuitiva, por lo que voy a discutir con la señora Recht y preparar el examen lo más pronto posible para los cuatro. Así la formación podrá empezar enseguida.

- Solo una pregunta - intervine - ¿Cómo es que alguien le ha pedido a usted para que deje ir a Hades a una formación, cuando por lo visto eso se hace en el momento en el que alguien ya tiene su Departamento asignado?

Una sonrisa peligrosa se dibujó en los labios del hombre.

- Porque soy el profesor titular de este curso y porque el Departamento al que va a ir su amigo no puede ser otro que el mío. Tiene las destrezas combativas necesarias, un aura de autoridad que hace que la gente le obedezca al instante, unas habilidades organizativas impresionantes, sabe más de lo que parece, y es a él y a ningún otro de los idiotas que hace el curso este trimestre que este sitio necesita. Habéis podido entrar aquí como quien entra en un molino, sin que hubiese más resistencia en vuestra contra que Livio y mi secretaria.... - durante un momento se le vio muy cansado - este despacho no era originariamente para mí. Tendría que haberme retirado hace años cuando me quedé en la silla de ruedas – suspiró - Pero eso ya no importa. Siempre he podido ver el potencial de cada uno y veo claramente que John podría ser el que este sitio necesita - desde su silla, el hombre parecía imponer más que mi amigo desde su metro noventa de alto - por cierto, Livio, te va a tocar enseñarle tú a él.

- ¡¿Perdón?! - la última frase nos había pillado a todos por sorpresa, y a él, el primero - ¿Y a santo de qué me tengo que ocupar yo de este? Tengo otras cosas que hacer.

- Primeramente porque lo ordeno yo, y segundamente porque es un gran espadachín en potencia. Vamos - sonrió malévolamente - si hasta te vas a divertir - Livio se fue del despacho cerrando la puerta con un gran golpe - Pobre, esperaba tener una misión importante ahora. Se cree que será hacer de niñera. No sabe lo que le espera - Claro, porque él sí, ¿no? - Señor Hellson, más le vale aprobar el examen, tengo grandes proyectos en mente que le conciernen. En cuanto a usted, señorita VonHelland, no sé cuál es el sitio que le va a corresponder, aunque parece entenderse muy bien con el Errante del Roble, siempre puede serle útil, no pierda esa amistad, raros son los que la tienen – se giró volviendo a su despacho, no sin antes haber guardado la carpeta azul en un archivador - Ya les comunicaremos cuando y donde será el examen. Las formalidades del mismo serán expuestas cuando llegue el momento. No creo que haga falta que reviséis, así que, a descansar.

Sin ser violento, pero sin darnos tiempo a responder, fuimos echados del despacho. Volvimos en silencio hacía la salida. No sabíamos que decir. Mi amigo parecía estar decepcionado. Me había dicho que no quería ir a este Departamento y parecía ser en el que acabaría definitivamente. Había visto lo que se hacía en él y no me extrañaba que se encontrase así. Horarios de diez horas de trabajo non-stop, de noche, persiguiendo y capturando lo más peligroso, sádico, enfermizo, cruel y malvado que había. Creo que lamentaba amargamente haber dejado su tranquila vida en la compañía de exportación-importación.

- Oye Hades - me sentía fatal por él - si lo quieres dejar no hace falta que sigas con esto. Te ha tocado el peor Departamento de todos.

- ¿Qué? - no había parecido escucharme - ¡No! Este sitio es perfecto - abrí los ojos como platos - Parece que hay la suficiente acción como para que no me aburra, y los monstruos son un auténtico desafío. El único problema son los horarios, espero poder cambiar al turno de día, al menos durante mi entrenamiento de principiante.

Me había quedado sin palabras. Me esperaba encontrar a un amigo muerto de miedo y lo que tenía en su lugar era un personaje de video juego. ¿Desde cuándo le gustaban a él la acción y los monstruos? ¿Dónde estaba mi amigo y qué habían hecho con él?... Aunque tenía que admitir que hacía mucho tiempo que no le veía con esa expresión de entusiasmo en la cara. Parecía esperar con ilusión la llegada del día en el que podría trabajar allí. ¿Qué le había pasado a aquel chico que quería volver a la realidad segura en la que no habían bichos asesinos?

- Te preguntarás como es que me muestro tan entusiasta, ¿no? - este hombre tenía el puñetero don de leer en mi mente - Durante el último mes, he estado pensando detenidamente en cómo he vivido mi vida hasta ahora. Siempre he estado tranquilo, analizando las cosas siete veces antes de tomar una decisión, pacifista más que agresivo, pero... después de lo ocurrido en el tiroteo, me asusté. Me di cuenta de que sabía afrontar ese tipo de situaciones sin temor. Yo siempre he creído que el día que llegase, me iba a esconder e iba a esperar a que pasase el peligro, si un día me tenía que afrontar a él. Al principio pensé que me había movido porque tu abuelo me había hecho ver que estabas en peligro - ah, ¿qué no era el caso? - pero luego vi que sí, él me había dado el empujón, pero yo había sabido qué hacer en todo momento y no había dejado que el pánico se adueñase de mí. Aunque una de las primeras cosas que quise hacer fue salir corriendo de ese sitio. Pero... ¿cómo decirlo?... Simplemente le eché huevos a la cosa y me puse a disparar. Tampoco iba a dejar que tu abuelo me llamase cobarde el resto de mis días, que tengo mi orgullo, mujer.

Quería decirle que a más de uno que conocía le habría importado un pimiento el orgullo y habría salido por patas de ese infierno de balas. Pero me callé. Cuando le miré a la cara, le vi otra faceta que nunca había visto antes. Era como si, de repente, estuviese haciendo aquello que siempre había querido hacer. Durante los últimos años lo había visto cada vez más deprimido, más aburrido con lo que hacía, y eso que iba subiendo de puestos como la espuma. Pero no parecía satisfecho con eso.

- Bueno, si te satisface el resultado, por mí bien. Pero... - habíamos llegado al ascensor - no sé tú, pero yo no pienso subir en esa ratonera de cristal.

Me dirigí hacía las escaleras, no obstante, antes de que pudiese hacer tres pasos, mi amigo me cogió por el brazo, me metió dentro del aparato y me puso algo negro delante de los ojos. Pude reconocer enseguida el sombrero que había escogido durante la primera prueba. Parecía haberlo adoptado como parte implícita de su vestimenta. Tenía que admitir que el puñetero tenía percha para llevar ese tipo de accesorios. Lo hubiesen llevado mi padre o mi abuelo, y habrían parecido dos payasos de circo. Pero aquí dónde lo veías, mi amigo parecía haber nacido para llevarlo. Lo podía lucir sin parecer un gánster de los años treinta. Le quedaba muy elegante, sin echarle años encima.

- Si no ves por dónde vamos, no puedes tener miedo. Aunque es una lástima, las vistas son preciosas, y la sensación de ver cómo todo se empequeñece es magnífica.

No pude contestarle porque tenía el sombrero agarrado con todas las fuerzas de mi mano derecha, y la izquierda estaba soldada a su brazo, para sentir que estaba allí y que no tenía por qué tener miedo. Fueron los quince segundos más largos de mi vida. Cuando me quitó el sombrero primero fui cegada por el sol del inicio del invierno y luego, pude verle la sonrisa radiante. Estábamos de nuevo en la recepción, en suelo firme. Nos despedimos de Marie, y nos volvimos a casa.


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Pasó una semana antes de que tuviésemos noticias del Centro de Departamentos. Sabíamos que no teníamos que entregar los trabajos, pero nada más. Las noticias vinieron con una llamada de mi abuelo. Nos pedía que fuésemos los dos a su casa el siguiente fin de semana. Al llegar ese día, nos dio a ambos unos sobres. En ellos había una carta extremadamente formal que decía:


   Distinguido Estudiante:
Nos complace informarle que ha acabado satisfactoriamente el curso de "Introducción al Centro de Departamentos". Ahora sólo le queda superar la última prueba. Consiste en un combate. Usted y la persona que ha recibido la carta gemela a la suya, deberán afrontar un peligro desconocido. La prueba se desarrollará en dos partes: una primera en la que recibirán algo con lo que realizar el examen, y una segunda que será el combate. Este último tendrá lugar veinticuatro horas después de la entrega, para poderos dar el tiempo de acostumbrarse a lo dado.
Le esperamos el próximo día 7 de Noviembre, a las 9:00 de la mañana, en la recepción de las instalaciones. Para la entrega no es preciso que lleven nada, pero para el combate, es necesaria ropa cómoda, o por lo menos ropa con la que se sienta móvil en un combate.

Crea en mis más sinceros saludos.

Thomas Lloyd,
Jefe Supremo del Departamento de la Noche.


Hades y yo nos miramos sorprendidos. Presupuse que la "carta gemela" a la que hacía referencia la mía era la de mi amigo. Quisimos interrogarle sobre lo que era la prueba, pero ni él mismo sabía nada. Los únicos que podían darnos alguna información eran los profesores que nos habían dado las instrucciones, y ninguno de los dos iba a hacerlo. AL no poder hacer nada más al respecto, ni poder presuponer nada de especial o concreto, nos quedamos la tarde en casa de mi abuelo. Nos encontrábamos particularmente a gusto allí. Nos dedicamos a preguntarle un montón de cosas sobre cómo había hecho para llegar allí y cómo es que nadie mi familia sabía nada. El caso era que sí que había alguien que sabía algo, pero era tan reservado que nunca nos habría dicho nada a nadie. Mi abuelo había empezado a trabajar cuando se había vuelto padre soltero, menor de veinte años, y teniendo que llevar una casa él sólo. Por suerte, el señor Ysoer había conocido a mi abuela, algo mayor que él, y le había ayudado para conseguir el puesto de vigía. Poco a poco había subido en grado hasta llegar en donde estaba. Hades y yo habíamos sido entrenados al manejo de las armas de fuego desde pequeños no porque mi abuelo fuese un forofo de gatillo fácil, que no lo era, sino porque sabía qué peligros podía haber por el mundo y prefería que estuviésemos, los dos, protegidos de alguna manera. También nos admitió que siempre había pensado que mi amigo sería el más débil de los dos, el que difícilmente podría hacer frente a una situación de peligro, porque tenía un carácter demasiado amable y que por eso había querido enseñarle a defenderse de alguna manera. Se había visto gratamente sorprendido por cómo lo había manejado todo y ahora pensaba que se había equivocado todos estos años al escondernos su lugar de trabajo.

- Pero tenéis que comprenderme - nos dijo - es un lugar extremadamente peligroso. Ya pude proteger a tu madre, Elysa, quería también protegerte a ti. Aunque - miró al perro de tres cabezas que dormía a nuestros pies, barriga al aire - parece que lo sobrenatural se os ha pegado.

En ese momento, Cerbero gruñó en sueños y se estiró más aún en una pose completamente ridícula. A todos nos dio el ataque de risa.

Después de comer, nos volvimos a nuestras respectivas casas.


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El día señalado, Hades me dio cita delante del Centro de Departamentos a las nueve menos cuarto. Quería evitar que llegásemos tarde de cualquier forma posible. Cuando llegué, él ya estaba allí hablando con Marie. Definitivamente, esa mujer tenía el don de entablar conversación con todo el mundo. Me acerqué a ellos y escuché como mi amigo le explicaba la primera vez que nos habíamos conocido. La recepcionista explotó en carcajadas cuando oyó el momento en el que había devuelto el balón a los niños lanzándoselo a la cara. Yo estaba particularmente orgullosa de ese tiro. Cuando me acerqué, ella me dijo:

- Esta historia es genial, dime que tienes otras.

- Tengo incluso mejores - sonreí - que incluyen a Hades con ropas de sus hermanas... y tengo fotos.

A estas últimas palabras, los ojos de Marie se iluminaron. Mi amigo tuvo que intervenir para evitar que volviese a su casa a buscar las susodichas ilustraciones. Estaba a punto de explicarle las razones que lo llevaron a vestirse como una chica cuando llegó la jefa del Departamento de las Plantas. Ese día iba aún más con el arquetipo de la "Señorita Rottenmeier". Un vestido largo, soso, con botines negros y el moño aún más apretado que la última vez. Quería ir a cualquier Departamento menos al suyo, incluso al del señor Lloyd. Hablando del lobo, justo cuando la señora Reich acababa de bajar las últimas escaleras de detrás de Marie, este apareció por el hueco del ascensor. Ni organizándolo, habrían podido aparecer tan al mismo tiempo. Mi amigo y yo nos fuimos hacía donde estaban ellos, despidiéndonos con caras largas de la recepcionista. A los pocos minutos aparecieron Akari y Ryûichiro. Ella iba preciosa, vestido blanco, medias negras, zapatos de charol claros y lazo en el pelo también claro, que contrastaba muy bien con su larga cabellera oscura ondulada. Su acompañante iba simplemente vestido de una camiseta negra y unos pantalones del mismo color. Me pregunté cómo haría para no tener frío, pero prefería casi no saberlo. Se reunieron con nosotros y el jefe del Departamento de la Noche nos invitó a los cinco a entrar de nuevo en el ascensor.

- Buenos días a todos - dijo con una sonrisa - Para la primera parte de la prueba bajaremos a mis dominios, en los que nos espera la persona que tiene que daros... lo que necesitáis - seguía sin querer decirnos qué era lo que nos iban a dar - Por supuesto, esta prueba es únicamente para vosotros cuatro. Hemos estado discutiendo sobre cuál era la mejor manera de poder ver si eráis aptos o no - el tono me indicaba que las discusiones habían sido más que acaloradas - y esta parece ser la solución más adecuada.

Llegamos al Departamento de la noche. Durante todo el trayecto hacia abajo, me había puesto detrás de Hades y había cerrado los ojos fuertemente para que no me diese un ataque de vértigo. Estaba sola con él pues esa mañana había dejado a Cerbero con mi abuelo porque no sabía qué es lo que íbamos a hacer y prefería que el cachorro se quedase con alguien de confianza. Al llegar a tierra firme casi beso el suelo como el Papa. Nos dirigimos hacia la terraza en la que estaba el despacho del jefe, pero no nos metimos en los cubos. Pasamos a su lado y fuimos hacía la pared. Allí había otros, de mismo tamaño y forma, que no había visto durante mi primera visita. En uno de ellos, nos esperaba el chico que se llamaba Livio. Vestía casi exactamente de la misma forma que la última vez, a excepción de la camiseta: esta vez era de los Rolling Stones. Nos esperaba con una sonrisa en los labios. Parecía que había aceptado el hecho de tener que hacer de tutor. Algo me decía que si mi amigo aprobaba la última prueba, lo iba a pasar francamente mal.

- Ya tenemos al invitado instalado desde hace un rato, jefe - dijo el joven con una sonrisilla que hacía que uno de sus caninos se viese más.

Su  jefe suspiró.

- Que manía tiene este hombre con llegar demasiado pronto. Gracias Livio. Por cierto, ¿ya has escrito el informe sobre el avistamiento de ayer? - por eso estaba contento, le habían dado trabajo.

- Completo y en su despacho, jefe. Al final resultó ser una convención en un lugar cercano. Aunque miré más de cerca igualmente. No pude discernir si había algo peligroso en ese sitio o no. Como termina hoy, luego voy a volver para ver si está todo seguro para evitar cualquier problema. Creo que sería preferible que se vigilase más atentamente ese tipo de reuniones.

- No es nuestra jurisdicción. A menos que abarque un monstruo peligroso o que pase de noche, no podemos inmiscuirnos. Podría resultar en un conflicto con algún departamento demasiado quisquilloso - los ojos del señor Lloyd no pudieron evitar echar un vistazo rápido a la señora Recht.

Después de eso entramos en la sala. Era la típica sala de reuniones de cualquier despacho. Una mesa elíptica en el centro, una fuente de agua en un lado, estanterías con documentos. Lo que destacaba enseguida era algo que no estaba normalmente en una sala de ese tipo. De pie, cerca de una de las ventanas había un hombre todo de blanco. Pero cuando digo que iba completamente blanco es que no había una sola nota de color en todo él. Su camisa, pantalones y zapatos relucían como la nieve, su larga cabellera era casi plateada, y su piel nívea casi refulgía. Cuando se giró hacia nosotros, pudimos ver que era ciego, por lo que sus pupilas tampoco mostraban tono alguno. Me quedé parada ante esa persona, pero el señor Lloyd fue hacía él directamente y le dio la mano con una sonrisa radiante.

- Que placer que hayas aceptado mi invitación. Espero que estés bien.

- Muy bien, gracias - su voz sonaba claro como el tañido una campana - Tu departamento es el único en el que me siento a gusto de todo este edificio. ¿Estas cuatro personas son de las que me tengo que encargar?

No supe cómo había adivinado quiénes éramos, pero de golpe supe quién era él, o al menos qué era. Era un Demonio de la Luz. Se caracterizaban por ser muy pálidos ya que se tenían que poder camuflar en ella. Uno esperaría que al estar todo el rato al sol, estarían más negros que un africano, pero se les solía confundir con nórdicos en realidad. El hombre pasó cerca de nosotros y nos examinó uno a uno atentamente.

- Thomas, este grupo es de lo más interesante. Ellos dos - dijo señalando a Akari y Ryûichiro mientras se dirigía a la gran mesa que ocupaba la mitad de la sala - tienen unos poderes latentes heredados de su familia. Supongo que él es un medio demonio o un cuarto a juzgar por cómo está todo. Ella es inequívocamente la heredera de la familia Sakurako, por lo que el señorito debe serlo de los Yamaho, que llevan pegados a sus señores desde hace siglos - no sabía a qué venía este análisis de vete a saber qué, pero no me gustaba para nada cómo iba la cosa. No entendía qué quería decir con "poderes latentes" y francamente, no me interesaba saberlo. Pude observar como Ryûichiro se ponía cada vez más tenso con lo que iba diciendo - No te preocupes joven, no pienso hacerle ningún daño a tu princesa, todo lo contrario - después se tomó una pausa teatral antes de continuar - En lo referente a los otros dos, en él siento rastros muy lejanos de un Demonio de las Sombras, pero de eso hace ya generaciones. Y en cuanto a ella... - no le dejaron continuar conmigo.

- Perdone, pero querrá decir Demonio de la Oscuridad, ¿verdad? - intervino petulantemente la señora Recht. Él la miró de lado.

- Jamás entenderé porque los humanos, en los últimos siglos, se han emperrado en llamar a mis pobres antónimos, Demonios de la Oscuridad. Han sido siempre Demonios de las Sombras porque no controlan la oscuridad, lo que controlan son las sombras. Ninguno de ellos ha podido nunca llegar a un nivel tan poderoso como la Oscuridad en sí como para merecer ese apelativo, ni siquiera el primer rey.

Al oír esas palabras, perdí de vista el mundo que me rodeaba. Me vi en una sala muy alta, bordeada de columnas, el suelo en tablero de damas azul oscuro y gris más claro. A los lados se extendían una serie de ventanales, ovalados en su extremo, desde los que no se podía ver nada. Supuse que era de noche, pero algo me decía que allí no entraba nunca un rayo de sol. No la pude ver completamente porque mi atención estaba centrada en una sola persona. A mi lado había un hombre sentado en un trono de piedra negra pulida, posiblemente basalto. Tenía el pelo ligeramente largo, barba muy cuidada, así como un traje griego en tonos oscuros. Cuando miré hacía él, estaba extremadamente serio, sereno, solemne casi. Pero se giró hacia mí y una sonrisa tierna iluminó su cara. Se me quitó el aliento. Era Hades el que me estaba mirando.

La visión no duró más que un segundo, pero cuando volví a la realidad estaba que me faltaba la respiración. Todo esto me había parecido como uno de esos recuerdos que te golpean de golpe cuando entiendes algo. Pero aquí no había nada de ese estilo. Creo que mi imaginación estaba yendo por caminos peligrosos en los que prefería no inmiscuirme. Mi amigo me sostuvo preocupado y me llevó hacia la mesa para que me sentara en una silla. Yo no tenía el valor de mirarlo a la cara. A lo lejos oí como el señor Lloyd pedía una coca-cola y algo azucarado para comer. Posiblemente había supuesto que tenía la tensión baja y había sufrido un bajón. Conozco los síntomas porque Ariadna, la hermana pequeña de mi amigo, tenía ese mismo problema. Pero yo no, y no era eso lo que me lo había dejado tan mal, pero no quise decir nada. En un momento dado, miré hacía el hombre de blanco que sonreía como diciendo "interesante, esto está cada vez más interesante". No quería saber lo qué encontraba tan interesante, pero de repente, tenía ganas de retorcerle el pescuezo, sin razón alguna.

Después de un rato y una lata coca-cola les dije:

- Ya estoy bien, muchas gracias.

Todos se habían sentado en la mesa. Hades no se había apartado de mi lado en ningún momento, cosa que me había puesto en una situación difícil. Cuando me sentí mejor pude mirarlo a los ojos. Volvía a ser simplemente mi amigo. Su expresión era de preocupación por mi salud, pero no era aquella persona de la visión. Era simplemente él y me gustaba mucho más así. La mirada que había visto me descentraba, al contrario que la que tenía ahora, que me daba mucha más confianza y me hacía sentir mejor. Me preguntó si estaba segura de sentirme bien, le dije que sí, pero volvió a insistir, y a la tercera vez, con una amenaza de romperle la cabeza como me lo volviese a preguntar, le dijo a los demás que ya podíamos continuar. Con ese momento, me di cuenta de que me gustaba mucho discutir así con él. Teníamos una relación que muy pocas personas podían entender. Todo el mundo se imaginaba que estábamos enamorados. Pero no tenía nada que ver con eso. Él era una persona encantadora, que conocía cada milímetro cuadrado de mi ser, y seguían siendo mi amigo. Podía decir que en ese caso, la cosa era recíproca, porque él me había confiado cosas que jamás habría dicho a cualquier otra persona. Nos conocíamos tan bien, que no nos importaba admitir lo inadmisible al otro. Nos entendíamos sin palabras, podíamos saber si el otro había tenido un mal día o qué, pero jamás se me había pasado por la cabeza tener cualquier cosa romántica con él... Hasta mi llegada al Centro de Departamentos. Desde la primera noche, con ese primer sueño, las cosas se habían ido deteriorando. Me costaba verlo de nuevo simplemente como el larguirucho con mirada amable que conocía desde los ocho años. Ahora tenía que verlo desde otra perspectiva. Había cambiado desde el momento en el que se había subido encima de Cerbero y había atacado a Arthur Hinekan, con una espada salida de ningún lado. El otro día me había dicho que acabar en el Departamento de la Noche no le molestaba en absoluto. Estaba descubriendo otra faceta de mi amigo, que nunca había visto. Y tenía miedo de ella. No era un miedo a que me hiciese daño, era un miedo a lo desconocido. Llevaba tanto tiempo sabiendo cada pensamiento que se le pasaba por la cabeza al buenazo de mi amigo, que el no saber qué pensaba, qué hacía o qué quería hacer, me tenía con los nervios a flor de piel. No estaba segura de querer conocer a ese nuevo Hades y lo peor es que lo había creado yo. Yo había insistido en querer trabajar en este sitio, y él simplemente me había acompañado. Ahora lamentaba mucho el haberlo hecho, porque tenía miedo de perderlo. Esa era la realidad, tenía miedo de que este sitio siniestro se llevase a mi amigo y nunca más me lo devolviese.

Una sacudida me devolvió a la realidad. Los ojos negro azabache de mi amigo me miraban muy preocupados.

- Elysa, ¿qué te pasa? Estás llorando.

- ¿Qué? Yo... no - me pasé la mano por la mejilla y vi que tenía razón. El haber pensado que podía perderlo me había hecho ponerme a llorar sin que me diese cuenta - no es grave, no te preocupes - me miró aún más serio - ya te lo contaré luego, ¿vale? - con eso pareció calmarse y me dio un pañuelo para que le secase las lágrimas.

- Como parece que la señorita VonHelland no ha escuchado una palabra de lo dicho hasta ahora, tendré que volverlo a repetir - el hombre de blanco no parecía enfadado, sino más bien divertido - mi función aquí, por increíble que os parezca, no es la de daros un objeto, sino la de desbloquear una cosa. Concretamente, un poder que tenéis los cuatro. Debéis saber que muchos demonios tienen la capacidad de dar poderes especiales a los humanos, lo habéis tenido que ver en innumerables cuentos. Pues es cierto, pero sólo algunos de nosotros lo podemos hacer. Venía aquí pensando en qué poderes serían los más adecuados para cada uno, el señor Lloyd me había dado una ficha detallada - enseñó una serie de carpetas de varios colores, que nos tenía que describir a cada uno -  pero me habéis sorprendido gratamente teniendo ya en vuestro interior esa capacidad. Lo único que me queda por hacer es desbloquearla y hacer que se libere un poco. El resto lo vais a tener que hacer vosotros.

- ¿Cómo lo podremos hacer? - preguntó Akari.

- Para simplificarlo, es como si los poderes de cada uno estuviesen metidos dentro de una olla a presión. Yo lo que voy a hacer es desbloquearla y enseñaros como abrirla. Tendréis la capacidad de abrirla a voluntad durante un corto espacio de tiempo, calculo que unas 92 horas viendo vuestras aptitudes. Después, lo tendréis más difícil, pero al haberlo hecho una vez, ya conoceréis el camino para ir mejorando vuestras aptitudes y al final podréis abrir la olla tanto como queráis. Pero tenéis que saber también, que hay un límite para todo. Los poderes se agotan y si estáis en pleno combate y os quedáis sin energías podríais morir. Lo mejor es conocer sus límites, ir probando en ambientes seguros. Ahora, si me lo permitís, voy a empezar. ¿Alguna pregunta?

- Si tenemos alguna dificultad con los poderes, ¿a quién podríamos acudir? - Hades parecía preocupado.

- Siempre podéis venir a hablarme a mí. Al menos para este caso. Si la cosa se desmadra, podré intervenir y bloquearos el tiempo de saber qué ha pasado. Pero tenéis que hacerlo rápidamente porque una vez acabada la prueba, tendréis que hablar con alguien que tenga poderes similares a los vuestros. Algún Onmyôji para Sakurako, y Demonios del Aire para el joven guardaespaldas. Para vosotros dos - nos dijo a mi amigo y a mí - será toda una sorpresa. Estoy impaciente.

Después de eso, pareció que nadie tenía más preguntas. Entonces se levantó y se acercó a Akari. Vi como su acompañante se ponía extremadamente tenso.

- Supongo que Yamaho habría preferido que experimentase primero con él por si había alguna cosa - me susurró mi amigo.

Estaba de acuerdo con él. Casi se podían ver las venas del cuello de Ryûichiro, pero no dijo nada ni movió un dedo. Aunque algo me decía que la vida del hombre de blanco correría grave peligro si le pasase algo a la joven. Lo único que hizo fue tocarla con un dedo en frente y ya está. No parecía que hubiese pasado nada. Cuando Akari abrió los ojos estaba tan sorprendida como nosotros.

- ¿Ya está? Pero si no siento nada raro.

El hombre de blanco sonrió.

- ¿Conoces las fórmulas para crear una barrera protectora? - ella hizo que si con la cabeza - Pues inténtalo.

La joven sacó un monedero rojo, en cuyo interior, en lugar de billetes de banco, había papeles con caracteres escritos. Había visto suficiente anime japonés con Ariadna como para reconocer qué era. Los llamaban "fudas", servían para servir de receptáculo en de un hechizo o algo parecido. Akari se levantó, puso los dedos de una forma muy rara, sosteniendo el fuda con el índice y el corazón de la mano derecha, y empezó a recitar una fórmula. Al no tener ni idea de japonés no sabía lo que decía. Pero algo raro pasó al escuchar esas palabras. Me invadió un sentimiento de nostalgia. No sabía de dónde provenía, pero me sentía bien. De repente, el papel se puso recto solo y salió volando hacia una de las ventanas. Una onda de luz se expandió a partir de allí y cubrió toda la sala. Cuando me giré hacía Akari pude ver como abría los ojos. Se le estaban volviendo a poner normal, pero los había tenido completamente blancos, como los del hombre que le había tocado la frente.

- Impresionante. Se ve que eres descendiente directa de los grandes maestros de tu clan - no entendía ni papa de lo que decía - Ahora toda la sala está protegida por un campo de protección que muy pocas cosas podrían romper. Creo que ni yo mismo sería capaz de hacerlo. Está bien, así, si cualquiera de los otros tres se desmadra, nadie cercano saldrá herido.

Por eso lo había hecho. Por eso había escogido a Akari primero. Para que nos protegiese probando sus poderes. La joven se estaba mirando las manos impresionada. Estaba muy feliz de lo que había conseguido. Y no era para menos. En los animes, a la protagonista siempre le cuesta dominar sus poderes y ella lo había conseguido a la primera. El hecho de que conozca tan bien el mundo del manga y del anime tiene explicación. No es que sea una fan muerta, pero cuando era pequeña, me iba a casa de Hades después del colegio. Mi familia no siempre podía irme a recoger y los padres de mi amigo se propusieron para cuidarme por las tardes hasta que uno de los tres, mis padres o mi abuelo, terminaran de trabajar. Era muy práctico que me dejasen estar con ellos porque, yo tenía entretenidos a los dos más pequeños de la casa, y mis padres estaban seguros de dónde estaba. Normalmente nos pasábamos el tiempo jugando. Pero dos días a la semana, mi amigo tenía clases de piano. Durante ese tiempo, su hermana y yo no sabíamos qué hacer, así que nos poníamos a ver la televisión. Empezaron siendo series para chicos, pero cuando crecimos, ella se entusiasmó con las series más románticas y me las hacía ver. No había forma humana de escaparse. Llegué a odiar profundamente las protagonistas de ese tipo de programas. Las encontraba idiotas, descerebradas, inútiles, y sólo servían para llamar al chico protagonista a gritos porque las habían raptado y él tenía que ir a salvarla, y eso era el resumen de cada episodio. Me parecían las criaturas más insulsas del planeta. Pero el lado bueno es que me había permitido conocer la cultura japonesa un poco mejor. Aunque habría preferido otro tipo de series. Cuando mi amigo no tenía clase de música, conseguía que viésemos cosas con más coco. Creo que eso salvó la vida de su hermana, porque a la larga, le habría estampado el poster de la serie de turno en la cabeza.

Cuando comprobó que Akari se encontraba bien, se giró hacia su acompañante. Este no movió de nuevo una ceja. Inmediatamente después de que le tocase la frente, una fuerte ráfaga de viento salió de sus pies, pero se calmó enseguida. Una pequeña sonrisa satisfecha se dibujó en la cara del joven. Por lo visto había podido controlar su poder sin problemas y estaba satisfecho de eso pero no quería mostrarlo, por eso había disimulado lo mejor que había podido.


Con los dos primeros fue bastante rápido, fue cuando nos tocó a nosotros que la cosa se complicó, y mucho.

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