El hombre de blanco se giró primero hacía Hades. Pude entender lo que había sentido Ryûichiro cuando se acercó así a su compañera. No quería que le pasase nada a ella, ni yo a mi amigo. Sabía que no podía ser grave ya que los otros dos habían ido bien, pero ese pensamiento no iba a hacer que mi preocupación fuese menor. Cuando iba a tocarle la frente, pareció que se lo pensase mejor y retiró la mano. Pero la volvió a poner rápidamente, esta vez tocándonos los dos a la vez.
Sentí como si el mundo se expandiese exponencialmente. Podía sentir cada planta que me rodeaba. Era increíble darse cuenta de la de vegetales que nos rodean. No sólo podía percibir los geranios que tenía una mujer en la sala de los despachos, sino también los millones microorganismos que flotaban en el aire. Incluso, si quería, podía identificar cada planta que había en los jardines de detrás del Centro de Departamentos. Quise experimentar y ver hasta dónde podía llegar. El Errante del Roble podía ser una buena primera prueba. Amplié mi radar "plantífero" como quien abre sus pulmones para coger más aire y la sensación fue aún más impresionante. Era extraordinario poder sentir todo aquello. Identificar cada planta que había en la ciudad, cada flor, cada vegetal casi. Era embriagador, y adictivo. Quería continuar sintiendo esa sensación.
No sabía hasta dónde había llegado, pero de repente mi viaje, se paró bruscamente. Alguien atrajo mi atención y me retuvo. No lo hizo con malos modales, pero yo quería continuar corriendo. Mi protesta se quedó más en un puchero de niña pequeña que el de una persona adulta enfadada. Eso era por la persona que me había retenido. No podía verle el físico, pero podía reconocer su esencia. Él era una de las pocas personas que conseguían calmarme de manera radical. De hecho, sólo él y Hades podían serenarme cuando me ponía nerviosa o me daba un ataque de pánico por las alturas. Estaba apoyado en un roble, en medio de un campo, con el sol dándole en la cara. Su figura emitía una serenidad que me hizo tranquilizarme. Pude "ver" una sonrisa suave en sus labios. Su voz resonó en todo mi interior. Parecía sorprendido de verme allí.
- Pequeña, ¿qué haces aquí? - ni yo misma lo sabía. Me removí inquieta en mi sitio. No sabía si podía verme, pero de lo que estaba segura era que podía sentirme tanto como yo a él - Tienes que volver a casa, sino te podrías poner enferma.
Lo único que se me ocurrió fue decirle.
- ¿Vas a venir para Navidad?
Tenía la sensación de necesitar un abrazo suyo como cuando era la criatura que huía de su familia demasiado numerosa y se iba a refugiar en sus brazos acogedores. Hasta la edad adulta, no hubo nadie que me diese esa misma seguridad y tranquilidad. Luego llegó Hades. Con el pasar de los años, nuestra confianza se había yendo agrandando y yo había empezado a refugiarme en mi amigo para estar aislada y tranquila. No fue hasta ese momento que me di cuenta cuánto se parecían ambos abrazos. Los dos me hacían pensar que, en cuanto estaba allí, nada malo podía pasarme.
- Claro que si Elysa, como cada año - su voz era como su tacto, grave y tranquilizadora. Me hacía querer quedarme allí, con él, para siempre - Ahora tienes que volver, seguro que deben estar muy preocupados por ti. Yo tengo que acabar una cosa urgente e iré a visitaros, ¿vale?
Moví la cabeza afirmativamente. Quise dar un paso hacía él para tocarle pero algo me retuvo. Me giré y vi la silueta de Hades. Pero era diferente a normalmente. Estaba todo oscuro, como si le hubiesen puesto un filtro negro delante. Parecía una sombra que hubiese cobrado vida. Su mirada estaba muy asustada.
- Tranquilízate Elysa. Estoy aquí. Vuelve. Vamos, céntrate. Tienes que calmarte, por favor. No te preocupes yo te protejo.
No entendía qué quería decir, pero sus palabras me hicieron querer volver a donde estaba él. Poco a poco deshice el camino andado y volví a la sala de reuniones. Al principio me asusté porque no veía nada, pero luego me calmé porque sentí unos brazos conocidos a mi alrededor. Mi amigo me estaba abrazando con todas sus fuerzas. Mi cabeza, en su pecho, parecía acomodarse a cada rincón. Normalmente, no soportaba apoyar la cabeza en esa parte de la anatomía de un hombre. Le devolví el abrazo y suspire tranquila. Seguía sin ver nada, pero sabía que él estaba allí y eso me daba seguridad. Hades pronunció mi nombre interrogativamente.
- Ya he vuelto - fue lo único necesario que tuve que decir.
Sentí como sus músculos se relajaban y él se sentaba en una silla. No quiso deshacer el abrazo así que me sentó en sus rodillas y me continuó abrazando. Yo no iba a ser la que se fuese a quejar, ese sitio era muy cómodo. Poco a poco las luces volvieron, como cuando se enciende una lámpara alógena: primero apenas brilla y poco a poco va cogiendo fuerza. Al final, casi enterraba mi cara en ese lugar tan suave para no deslumbrarme. Al rato miré alrededor y vi como la gente me miraba preocupada. No entendía porque tenían esas caras tan asustadas. Tuve que preguntar qué había pasado.
- Elysa, has hecho que la sala entera temblase como si sufriésemos un terremoto - me dijo mi amigo - Menos mal que Akari había puesto una barrera protectora. No sé qué ha pasado, pero ha dado miedo - su voz sonaba casi tan preocupada como cuando me había traído de vuelta.
- Se lo voy a explicar yo mejor - el hombre de blanco se me acercó poco a poco y se puso a mi altura - lo que ha pasado aquí es que has abierto demasiado la olla a presión de tus poderes. Se han descontrolado - no había tenido esa sensación en ningún momento - Te hemos tenido que llamar de vuelta porque parecía que te hubieses ido muy lejos. Tu amigo ha creado una especie de burbuja de sombras para que estuvieses en un lugar cómodo y después te ha hablado para que lo sintieses. Estaba a punto de bloquearte cuando has reaccionado. Tendrás que tener mucho cuidado con tus poderes. Esto no se tiene que volver a repetir bajo ninguna circunstancia hasta que domines tus poderes.
El tono final era serio. Yo estaba algo enfadada con él. No había perdido el control de mis poderes en ningún momento. No entendía a qué venía esa regañina. Los manejaba a la perfección. Este hombre no entendía nada.
- No es verdad - noté que mi voz estaba encarcarada, así que cogí un poco de agua de un vaso que me ofrecía Hades y bebí antes de continuar - No perdí el control de mis poderes en ningún momento. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo a cada instante. Simplemente era embriagador. Quería ir más y más lejos, sentir más y más. Pero en ningún momento me controlaron ellos...
- Elysa, creo que lo que quiere decir este hombre, es que tienes que tener cuidado con lo que pasa a tu alrededor - Hades me miraba a los ojos seriamente - Al haberte expandido así, se ha puesto todo a temblar. Si no hubiese habido la barrera de Akari, el edificio podría haberse venido abajo.
Al decirme eso miré a mi alrededor. La fuente del agua estaba en el suelo, Ryûichiro y Livio estaban poniendo de nuevo las estanterías en su sitio, había papeles por todas partes, y la gente a mi alrededor parecía conmocionada, incluso algo asustada.
- Bueno, no te preocupes - mi amigo me hizo levantar la cara y me mostró una sonrisa - para eso estaba la barrera. No ha pasado nada grave. Ahora sabemos qué es lo que puede pasar y qué es lo que no hay que hacer. No te preocupes, no me moveré de tu lado.
- ¿Tú no has tenido problemas?
- Bueno - parecía incómodo - la verdad es que no he tenido tiempo para pensar. Todo se movía y tú parecía que no estabas aquí, cómo si algo te absorbiese hacía afuera. Así que lo que he hecho, a la desesperada, ha sido crear un capullo protector. Aún no termino de entender bien cómo lo he conseguido. Sólo quería que dejases de prestar atención a aquello que te retenía. Entonces... sentí como si todas las sombras de la sala respondiesen a mi deseo de protegerte, y se reuniesen para que todo estuviese en la más absoluta oscuridad. Parece haber funcionado.
- Debe de ser su sangre de Demonio de las Sombras - dijo el hombre de blanco - Tendrás más afinidad con ese tipo de poderes. Aunque me parece bastante sorprendente que no pasase nada más que eso. Joven – se refería a mí - ¿qué sintió? ¿Cómo volvió?
Les expliqué cómo me había sentido, con todo lujo de detalles, no quería que me pasase de nuevo.
- ¿Quién era ese hombre que te retuvo antes de que yo llegase a ti?
Había en su voz un pequeño tono que no conseguí descifrar. Dudé un poco antes de responder.
- Alguien que no has visto nunca.
No era mentira, pero no me sentí nada cómoda con el tono de la pregunta. No es que fuera algo vergonzoso, pero el hecho de que fuese una de las pocas personas que me hacía sentir a gusto hacía que no quisiese hablar de él más de la cuenta, y menos delante de personas que no conocía bien.
- Eso ahora no importa. Lo que cuenta aquí es que el joven Hellson puede hacer que ese tipo de descontrole sea disminuido. Además que a él le hace un buen entreno. Todo es positivo - el albino parecía querer cambiar de tema rápidamente antes de que mi amigo preguntase más.
- Bueno, pasado mañana nos volveremos a reunir de nuevo en la recepción del Centro, a las nueve de la mañana otra vez - dijo el señor Lloyd - Me gustaría que hubiesen domado sus poderes para entonces. Os dejamos veinticuatro horas más para adaptaros porque los tendréis durante cuatro días. Si ocurre cualquier cosa, aún habría dos días más para solucionar cualquier problema. Hasta la próxima.
Y con la misma sonrisa de la última vez, nos volvió a echar de su Departamento. Los cuatro volvimos al ascensor mientras él se quedaba hablando con Livio, la señora Recht y el hombre de blanco. Durante la subida, no me enganché a Hades como la última vez sino que cerré los ojos fuertemente. Tenía que aprender a controlar mi pánico en ese sitio. Cuando salimos a la superficie, Akari y Ryûichiro se despidieron y fueron a hablar con Marie. Nosotros salimos hacía el jardín trasero. Notaba a mi amigo extremadamente tenso. Estaba cabreado en grado sumo y no sabía por qué. Cuando nos adentramos bastante en ese paraíso verde, le hice girar a la fuerza.
- Bueno, ¡ya basta! Ahora me vas a decir qué narices te pasa. ¿Porqué estás cabreado como una mona? - mi tono también era de enfado.
- ¿Porqué? Veamos, nos dan unos poderes que no entiendo, tú te descontrolas, te saco de ese aprieto sin saber cómo funcionan mis nuevas habilidades, te tranquilizo, pero eh, que no he sido yo quién lo ha hecho. Que ha sido ese misterioso personaje "que nunca he visto". Ah, ¡y ni un gracias te has dignado a darme!
¿Pero se puede sabe a qué narices venía ese ataque? Si hubiese estado saliendo con él habría jurado que eso eran unos celos como una catedral. Pero no era el caso, lo conocía demasiado bien. Se había sentido herido porque lo había tratado mal. Intenté calmar mi cólera, porque yo en su lugar, no habría esperado a estar en un lugar a solas para explotar.
- Lo siento - le dije - todo esto me está descolocando. Gracias por ayudarme a volver. De verdad, sin esa sombra tuya no estoy segura de que hubiese podido encontrar el camino de vuelta a casa. Por el desconocido... es verdad que nunca lo has visto, pero no es que no hayas oído hablar de él - pude observar cómo se volvía a poner tenso - es que es alguien a quién quiero mucho, y no quería hablar de él delante de un montón de personas que no conozco - sus ojos eran impenetrables, no podía leer nada en ellos - no te pongas así - sonreí - era mi tío Príamo.
Pude ver cómo sus hombros se destensaban de golpe, como se le abrían los ojos como platos de la impresión y se quedaba boquiabierto. No era para nada la respuesta que se esperaba. El caso de mi tío era especial. Era el hermano gemelo de mi madre y le tenía la guerra declarada abiertamente a mi padre. Lo culpaba del embarazo. Esa era una de las pocas, y yo diría que de las únicas, cosas que enfrentaban a los dos hermanos. Desde siempre habían estado juntos, y el que mi madre se quedase embarazada a los quince le había afectado a él más que a cualquier otro. Durante mucho tiempo no había querido aceptarme. Eso me lo había contado muchos años después, pero el que yo siempre hubiese querido ir con él, sonrisa en los labios, le había hecho cambiar de idea. Cuando mi tío cumplió los dieciocho, se fue de casa para no volver más que en Navidad. Pero no se quedaba, nos hacía una visita relámpago a mi abuelo, mi madre y a mí, y se volvía a ir. Con el tiempo, mi abuelo y yo nos habíamos ido borrando de las visitas para dejarlos a ellos dos solos la mayor parte del tiempo. Se entendían cómo pocas personas lo hacían y aunque ninguno de los dos lo quisiese admitir, se echaban mucho de menos. Tenían esa relación especial que sólo podían entender los gemelos, pero incuso diría que a niveles mucho más profundos. De entre los seis tíos y tías que tenía, mi favorito siempre había sido, sin ninguna duda, mi tío Príamo. Nunca me había dado la lata, nunca me había agobiado y siempre le había visto una sonrisa dulce en la cara. Lo único que nos habría gustado más, tanto a mi madre como a mí, habría sido que nos visitase más a menudo.
- ¿Tu tío Príamo? - aún estaba en shock - ¿Y cómo es que te supo sentir? - intentaba analizar la información que le había dado desviando el tema.
- No lo sé - le admití - pero al ser una de las dos personas en el mundo que me pueden calmar, posiblemente, inconscientemente, lo estaría buscando para que me devolviese a casa. La otra persona que me puede calmar eres tu. Por si acaso no lo había entendido - le dije con una sonrisa.
Pude ver como se ponía rojo hasta las orejas y tuvimos un ataque de risa que nos liberó de las tensiones acumuladas. Para hacerse perdonar me invitó a comer a su casa. Antes de irnos, recogimos a Cerbero en el Departamento de mi abuelo. No le pude decir nada porque estaba echándole la bronca a gritos a uno de sus subordinados. Como sabía que disfrutaba haciendo eso, sólo le hice un signo de la mano diciéndole que le llamaría para contárselo todo y nos fuimos.
Esa tarde, Hades cocinaba. No me pensaba quejar, era un maestro en las artes de la cocina. Nunca daría lo suficientemente las gracias a su madre por haberle enseñado. Ese día tocó verdura salteadas. Verlo con un delantal blanco, las mangas de la camisa remangadas, haciendo saltar las verduras en la sartén como un profesional, daban ganas de quedárselo para una misma. No quería que esa faceta inocente se fuese nunca. Era como un niño jugando con un juguete peligroso, pero que dominaba de tal manera que no cometía ningún error. En consecuencia, disfrutaba mucho. Eso se notaba en su cara cuando estaba delante de los fogones. Se lo pasaba bomba jugando a ver qué nueva receta se podía inventar.
- Una moneda por tus pensamientos.
La voz de mi amigo me sacó de mi ensimismamiento. Le vi con el pelo levantado porque se había lavado las manos y se había retirado un poco el pelo con ellas mojadas. Parecía que llevase gomina. Tenía que admitir que le quedaba muy bien el conjunto pelo macarra y delantal.
- Nada grave – intenté desviar el tema, pero su cara me decía claramente que o le contaba la verdad, o me quedaba sin salteado - vale - capitulé – parece que disfrutas cocinando. Tienes cara de niño en parque de atracciones.
Él soltó una carcajada.
- Es que para mí, esta cocina es un como Disneyland en Orlando. Es lo más divertido que hay. Además, mi tío me la dejó equipadísima, con lo último.
Recordé que su tío le había dejado esa casa en herencia al morir. Extrañamente, ese sitio reflejaba más lo que era Hades que no su tío. Parecía que la hubiese hecho para él. Tío y sobrino no tenían personalidades parecidas por lo que una similitud en ese aspecto era muy raro. Si mi amigo era tranquilo y analítico, su tío era movido y hablador. Sin embargo, ambos tenían un corazón de oro. Malcolm nunca había tenido hijos, pero adoraba a los de su hermano como los suyos propios. Nos hacía muchas veces de niñera. Y digo “nos” porque a veces también me tocaba aterrizar en esa casa. Las veces en las que estábamos los seis, Malcolm nos llevaba a la casa de su madre, en el campo, y pasábamos allí un fin de semana divertidísimo. Desde muy pequeña, me había incrustado en esa familia como una hermana más. Pero es que Hades había hecho lo mismo en la mía y Ariadna era más como una primita cercana. A Zoe, la tía de mi amigo, le encantaba el piano, por eso había uno allí, y le pedía a Hades que practicase en su casa todo cuanto quisiese. Yo me entretenía a hacer los deberes o robar un libro en las estanterías amplísimas que ya decoraban la casa cuando era pequeña. Cogía uno, me estiraba en el balancín doble, y mientras mi amigo practicaba algo clásico o de un videojuego (si, si, tienen muy buenas músicas), yo me balanceaba tranquilamente. No se puede decir que la cosa hubiese cambiado mucho más de 15 años después. Lo continuábamos haciendo muchas veces. Nos sentíamos a gusto en esa monotonía, y así Hades no perdía la costumbre de tocar el piano. Era un gran músico, podría haber entrado en el conservatorio al acabar la escuela, pero dijo que ya estaba harto del estrés que conllevaba todo, que él quería tocar por placer lo que quisiese, cuanto quisiese y cuando quisiese. Su madre lo aceptó a regañadientes, pero puso la condición de que no dejase de practicar. Ya velaba yo a que lo hiciese.
- Por cierto – me dijo removiendo las verduras - ¿por qué llorabas el otro día, cuando de que poco te desmayaste? Se me olvidó preguntarte de nuevo.
Tardé un poco en saber de qué estaba hablando.
- Ah, era una tontería… -le dije algo incómoda. Continué hablando – la verdad es que no quisiera que el Departamento de la Noche te cambiase – pareció extrañado – es un lugar oscuro, dónde sólo hay lo peor de cada casa, y además sólo trabajas de noche. No quisiese que tu personalidad se agriase por ello.
Lo que obtuve como respuesta fue otra sonora carcajada. ¡Que la cosa me preocupaba seriamente! ¿Cómo podía ir por allí riéndose de lo que me hacía llorar?
- ¿Era por eso? – cogí un cuchillo y lo amenacé. El mensaje era claro “vuelve a reírte de mi, y la próxima vas al hospital directo” – no te enfades mujer – hacía esfuerzos para no sonreír – Yo también tengo miedo de que me pase algo así. Pero luego pienso que también estas por estas lindes, por lo que, lo más probable es que, si un día me pongo de mal humor o me enfado las veinticuatro horas del día, vengas por detrás y me pegues un colleja de tal magnitud que vuelva a ser el hombre de siempre. Y si no eres tú, tu abuelo estará encantado de perseguirme, ametralladora en mano, hasta que me ponga normal - imaginarme la escena me hizo sonreír - No te tienes que preocupar, el sitio es de responsabilidad, pero no cambiaré por eso.
Mientras decía eso, freía unas setas para que diesen gusto a las verduras y al mismo tiempo hacía varias salsas a mano, por si queríamos unas u otras. Era un cocina de un gran restaurantes a él solito. No sabía nunca cómo lo hacía. Lo que si puedo asegurar es que al final, la comida estaba de llorar. Si por mí hubiese sido, habría comido todos los días en su casa, pero no era el caso de abusar, porque él no me habría dicho que no. Y en mi casa habrían estado encantados porque habría estado vigilada y estarían seguros que comía bien.
Pesadilla de familia sobreprotectora.
Al acabar de comer, mientras él limpiaba toda la cocina y guardaba los platos en el lavaplatos, yo me acerqué a sus geranios en el alféizar de una de las ventanas. Toqué una de las hojas. Sentí como una especie de descarga, pero en ella no había electricidad, sino información sobre la planta. Sabía que estaba en un buen lugar, que le daba el sol justo, y tenía agua suficiente. Lo que más se podía acercar a lo que había sentido era que la planta estaba “feliz”. Para controlarme, intenté sentir cada una de las plantas individualmente, por separado. Pero no pude. Al principio todo iba bien, pero enseguida noté que las demás querían hablarme todas a la vez, y tuve que “desconectar”. Me senté en el sofá, respirando dificultosamente. En mi caso, estaba claro que el problema no residía en si podía hacer algo o no. El problema era controlar el exceso de fuerza.
Hades se sentó a mi lado con un café. Estaba segura que sabía qué había hecho, tenía un sexto sentido conmigo. Le dije, para desviar la atención de mí, que aún no había conseguido ver sus propios poderes. El olor del café recién hecho, en cafetera italiana (si, tarda un huevo en hacerse, pero este se niega a servirme otro tipo de café), me estaba devolviendo a la vida. Mi amigo sonrió y me señaló el suelo en dónde los rayos de sol de principios de tarde formaban sombras con los muebles. Miró fijamente un sitio determinado y la sombra de la mesa baja que había delante del sofá empezó moverse como lo hacía la de Peter Pan. Durante un momento fue muy divertido, pero cuando todas las sombras de la casa empezaron a hacer lo mismo, se empezó a ver un poco espeluznante. Hades intentó frenarse como pudo y al poco, las cosas volvieron a la normalidad. Parecía que tenía el mismo problema que yo.
- Lo siento, se me desborda de vez en cuando la cosa. Espero que para pasado mañana lo haya solucionado. Aunque no sé en qué puedo ser útil con las sombras…
Su voz parecía muy triste, como si se hubiese esperado a algo más espectacular. A mí se me ocurrió la idea enseguida. Si le pasaba como a mí, tenía el potencial de hacerlo sin tener problemas.
- Hades, ¿crees que podrías hacer que la sombra tomase forma corpórea? Que no fuese una cosa sencilla y bidimensional en la pared, sino ya pasar al 3D.
Pareció pensárselo durante un rato. Lo cierto era que lo que había visto cuando me trajo de vuelta me había dado la idea. Si lo había podido hacer en ese universo de sensaciones, lo veía perfectamente capaz de hacerlo en la realidad. Él me dijo que lo iba a intentar y empezó a mirar el suelo de nuevo, muy concentrado. Durante un rato no pasó nada, pero de repente, la sombra de la mesa empezó a levantarse, sin embargo, enseguida volvió a su dimensión original. Estaba francamente impresionada, pero él se disculpó.
- ¿Qué dices? Acabas de hacer cambiar de dimensión un objeto. Ha pasado del bi- al tridimensional. Es increíble. Con un poco de práctica, las sombras podrían ser escudos o lanzas de ataque. En un combate, podría salvarte la vida.
Pareció pensárselo un segundo, y luego sonrió.
- Tienes razón, podría hacer muchas cosas con las sombras. Aunque me gusta más la idea de una defensa impenetrablemente negra. A ti si que te veo masacrando a la gente, espada de rosas en mano.
- Que manía tiene la gente con las rosas. Como si fuesen las únicas flores peligrosas. He estado investigando un poco, y hay cada planta que te hace ver esa florecilla como algo inofensivo. Lo que tenemos que hacer es entrenarnos un poco para que no nos pase como ahora.
Después de eso, pasamos toda la tarde practicando. Él con los muebles de la casa, yo con sus geranios. Fue más divertido de lo que pensaba.
***************************************************************************************
Dos días después, nos encontrábamos de nuevo delante en el Centro de Departamentos. Llegué antes que Hades y me fui hacía Marie. La chica vestía un vestido granate, de manga francesa, con un cinturón negro. En el pelo llevaba un lazo muy parecido al que mi amigo me había escogido el día que fuimos a ver a la Adivina. Durante un segundo tuve un pequeño ataque de pánico porque no estaba segura de dónde lo tenía. Como Hades, había cogido la costumbre de llevar el objeto que había hecho parte de la primera prueba. Él lo tenía más fácil, un sombrero era un complemento que se podía usar sólo de una forma y era difícil de perder. El lazo era algo más complicado. Solía ponerlo de decoración de los bolsos o mochilas. Aquel día lo tenía atado a mi muñeca. Me acerqué a ella, para hablar un rato. Estaba muerta de sueño y la cena de la noche anterior aún me pesaba al estómago. Habia estado los dos día en casa de mi amigo, aprovechando la buena comida. La recepcionista se fijó en que estaba con los ojos que se me cerraban y me preguntó qué me pasaba, si no había dormido bien.
- No es eso. Ayer Hades se pasó haciendo la cena. Estaba muy bueno, no me voy a quejar, pero hizo demasiada, voy a explotar.
- Un momento - se había quedado un poco a cuadros y no entendía el porqué - ¿me estás diciendo que sabe cocinar?
- Claro - dije extrañada - su madre es chef. Desde pequeños ha estado obligando a sus cinco hijos a ser unos ases de los fogones. Ninguno es tan bueno como aquí el señorito, pero se les arreglan bastante bien para no morirse de hambre, ni envenenar a la descendencia - dos de las cuatro hermanas de mi amigo ya eran madres.
- Vale, hagamos un resumen. Tu mejor amigo, al que conoces desde los ocho años, sabe cocinar como un chef, me dijiste hace unos días que sabía tocar el piano, sabe defenderse, no le tiene miedo a uno de los maniacos asesinos más grandes que conozco, aunque sea un poco larguirucho no es feo, e intuyo que le van a crecer los músculos de ahora en adelante. ¿Me puedes explicar cómo es que no estás saliendo con él?
La que se quedaba a cuadros ahora era yo. En ningún momento de mi vida se me había pasado eso por la cabeza. ¿Cómo podía considerar a Hades como una potencial pareja, si era el hermano que nunca había tenido? Los hermanos no se lían entre ellos, y desde luego, no podía ni imaginarme nada que pudiese pasar entre nosotros. Cierto era que era bastante posesiva con él, y que el 99% de sus novias me habían parecido idiotas desde el primer momento, pero esa opinión la compartíamos todos en su familia. Sólo de imaginarnos haciendo otra cosa que pasar el tiempo juntos riendo, como siempre, me daba escalofríos. Mucha gente pensaba lo mismo que ella, y me irritaba en grado sumo.
- Primeramente, el pobre hace mes y medio que ha roto con su última novia, fue la noche antes de que llegásemos a este sitio. Después, es cómo mi hermano, ¿cómo me voy a liar con mi hermano? Es imposible. No hay forma humana que lo considere una potencial pareja. Además, soy la encargada de filtrar las novias idiotas antes de que sean presentadas a su familia. Vale que la mayoría no han pasado mi inspección, pero su familia se fía de mí para que no deje pasar ningún bicho. Soy en quién confían para que encuentre una buena mujer. No pienso traicionar así la confianza que tienen tanto ellos, como Hades.
Marie se apoyó en la recepción con una sonrisa poco menos que peligrosa. Parecía que acababa de encontrar un suculento trozo de carne y que se iba a divertir un rato comiéndoselo.
- Eso que me acabas de decir no te lo crees ni tú. Te echaría todo un discurso pero sería inútil. Te tienes que dar cuenta tú misma de las cosas. De hecho...
No tuvo tiempo de acabar su frase. Una persona se acercó a saludarnos. Era Selim. De vez en cuando lo había visto en la biblioteca y habíamos acabado haciendonos amigos. Le gustaban los libros tanto como a mí, era una persona bastante más sociable de lo que me había imaginado a primera vista. Teníamos en común que una persona cercana a nosotros era escritora de cuentos infantiles. Eso nos había dado materia para muchas discusiones. Nos saludó alegremente. Ese día llevaba una camisa blanca y un chaleco negro. Tenía que admitir que tenía mucha clase vestido así.
- Mira, me vas a venir de perlas - creo que Selim lamentó inmediatamente haber bajado - Esta chiquilla no quiere reconocer que está enamorada de su mejor amigo. Tú que sales con el tuyo, le puedes dar consejos para que acepte la verdad.
Yo ya sabía que la pareja de Selim era Alatir. Me pareció divertido cuando lo supe porque no iban para nada juntos. Y al mismo tiempo encajaban a la perfección. Selim era más bien reservado cuando Alatir era abierto, el primero era de estar por casa todo el día y el segundo de salir a escalar una montaña cuando se aburría. Eran como el día y la noche y pocas veces había visto una pareja mejor compenetrada. Durante un momento, el pobre chico no supo qué decir.
- Bueno... Marie, eso es una cosa en la que ni tú ni yo podemos intervenir. Si Elysa considera que no está enamorada no tienes el derecho de empujarla - la recepcionista estaba a punto de decirle cuatro frescas cuando levantó las manos para acallarla y continuó - lo que sí puedo hacer es intentar que vea quién es el que está en su corazón en este momento - ahora era yo la que quería huir disparada en dirección contraria - Una de mis abuelas es una experta en... ¿cómo decirlo?... extirparte información sin que te des cuenta - a mí me parecía que todas las abuelas del mundo tenían ese don, y si incluían comida, eran aún más peligrosas - si quieres, puedo enseñarte un truco que me enseñó cuando era joven, ¿vale? - quise protestar, pero él me susurró - así te quitas a la pesada esta de encima y te centras para el examen.
Sonreí ante la proposición y le dije que aceptaba. Nos fuimos hacia los sillones que había al lado de los grandes ventanales y nos sentamos en unos que estaban apartados. Me dijo que lo mejor habría sido de hacerlo en la biblioteca, dónde uno se estaba en silencio y cómodo, pero que prefería que nos quedásemos allí por si empezaba el examen antes de lo previsto. Me dijo que cerrase los ojos y obviase cualquier otro sonido que no fuese el de su voz. No era complicado. La tenía grave y fuerte, era atrayente, querías oírla durante mucho rato. No me extrañaría que su hermana lo utilizase para leer en voz alta sus cuentos. Me di cuenta en ese momento que era una voz de cuentacuentos. No querías pararla de escuchar porque eso quería decir que el cuento no se había acabado.
- Ahora dime, ¿cuál es el lugar en la tierra en el que más cómoda te siente?
- El balancín doble de la casa de Hades.
- Vale, ahora imagina que estás en uno idéntico a ese, pero no estás en la casa de tu amigo, estás en un campo, a la sombra de un gran árbol. Es verano, hace calor, pero hay una pequeña brisa que no deja que te ahogues. Llevas ropas ligeras que se mueves con esl viento. ¿Las sientes? Tienes que retirar de vez en cuando el pelo de la cara. Estas medio estirada allí, con un libro en la mano. Poco importa el título porque no lo estás leyendo. Lo has dejado de lado porque te sientes muy a gusto en ese preciso instante. Hay un ruido de chicharras que te está dejando medio dormida. El sol te calienta la cara mientras juega con las hojas del árbol. Puedes sentir como sus rayos te tocan la piel en algunos lugares. Allí, una sensación de placer te recorre todo el sistema nervioso y te hace relajarte aún más. El olor del campo te embriaga. Tú te acurrucas un poco más. Tienes ganas de dormir, pero no lo vas a hacer. No estás sola allí. Hay otra persona junto a ti. Sientes su cuerpo junto al tuyo, cálido y familiar. Tienes la cabeza apoyada en su hombro y sientes como respira. Como su torso sube y baja rítmicamente, conforme inspira y expira. Su tacto es suave, tiene un brazo pasado alrededor de tu cintura. ¿Puedes notar cómo su mano está tranquilamente apoyada allí? Su dedo gordo está acariciándote poco a poco, plácidamente, rítmicamente. Es una caricia suave, que puedes llegar a olvidar, pero que te transmite ese afecto colosal que sabes que siente por ti. Su olor, tan natural para ti, te arrulla. Estas completamente en paz. Ahora quiero que levantes los ojos, que hundas tu mirada en la suya, que observes cada pequeño detalle de es perfil que conoces a la perfección, que te pares en las líneas de expresión, en la nariz, en la boca, en la frente, en las orejas, y finalmente vuelvas a los ojos. Entonces hazle la sonrisa más dulce que puedas. Yo no te voy a pedir que me digas nada, sólo quiero que mires a esa persona con todo el detalle que puedas.
Su voz se había ido apagando conforme me había pedido que mirase a la persona a mi lado. Era algo hipnótico. Tenía que hacer lo que me decía porque me llevaba de la mano tan tranquilamente a un sitio que no había quién dijese que no. Su voz me había transportado a ese campo de trigo dónde las chicharras cantaban cada verano. No sabía cómo había aterrizado en uno que había cerca de la casa de la abuela de Hades. Allí había todo lo que había descrito Selim, exceptuando el balancín doble. Aunque me esforcé mucho por ver la cara de la persona que estaba a mi lado, no pude. Distinguía los rasgos físicos, pero no podía ver a quién representaban en conjunto. Sabía que conocía a esa persona, que esos rasgos me aparecían claros porque me había fijado en ellos, pero no supe quién era. Abrí los ojos derrotada y me no encontré con Selim, sino con Hades. Estaba mirándome, con una sonrisa en los labios. No sabía porque, pero tuve la sensación de que caramelo derretido se me esparcía por el pecho y acababa calidamente en mi estómago. Poco importaba si no había descubierto quién era la persona que estaba conmigo en el balancín, mi amigo estaba allí para apoyarme en lo que hiciese, incluso en las locuras más grandes.
Me levanté y le di las gracias a Selim, que se había puesto de pie detrás mio. Le dije que no había podido ver la persona que estaba en el balancín conmigo pero que lo volvería a intentar. Hades mi miró extrañado y me preguntó de qué iba la cosa. Le hice un rápido resumen a lo que simplemente levantó los ojos al cielo. Por lo visto, a él le habían dicho esas tonterías más veces que a mi.
Fuimos hacia los ascensores, donde nos esperaba el señor Lloyd, la señora Recht y el hombre de blanco. Seguíamos sin saber su nombre, pero no nos quisieron responder cuando lo preguntamos. Nos dijeron que Akari y Ryûichiro nos esperaban ya en la zona del examen. En lugar de bajar de nuevo al Departamento de la Noche, nos dirigimos al jardín trasero. El hombre níveo nos dijo claramente que era para evitar que le pasase algo al edificio si mis poderes se descontrolaban de nuevo. Quise ahogarlo por el comentario y la poca confianza, pero guardé las energías para lo que se nos iba a venir encima.
El aire helado me golpeó como un martillo. No me había dado cuenta de que hacía tanto frío. El viento movía mi pelo, pero no tan suavemente como en las imágenes que me había hecho imaginar Selim. Hacía un frío de narices y yo estaba más congelada que cuando andaba por la calle. Echaba de menos a Cerbero. Lo había dejado durmiendo en casa porque no quería que le pasase nada. Además era mi examen, no el suyo. Se merecía quedarse calentito en casa. No lamentaba mi decisión, pero tuve que admitir, que envidiaba a la bola de rizos, que seguramente dormía enroscada en mi cama. De repente sentí unos brazos alrededor de mis hombros. Miré hacia arriba y vi que era mi amigo, que me intentaba calentar.
- Así no nos morimos de frío los dos. De las montañas viene el aire helado.
Señaló con el mentón las colinas que se extendían detrás del campo por el que andábamos. Tenían un color verde apagado. Los pinos eran los únicos árboles de la zona que se veían con follaje. No sabía porque, pero ese lugar me transmitía un sentimiento de soledad pocas veces sentido. Parecía como si la montaña entera estuviese gritando de tristeza y lo único que quisiese fuese que alguien fuese a consolarla. Pero, ¿como consuelas una montaña? Eso era imposible.
La hierba encima de la que andábamos estaba helada de tal manera, que a cada paso que dábamos se oía un crujido. Dentro de mí, ese sonido tañía como la campana tristemente solitaria de una iglesia lejana. No entendía como podía transmitirme esa sensación algo como la hierba. Pasamos encima del riachuelo que transitaba por el jardín. Estaba helado. Unos patos trasteaban encima del hielo intentando no caer. De nuevo, me atenazó la sensación apesadumbrada de que eso no era lo que debían de hacer. El invierno no era mi estación favorita, pero nunca había tenido ese peso en el corazón. Andando, nos encontramos delante de dos cubos como los que había en el Departamento de la Noche. Pero su tamaño era gigantesco. Akari estaba poniendo un montón de sellos alrededor para protegerlos. La confianza en que pudises dominar mis poderes daba asco en ese lugar. Al vernos llegar, Ryûichiro le hizo un signo y ella se giró. Nos sonrió a los dos de manera tan abierta y sincera que no pude enfadarme. La señora Recht nos hizo reunirnos alrededor de ella.
- Muy bien, vuestra última prueba comienza aquí. Ahora vais a entrar allí dentro y vais a tener que luchar contra lo que haya. Esa cosa os intentará matar desde el mismo momento en el que crucéis el umbral de la puerta. Estad atentos. Debéis acabar con ella. Utilizad todos los medios que creáis convenientes. No hay un máximo de tiempo. Os vigilaremos con unas cámaras de seguridad instaladas. Si vemos que está a punto de acabar con vosotros, os salvaremos y habréis fallado la prueba. Buena suerte a los cuatro.
Después de esas palabras tan encantadoras, nos dirigimos los cuatro a los dos cubos enormes, cada pareja delante de una puerta. Esperamos unos minutos, pero al ver que no daban señal, interpretamos que la prueba había comenzado en el mismo momento en el que la señora Recht había acabado de hablar. Podíamos entrar en el momento en el que quisiésemos. Miré a mi amigo. Hades tenía la expresión severa, como si algo no le gustase de lo que estaba viendo. Yo también tenía un mal presentimiento.
- Vamos - le dije - no vale la pena esperar más.
Ambos inspiramos, expiramos y entramos.
El interior era un duomo de cristal. Se podía ver el exterior perfectamente. No había decoración de ningún tipo, ni objeto alguno. Suponía que querían que venciésemos el enemigo con nuestros poderes. Ambos éramos capaces de hacerlo. No había ni siquiera suelo. El duomo estaba puesto encima de la hierba. Enseguida vimos a lo que nos íbamos a afrontar. En pleno centro de la sala, había una maraña inmensa de algo que parecían unas zarzas. Eran muchas ramas, todas con púas erizadas. En cuanto entramos, la masa tembló fuertemente y nos atacó con una de las ramas. No supe cómo, pero pude ver cómo venía hacia nosotros a cámara lenta. Sabía dónde iba a dar el golpe y el lugar exacto al que tenía que ir para poder apartarme a tiempo. Hades y yo dimos un salto en direcciones opuestas, pero la maraña nos volvió a atacar, esta vez con una rama para cada uno. No tuve tiempo de esquivarlo esta vez e hice que una pared de hierba me protegiese. Parecía que la planta respondía a mí mucho más fácilmente que los geranios con mal genio de mi amigo. Vi que a Hades le había pasado lo mismo, pero él se había protegido con las sombras. Nos pusimos a correr en direcciones opuestas, evitando lo máximo posible los ataques y nos encontramos al otro lado del duomo. Él activó una pantalla de sombra protectora que nos cubrió un instante.
- No voy a poder mantener esto mucho tiempo. ¿Algún plan?
- Ninguno. No sé qué es esa cosa. Sólo veo un amasijo de espinas que me ataca incesantemente. Lo único de lo que estoy segura es que hay algo detrás de eso que dirige el ataque. Si supiesemos qué es, podríamos idear un plan.
La mirada de mi amigo se volvió muy seria y escudriñó los alrededores un segundo.
- Tengo una idea – me dijo volviendo a mirarme - Voy a crear un escudo protector que se irá renovando todo el rato, de esta manera podré mantenerlo más tiempo. Es lo que estoy usando ahora y parece funcionar. Pero me consume muchas energías. Necesito moverme lo mínimo para poder centrarme en las sombras. Tendrás que ocuparte tú de la parte difícil - me pareció que no me iba a gustar nada esa parte difícil - te tendrás que infiltrar dentro del capullo de espinas y ver qué hay en su centro. Luego te traeré de vuelta rápidamente y podremos pasar a la siguiente fase. ¿Qué te parece?
- ¿Cómo sabrás que ya he llegado al centro si las espinas me recubren?
- Creo… creo que podré hablarte a través de las sombras. No estoy seguro del todo, pero cuando te fuiste con tus poderes pude hablar contigo a través de las sombras. Me parece que podré hacer lo mismo ahora. ¿Lo probamos?
A falta de mejor plan aplicamos este. Me acerqué poco a poco a la masa de espinas y cuando estuve muy cerca, Hades me cubrió con un manto de oscuridad.
- ¿Me oyes? – su voz sonaba por todos lados, como si la capa protectora estuviese hecha de altavoces.
- Sin problema. Esto parece funcionar. Voy a intentar ir rápido para que no te canses demasiado, ¿vale?
Estuvo de acuerdo. Me acerqué a la masa peligrosa y ella intentó lanzar otro ataque. Las sombras lo pararon. Le dije a mi amigo que a ver si podía hacer que la protección no sólo bloquease los ataques, sino que los desviase. Me esperaba a que pasase algo rocambolesco, pero simplemente cambió de forma. Pasó de ser algo vago a una cúpula como la que nos cubría. La idea era muy buena. De esta forma no se tenía que esforzar en bloquear los ataques, sino que la propia estructura del escudo hacía que se desviasen. Por suerte, podía ver a través de la oscuridad. Era como la otra vez: parecía como si un filtro negro se hubiese puesto sobre la luz. Me permitía ver, pero las cosas era un poco más oscuras. Avanzaba más poco a poco de lo que había planeado. Los ataques eran constantes. Pero noté algo distinto cuanto más me acercaba al centro. Las agresiones eran de una violencia mucho mayor, pero también parecían desesperados. Como si tuviesen que pararme pero no pudiesen y se les acabase las ideas. A través de los ataques no pude notar furia, era… miedo.
- Hades, ¿sientes lo mismo que yo?
- Si. Las acometidas no parecen que sean tan ordenadas como al principio. Están siendo más irracionales conforme te acercas al centro. ¿Qué habrá allí dentro?
Tenía un mal presentimiento y no me gustaba nada lo que me estaba diciendo mi estómago. Después de eso avancé con más determinación hasta que finalmente se apartó la última rama. Lo que vi allí me dejó de piedra. En cuanto pasé el obstáculo final, lo primero que oí fue un grito asustado. Delante de mí había una criatura acurrucada sobre ella misma llorando. No parecía tener más de unos cinco años de edad. Tenía un vestidito verde, hecho como de hojas. Su pelo era una maraña de ramas marrones en las que había una rosa pequeña amarilla cerca de la oreja. Tenía la piel ligeramente verdácea y me miró con los ojos más asustados que había visto nunca. Lloraba a lágrima viva. Entendí enseguida que no nos estaba atacando sino que intentaba protegerse a sí misma. Aquí éramos nosotros los asaltantes.
Una ira negra recorrió todo mi sistema nervioso, estaba a punto de girarme para matar a la jefa del Departamento de la Noche cuando mi amigo me paró. Estaba de pie a mi lado. Se había quitado el abrigo gris que llevaba en invierno y ahora lucía una sudadera azul a la que había subido las mangas, como cuando cocinaba. Me dijo que lo primero era tranquilizar a la niña. Tenía toda la razón. Me aproximé poco a poco a ella, intentando no parecer amenazadora, lo que resultaba muy difícil ya que nos habían dado la orden de "acabar con ella". Un odio frío se introdujo de nuevo en mis venas, pero me calmé. Cuando quise acercarme más la pequeña soltó una rama que me hirió en la cara, pero intenté seguir sonriendo. Lo único que dijo fue:
- ¡No me matéis! Yo sólo quiero volver con mi mamá. Prometo ser buena y no alejarme de nuevo.
Lloraba tan desesperadamente que se me partió el corazón. Entonces me di cuenta de que hablaba en la lengua antigua, aquella que Roble me había enseñado a saber cuando hablarla. Me centré un poco y le dije:
- No te preocupes pequeña. No te vamos a hacer daño. Te lo prometemos – intentaba sonreír - ¿por qué no nos dices cómo te llamas? – no parecía muy por la labor así que la ayudé – Yo me llamo Elysa, y él es mi amigo, se llama John.
Hades saludó tímidamente con la mano y le hizo la sonrisa "adoradora de niños". Era la que solía poner con sus sobrinos pequeños y los primitos. Era un tipo de sonrisa que hacía que los niños confiasen en él rápidamente. Pareció funcionar porque nos dijo su nombre. Sería imposible de retranscribir, pero traducido habría sido algo parecido a Rosalinda.
- Que nombre más bonito, ¿te lo dio tu mamá?
- No, fue papa antes de irse a luchar contra los malos del edificio alto – presupuse que era el Centro de Departamentos. Mucho me temía que ya sabía lo que le había ocurrido a su padre – Yo sólo quiero volver a casa. Me perdí jugando con mi amigo. ¿Está bien, él?
Yo sabía perfectamente dónde estaba el amigo de la pequeña. Me imaginé que era contra lo que tenían que luchar Akari y Ryûichiro. Aunque no la conociese a la perfección, sabía que la joven tenía un gran corazón, no iba a hacer daño a un niño pequeño.
- Claro que está bien – le tuve que mentir porque no tenía ni idea del estado en el que estaba - ¿Por qué no vienes con nosotros, lo vamos a buscar y luego os acompañamos de vuelta a casa con vuestras familias? Deben estar muy preocupados buscándoos.
Alargué la mano para que me la cogiese y en cuanto la tocó, se me pegó como una lapa y se puso a llorar de nuevo. Le acaricié la cabeza durante un rato intentando calmarla. Estaba realmente asustada.
De cerca pude observar cómo tenía algunas heridas. De ellas no salía sangre sino savia. El ver esas heridas en el cuerpo de una criaturita de cinco años me hizo hervir la sangre. Cuando pillase a ese palo estirado, iba a lamentar que hubiese descubierto cómo usar mis poderes. Le dije que a ver si podía guardar de nuevo todos esas ramas con espinas. Ella accedió y todo volvió al lugar del que había salido: la rosita amarilla de su pelo. Me levanté, con ella todavía en brazos, y nos dirigimos a la salida. Mi amigo me abrió la puerta y fuera me encontré con un extraño panorama.
Ryûichiro sostenía una cuerda, en la que al final había un niño, de la misma raza que la pequeña. Ambos tenían caras de pocos amigos. El pequeño pedía que le soltase y el joven le decía que naranjas de la china. Mientras tanto, Akari le estaba pegando la bronca del siglo a la estirada del Departamento Verde. Por lo visto, se habían encontrado con una situación parecida a la nuestra, y tenía las mismas ganas de ahogarla que yo.
- ¡Esto no va a quedar así! – gritaba - ¿De qué derecho secuestra a un niño pequeño para usarlo como examen? – entonces pareció vernos y la ira fue aún mayor – ¿Y HABÍA TAMBIÉN UNA NIÑA? PERO, ¡¿USTED NO TIENE VERGÜENZA?! – lo dudaba - ¿CÓMO SE ATREVE A HACER ESTE TIPO DE TEST? ¡NO HAY EXCUSA VALABLE! ¡ESTO LES VA A ACARREAR, A LOS DOS – les dijo a los jefes de los dos Departamentos, porque el señor Lloyd tenía tanta culpa como la señora Recht – UNA DEMANDA DE LAS GORDAS! ME VOY A ENCARGAR PERSONALMENTE DE QUE NO SALGAIS IMPUNES DE ESTA.
Siguió gritando un rato más hasta que se quedó afónica. Entretanto, habíamos ido a donde estaba el guardaespaldas de la joven, que ya no me parecía a mí que necesitase tanto uno, y pusimos los dos pequeños juntos. Estaban muy contentos de verse. El niño explicó su versión de lo que había pasado. Como se inventó la mayor parte de las cosas, Ryûichiro le dio un par de golpetazos en la cabeza para hacerle decir la verdad. El niño se había defendido como Rosalinda, pero sólo había parado cuando había visto que no podía hacer nada contra el guardaespaldas, cosa que parecía cabrearle en grado sumo. Ryûchiro le dijo simplemente se entrenase más si quería superarle. Algo me decía que apreciaba al pequeño.
- Señorita Sakurako, por favor - intentó calmar el jefe del Departamento de la Noche - el que fueran niños era parte de la prueba. Teníamos que medir si erais capaces de no obedecer órdenes si son sinsentido, como lo era en este caso.
Akari no tenía voz para protestar más, pero yo sí que la tenía y mucha. Le dije a Hades que cuidase a los pequeños y me fui, cual furia de los infiernos, a por ese idiota en silla de ruedas.
- ¡Eso no tiene que ser excusa para secuestrar a dos niños pequeños! No tenéis moral alguna, ninguno de los dos. Y usted - le espeté al hombre de blanco - por haber accedido a participar en esto sabiendo qué había en los duomos tiene tanta culpa como ellos. Y como el señor Ysoer también lo supiese, me replantearé seriamente trabajar en este sitio sin moral.
A la señora Recht parecía importarle bien poco que trabajase allí o no, el Demonio de la Luz parecía más sorprendido con lo muy enfadadas que estábamos las dos que con las amenazas y el señor Lloyd parecía contrariado, aunque estaba segura que era porque tenía miedo de que mi amigo no quisiese trabajar allí si yo no estaba. Yo importaba un pimiento.
De repente tuve como una sensación extraña. Algo, en mi subconsciente me decía que si no trabajaba allí, había otro sitio que me aceptaría encantado. Pero no sabía cual era y no era el momento de averiguarlo. Lo más importante en ese momento eran los dos niños. Me concentré y llamé a Roble a través la tierra. No sabía que podía hacer eso, pero me sentí increíblemente satisfecha cuando lo conseguí. Le expliqué la situación y le pregunté si sabía dónde podía encontrar a los padres de los pequeños. No me respondió pero sentí una energía que venía de la dirección del Parque Central de la ciudad e iba directo a los bosques. Algo me dijo que Roble había llamado a los padres de los niños. Mi intuición se vio confirmada cuando dos humanoides como los pequeños, pero en versión adulta, llegaron corriendo desde los bosques. Los dos que teníamos a nuestro cuidado corrieron hacía ellos llorando a lagrima viva. Uno era un hombre, muy parecido físicamente al niño y el otro era una mujer que lo único que tenía en común con Rosalinda era la rosa del pelo. Ella también la tenía amarilla. Se estuvieron abrazando durante un rato largo y después los niños parecieron explicarles la situación. Akari y yo mirábamos a los jefes de los Departamentos con una mirada torva que decía todo lo que pensábamos de ellos, y no era bonito.
Al cabo de un rato, los dos padres se acercaron a nosotros, con los niños cogidos en brazos. El hombre fue el que habló:
- Rosalinda nos ha dicho que entendéis el lenguaje antiguo - moví afirmativamente la cabeza - Queríamos agradecerles desde el fondo de nuestro corazón que hayan salvado a nuestros hijos, a los cuatro - nos miró a todos uno por uno - la gente del bosque sabrá qué habéis hecho por nosotros. Si algún día necesitáis ayuda, no dudéis en pedirla - le dije que no hacía falta todo eso, que había sido un placer. Él sonrió - ¿Podría hacerle pasar un mensaje al joven que se ha enfrentado a mi hijo? - moví la cabeza afirmativamente - Dígale que mi hijo quiere volver a pelear contra él, después de haberse entrenado. Llevo años intentando que se centre en eso y ahora ha encontrado la motivación - rió y sonó como las hojas que se mueven con el viento.
Me giré y vi como Hades le estaba haciendo pasar el mensaje a Ryûichiro. Este pareció esbozar una sonrisa satisfecha. Algo me decía que el día que se volviesen a encontrar, el pobre crío volvería a morder el polvo. Sonreí y me volví de nuevo al padre.
- No se preocupe, el mensaje llegará. Si necesita cualquier cosa, no dude en hacérnoslo saber. Akari Sakurako y Ryûichiro Yamaho, los dos que se han encontrado con su hijo, viven en Japón, pero estoy segura que algo podrían hacer.
El hombre pareció sorprenderse al oír los apellidos de los dos jóvenes. Parecía que en ese mundo, eran algo así como famosos. No me paré a pensar en eso, a mi me daba bastante igual. Los dos habían sido muy amables con nosotros y estábamos en el incio de una buena amistad.
Después de despedirse, padres e hijos se fueron de vuelta al bosque. Cuando me giré hacía los examinadores, vi como un pequeño contingente de personas venían hacia nosotros. Los lideraba mi abuelo. Le pregunté qué hacía allí y me dijo que habían sido detectados unos seres sobrenaturales en la zona. Le expliqué lo que había pasado y se giró hacia el trío examinador. Allí había otro que quería ahogarlos. Pero fueron salvados por la llegada tranqueante del señor Ysoer. Se hizo cargo de todo y nos explicó que había accedido a que el examen se realizara sólo porque la prueba era “no siempre hay que obedecer a una orden directa”.
- De lo que no estaba enterado era de los métodos para que esta prueba se hiciese – la mirada que les echo a los dos jefes de Departamento habría hecho llorar, llamando a su mamá, a un hooligan – No se preocupe, señorita Von Helland, que esto traerá consecuencias. No se puede maltratar así a dos niños, y menos si son seres sobrenaturales. No estamos aquí para erradicarlos, somos los guardianes de ambos lados. Nos tenemos que comportar de manera intachable y en este examen, los únicos que han tenido algo de moral, han sido los estudiantes. Pero luego me ocuparé de vosotros – no habría querido estar en la piel de la señora Recht y del señor Lloyd por nada del mundo – lo que importa ahora es que los cuatro habéis pasado la prueba. Si queréis seguir, claro.
Los cuatro nos miramos. Yo sabía qué pensaba Hades en ese momento y lo compartía. Puede que por ahora sólo fuésemos unos novatos, pero si nos impulsábamos lo suficientemente alto, podríamos llegar a cambiar las cosas, como la lenta reacción del Departamento de Seguridad, nos podrían haber matado y aún no habrían estado listos. Se lo tenía que comentar a mi abuelo. No sabía porqué, pero estaba segura que Akari y Ryûichiro pensaban lo mismo que nosotros así que me volví hacía el hombre mayor y le dije:
- Creo habla en nombre de todos los que hemos pasado hoy el exámen diciendo que aceptamos encantados.
La sonrisa de lobo viejo volvió a sus labios, parecía pensar “me encanta que los planes salgan bien”.
- Pues, ¡Bienvenidos al Centro de Departamentos!
********************************************************************************
¡MENSAJE DEL AUTOR!
¡Buenos días!
Primeramente gracias por leer hasta aquí. Con este capítulo cierro la primera parte. Nunca pensé que iba a ser tan larga. Son casi nueve capítulos que en mis notas se resumían en tres frases XD He presentado un poco los personajes, el sitio y lo que va a seguir ahora. En los próximos capítulos, la forma va a cambiar. De ahora en adelante serán como el especial: pequeñas historias autoconclusivas que durarán dos, máximo tres capítulos. Hablarán del entreno de los dos protagonistas en el Centro de Departamentos, pero seguirán con la historia principal. Continuaré alternando entre Hades y Elysa. Haré más especiales, pero el próximo puede tardar un poco porque está lejos en la cronología.
Si tenéis cualquier pregunta, comentario, si os ha gustado o no, no dudéis en dejar un comentario.
Muchas gracias por leer hasta aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario