“- Está usted de baja, ¿qué parte de esa frase no ha entendido?” – me repetía una y otra vez.
¡TODA!
Al menos pude conseguir que me dejasen venir al trabajo gracias al apoyo de Rose, mi maestra, Hades y el jefe de este. El señor Lloyd había hecho valer la idea de que al menos pudiese estudiar tranquilamente. Estar en la Biblioteca Central no me haría ningún daño y como era estudiosa, podría continuar aprendiendo. El señor Heffernam, el jefe del Departamento de la Vida, había dado su consentimiento.
Me pasaba los días mirando manual tras manual. Me encantaban las bibliotecas, pero podía moverme muy poco y Cerbero se quedaba con mi amigo porque hasta él entendía que estaba a salvo. El pobre animal lo había pasado muy mal cuando me habían cogido. Fue uno de los que me salvaron y no me dejó en todo el tiempo que estuve ingresada. Mis padres se tragaron la excusa de que me había atacado un animal y mi perro me había defendido. A mí me parecía más falso que una moneda de madera, pero no podía meterlos en los asuntos del Centro. Mi abuelo había sido categórico. Por mucho que mi madre y mi tío hubiesen pisado decenas de veces el edificio, no podía decirles nada. Ambos tenían que mantenerse seguros y la mejor manera era ignorando lo qué era en realidad ese lugar.
Aquel día, acababa de terminar un manual sobre las plantas curativas de la región. Ya conocía algunas de la cultura popular, pero habían otras que ni me sonaban. Tanto nombre me hacía tener dolor de cabeza. Había visto que, aunque en la escuela hubiese sido siempre una estudiante que aprendía mucho más con un buen libro, aquí era tocando las plantas cuando podía entenderlas mejor. Por lo demás, todo seguía igual. Estaba ya cansada y aburrida de ese sitio. Quien me hubiese dicho seis meses atrás que me iba a cansar de estar en una biblioteca confinada y que habría querido salir por todos los medios al aire fresco, le habría tildado de idiota. Me levanté y un dolor lacerante en el costado me recordó que tampoco estaba para dar grandes paseos por los parques. Dejé el libro en un carrito que había cerca y me fui a la sección de literatura.
Durante los primeros días había intentado volver a colocar los libros dónde los había encontrado, pensaba que para algo tenía una formación de bibliotecaria, pero los agentes del Departamento de que poco me linchan cuando me vieron hacer eso. Selim me explicó que eran muy tiquismiquis en lo que a libros en su sitio se refería. Yo lo entendía como la que más, pero al no ser de ese sitio, me miraban un poco como una extranjera. Esa fue la primera vez que me sentí mal en una biblioteca. Y no me gustó. El joven sirio venía de vez en cuando a visitarme para ver cómo estaba. Yo sospechaba que intentaba huir de su novio para no tener que ir a comer fuera. A veces me preguntaba si no eran los agentes de ese Departamento los que habían inspirado la idea de que los vampiros le temían al sol. Daba hasta miedo las formas diversas y variadas que se llegaban a inventar para no tener que estar expuestos al astro rey. Alatir me confió una vez que eso le divertía en grado sumo, que se lo pasaba en grande persiguiendo a Selim para arrastrarlo fuera de su santuario. Preferí no insistir en el tema. Había llegado a la conclusión de que más me valía mantenerme en mi sitio y calladita, por mi propia seguridad.
Deambulé por las estanterías rozando con la punta de mis dedos los lomos de los libros. El tacto se me hacía maravilloso. Eran extremadamente variados: liso, rugoso, con decoraciones, sin decoraciones. Sólo viendo el exterior, podías imaginarte la cantidad de cosas que le podían haber pasado al libro desde que había salido de la imprenta, o incluso en la misma. De repente mis dedos se pararon un libro. En el lomo no había nada escrito. Era verde, forrado en tela suave, agradable al tacto. Lo saqué. Las tapas estaban igual de inmaculadas que el lomo. Tuve que abrirlo para poder leer el título: Wulfric Moorson. Una imagen se me apareció de repente. Era una sonrisa peligrosa de la que sobresalían dos colmillos, como los de un depredador que acaba de cogerte y saboreaba ya el momento de clavar sus caninos en tu carne para devorarte. Eras el premio de su caza. Del sobresalto que me produjo la imagen, solté el libro. Sentí muchísimo miedo al ver esos colmillos. Tenía la impresión de que ya los había visto, sabía a quién pertenecían, y por esa razón estaba tan aterrada.
Estaba tan ensimismada, intentando no morir de miedo, que no me di cuenta cuando alguien se me acercó. Recogió el libro y, después de mirarlo, me lo tendió. Tardé un poco en reaccionar y levantar la cabeza. Vi a un hombre de pelo negro y elegante. Vestía un abrigo negro, largo, de botones plateados. Una sonrisa divertida se dibujó al ver el apuro en el que me encontraba. Me había quedado estática. Hice un intento de cogerlo, pero no me dejó.
- Debería tener cuidado con este tipo de libros, podría hacerse daño y sería una pena.
Cuando habló pude entrever unos colmillos finos que jugaban con sus labios. No del mismo tipo que había visto en cuanto había leído el nombre en el libro. Esos eran de animal carnívoro, que te deshacen por completo. Los de ahora eran finos, estaban hechos para atravesar la piel y la carne, pero no para arrancarla. Deduje que era un vampiro. Hades me había hablado del hombre que había conocido en el bosque. Me lo había descrito y se parecía bastante a la persona que tenía delante. Intenté ver si mi suposición era la correcta. Cogí el libro y le dije:
- Muchas gracias, señor Wilhelm.
El hombre abrió los ojos sorprendido, pero gratificado.
- Por lo que veo, le han hablado de mí. Espero que en buenos términos.
- No en malos al menos
- Ouch, eso duele. Tendré que mejorar mi imagen, ¿señorita? – me preguntaba por mi nombre.
- Elysa VonHelland.
- Pues señorita VonHelland – me hizo un besamano. Hacía siglos que nadie me había hecho eso. Ya estaba convencida que los hombres ni se acordaban de lo que era – haré todo lo que esté en mi poder para que pueda tener una grandísima opinión de mi.
Cuando iba a inclinarse para volver a darme un beso, un cañón de pistola se apoyó en su cabeza.
- Vuelva a acercar esos colmillos a la piel de esta joven, y le vuelo la cabeza aquí y ahora.
Levanté la cabeza rápidamente para ver quién lo amenazaba así. Era Marie. La expresión terriblemente seria no iba nada con el vestido fucsia corto que llevaba que parecía sacado de un dibujo animado de princesas. Ese día, nada recogía su pelo, lo llevaba libremente, y eso le confería una apariencia salvaje que, con la añadidura de la pistola, no me habría atrevido a contradecir a la recepcionista ni por todo el oro del mundo. Wilhelm se giró y la observó de arriba a abajo. Su mirada fue tan intensa que había hecho sentir incómoda a una bailarina de cabaret, y sé de lo que hablo. Marie ni se inmutó, le siguió apuntando, e incluso quitó el seguro del arma. El vampiro me miró, pero sin moverse de su posición.
- Creo que no le ha hecho gracia que me saltase el control de la entrada – parecía disfrutar – Tenéis recepcionistas muy peligrosas aquí.
Siga testando mi paciencia y podrá probar en sus carnes cuan peligrosa puedo ser.
- Oh – su atención volvió completamente a ella – pero no pido más que eso – sus ojos devoraron literalmente a la chica. No terminaba de saber si lo que quería era probar la fuerza combativa de Marie u otras cosas.
- Le están esperando – la mirada de la chica era terroríficamente fría – más le vale no tardar mucho más.
- ¡Que aburrimiento! Bueno iré, pero con una condición – dijo sonriendo – esta preciosidad me acompaña.
Sin darle tiempo a mover ni una ceja, me cogió como un saco de patatas y salió huyendo. Yo misma no supe ni que cara poner. El hombre corría a unas velocidades endemoniadas. Levanté la cabeza en un intento de protestar y cuando le vi la cara, pude verle una sonrisa. Parecía divertirse en tomarle el pelo a Marie. Estaba claro que yo no pintaba nada. De repente me di cuenta de que no me dolían las costillas. Durante toda la mañana me había sido casi imposible hacer el más mínimo movimiento sin causar un pinchazo en mi costado derecho, pero en ese momento, no me pasaba nada. No acababa de entender el porque o el como. Pero no es que me quejase. Estaba bastante feliz de que pasase y no iba a querer investigar el porqué.
Wilhelm me dejó en el suelo delante de una puerta. No sabía que piso era porque allí todos eran iguales. Me giré interrogativa hacía él. Lo único que obtuve fue una sonrisa satisfecha. Al poco llegó Marie, resoplando del esfuerzo. El vampiro se quedó impresionado de que le hubiese seguido tan fácilmente. La recepcionista le informó que ella se sabía cada atajo del edificio de memoria, contrariamente a él. El hombre volvió a sonreír y nos abrió la puerta caballerosamente.
Era una sala de reuniones como otra cualquiera. Paredes blancas, mesa d madera alargada, sillas y una fuente de agua. De hecho era casi idéntica a la que habíamos ido antes del examen final. Que yo pudiese ver, sólo había una persona allí. Estaba sentada, con una rodilla apoyada en la mesa, los brazos cruzados y los ojos cerrados. Vestía un jersey amplio negro que decía "abrázame" y unos tejanos. El hombre tenía una barba de tres días que me había quedado afónica de decirle que le quedaba muy bien. Por lo visto Hades estaba esperando a que la reunión empezase.
- Se ha quedado dormido - dijo el vampiro con un todo de burla.
- No - le corregí - Está extremadamente irritado. De hecho, le he visto muy pocas veces tan enfadado.
Yo conocía a mi amigo lo suficiente como para reconocer cada posición de su cuerpo. Sabía que ahora estaba extremadamente tenso. Al más mínimo comentario iba a saltarle al cuello a quién le hablase. Pensé que lo más sensato sería que fuese yo. Me acerqué tranquilamente y le toqué un brazo. Él abrió los ojos rápidamente y me vio. Sus posición se relajó sensiblemente.
- ¿Qué ha pasado? - le pregunté.
- Nada - le insistí seriamente y cedió - Eso ha pasado - señaló con el mentón algo que había detrás de la puerta. La cerramos y descubrimos un capullo negro hecho con sombras. Le pregunté qué era sólo me dijo - Se me había acabado el celo.
Asustada, le dije que hiciese el favor de bajar el capullo y quitar las sombras de allí. Me obedeció a regañadientes y apareció un niño, de unos diez u once años, de pelo rubio cálido y grandes ojos color chocolate con leche. Llevaba ropas de algodón y mangas amplias. Parecían extremadamente cómodas. El pobre chiquillo estaba extremadamente asustado. Mi amigo le había atado y amordazado con celo. Di un vistazo a una papelera que había cerca y allí reposaba un pobre rollo vacío. Fui con mucho cuidado para quitarle las ataduras al pequeño. Le hablaba para calmarlo como había hecho con Cerbero cuando tenía miedo de la oscuridad cuando era pequeño. Que también es muy fuerte que un perro de tres cabezas gigante estuviese aterrorizado en cuanto se ponía el sol. Por cierto, me preguntaba dónde estaba el animal.
Cuando acabe de soltarle, le pregunté al pequeño si estaba bien. Como toda respuesta, me salto al cuello para abrazarme.
- ¡Muchas gracias! - tenía una voz dulce y cantarina - El bruto este me ha atado sin razón alguna. Ha sido realmente muy malo. Si yo no hacía nada malo, solo le estaba preguntando cosas del Centro. Su jefe me había dicho que podía preguntar lo que quisiese - hablaba a una velocidad pasmosa.
- ¡Mi vida sentimental no tiene nada que ver con el Centro! - protestó mi amigo.
- Si que la tiene - le tiró la lengua - Una novia es un punto débil. Podrían hacer daño manipulándote amenazándola a ella - tenía que admitir que el pequeño tenía razón - Él no me ha querido responder - me miraba con los ojos casi brillando - ¿Verdad que es tu novio? Ya ha corrido la voz sobre como te defendió de los vampiros de la Casa de Campo. No se defiende así de brutalmente a alguien por el que no sientes nada.
Entendía porque Hades se había puesto nervioso. Aunque seguía sin ser una razón valable para atar a un niño, pero el tema era bastante peliagudo. Él mismo me había admitido que quería tomarse un respiro con las novias. Hacía un tiempo que todas le salían rana. Durante su entreno quería quedarse soltero. A mi me venía de perlas. Podía ocupar su casa tranquilamente porque al tener horarios distintos no nos molestábamos y ya habíamos visto que hacernos la comida mutuamente era muy práctico. Por mí, podía seguir soltero el tiempo que quisiese, además, no solía aguantar a sus novias, por lo que mejor.
- No, no soy su pareja, soy su mejor amiga - le expliqué tranquilamente - Y me defendió por eso, no podía permitir que algo malo me pasase.
- ¿En serio? - sonrió - ¡Genial! - no era exactamente la reacción que esperaba, sobretodo viendo cómo había puesto nervioso a Hades - Cuando vuelva de mi Transición en Agosto podré intentar ligar contigo.
No supe cómo reaccionar. Que un niño de diez años me dijese aquello me sacó de todos mis esquemas.
- Se llama Luc Geametro y es el hijo mayor de una de las más importantes familias de demonios de la tierra que hay - me giré para ver quién era el que me hablaba y me encontré con los ojos divertidos de Livio - Su padre le ha pedido al Centro que lo vigilemos durante un tiempo. El jefe nos lo ha endilgado porque somos los encargados de llevar las negociaciones con Wilhelm y los vampiros. Pensaba que encontraría al chico en peor estado conociendo a mi aprendiz - Cuando le expliqué al maestro de Hades qué había pasado soltó una carcajada monumental - Eso ya me lo creó más.
Le quise preguntar qué era la transición, pero Luc se le adelantó explicándola.
- No sabes qué es la Transición, ¿Verdad? - moví negativamente la cabeza - Pues es una ceremonia que todos los demonios tenemos que pasar al llegar a la adolescencia. Dejamos nuestros cuerpos de niños indefensos atrás y emprendemos la metamorfosis hacia la edad adulta - en mi cabeza se dibujó de nuevo el capullo en el que había estado el chico y del que salía una mariposa con su cara. Intenté no morirme de risa - A partir de allí, crecemos rápidamente. Para cada clase social y cada especie, el momento y la ceremonia son diferentes. Yo ya estoy listo, podría hacerlo si quisiese, pero Padre ha querido que me entrenase en la política interdemoníaca con el Centro. No me quejo - acabó sonriendo - he podido conocerte y te encuentro muy guapa. ¿Quieres una piruleta?
Se sacó del bolsillo una de coca-cola y me la ofreció. Eran mis favoritas. Yo la cogí con gusto. Mientras me peleaba con el envoltorio empecé a pensar en lo que me había dicho. Algo me sonaba de las clases, pero creo que mi jefa había dicho que era la misma edad para todas las especies de demonios. Ya se notaba que esa mujer nunca salía de su despacho. También nos había dicho que era a la mayoría de edad. Posiblemente fuese un concepto diferente para cada especie y cultura, como lo es para los humanos. Entonces me di cuenta de una cosa. Tenía al lado un niño pequeño, aún no era adolescente, ¿cómo era posible que lo considerasen ya un adulto?
- Oye Luc, ¿Cuantos años tienes?
- Catorce - y me sonrió abiertamente, mientras tiraba a la basura el envoltorio de su piruleta de fresa - en Agosto cumpliré los quince. Por eso haré la transición en ese momento. Seré lo suficientemente mayor para estar aquí y entender todo lo que pasa - me dijo sonriendo comiéndose su caramelo.
Yo estaba alucinando. Pensaba que era mucho más pequeño y me encontraba con un adolescente hecho y derecho. Miré a mi amigo, el pobre seguía de humor de perros... hablando de eso, en todo el rato no había visto al mío ni un momento.
- Hades, ¿dónde está Cerbero?
El interpelado señaló con el mentón el otro lado de la sala, hacía una zona oscura. Miré curiosa y pude ver una escena de lo más insólita. El cachorrillo que cuidaba desde hacia unos meses estaba en pleno duelo de película del oeste con un gatito atigrado de colores claros y arenosos. Estaban los dos cara a cara, sin hacer un sólo movimiento, en posición de ataque y mirándose desafiantemente. Por mucho que intentasen parecer agresivos, eran la monería hecha animales. Tuve que admitir que no tenía ninguna gana de interrumpirlos. Me senté a observarlos. Alguien se me acercó por detrás y se puso a mi lado.
- El gato es mío - me giré y vi a Luc comiéndose su piruleta y observando la escena con los mismos ojos enternecidos que suponía tenía yo - se llama Nemea y es hembra. ¿Has oído hablar del León de Nemea que combatió Hércules? - ¿Quién no? - Era de la misma especie que mi gatita - sonrió tristemente - desde hace milenios, mi familia ha cuidado, criado y entrenado a los Leones Gigantes de los Demonios de la Tierra. El famoso fue uno que se escapó y sembró el terror por toda Grecia. Teníamos que haberlo capturado nosotros y volverlo a llevar a nuestra dimensión para soltarlo en libertad porque no era domable, pero ese bruto se nos adelantó y lo mató - mientras iba hablando se iba poniendo cada más triste - A todos los miembros de nuestra familia nos cuentan esta historia para que tengamos mucho cuidado con nuestros animales. Cada uno tenemos uno al que criamos y educamos para que sea nuestro compañero. Estos pequeñajos son muy longevos, posiblemente Nemea viva más que yo... No quiero que le pase nada.
Como vi que estaba a punto de llorar lo abracé fuertemente.
- Entiendo que es lo que sientes. No hace muchos meses que tengo a Cerbero, pero si llega a pasarle cualquier cosa me muero. ¿Sabes que es un perro de tres cabezas que ya mide cerca de seis metros de alto?
El joven me miró con los ojos abiertos impresionado. Estaba muy orgullosa de mi monstruito destroza-muñecos. Como sintiendo que ninguno de los dos se encontraba bien, los dos animales dejaron su duelo y vinieron a nuestro encuentro. Nemea se acurrucó en el regazo de su amo y me echó una mirada asesina. Cerbero puso su cabecita llena de rizos en mis rodillas y le gruñó al gato, que le respondió con un bufido. No pude sino darle un abrazo y un beso que el bicho acogió la mar de encantado. Durante los días que había estado con mi amigo, ambos habíamos sentido la separación más fuertemente de lo que había imaginado.
De repente me acordé que estaba en una sala de reunión y que por consiguiente, tenía que haber empezado el porque todos los participantes estaban allí. Me giré y vi a un lado de la mesa a Wilhelm con mirada seria. Detrás suyo estaba Marie, apoyada en la pared sin quitarle el ojo de encima. Intuía que esa actitud no le molestaba al vampiro ni por asomo. Delante de él se encontraban Hades y Livio con un montón de papeles de dossiers esparcidos. La reunión había empezado sin nosotros y parecían encontrarse con un buen problema.
- No está en mi poder - decía el vampiro - Ella es la que controla la Casa Grande de la ciudad. Tendréis que hablar con "su majestad" - no sabía quien era la mujer, pero no parecía estar entre los que él apreciase - Yo estoy intentando arreglar el desastre que alguien montó porque le han habían secuestrado la novia - la mirada asesina que lanzó fue directa hacia mi amigo, que ni se inmutó.
- ¿No me vendrás a decir ahora que no eres el que más se ha beneficiado de ello, no?
- Au contraire, me has venido de perlas para quitarme de en medio a la competencia - no tenía reparos en decirlo abiertamente, yo alucinaba - pero en lo que hace referencia a la panda de idiotas en motos, es cosa suya, no mía.
- Va a ser imposible conseguir una audiencia con ella.
Hades suspiró contrariado. Pero a mi se me ocurrió una idea. Había entendido que estaban hablando de una vampira que dominaba a los de su especie en la ciudad. Por lo visto, los que me habían cogido eran un grupo que estaba estacionado en las afueras. Lo que me extrañaba, es que mi amigo me había dicho que el lugar que había destrozado era la Casa Grande más cercana al Centro. Esa mujer debía de haber reunido los poderes hacía poco o Livio lo habría llevado a verla a ella.
- Podríamos hacerlo si nos hacemos pasar por una delegación de Wilhelm - propuse. Todos se giraron extrañados - ¿No lo habéis pensado? Él está subiendo en poder, necesita aliados, y la vampira dirigente de la ciudad podría ser una perfecta candidata. Nos envía para dialogar y podemos verla.
- La idea es buena - admitió Wilhelm - pero no pasaríais por vampiros ni queriendo. Ella os descubriría al instante.
- No hace falta disimular ante la dirigente - le dijo Hades - simplemente ante los idiotas que la rodean. Pedimos una audiencia privada como tus emisarios y luego nos desvelamos como lo que somos: agentes del Centro de Departamentos, aliados contigo, que venimos a hacer un tratado a tres bandas.
El hombre pareció pensárselo un poco.
- No sé si aceptará después de haceros pasar por vampiros. Tendría que ser gente con labia suficiente como para hacerla ceder. Tenéis que saber que dirige a los suyos de manera muy... matriarcal. Opina que los hombres somos unos inútiles. Por eso no estoy seguro que acepte vernos. Vendréis de parte de dos hombres: el señor Ysoer y yo.
- Si demostramos que somos fuertes, nos aceptará, ¿no? - se estaba gestando una idea en mi cabeza, y sabía que a mi amigo no le iba a gustar ni un pelo.
- Claro, sobretodo si vais tu y la recepcionista amante de las armas de fuego - Wilhelm repasó a Marie de arriba a abajo otras vez mientras lo decía. Esta le lanzó tal mirada que si sus ojos hubiesen podido lanzar puñales, el vampiro habría caído al instante.
- Pues tengo una idea. Todo está en la apariencia y en la actitud. Marie está demostrando que sus miradas pueden ser terroríficas y yo, como bien sabes Hades, ya he demostrado que ninguna idiota con cuero subida en una moto me puede ganar - le lancé una sonrisa llena de intenciones.
- No estarás planeando ir allí, ¿verdad? - ya sabía por dónde iba y le hacía todo, menos gracia.
- ¿Dónde sino? Incluso podrías recuperar a Lisa.
- ¿Quién es Lisa? - preguntó entusiasmado Livio.
- Mi Harley. Que no pude recuperarla la última vez, y ahora pienso hacerlo y como le hayan hecho algo, les degüello.
Lo de Lisa y Hades era una historia de amor un poco complicada. Todo empezó en el lugar al que íbamos. Era un club de moteros. Uno sencillo, nada de cosas ilegales. Eran todos unos cerebritos en realidad. La mayoría tenían diplomas universitarios y algunos hasta doctorados. Iban por el mundo haciendo conferencias y yendo a convenciones. Eran especialistas en mecánica, física, antropología, ayuda social. Incluso desde dentro, uno alucinaba con lo que eran capaces de hacer. Yo conocí al hijo del jefe y salimos una temporada. Se llamaba Douglas, pero le llamábamos todos Dig, más fácil. No era muy alto pero tenía bastante músculo, y su pelo color arena cálida me volvía loca. Había sido mi último novio. Habíamos roto porque su vida de constantes movimientos no era para mí. Aunque había visto que los hombres con carácter fuerte me gustaban. En ese sitio te tenías que hacer respetar por tus propios medios. Por increíble que pareciese, Hades me acompañó una temporada. Su altura impresionaba, pero como desde que llegó a la adolescencia había sido siempre un escuchimizado, la gente enseguida le perdía el respeto, pero ganaba en confianza. Unos de la banda le habían enseñado todo lo que sabían sobre las Harley y hacia el final, le habían ayudado a escoger una de un desguace, repararla y dejarla mejor que recién salida de fábrica. Los chicos decían que una moto con historia funcionaba mucho mejor que una nueva. Tenía que admitir que tenían razón. El que Hades perdiese a Lisa fue por mi culpa. Cuando rompí con Dig, algunos de la banda aprovecharon para tirarle a mi amigo todos los rencores que le habían guardado. Él se defendió bien, pero tuvimos que salir de allí sin podernos llevar su Harley con nosotros. No al menos sin arriesgar nuestras vidas. Él siempre lo había lamentado, pero nunca había podido volver. Ella era la razón principal por la que quería volver. La segunda era que los vampiros de ciudad eran como pseudo-moteros-pijos, con lo que llevaban en la banda y Lisa, podríamos hacer una entrada triunfal.
- Tendremos que pedirle ayuda a los chicos - dije.
- Mientras el baboso de Douglas no te ponga un dedo encima, me da igual.
- Tampoco le iba a dejar. Cuando cortamos fue definitivo.
- ¿Le vas a pedir ayuda a tu ex? - dijo extrañada Marie - Este podría pedir un favor "especial" por la ayuda.
- No lo hará. Ya me encargaré de tenerlo a raya - Marie le hizo ver que los ex tenían "ciertos privilegios" - pues este no tendrá ninguno - el tono no admitía réplicas - Ya se encargará su novio actual que no lo tenga - le pregunté que quién se suponía que era esa persona - ¡YO! - respondió y salió de la sala dando un portazo más que cabreado.
Los cuatro que quedábamos no supimos que hacer durante un momento. Luego yo salí detrás de él para hablar. Ya nos habíamos hecho pasar por pareja para darle en todos los morros a alguna ex suya, pero aquí parecía quererme defender. Hablamos durante un rato en la recepción del edificio, en aquellos sillones tan cómodos al lado de los ventanales. Hades me dijo que no quería que tuviese nada más que ver con ellos, que me había visto muy afectada por la ruptura. Era verdad que habíamos acabado bastante mal, pero yo lamentaba, sobretodo, el que hubiésemos dejado atrás a Lisa. Le expliqué mis razones para ir allá. Él no quería que fuese por eso y que ya recuperaría su Harley de otra manera. Pero no le dejé hablar, le dije claramente que iba a ir allí y que lo único que podía hacer era hacerse pasar por mi novio y poco más.
- Eso o te llevo al trabajo en mi coche durante todo mi entreno en el Departamento de la Noche.
La amenaza surgió efecto. Se puso pálido y aceptó sin decir nada más. Yo no acababa de entender porqué le tenía tanto miedo a que yo condujera, si era la mar de seguro. Pero no quería oír hablar del tema. Esa amenaza me aseguró el que me tendría controlada y que me dejase ir a ver a los chicos. Fuimos a recoger a Wilhelm y a Marie, dejamos a Luc a cargo de Livio (yo dudaba de que eso fuese una buena idea, pero no podía hacer nada), saludamos a Halia que empezaba su turno, y nos los llevamos, sin escuchar ninguna de las protestas de Marie, al Club Motero Jolly Roger, cuya insignia era el famoso pabellón pirata del que llevaba el nombre.
Cuando llegamos vimos un panel con las actividades del mes. Vi una convención en Las Vegas, una charla en la ciudad y una conferencia dada por los tres doctorados en Dubai. Era bastante impresionante. Entré y me encontré con un montón de miradas negras. Me resbalaron todas. Reconocía a tres cuartas partes de los presentes, y seguramente ellos a mí. El sitio era un gran salón con todo lo que un grupo de moteros pudiese desear: un bar, juegos de dardos, billares, espacios para pelearse/emborracharse, sillones para caer muertos (y otras cosas)... Uno de ellos, llamado Dante, se me cruzó en el camino. Era enorme, con cigarro en boca y calvo como una bola de billar.
- ¿Que habéis venido a hacer aquí? - su mirada era aterradora, pero después de los últimos meses, me parecía casi inofensiva.
Hades se adelantó un paso y dijo:
- A recuperar a Lisa. Y al que se interponga, me lo cargo - utilizó esa voz tan amenazante que había adquirido hacía poco.
No hace falta ponerse así.
La voz salió de detrás de la barra del bar. La gente se apartó y apareció mi ex, cerveza en una mano, una bimbo descerebrada en la otra, y sonrisa radiante.
- Sólo te la hemos cuidado el tiempo que no estabas. Ahora la puedes recuperar. Aunque -bebió un trago, dejó la cerveza y a la chica, y se encaminó hacia nosotros - estoy seguro que no habéis venido sólo por eso, ¿verdad? - una sonrisa más que satisfecha, que me dio un repaso de arriba a bajo, se dibujo en sus ojos.
- Exactamente - dije yo, jugando a su juego - pero no es a ti a quién le hemos venido a pedir nada - se extrañó mucho por eso - es a Reina.
En la banda todo el mundo tenía su nombre. Reina lo tenía desde antes de ocupar la función que ostentaba actualmente, que era la de mujer del jefe de la banda. Accesoriamente era también la madre de Douglas. En cuanto oyó su nombre, esté se quedó a cuadros un instante pero se arregló en seguida.
- No creo que esté muy dispuesta a hacer nada por ti. Te tenía en bastante buena estima y considera que nos abandonaste. Pero yo podría arreglar las cosas, si conseguimos llegar a un... acuerdo.
Se acercó a mi e intentó cogerme por la cintura para darme un beso, pero una mano se lo impidió férreamente. Hades se la apartó con cara extremadamente poco amistosa.
- No se toca lo que no es de uno.
- Tiene razón, corazoncito - ¿quién había dicho semejante majadería? Cuando busqué la persona de la que provenía esa voz estúpida, me encontré con la muñeca que Douglas había tenido cogida hasta ahora - Además - dijo zalameramente apoyándose en su hombro - seguro que no te haría llegar ni a la mitad del éxtasis que yo.
Eso era un ataque a mi persona, y ni Hades ni nadie me iba a impedir que le rompiese los piños con mis propias manos.
- ¿Qué tal si te vas a recolocar esos pechos falsos que tienes y vuelves cuando te necesiten, Barbie?
- ¿Y dejas que me hable así, Doug? - intentaba que él saliese en su defensa.
- Mira niñata, en este sitio una se saca las castañas del fuego solita. Y si ni siquiera eres capaz de contestarme decentemente, no pintas nada.
- No sabes con quién te la estás jugando.
- Tu tampoco. Te puedo romper esa cara operada en menos de un minuto y ni faltarme el aliento.
- Vamos chicas... - intentó calmarnos Dig.
- ¡Tu no te metas en esto! - dijimos las dos a la vez, y eso nos enfadó más. Dig retrocedió un poco.
- Tienen razón. Eso es algo que tienen que arreglar ellas dos. ¡Tu no pintas nada! - la gente se volvió a apartar y apareció la mujer más impresionante que jamás había visto. Ya pasaba los cincuenta, pero seguía teniendo una figura espectacular. Llevaba ropa perfectamente adecuada a ella, pero seguía desprendiendo la ferocidad que la había caracterizado siempre. Pantalones tejanos, camisa apretada, tacones de infarto, y una mirada que habría hecho retroceder una recua de hooligans enardecidos. Virginia era su nombre. Reina su esencia.
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