Este se pensaba que
yo era tonta. Se creía que no sabía que iba a preguntarle al señor Lloyd a ver
si no le dejaba entrar en la parte más oscura de la biblioteca central. Como si
no lo conociese, vamos.
Cuando le dije que
quería ir a hablar un rato más con Roble tendría que haber sospechado. Mira que
he ido ya de veces a hablar con el Errante. Desde hacía un mes y medio, había
estado entrenando para saber cómo hacer para hablar la Lengua Antigua, que los
seres sobrenaturales hablaban. Yo la hablaba naturalmente, aún no se explicaba
nadie cómo. Pero para él, lo importante es que yo hablase dicha lengua y que
aprendiese a saber cuándo lo hacía. Al principio quise que Hades viniese con
nosotros, pero Roble no quiso oír hablar del tema. Mi amigo tenía un camino muy
diferente a hacer frente y él no podía enseñarle nada que le fuese útil. De alguna forma
estaba seguro de que no podíamos aprender de la misma forma. Tuve que darme por
vencida. Las clases de lengua se basaban en el hecho que el árbol dominaba el
lenguaje de los hombres y jugaba conmigo. Él hablaba e iba de una a otra y yo
recibía un golpecito con una rama cuando no notaba que había cambiado. Al
principio volvía con un montón de golpes, ahora, apenas me llevaba un par o
tres.
Esa mañana, me
despedí de mi amigo en la puerta del trabajo y me dirigí hacía el Parque
Central mientras él se iba hacia adentro. Supongo que le diría a Marie alguna
mentira y se dirigiría hacía los pisos subterráneos, donde estaba el
Departamento de la Noche. Esperé unos minutos afuera, helándome, y volví a
entrar. Me dirigí hacía la recepcionista que, obviamente, ya sabía lo que
pretendíamos, tanto uno como el otro. No sabía cómo se lo montaba esa mujer,
pero tenía un instinto infalible para saber lo que íbamos a hacer. Ella sí que
era una adivina, no el palo con patas que habíamos conocido un mes anterior. Me
dirigí hacía las escaleras y bajé al nivel inferior. Lo que vi allí me dejó a
cuadros.
Me encontré con una
caverna de dimensiones titanescas. Se descendía o por las escaleras o por el
ascensor. Dejando la recepción atrás, ambos cambiaban de apariencia. Las
escaleras se transformaban en unas de caracol, rodeadas de un cristal que
evitaba cualquier accidente. Después, pude ver lo que le había pasado al
ascensor y agradecí enormemente el haber ido por dónde había ido. Cuando la
escalera se ondulaba, el ascensor perdía sus paredes de metal y solo quedaban
unos cristales que daban una vista de infarto del lugar. Con el miedo a las
alturas que tenía, no habría conseguido llegar abajo sana. Por suerte para mi,
cogí el método más seguro, aunque el más cansado. La bajada suponía unos
treinta pisos, pero las vistas eran increíbles. Cerca del lugar al que se
llegaba, había toda una extensión de mesas de despacho. Supuse que allí se cocía
la mayor parte de la actividad administrativa del lugar. Desde la altura, se
podía observar a la gente moviéndose en todas direcciones como hormigas
trabajadoras. Detrás de los despachos se encontraba una de las paredes de la
cueva. A media altura, a unos quince pisos, había una terraza en la que se
podía observar un cubo mediano adyacente a uno más grande. El primero tenía una
puerta de madera para poder acceder a él. Tenía curiosidad para saber qué era
aquello, pero algo me decía que era el despacho del hombre en silla de ruedas.
El cubo más grande tenía una excelente visibilidad para todo el plano en el que
se encontraban los sitios de trabajo, por lo que quien estuviese allí podía
tener controlado todo el lugar. La única pregunta era saber cómo veía, pero ese
edificio escondía tantos secretos que la visibilidad desde un cubo de cemento
podía ser uno de ellos. A la terraza se accedía por un camino que zigzagueaba
por la pendiente para hacerla más fácil de subir. No se veían escaleras por
ningún lado. Cuando tu jefe va en silla de ruedas, evitas de la mejor manera
posible tener que acceder a un lugar sólo por ellas. Otra de las grandes
paredes que se podía observar de la cueva era una muy particular. Estaba
completamente agujereada como un queso gruyere. Había agujeros muy pequeños, y
otros en los que habría cabido un diplodocus. Los de abajo eran los más
grandes. Se accedían a los de arriba por una serie de caminos que escalaban la
pared. Al no ver una sola escalera, presupuse que la pared no era totalmente
recta, y que tenía que tener una pendiente, como la ladera de una montaña.
Mientras estaba
observando esos agujeros como hipnotizada, sentí un golpecito detrás de una
rodilla que de que poco me hace caer por las escaleras del susto. Me giré, con
el corazón bombeando a toda pastilla, y me encontré con una bola de rizos
negros, que me miraba muy contenta, moviendo la cola. Cerbero me seguía por
todas partes, y se había preocupado por mí cuando me había visto mirando
durante tanto rato el Departamento. Hacía mes y medio que tenía al bicho en mi
casa, pero ya formaba parte de mi vida como si llevase allí años. Disfrutaba
llevándolo de paseo mañana y tarde. Se portaba muy bien. No hacía falta que lo
llevase con una correa. Una orden, y se quedaba a mi lado. Nunca había visto un
cachorro tan quieto. Aunque también tenía que admitir que cuando se ponía a
jugar con la cuerda llena de nudos que le había regalado Hades, lo habría
querido enviar a la porra, a los dos. El perro por pesado y a mi amigo por el
regalito. Por lo demás, estaba encantada de tenerlo a mi lado. No sabía en qué
Departamento iba a aterrizar, pero más les valía no hacerse los difíciles con
mi perro, o podría montar un pollo de narices. Acaricié al animal en la cabeza
diciéndole que no se preocupase. Continuando, se me pasó por la cabeza cuál
debía ser el sistema de seguridad en un sitio tan cerrado y tan profundo. En
caso de incendio no podrían salir corriendo por dónde yo había llegado. No me
pareció ver ninguna señal, por lo que los empleados debían de saberlo
instintivamente.
Al llegar abajo, le
dije a Cerbero que se quedase cerca de mí, no quería que se alejase demasiado
en un sitio como este, podía perderse o hacerse daño. Seguí a mi amigo con los
ojos. Era práctico: casi dos metros de alto, destacaba allá donde fuese, era
muy difícil de perderlo de vista. Pero yo tenía que camuflarme entre la
multitud para evitar tener problemas por estar rondando en un Departamento tan
peligrosos como ese. La mejor manera de que no te pillasen era ir como si lo
más normal del mundo fuese que caminases por allí. El truco estaba en saludar
cordialmente a la gente que te mirase, con una simple sonrisa, que olvidarían
en cuanto dejasen de verte. Durante un rato pensé que el truco me había
funcionado. Pero no contaba con un activo de la zona que daría mucho de qué
hablar más tarde.
La primera vez que
lo vi fue al girar una esquina. Pelo medio largo, camiseta negra de AC/DC,
chaqueta de cuero remangada, guantes con los dedos cortados del mismo material,
pantalón negro. Guapo, de facciones finas y nariz algo afilada, delgado pero
musculado. Lo volví a ver detrás de unos archivadores hablando con una persona.
Después en una fila paralela a la mía y cruzándose a pocos metros de mí. Así
fue hasta que me choqué con él y me tuve que fundir en disculpas. Él arboló una
de esas sonrisas que más tarde conocería demasiado bien y puso la mano entre su
cabellera para retirar el pelo de su cara. Pude ver entonces que sus orejas
eran algo puntiagudas. Puede que fuese esa la razón por la que tenía ese
peinado.
- No se preocupe, no
ha sido nada - sus ojos mostraban una punta de diversión, como si el choque le
hubiese hecho gracia. Entonces se acercó y me susurró - espero volverme a
chocar de nuevo contigo - luego se puso de nuevo recto - por cierto, bonito
perro - me guiñó un ojo y se fue.
Durante más de un
minuto me quedé paralizada en el mismo sitio. ¿A qué venían tantas confianzas?
¿Quién era ese tío? Me tuve que volver a centrar porque no podía quedarme allí
parada, podía atraer la atención. Durante ese tiempo, había perdido de vista a
mi amigo. Lo estuve buscando durante un buen rato. ¿Cómo había podido perderlo
de vista? Entonces se me ocurrió que igual tenía un detector más eficaz que mis
ojos a mano. Me agaché hasta donde estaba el cachorrillo con rizos negros que
me acompañaba a todas partes y le dije:
- Busca a Hades.
Pareció entenderme a
la primera. Se puso a correr en una dirección. Yo le seguí cómo pude. Estuvimos
zigzagueando por los despachos un poco, debía de ser el camino que había cogido
mi amigo, hasta que enfilamos hacía la terraza en la que estaba el jefe del
Departamento. Cogí una carpeta al azar, abandonada sobre una mesa, y me la puse
bajo el brazo, al menos que pareciese que si iba al despacho del jefe fuese por
alguna razón. Cuando llegué al a cima, de que poco me di de bruces con mi
amigo. Pero me frené justo a tiempo, cogí al perro por el pecho, ya que no
llevaba collar, y me escondí detrás de una roca. Pude ver como Hades discutía
con una joven de pelo rubio y mirada resuelta. Le decía que no podía pasar sin
una cita, que el jefe estaba muy ocupado y que no iba a recibirlo así por las
buenas. Estuvieron discutiendo un rato largo, argumentando y contra
argumentando, pero ninguno de los dos parecía querer amilanarse. Cuando la
conversación parecía que iba a quedarse en un punto muerto oí una voz detrás de
mí.
- Lara no es el tipo
de persona que deja pasar al primero que llega y quiere hablar con el jefe. El
pobre chico lo tiene claro - mi giré espantada porque había reconocido la voz
como perteneciente al chico de orejas puntiagudas con el que me había topado -
¿Y tú? ¿Para qué quieres ver al jefe? - le mostré la carpeta que tenía en mano.
Menos mal que la había cogido. Él la inspeccionó y se quedó muy sorprendido -
No sabía que el jefe tuviese que volver a mirar un informe sobre una misión que
data de hace tres años y que lleva ya su firma... y la mía.
Me habían pillado
magistralmente. De entre todos los informes que había encima de los despachos,
¿qué posibilidades había para que cogiese justo uno que había firmado él? Me
indicó con la cabeza que avanzase hacía el despacho y fui como borrego al
matadero. Cerbero se quedó quieto a mi lado, intentó hacer un gruñido, pero le
acaricié la cabeza diciéndole que no pasaba nada. Cuando llegamos al despacho
de la secretaria, mi amigo se quedó a cuadros al verme.
- ¿Qué te pensabas?
¿Que me iba a creer que de verdad ibas a dejar la idea de mirar en la
biblioteca? - tuvo que admitir que ni él tenía esperanzas, demasiado tozuda.
El joven de la
camiseta de AC/DC le dijo a la secretaría que nos dejase pasar, que novatos en
esta zona no estaban permitidos y a ver qué decidía el jefe.
Nos hicieron esperar
unos cinco minutos y después pudimos entrar. El despacho era uno cualquiera.
Archivadores por doquier, mesa de metal de Ikea, dos sillas delante de esta, un
sofá enterrado bajo toneladas de papeleo. Pero lo que me dejó de piedra fueron
los ventanales desde los que se podían ver todo el Departamento. No se veían
desde fuera, pero desde el despacho las vistas eran magníficas. No quise saber
de qué estaban hechos, era de letras, no de ciencias, y eso auguraba mucha
ciencia.
- Jefe he pillado a
esta joven colándose en las instalaciones y este quería verle.
Hades intentó
hablar, pero el señor Lloyd se lo impidió.
- Tendríais que
saber ya que siendo sólo unos estudiantes, sin Departamento asignado, ni examen
aprobado, este lugar os está prohibido. Este es el más peligroso de los sitios,
y ¿os infiltráis así como así? ¿Sabéis al menos, qué son esos agujeros de la
pared? - señaló el queso gruyere negro que teníamos a la izquierda.
- Son accesos a los
diferentes infiernos de los que provienen casi todas las especies de demonios -
tengo que admitir que nos quedamos todos a cuadros con la respuesta de mi amigo - Siendo este el Departamento de la
Noche, el que se ocupa de los bichos más peligrosos, lo más lógico habría sido
tener acceso a esos lugares mediante un sistema que evitase que los
trabajadores de otros departamentos estuviesen en peligro y que, si llegase a
haber un incidente, el sitio se pudiese cerrar inmediatamente. Por eso, sólo
hay dos maneras de salir: las escaleras y los ascensores. Aunque sospecho que
más de uno de esos agujeros son vías de escape a lugares seguros que sólo un
determinado grupo de gente, cómo el personal que labora aquí, puede acceder por
si llega a haber un acontecimiento como un incendio.
- Joe con el chaval
– creo la frase del joven con chaqueta de cuero que resumía bastante bien lo
que estábamos pasando todos.
El Jefe sonrió.
- No creas Livio,
aquí donde lo ves, John tiene dos años más que tú - el hombre se movió de
detrás de su despacho llevando una carpeta azul en la mano - Acabo de recibir
una llamada bastante preocupante. Era una solicitud para este joven que me pone
en un serio aprieto. Aún no ha pasado la última prueba, que ya hay alguien que
quiere que haga una formación especial con él. Obviamente le he dicho que no
puedo atender a su requerimiento antes de que pases el examen y tenga sus seis
meses de entreno reglamentario - mi amigo parecía atónito - aunque igual
podríamos hacer un arreglo. Ya he tenido dos solicitudes para hacer un adelante
de la última prueba. No sé si conocéis a Akari Sakurako y a Ryûichiro Yamaho -
movimos la cabeza afirmativamente, eran los dos japoneses del primer día. Con
ella había hecho buena amistad en las clases, las dos nos aburríamos de manera
supina en ellas - Consideran que no van a aprender mucho más en este curso, y
sospecho que vosotros dos tampoco. Parece que sabéis de qué va la cosa de
manera intuitiva, por lo que voy a discutir con la señora Recht y preparar el
examen lo más pronto posible para los cuatro. Así la formación podrá empezar
enseguida.
- Solo una pregunta
- intervine - ¿Cómo es que alguien le ha pedido a usted para que deje ir a
Hades a una formación, cuando por lo visto eso se hace en el momento en el que
alguien ya tiene su Departamento asignado?
Una sonrisa
peligrosa se dibujó en los labios del hombre.
- Porque soy el
profesor titular de este curso y porque el Departamento al que va a ir su amigo
no puede ser otro que el mío. Tiene las destrezas combativas necesarias, un
aura de autoridad que hace que la gente le obedezca al instante, unas
habilidades organizativas impresionantes, sabe más de lo que parece, y es a él
y a ningún otro de los idiotas que hace el curso este trimestre que este sitio
necesita. Habéis podido entrar aquí como quien entra en un molino, sin que
hubiese más resistencia en vuestra contra que Livio y mi secretaria.... -
durante un momento se le vio muy cansado - este despacho no era originariamente
para mí. Tendría que haberme retirado hace años cuando me quedé en la silla de ruedas
– suspiró - Pero eso ya no importa. Siempre he podido ver el potencial de cada
uno y veo claramente que John podría ser el que este sitio necesita - desde su
silla, el hombre parecía imponer más que mi amigo desde su metro noventa de
alto - por cierto, Livio, te va a tocar enseñarle tú a él.
- ¡¿Perdón?! - la
última frase nos había pillado a todos por sorpresa, y a él, el primero - ¿Y a
santo de qué me tengo que ocupar yo de este? Tengo otras cosas que hacer.
- Primeramente
porque lo ordeno yo, y segundamente porque es un gran espadachín en potencia.
Vamos - sonrió malévolamente - si hasta te vas a divertir - Livio se fue del
despacho cerrando la puerta con un gran golpe - Pobre, esperaba tener una misión
importante ahora. Se cree que será hacer de niñera. No sabe lo que le espera -
Claro, porque él sí, ¿no? - Señor Hellson, más le vale aprobar el examen, tengo
grandes proyectos en mente que le conciernen. En cuanto a usted, señorita
VonHelland, no sé cuál es el sitio que le va a corresponder, aunque parece
entenderse muy bien con el Errante del Roble, siempre puede serle útil, no
pierda esa amistad, raros son los que la tienen – se giró volviendo a su
despacho, no sin antes haber guardado la carpeta azul en un archivador - Ya les
comunicaremos cuando y donde será el examen. Las formalidades del mismo serán
expuestas cuando llegue el momento. No creo que haga falta que reviséis, así
que, a descansar.
Sin ser violento,
pero sin darnos tiempo a responder, fuimos echados del despacho. Volvimos en
silencio hacía la salida. No sabíamos que decir. Mi amigo parecía estar
decepcionado. Me había dicho que no quería ir a este Departamento y parecía ser
en el que acabaría definitivamente. Había visto lo que se hacía en él y no me
extrañaba que se encontrase así. Horarios de diez horas de trabajo non-stop, de
noche, persiguiendo y capturando lo más peligroso, sádico, enfermizo, cruel y
malvado que había. Creo que lamentaba amargamente haber dejado su tranquila
vida en la compañía de exportación-importación.
- Oye Hades - me
sentía fatal por él - si lo quieres dejar no hace falta que sigas con esto. Te
ha tocado el peor Departamento de todos.
- ¿Qué? - no había
parecido escucharme - ¡No! Este sitio es perfecto - abrí los ojos como platos -
Parece que hay la suficiente acción como para que no me aburra, y los monstruos
son un auténtico desafío. El único problema son los horarios, espero poder
cambiar al turno de día, al menos durante mi entrenamiento de principiante.
Me había quedado sin
palabras. Me esperaba encontrar a un amigo muerto de miedo y lo que tenía en su
lugar era un personaje de video juego. ¿Desde cuándo le gustaban a él la acción
y los monstruos? ¿Dónde estaba mi amigo y qué habían hecho con él?... Aunque
tenía que admitir que hacía mucho tiempo que no le veía con esa expresión de
entusiasmo en la cara. Parecía esperar con ilusión la llegada del día en el que
podría trabajar allí. ¿Qué le había pasado a aquel chico que quería volver a la
realidad segura en la que no habían bichos asesinos?
- Te preguntarás
como es que me muestro tan entusiasta, ¿no? - este hombre tenía el puñetero don
de leer en mi mente - Durante el último mes, he estado pensando detenidamente
en cómo he vivido mi vida hasta ahora. Siempre he estado tranquilo, analizando
las cosas siete veces antes de tomar una decisión, pacifista más que agresivo,
pero... después de lo ocurrido en el tiroteo, me asusté. Me di cuenta de que
sabía afrontar ese tipo de situaciones sin temor. Yo siempre he creído que el
día que llegase, me iba a esconder e iba a esperar a que pasase el peligro, si
un día me tenía que afrontar a él. Al principio pensé que me había movido
porque tu abuelo me había hecho ver que estabas en peligro - ah, ¿qué no era el
caso? - pero luego vi que sí, él me había dado el empujón, pero yo había sabido
qué hacer en todo momento y no había dejado que el pánico se adueñase de mí.
Aunque una de las primeras cosas que quise hacer fue salir corriendo de ese
sitio. Pero... ¿cómo decirlo?... Simplemente le eché huevos a la cosa y me puse
a disparar. Tampoco iba a dejar que tu abuelo me llamase cobarde el resto de
mis días, que tengo mi orgullo, mujer.
Quería decirle que a
más de uno que conocía le habría importado un pimiento el orgullo y habría
salido por patas de ese infierno de balas. Pero me callé. Cuando le miré a la
cara, le vi otra faceta que nunca había visto antes. Era como si, de repente,
estuviese haciendo aquello que siempre había querido hacer. Durante los últimos
años lo había visto cada vez más deprimido, más aburrido con lo que hacía, y
eso que iba subiendo de puestos como la espuma. Pero no parecía satisfecho con
eso.
- Bueno, si te
satisface el resultado, por mí bien. Pero... - habíamos llegado al ascensor -
no sé tú, pero yo no pienso subir en esa ratonera de cristal.
Me dirigí hacía las
escaleras, no obstante, antes de que pudiese hacer tres pasos, mi amigo me
cogió por el brazo, me metió dentro del aparato y me puso algo negro delante de
los ojos. Pude reconocer enseguida el sombrero que había escogido durante la
primera prueba. Parecía haberlo adoptado como parte implícita de su vestimenta.
Tenía que admitir que el puñetero tenía percha para llevar ese tipo de
accesorios. Lo hubiesen llevado mi padre o mi abuelo, y habrían parecido dos
payasos de circo. Pero aquí dónde lo veías, mi amigo parecía haber nacido para
llevarlo. Lo podía lucir sin parecer un gánster de los años treinta. Le quedaba
muy elegante, sin echarle años encima.
- Si no ves por
dónde vamos, no puedes tener miedo. Aunque es una lástima, las vistas son
preciosas, y la sensación de ver cómo todo se empequeñece es magnífica.
No pude contestarle
porque tenía el sombrero agarrado con todas las fuerzas de mi mano derecha, y
la izquierda estaba soldada a su brazo, para sentir que estaba allí y que no
tenía por qué tener miedo. Fueron los quince segundos más largos de mi vida.
Cuando me quitó el sombrero primero fui cegada por el sol del inicio del
invierno y luego, pude verle la sonrisa radiante. Estábamos de nuevo en la
recepción, en suelo firme. Nos despedimos de Marie, y nos volvimos a casa.
******************************************************************
Pasó una semana
antes de que tuviésemos noticias del Centro de Departamentos. Sabíamos que no
teníamos que entregar los trabajos, pero nada más. Las noticias vinieron con
una llamada de mi abuelo. Nos pedía que fuésemos los dos a su casa el siguiente
fin de semana. Al llegar ese día, nos dio a ambos unos sobres. En ellos había
una carta extremadamente formal que decía:
Distinguido Estudiante:
Nos complace informarle que ha acabado
satisfactoriamente el curso de "Introducción al Centro de
Departamentos". Ahora sólo le queda superar la última prueba. Consiste en
un combate. Usted y la persona que ha recibido la carta gemela a la
suya, deberán afrontar un peligro desconocido. La prueba se desarrollará en dos
partes: una primera en la que recibirán algo con lo que realizar el
examen, y una segunda que será el combate. Este último tendrá lugar
veinticuatro horas después de la entrega, para poderos dar el tiempo de
acostumbrarse a lo dado.
Le esperamos el próximo día 7 de
Noviembre, a las 9:00 de la mañana, en la recepción de las
instalaciones. Para la entrega no es preciso que lleven nada, pero para el
combate, es necesaria ropa cómoda, o por lo menos ropa con la que se sienta
móvil en un combate.
Crea en mis más sinceros saludos.
Thomas Lloyd,
Jefe Supremo del Departamento de la
Noche.
Hades y yo nos
miramos sorprendidos. Presupuse que la "carta gemela" a la que hacía
referencia la mía era la de mi amigo. Quisimos interrogarle sobre lo que era la
prueba, pero ni él mismo sabía nada. Los únicos que podían darnos alguna
información eran los profesores que nos habían dado las instrucciones, y
ninguno de los dos iba a hacerlo. AL no poder hacer nada más al respecto, ni
poder presuponer nada de especial o concreto, nos quedamos la tarde en casa de
mi abuelo. Nos encontrábamos particularmente a gusto allí. Nos dedicamos a
preguntarle un montón de cosas sobre cómo había hecho para llegar allí y cómo
es que nadie mi familia sabía nada. El caso era que sí que había alguien que
sabía algo, pero era tan reservado que nunca nos habría dicho nada a nadie. Mi
abuelo había empezado a trabajar cuando se había vuelto padre soltero, menor de
veinte años, y teniendo que llevar una casa él sólo. Por suerte, el señor Ysoer
había conocido a mi abuela, algo mayor que él, y le había ayudado para conseguir
el puesto de vigía. Poco a poco había subido en grado hasta llegar en donde
estaba. Hades y yo habíamos sido entrenados al manejo de las armas de fuego
desde pequeños no porque mi abuelo fuese un forofo de gatillo fácil, que no lo
era, sino porque sabía qué peligros podía haber por el mundo y prefería que
estuviésemos, los dos, protegidos de alguna manera. También nos admitió que
siempre había pensado que mi amigo sería el más débil de los dos, el que
difícilmente podría hacer frente a una situación de peligro, porque tenía un
carácter demasiado amable y que por eso había querido enseñarle a defenderse de
alguna manera. Se había visto gratamente sorprendido por cómo lo había manejado
todo y ahora pensaba que se había equivocado todos estos años al escondernos su
lugar de trabajo.
- Pero tenéis que
comprenderme - nos dijo - es un lugar extremadamente peligroso. Ya pude
proteger a tu madre, Elysa, quería también protegerte a ti. Aunque - miró al
perro de tres cabezas que dormía a nuestros pies, barriga al aire - parece que
lo sobrenatural se os ha pegado.
En ese momento,
Cerbero gruñó en sueños y se estiró más aún en una pose completamente ridícula.
A todos nos dio el ataque de risa.
Después de comer,
nos volvimos a nuestras respectivas casas.
******************************************************************
El día señalado,
Hades me dio cita delante del Centro de Departamentos a las nueve menos cuarto.
Quería evitar que llegásemos tarde de cualquier forma posible. Cuando llegué,
él ya estaba allí hablando con Marie. Definitivamente, esa mujer tenía el don
de entablar conversación con todo el mundo. Me acerqué a ellos y escuché como
mi amigo le explicaba la primera vez que nos habíamos conocido. La
recepcionista explotó en carcajadas cuando oyó el momento en el que había
devuelto el balón a los niños lanzándoselo a la cara. Yo estaba particularmente
orgullosa de ese tiro. Cuando me acerqué, ella me dijo:
- Esta historia es
genial, dime que tienes otras.
- Tengo incluso
mejores - sonreí - que incluyen a Hades con ropas de sus hermanas... y tengo
fotos.
A estas últimas
palabras, los ojos de Marie se iluminaron. Mi amigo tuvo que intervenir para
evitar que volviese a su casa a buscar las susodichas ilustraciones. Estaba a
punto de explicarle las razones que lo llevaron a vestirse como una chica
cuando llegó la jefa del Departamento de las Plantas. Ese día iba aún más con
el arquetipo de la "Señorita Rottenmeier". Un vestido largo, soso,
con botines negros y el moño aún más apretado que la última vez. Quería ir a
cualquier Departamento menos al suyo, incluso al del señor Lloyd. Hablando del
lobo, justo cuando la señora Reich acababa de bajar las últimas escaleras de
detrás de Marie, este apareció por el hueco del ascensor. Ni organizándolo,
habrían podido aparecer tan al mismo tiempo. Mi amigo y yo nos fuimos hacía
donde estaban ellos, despidiéndonos con caras largas de la recepcionista. A los
pocos minutos aparecieron Akari y Ryûichiro. Ella iba preciosa, vestido blanco,
medias negras, zapatos de charol claros y lazo en el pelo también claro, que
contrastaba muy bien con su larga cabellera oscura ondulada. Su acompañante iba
simplemente vestido de una camiseta negra y unos pantalones del mismo color. Me
pregunté cómo haría para no tener frío, pero prefería casi no saberlo. Se
reunieron con nosotros y el jefe del Departamento de la Noche nos invitó a los
cinco a entrar de nuevo en el ascensor.
- Buenos días a
todos - dijo con una sonrisa - Para la primera parte de la prueba bajaremos a
mis dominios, en los que nos espera la persona que tiene que daros... lo que
necesitáis - seguía sin querer decirnos qué era lo que nos iban a dar - Por
supuesto, esta prueba es únicamente para vosotros cuatro. Hemos estado
discutiendo sobre cuál era la mejor manera de poder ver si eráis aptos o no -
el tono me indicaba que las discusiones habían sido más que acaloradas - y esta
parece ser la solución más adecuada.
Llegamos al
Departamento de la noche. Durante todo el trayecto hacia abajo, me había puesto
detrás de Hades y había cerrado los ojos fuertemente para que no me diese un
ataque de vértigo. Estaba sola con él pues esa mañana había dejado a Cerbero
con mi abuelo porque no sabía qué es lo que íbamos a hacer y prefería que el
cachorro se quedase con alguien de confianza. Al llegar a tierra firme casi
beso el suelo como el Papa. Nos dirigimos hacia la terraza en la que estaba el
despacho del jefe, pero no nos metimos en los cubos. Pasamos a su lado y fuimos
hacía la pared. Allí había otros, de mismo tamaño y forma, que no había visto
durante mi primera visita. En uno de ellos, nos esperaba el chico que se
llamaba Livio. Vestía casi exactamente de la misma forma que la última vez, a
excepción de la camiseta: esta vez era de los Rolling Stones. Nos esperaba con
una sonrisa en los labios. Parecía que había aceptado el hecho de tener que
hacer de tutor. Algo me decía que si mi amigo aprobaba la última prueba, lo iba
a pasar francamente mal.
- Ya tenemos al
invitado instalado desde hace un rato, jefe - dijo el joven con una sonrisilla
que hacía que uno de sus caninos se viese más.
Su jefe suspiró.
- Que manía tiene
este hombre con llegar demasiado pronto. Gracias Livio. Por cierto, ¿ya has
escrito el informe sobre el avistamiento de ayer? - por eso estaba contento, le
habían dado trabajo.
- Completo y en su
despacho, jefe. Al final resultó ser una convención en un lugar cercano. Aunque
miré más de cerca igualmente. No pude discernir si había algo peligroso en ese
sitio o no. Como termina hoy, luego voy a volver para ver si está todo seguro
para evitar cualquier problema. Creo que sería preferible que se vigilase más
atentamente ese tipo de reuniones.
- No es nuestra
jurisdicción. A menos que abarque un monstruo peligroso o que pase de noche, no
podemos inmiscuirnos. Podría resultar en un conflicto con algún departamento
demasiado quisquilloso - los ojos del señor Lloyd no pudieron evitar echar un
vistazo rápido a la señora Recht.
Después de eso
entramos en la sala. Era la típica sala de reuniones de cualquier despacho. Una
mesa elíptica en el centro, una fuente de agua en un lado, estanterías con
documentos. Lo que destacaba enseguida era algo que no estaba normalmente en
una sala de ese tipo. De pie, cerca de una de las ventanas había un hombre todo
de blanco. Pero cuando digo que iba completamente blanco es que no había una
sola nota de color en todo él. Su camisa, pantalones y zapatos relucían como la
nieve, su larga cabellera era casi plateada, y su piel nívea casi refulgía.
Cuando se giró hacia nosotros, pudimos ver que era ciego, por lo que sus
pupilas tampoco mostraban tono alguno. Me quedé parada ante esa persona, pero
el señor Lloyd fue hacía él directamente y le dio la mano con una sonrisa radiante.
- Que placer que
hayas aceptado mi invitación. Espero que estés bien.
- Muy bien, gracias
- su voz sonaba claro como el tañido una campana - Tu departamento es el único
en el que me siento a gusto de todo este edificio. ¿Estas cuatro personas son de
las que me tengo que encargar?
No supe cómo había
adivinado quiénes éramos, pero de golpe supe quién era él, o al menos qué era.
Era un Demonio de la Luz. Se caracterizaban por ser muy pálidos ya que se
tenían que poder camuflar en ella. Uno esperaría que al estar todo el rato al
sol, estarían más negros que un africano, pero se les solía confundir con nórdicos
en realidad. El hombre pasó cerca de nosotros y nos examinó uno a uno
atentamente.
- Thomas, este grupo
es de lo más interesante. Ellos dos - dijo señalando a Akari y Ryûichiro
mientras se dirigía a la gran mesa que ocupaba la mitad de la sala - tienen
unos poderes latentes heredados de su familia. Supongo que él es un medio
demonio o un cuarto a juzgar por cómo está todo. Ella es inequívocamente la
heredera de la familia Sakurako, por lo que el señorito debe serlo de los
Yamaho, que llevan pegados a sus señores desde hace siglos - no sabía a qué
venía este análisis de vete a saber qué, pero no me gustaba para nada cómo iba
la cosa. No entendía qué quería decir con "poderes latentes" y
francamente, no me interesaba saberlo. Pude observar como Ryûichiro se ponía
cada vez más tenso con lo que iba diciendo - No te preocupes joven, no pienso
hacerle ningún daño a tu princesa, todo lo contrario - después se tomó una
pausa teatral antes de continuar - En lo referente a los otros dos, en él
siento rastros muy lejanos de un Demonio de las Sombras, pero de eso hace ya generaciones.
Y en cuanto a ella... - no le dejaron continuar conmigo.
- Perdone, pero querrá
decir Demonio de la Oscuridad, ¿verdad? - intervino petulantemente la señora
Recht. Él la miró de lado.
- Jamás entenderé
porque los humanos, en los últimos siglos, se han emperrado en llamar a mis
pobres antónimos, Demonios de la Oscuridad. Han sido siempre Demonios de las
Sombras porque no controlan la oscuridad, lo que controlan son las sombras.
Ninguno de ellos ha podido nunca llegar a un nivel tan poderoso como la
Oscuridad en sí como para merecer ese apelativo, ni siquiera el primer rey.
Al oír esas
palabras, perdí de vista el mundo que me rodeaba. Me vi en una sala muy alta,
bordeada de columnas, el suelo en tablero de damas azul oscuro y gris más
claro. A los lados se extendían una serie de ventanales, ovalados en su
extremo, desde los que no se podía ver nada. Supuse que era de noche, pero algo
me decía que allí no entraba nunca un rayo de sol. No la pude ver completamente
porque mi atención estaba centrada en una sola persona. A mi lado había un
hombre sentado en un trono de piedra negra pulida, posiblemente basalto. Tenía
el pelo ligeramente largo, barba muy cuidada, así como un traje griego en tonos
oscuros. Cuando miré hacía él, estaba extremadamente serio, sereno, solemne
casi. Pero se giró hacia mí y una sonrisa tierna iluminó su cara. Se me quitó
el aliento. Era Hades el que me estaba mirando.
La visión no duró
más que un segundo, pero cuando volví a la realidad estaba que me faltaba la
respiración. Todo esto me había parecido como uno de esos recuerdos que te
golpean de golpe cuando entiendes algo. Pero aquí no había nada de ese estilo.
Creo que mi imaginación estaba yendo por caminos peligrosos en los que prefería
no inmiscuirme. Mi amigo me sostuvo preocupado y me llevó hacia la mesa para
que me sentara en una silla. Yo no tenía el valor de mirarlo a la cara. A lo
lejos oí como el señor Lloyd pedía una coca-cola y algo azucarado para comer.
Posiblemente había supuesto que tenía la tensión baja y había sufrido un bajón.
Conozco los síntomas porque Ariadna, la hermana pequeña de mi amigo, tenía ese
mismo problema. Pero yo no, y no era eso lo que me lo había dejado tan mal,
pero no quise decir nada. En un momento dado, miré hacía el hombre de blanco
que sonreía como diciendo "interesante, esto está cada vez más
interesante". No quería saber lo qué encontraba tan interesante, pero de
repente, tenía ganas de retorcerle el pescuezo, sin razón alguna.
Después de un rato y
una lata coca-cola les dije:
- Ya estoy bien,
muchas gracias.
Todos se habían
sentado en la mesa. Hades no se había apartado de mi lado en ningún momento,
cosa que me había puesto en una situación difícil. Cuando me sentí mejor pude
mirarlo a los ojos. Volvía a ser simplemente mi amigo. Su expresión era de
preocupación por mi salud, pero no era aquella persona de la visión. Era
simplemente él y me gustaba mucho más así. La mirada que había visto me
descentraba, al contrario que la que tenía ahora, que me daba mucha más
confianza y me hacía sentir mejor. Me preguntó si estaba segura de sentirme
bien, le dije que sí, pero volvió a insistir, y a la tercera vez, con una
amenaza de romperle la cabeza como me lo volviese a preguntar, le dijo a los
demás que ya podíamos continuar. Con ese momento, me di cuenta de que me
gustaba mucho discutir así con él. Teníamos una relación que muy pocas personas
podían entender. Todo el mundo se imaginaba que estábamos enamorados. Pero no
tenía nada que ver con eso. Él era una persona encantadora, que conocía cada
milímetro cuadrado de mi ser, y seguían siendo mi amigo. Podía decir que en ese
caso, la cosa era recíproca, porque él me había confiado cosas que jamás habría
dicho a cualquier otra persona. Nos conocíamos tan bien, que no nos importaba
admitir lo inadmisible al otro. Nos entendíamos sin palabras, podíamos saber si
el otro había tenido un mal día o qué, pero jamás se me había pasado por la
cabeza tener cualquier cosa romántica con él... Hasta mi llegada al Centro de
Departamentos. Desde la primera noche, con ese primer sueño, las cosas se
habían ido deteriorando. Me costaba verlo de nuevo simplemente como el
larguirucho con mirada amable que conocía desde los ocho años. Ahora tenía que
verlo desde otra perspectiva. Había cambiado desde el momento en el que se
había subido encima de Cerbero y había atacado a Arthur Hinekan, con una espada
salida de ningún lado. El otro día me había dicho que acabar en el Departamento
de la Noche no le molestaba en absoluto. Estaba descubriendo otra faceta de mi
amigo, que nunca había visto. Y tenía miedo de ella. No era un miedo a que me
hiciese daño, era un miedo a lo desconocido. Llevaba tanto tiempo sabiendo cada
pensamiento que se le pasaba por la cabeza al buenazo de mi amigo, que el no
saber qué pensaba, qué hacía o qué quería hacer, me tenía con los nervios a
flor de piel. No estaba segura de querer conocer a ese nuevo Hades y lo peor es
que lo había creado yo. Yo había insistido en querer trabajar en este sitio, y
él simplemente me había acompañado. Ahora lamentaba mucho el haberlo hecho,
porque tenía miedo de perderlo. Esa era la realidad, tenía miedo de que este
sitio siniestro se llevase a mi amigo y nunca más me lo devolviese.
Una sacudida me
devolvió a la realidad. Los ojos negro azabache de mi amigo me miraban muy
preocupados.
- Elysa, ¿qué te
pasa? Estás llorando.
- ¿Qué? Yo... no -
me pasé la mano por la mejilla y vi que tenía razón. El haber pensado que podía
perderlo me había hecho ponerme a llorar sin que me diese cuenta - no es grave,
no te preocupes - me miró aún más serio - ya te lo contaré luego, ¿vale? - con
eso pareció calmarse y me dio un pañuelo para que le secase las lágrimas.
- Como parece que la
señorita VonHelland no ha escuchado una palabra de lo dicho hasta ahora, tendré
que volverlo a repetir - el hombre de blanco no parecía enfadado, sino más bien
divertido - mi función aquí, por increíble que os parezca, no es la de daros un
objeto, sino la de desbloquear una cosa. Concretamente, un poder que tenéis los
cuatro. Debéis saber que muchos demonios tienen la capacidad de dar poderes
especiales a los humanos, lo habéis tenido que ver en innumerables cuentos.
Pues es cierto, pero sólo algunos de nosotros lo podemos hacer. Venía aquí
pensando en qué poderes serían los más adecuados para cada uno, el señor Lloyd
me había dado una ficha detallada - enseñó una serie de carpetas de varios
colores, que nos tenía que describir a cada uno - pero me habéis sorprendido gratamente
teniendo ya en vuestro interior esa capacidad. Lo único que me queda por hacer
es desbloquearla y hacer que se libere un poco. El resto lo vais a tener que
hacer vosotros.
- ¿Cómo lo podremos
hacer? - preguntó Akari.
- Para
simplificarlo, es como si los poderes de cada uno estuviesen metidos dentro de
una olla a presión. Yo lo que voy a hacer es desbloquearla y enseñaros como
abrirla. Tendréis la capacidad de abrirla a voluntad durante un corto espacio
de tiempo, calculo que unas 92 horas viendo vuestras aptitudes. Después, lo
tendréis más difícil, pero al haberlo hecho una vez, ya conoceréis el camino
para ir mejorando vuestras aptitudes y al final podréis abrir la olla tanto
como queráis. Pero tenéis que saber también, que hay un límite para todo. Los
poderes se agotan y si estáis en pleno combate y os quedáis sin energías
podríais morir. Lo mejor es conocer sus límites, ir probando en ambientes
seguros. Ahora, si me lo permitís, voy a empezar. ¿Alguna pregunta?
- Si tenemos alguna
dificultad con los poderes, ¿a quién podríamos acudir? - Hades parecía
preocupado.
- Siempre podéis
venir a hablarme a mí. Al menos para este caso. Si la cosa se desmadra, podré
intervenir y bloquearos el tiempo de saber qué ha pasado. Pero tenéis que
hacerlo rápidamente porque una vez acabada la prueba, tendréis que hablar con
alguien que tenga poderes similares a los vuestros. Algún Onmyôji para
Sakurako, y Demonios del Aire para el joven guardaespaldas. Para vosotros dos -
nos dijo a mi amigo y a mí - será toda una sorpresa. Estoy impaciente.
Después de eso, pareció
que nadie tenía más preguntas. Entonces se levantó y se acercó a Akari. Vi como
su acompañante se ponía extremadamente tenso.
- Supongo que Yamaho
habría preferido que experimentase primero con él por si había alguna cosa - me
susurró mi amigo.
Estaba de acuerdo
con él. Casi se podían ver las venas del cuello de Ryûichiro, pero no dijo nada
ni movió un dedo. Aunque algo me decía que la vida del hombre de blanco correría
grave peligro si le pasase algo a la joven. Lo único que hizo fue tocarla con
un dedo en frente y ya está. No parecía que hubiese pasado nada. Cuando Akari
abrió los ojos estaba tan sorprendida como nosotros.
- ¿Ya está? Pero si
no siento nada raro.
El hombre de blanco
sonrió.
- ¿Conoces las
fórmulas para crear una barrera protectora? - ella hizo que si con la cabeza -
Pues inténtalo.
La joven sacó un
monedero rojo, en cuyo interior, en lugar de billetes de banco, había papeles
con caracteres escritos. Había visto suficiente anime japonés con Ariadna como
para reconocer qué era. Los llamaban "fudas", servían para servir de
receptáculo en de un hechizo o algo parecido. Akari se levantó, puso los dedos
de una forma muy rara, sosteniendo el fuda con el índice y el corazón de la
mano derecha, y empezó a recitar una fórmula. Al no tener ni idea de japonés no
sabía lo que decía. Pero algo raro pasó al escuchar esas palabras. Me invadió
un sentimiento de nostalgia. No sabía de dónde provenía, pero me sentía bien.
De repente, el papel se puso recto solo y salió volando hacia una de las ventanas.
Una onda de luz se expandió a partir de allí y cubrió toda la sala. Cuando me
giré hacía Akari pude ver como abría los ojos. Se le estaban volviendo a poner
normal, pero los había tenido completamente blancos, como los del hombre que le
había tocado la frente.
- Impresionante. Se
ve que eres descendiente directa de los grandes maestros de tu clan - no
entendía ni papa de lo que decía - Ahora toda la sala está protegida por un
campo de protección que muy pocas cosas podrían romper. Creo que ni yo mismo
sería capaz de hacerlo. Está bien, así, si cualquiera de los otros tres se
desmadra, nadie cercano saldrá herido.
Por eso lo había
hecho. Por eso había escogido a Akari primero. Para que nos protegiese probando
sus poderes. La joven se estaba mirando las manos impresionada. Estaba muy
feliz de lo que había conseguido. Y no era para menos. En los animes, a la
protagonista siempre le cuesta dominar sus poderes y ella lo había conseguido a
la primera. El hecho de que conozca tan bien el mundo del manga y del anime
tiene explicación. No es que sea una fan muerta, pero cuando era pequeña, me
iba a casa de Hades después del colegio. Mi familia no siempre podía irme a
recoger y los padres de mi amigo se propusieron para cuidarme por las tardes
hasta que uno de los tres, mis padres o mi abuelo, terminaran de trabajar. Era
muy práctico que me dejasen estar con ellos porque, yo tenía entretenidos a los
dos más pequeños de la casa, y mis padres estaban seguros de dónde estaba. Normalmente
nos pasábamos el tiempo jugando. Pero dos días a la semana, mi amigo tenía
clases de piano. Durante ese tiempo, su hermana y yo no sabíamos qué hacer, así
que nos poníamos a ver la televisión. Empezaron siendo series para chicos, pero
cuando crecimos, ella se entusiasmó con las series más románticas y me las
hacía ver. No había forma humana de escaparse. Llegué a odiar profundamente las
protagonistas de ese tipo de programas. Las encontraba idiotas, descerebradas,
inútiles, y sólo servían para llamar al chico protagonista a gritos porque las
habían raptado y él tenía que ir a salvarla, y eso era el resumen de cada
episodio. Me parecían las criaturas más insulsas del planeta. Pero el lado
bueno es que me había permitido conocer la cultura japonesa un poco mejor.
Aunque habría preferido otro tipo de series. Cuando mi amigo no tenía clase de
música, conseguía que viésemos cosas con más coco. Creo que eso salvó la vida
de su hermana, porque a la larga, le habría estampado el poster de la serie de
turno en la cabeza.
Cuando comprobó que Akari
se encontraba bien, se giró hacia su acompañante. Este no movió de nuevo una
ceja. Inmediatamente después de que le tocase la frente, una fuerte ráfaga de
viento salió de sus pies, pero se calmó enseguida. Una pequeña sonrisa
satisfecha se dibujó en la cara del joven. Por lo visto había podido controlar
su poder sin problemas y estaba satisfecho de eso pero no quería mostrarlo, por
eso había disimulado lo mejor que había podido.
Con los dos primeros
fue bastante rápido, fue cuando nos tocó a nosotros que la cosa se complicó, y
mucho.
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