miércoles, 1 de julio de 2015

Décimo capítulo: La casa del bosque

Llegamos al sitio mucho más rápido de lo que pensaba. Dejamos el coche en un giro de la carretera y empezamos a subir por una colina. Estuvimos ascendiendo cerca de veinte minutos y después andamos otros diez entre altos pinos. De noche el bosque podría haber sido aterrador, pero estaba descubriendo que la oscuridad no me asustaba. Era más bien todo lo contrario, quería aprender de ella. Durante las dos semanas que habían pasado desde el examen, había intentado volver a recrear la esfera protectora que había conseguido en ese momento, pero apenas podía mover un poco las sombras de mi casa. El hombre de blanco tenía razón, nos había enseñado como acceder a nuestros poderes, pero era tarea nuestra el aprender a usarlos y controlarlos.

Mientras caminábamos miré hacia arriba un segundo. El espectáculo que vi me dejó sin habla. Las estrellas se veían con una intensidad que nunca había observado. Estando perdidos en pleno bosque, de noche, muy lejos de la ciudad, había hecho aparecer una de las bellezas que se escondían en la oscuridad. Me paré un momento a observarlas. De pequeño, mi tío Malcolm me hacía salir por la noche cuando estábamos en la casa de mi abuela para jugar a ver si conseguía distinguir las estrellas y constelaciones. En verano nos podíamos pasar horas así, hasta que nos llamaban de nuevo adentro. Volvíamos helados y con tortícolis, pero felices. Sonreí ante aquel recuerdo de mi tío y al ver que aún podía reconocer mucho del techo nocturno.

- Ya casi estamos - me dijo Livio - Sólo tenemos que andar unos metros más y llegaremos a donde nos han dado cita. Ya verás el hombre es.... particular. Pero creo que es el mejor para esto y ya has oído al jefe, opina lo mismo.

De camino al bosque, mi maestro había llamado al señor Lloyd para preguntarle su opinión. El vampiro con el que nos íbamos a encontrar se llamaba Wilhelm, sin más datos. Suponía que habían muchas personas con ese nombre, pero el jefe pareció entender de quién se trataba. Estuvo de acuerdo con el plan que le proponíamos y sobre el primer encuentro con ese hombre. Me pareció extraño que dejase algo tan importante como unas primeras negociaciones con un posible jefe en manos de un agente y su aprendiz. O le tenía mucha confianza o no esperaba mucho de lo que íbamos a hacer.

Conforme íbamos andando, me fijé que estábamos en una noche cerrada, casi sin luna, y sin ningún tipo de ayuda lumínica. Sin embargo, ambos podíamos ver perfectamente dónde íbamos. Ninguno llevaba una linterna o algo para iluminar el camino. En mi caso, puede que fuese por ese don que parecía tener con las sombras. Desde que había descubierto mis poderes, me había dado cuenta que no me hacía tanta falta la luz para poder ver en la oscuridad. Eso me iba a ahorrar mucho en electricidad ya que ahora trabajaba para el turno de noche. Pero no había visto ni oído nada en referencia a mi maestro que me indicase que tenía algún don para ver en la oscuridad. Intenté adelantarme un poco para verle la cara, pero no tuve tiempo de mirar nada porque en ese momento llegamos al sitio indicado.

Nos encontramos en la cima de una colina desde la que se podía ver una mansión enorme envuelta en vallas. Parecía una de esas casas inglesas que habían en el campo: grande, excesivamente decorada por lugares, y rodeada de jardines más deprimentes que alentadores para un paseo tranquilo.

- Yo siempre la he encontrado excesiva, en todo el esplendor de la palabra.

Me giré y me topé con un joven de lacio pelo negro. Un poco más largo de lo que tendría que haber sido, le caía en ambos de la cara con más elegancia que para la mayoría de la gente. De hecho, el hombre exudaba distinción por cada uno de sus poros. Parecía de verdad que acabase de salir de una película de vampiros ambientada en época victoriana. Llevaba un abrigo largo de botones plateados, un pañuelo atado con un nudo rodeaba su cuello, y llevaba guantes blancos. La cara era un poco alargada y sus ojos, más negros que los míos, parecían haber atravesado eras. Tenía una mirada de superioridad, a juego con una sonrisa de medio lado que parecía querer reírse de todo el mundo. Estaba apoyado en un árbol, con los brazos cruzados. Acabábamos de pasar justo por allí y no lo había visto. No creo que se lo admitiese nunca, pero estaba bastante impresionado.

- Wilhelm - Livio le saludo con un golpe de cabeza, a lo que ese hombre respondió de la misma manera - Permítame que te presente a...

- John Hades Hellson - le interrumpió el vampiro - Cuarto hijo de una familia de clase media, único hombre. Su padre es profesor de biomecánica en la universidad y su madre es chef en un gran restaurante. Hasta hace dos meses trabajaba en una pequeña compañía sin importancia de importación-exportación hasta que fueron descubiertos, él y su amiga de la infancia Elysa Von Helland, por Tristán Hamilton. Antecedentes familiares de demonio de las sombras, eso le hace tener un pequeño poder sobre las mismas. Excelente tirador, mejor espadachín. Tendrá un futuro más que brillante en el Centro de Departamentos si consigue dominar la cólera que parece cegarle cuando le hacen daño a la susodicha amiga.

Después de decir eso nos miró como pidiendo si le faltaba algún detalle más de importancia. Preferí callarme el hecho de que en cuanto pudiese entrenar un poco más, tendría mucho poder sobre las sombras. Ese hombre era increíble, me había investigado en vista de una posible reunión.

- Tu siempre tan informado por lo que veo - dijo Livio - pero te ha faltado decir que ha sido él el que ha propuesto la idea que venimos a discutir - mi maestro tenía una sonrisa en la cara, así como una mirada jovial, pero algo me decía en mi fuero interno que estaba siendo extremadamente serio - pero eso no es lo importante. En el Centro hemos estado observando un aumento considerable de ataques a humanos, unido a una desorganización gubernamental de los residentes vampíricos de la zona. Esto podría desencadenar unos problemas que afectarían ambas partes. Por esa razón se ha propuesto la idea de tener, digamos, un señor que no.... piense solamente en sus propios intereses.

Wilhelm, pareció pensar su respuesta un momento. Miró hacía la Casa Grande y un pequeño movimiento de cejas me hizo ver que algo le había molestado. No tendría nada que ver con nosotros porque enseguida volvió a mirarnos a la cara con una sonrisa socarrona.

- Creo que tendríais primero que mejorar vuestra red de información. Lamento comunicaros que no somos causantes ni de la mitad de los ataques producidos en la ciudad. Estamos demasiado desorganizados, efectivamente. Con las continuas peleas por el poder no podemos hacer nada. Somos cada vez menos numerosos y más brutales. Como sabéis, cuanto más joven es el vampiro, más animal es. Recuperamos la cordura conforme pasa el tiempo me miró a mí específicamente en ese momento.

- Entonces, ¿quién crees que está matando a tantísima gente? preguntó Livio desconcertado dábamos por supuesto que eran vuestras querellas las que producían esos problemas.

Wilhelm lo miró seriamente.

- Actúan como nosotros, pero son más brutales, una mirada suya os embruja y deja sin sentido, sin cerebro si queréis incluso, os comen poco a poco, y no dejan ni los huesos para que podías recogeros en el dolor. Al menos eso era antes. Su reina está perdiendo poder, ya no los domina. Puede ser por una falta de ganas o porque es tan anciana que ya ni se preocupa de lo que hace su inmensa prole. Respóndeme, joven John, ¿quién está atacando en desmesura a los humanos para satisfacer sus bajos instintos?

Una imagen apareció en mi mente. Una mujer de increíble belleza, cuerpo de infarto, ojos de esmeralda, pelo de color del oro, pero con una mirada fiera, como si la hubiese contradicho. De esa imagen salió la respuesta la pregunta del vampiro.

- Los Bar-Liliath susurré, pero no me sonaba un nombre así, hasta que recordé que en una de las clases que habíamos tenido y que había captado mi atención, nos habían estado hablando de los demonios que la cultura humana había sabido guardar con todo lujo de detalles. En nuestro caso, se podía decir que los detalles de parecido eran sobrecogedores son los lilian, en otras palabras, súcubos e íncubos descendientes de Lilith... ¿De verdad quiere que me crea que Ella existe?

El vampiro me miró sorprendido durante una milésima de segundo y luego volvió a sonreír burlonamente.

- Pues claro que existe. Aunque algunos dicen que ha muerto y que es una de sus hijas directas la que la ha sustituido. Si ese es el caso, vamos mal

- Pues si le interrumpí – si vampiros y lilians están descontrolados y sin dirigente, podría ser una catástrofe. Nuestro Departamento tendría que manejarlos a él sólo, porque trabajáis principalmente de noche, aunque sea por pura comodidad. Si no recuerdo mal, a ninguna de las dos especies le afecta el sol, pero preferís la noche para que las sombras os cubran por alguna razón, el que se usasen las sombras para algo como cazar humanos para comérselos me ponía histérico y con ganas de pegar a primer vampiro o lilian que se me pusiese por delante Livio, tenemos que hacer algo y al menos poner paz en la parte que parece tener menos problemas me giré hacia Wilhelm – ¿Cree que podría hacer algo para subir al poder y luego controlar a esos imbéciles para que dejen de matarse y moderarse en matar a humanos?

- Ya me gustaría una sonrisa contrariada se dibujó en sus labios puedo ser uno de los vampiros más antiguos de la zona mi maestro me había dicho que era del siglo XVIII, lo que dejaba la zona con un número muy pobre de arcanos suficientemente poderosos para hacerse respetar e instaurar algo de orden pero esos descerebrados no me escuchan. Hoy les he desaconsejado hacer algo que podría conllevar la destrucción de la Casa Grande, pero no me han hecho caso. Han preferido arriesgarlo todo y van a acabar destruidos. Al menos los habitantes que hay esta noche allí.

No entendía cuál era el asunto, pero eso eran cosas internas de los vampiros, no podíamos intervenir, por eso lo queríamos tener como aliado. Se me ocurrió una idea.

- Pues aproveche la oportunidad para coger fuerza. Si ha avisado de que no era buena idea, no le han hecho caso, y se ha visto que tenía razón, podría coger mucho más poder que combatiendo.

- ¿Por qué crees que he aceptado esta cita? sus colmillos se hicieron ver y su mirada se hizo mucho más peligrosa, como si me quisiese comer. Me puse instintivamente en posición defensiva guarda tus fuerzas, demoniosu voz se había vuelto gutural las vas a necesitar porque me vas a ser más útil de lo que jamás habías pensado. Creías que me ibaís a utilizar, pero esos idiotas me han dado una oportunidad de oro para utilizaros yo a vosotrosvolvió luego a un tono normal ahora la noche se acaba de hacer mucho más interesante.

No tuve tiempo de preguntar qué significaba todo aquello que oí un gemido viniendo de la espesura. Me giré y vi algo que me dejó sin aliento. Cerbero se dirigía hacia mí, renqueando, con una flecha clavada en un costado. Si el pobre animal estaba así, significaba que algo había pasado. Fui corriendo hacía el, queriéndole ayudar, pero él se negó y pareció querer que le siguiésemos. Intenté que al menos me dejase quitarle la flecha pero me gruñó. Si se ponía así es que mi amiga estaba en graves apuros. Le seguí por el bosque hasta llegar a un tronco de árbol caído. Ni rastro de mi amiga, pero su maestra estaba allí, herida por todas partes, incluso pude ver algún mordisco. Eran rastros de vampiros. Las habían atacado a las dos, porque Cerbero no se separaba de su ama cuando yo no estaba cerca. Se me incendió la sangre, pero tenía que hacer algo primero por la persona que tenía delante.

- Rose, soy John. No te preocupes, te vas a poner bien. ¡¡Livio!! le grité pero no hacía falta, estaba a mi lado avisa al Departamento Médico para que venga en auxilio. Pero primero mira a ver si puedes volver lo suficientemente rápido al coche para traer el botiquín de primeros auxilios. Yo intentaré parar las heridas y hemorragias más severas aquí – mi maestro asintió y se fue corriendo. No había ni rastro de Wilhelm, lo más probable es que nos hubiese dejado a nuestra suerte. No me importó – Rose, ahora te voy a curar y ya hemos llamado a los médicos para que te vengan en ayuda. Explícame lo que ha pasado.

Mientras ella me contaba, con voz débil, yo me quité el abrigo y el jersey para coger la camiseta de manga larga y hacer vendas improvisadas. Era de algodón y la había lavado el día anterior, la podría mantener en vida el tiempo suficiente para que llegasen los refuerzos sin correr riesgos higiénicos. También le hacía explicar lo ocurrido para que no perdiese la conciencia. Me dijo que ella y Elysa habían ido al bosque para mostrarle las plantas que se activaban de noche y podían ser de ayuda en caso de herida. Mientras estaban buscando una mandrágora, se habían visto rodeadas por incontables vampiros. Las dos se habían defendido como habían podido, pero ellos habían sido más fuertes, más numerosos y más organizados. No habían podido hacer nada. A Rose la habían dejado porque Cerbero la protegía por orden de Elysa. Ella había sido llevada a la Casa Grande. La pobre chica no sabía para qué. Estaba muy asustada y yo intentaba tranquilizarla como podía. No paraba de pedirme perdón porque no había conseguido proteger la aprendiza que tenía a su cuidado. Tuve que ponerme serio y decirlo que ni mi amiga ni yo íbamos a culparla de nada. Me tenía que controlar porque una cólera fría se estaba apoderando de mí y eso se había visto, no era nada bueno. La prioridad era curarla.

Le pedí permiso para poder abrirle el abrigo y ver cuáles eran los daños más graves. Esbozó una sonrisita que se convirtió en un ataque de tos y me dio el permiso. Abrí con cuidado la prenda de ropa, si lo hacía demasiado brutalmente, podía abrir más herida o destapar una que la ropa taponaba y morir desangrada en ese mismo instante. Tenía laceraciones por todo el abdomen, pero no me pareció que ninguna de las venas mayores hubiese sido afectada. El padre de Elysa había insistido en que hiciese un curso de primeros auxilios en el caso de que me encontrase con un accidente o alguna cosa. Había protestado como un crio, no quería hacer un cursillo idiota cuando sabía que las ambulancias no tardaban en venir y yo no era médico para salvar una vida. Hugo era un hombre muy tranquilo, tirando a buenazo, pero cuando quería se sabía poner extremadamente duro. Consiguió obligarme a ir a esas clases. Ahora le estaba agradeciendo en silencio esa insistencia suya, podía salvar a Rose y si me daba la suficiente prisa, a mi amiga. Rompí la camiseta con más facilidad de la que había pensado. La pobre ya tenía unos años, pero seguía siendo fuerte, no terminaba de entender cómo había podido hacerlo. Pero eso no era importante en aquel momento. Intenté hacer tiras medianamente rectas y seguidas para vendarle las heridas.

Livio volvió al poco rato con el botiquín y unas botellas de agua. Comenzamos a trabajar sin demora. Mientras le limpiábamos las heridas, me dijo que había llamado al Departamento Médico y que esperaba que estuviesen allí en menos de quince minutos. Había ido y venido del coche mucho más rápido de lo que nosotros habíamos tardado en llegar a la cima de la colina. No me paré a pensar en el porqué, simplemente estaba contento de que lo hubiese hecho, Rose tenía una herida en el costado que sangraba mucho y había que cerrarla lo antes posible. Puse unas gasas y le hice un vendaje tan fuerte que hasta se quejó un poco. Dejé que mi maestro continuase ocupándose de ella y me dirigí al perro tricéfalo que nos había avisado. Sabía que las dos únicas personas que podían quitarle esa flecha en el costado éramos mi amiga y yo. Como ella no estaba me tocaba a mí hacerlo. Me acerqué a él poco a poco hablándole para tranquilizarlo. No parecía hacerme caso y yo me estaba exasperando. Tenía que curar al animal antes de poder hacer otra cosa más urgente.

- Cerbero, haz el favor de calmarte de una vez, te tengo que curarme di cuenta de que las sombras a mi alrededor habían empezado a moverse. No quería que le pasase nada al pobre bicho, así que hice una inspiración para calmarme y le volví a hablar no podré ir a buscar a Elysa si tienes una flecha clavada en el costado.

Eso pareció entenderme. Sabía que su ama estaba en peligro y que él también tenía que ayudarla. Me acerqué y observé la herida. No podía ver la punta de la flecha. Simplemente esperé que no fuese en forma de espinas de pescado o le iba a hacer más daño sacándola a la fuerza que haciendo un agujero alrededor. Decidí mirar un poco en la herida. El perro me gruñó un poco y luego puso su cabeza en mi hombro. Le acaricié suavemente diciéndole que tenía que ver como estaba antes de hacer nada. Me tranquilicé al ver que era simplemente una punta normal, sería fácil sacarla. Le dolería pero no haría más desastres. Puse una gasa alrededor de la herida para que cuando sacase el arma, pudiese taponarla rápidamente y le fui explicando lo que iba a hacer. No sabía si me entendía, pero estaba seguro que el tono de mi voz lo podía tranquilizar. Saqué la flecha lo más rápidamente que pude. El pobre animal aulló de dolor, pero cuando quise ponerle la gasa para taponarle la herida observé un fenómeno que me dejó atónito. Las sombras de los alrededores se estaban concentrando en su piel y lo iban curando. Cerbero no era definitivamente un perro normal. Hice lo único que podía hacer en ese momento: llamar todas las sombras que había para que lo cubriesen y lo curasen. Durante un momento fue tan sólo una masa oscura, con ojos deslumbrantes y luego volvió a ser la bola de rizos que veía cada día. Me dio una lamida y luego emitió un ladrido. No me hacía falta entenderlo para saber qué era lo que me quería decir: ¡Vamos a salvarla!

Me levanté y le dije a Livio:

- Vamos a buscar a Elysa. Quédate con Rose hasta que lleguen los refuerzos

Mi maestro me miró y simplemente me dijo:

- ¿Vas a ir así? Te informo que vas sin camiseta ni protección alguna.

Una sonrisa se dibujó en mi cara. Por primera vez desde el examen, pude sentir cada negrura a mi alrededor.

- No voy sin protección.

Como respondiendo a mi comentario, un montón de sombras se arremolinaron a mi alrededor. Por mi pecho se depositó una neblina oscura que supe enseguida que me protegería de cualquier cosa. Esta se expandió por todo mi cuerpo hasta recubrirme por completo. Cuando acabó, me giré hacia Cerbero que ya estaba en su tamaño monstruo de seis metros, había crecido desde que lo habíamos conocido, y me subí a él. Sin decir una palabra más nos dirigimos a la Casa Grande.

El pobre vampiro que vigilaba la entrada no tuvo tiempo ni de entender qué era lo que se le venía encima. Pasamos como una exhalación y lo único que dejamos fue un pobre hombre desmayado. De cerca la casa era aún más fea que de lejos. El exterior eran frisas de hojas por todos lados que imitaban una pobre hiedra llena de animales y otros vegetales que subía por toda la fachada. Los enormes ventanales mostraban un interior excesivamente decorado, casi barroco, todo lleno de pinturas y muebles grandilocuentes. Parecía que quisiese decir que tenía mucho dinero para hacer cualquier tontería que quisiese dentro y fuera de la casa. Pero a mí, sólo se me ocurría una palabra para todo eso: inútil. Una casa que perteneciese a gente con clase y dinero jamás lo habría mostrado así. Había conocido a Wilhelm sólo cinco minutos, pero estaba seguro que él no habría dejado ese horror en pie.

Le dije al perro que buscase a su ama y que me mostrase el lugar en el que estaba. En un inicio, mi idea era entrar yo sólo a destrozar todo lo que hubiese en mi camino, pero el animal no opinaba lo mismo. Se dirigió corriendo a uno de los lados y arranco una pared de un mordisco para escupirla veinte metros detrás nuestro. Dentro nos encontramos con cuatro hombres de pie: dos cerca d la puerta y los otros dos al lado de una persona atada a una silla. El largo pelo negro cubría la cara de la mujer sentada, pero a mi no me hacía falta vérsela para saber quién era. Los cuatro individuos nos miraban atónitos sin saber qué hacer. Yo sí.

Bajé de un saltó y pillé por la camisa a uno de los hombres, un idiota de pelo lacio. No pude observarle mucho más porque lo envié valseando por el agujero de la pared. Ese, se puede decir, que fue el que más suerte tuvo. Los dos hombres de la puerta reaccionaron y corrieron a ponerse delante del que estaba al lado de la silla. Uno tenía el pelo largo que le tapaba media cara y con un mechón verde. El otro era un tipo enorme, con el pelo rapado a los lados. El tercero era un rubiales con cara de engreído. Vestían los tres con ropas largas, negras y esmeraldas. En conjunto: todo muy triste. Los dos primeros me apuntaron con unas pistolas y dispararon. Fueron tan idiotas que no vieron que tenía algo que me protegía. No tuve que hacer ni un movimiento, se hirieron a sí mismos. Fue tan patético que no era ni para reírse de ellos.

El rubio desenvainó una espada que tenía colgada en la cintura y se puso delante de Elysa. Esta, por vez primera, levantó la mirada. Sus ojos color caoba mostraban cansancio y dolor. Yo le esbocé una sonrisa tranquilizadora y le guiñé un ojo para sosegarla. Luego mi mirada se volvió hacía el hombre que se interponía entre mi amiga y yo. Alrededor de mi mano derecha sentí un calor suave, dulce, confortable, familiar. No me hacía falta mirar hacia abajo para saber que allí estaba de nuevo aquella espada. Esta era la tercera vez que conseguía sacarla. La levanté ante los ojos aterrorizados del vampiro. En cuanto me fijé en ella entendí el porque. Nunca había tenido tiempo de fijarme bien en cómo era el arma, siempre tenía problemas más urgentes que tratar. Era negra, negra como la noche. Y no sólo la hoja, la empuñadura estaba hecha plata, tratada de tal forma que era oscura con destellos del metal original, así como pequeñas incrustaciones de perlas negras y en la punta, un gema negra que brillaba con luz propia. La espada debía de medir cerca de metro y medio de largo, pero no me pesaba en la mano.

Me puse en posición y al segundo el rubio que tenía delante me atacó con todas sus fuerzas. En lugar de parar el golpe, utilicé su empuje para desequilibrarlo y hacerle tambalear antes de intentar un golpe en el costado. Para su suerte, sabía cómo manejar una espada y paró el ataque. Había una gran diferencia de potencia bruta entre los dos, y lo pude notar en ese momento. Acababa de entender que, para que pudiese vencer a ese bruto, que parecía salido de una película barata de acción de los ochenta interpretando al típico sicario ruso malo, más me valdría maña que fuerza. Me concentré un segundo. Dejé de pensar en cualquier cosa y me centré en la masa que tenía delante. Sabía que podía con él, había conseguido encararme a Ryuichiro en un cuerpo a cuerpo aquella misma tarde, ese idiota no podía vencerme. Pero si me tocaba, aunque fuese sólo una vez, me iba a encontrar con varias costillas rotas. Para este combate, lo que tenía que primar, era la rapidez y la movilidad, así cómo golpes certeros y mortíferos.

Durante los primeros segundos del combate intenté analizar la cosa, adivinar por dónde iba a atacar, cuál iba a ser su próximo movimiento. Pero el vampiro tenía más experiencia que yo en el combate y se notaba. En un esquive, me acerqué al agujero que Cerbero había hecho y pude oír, a lo lejos, ruidos de mucha gente gritando y metales entrechocando con algo. Quería saber qué estaba pasando y si el perro estaba bien. Pero tenía otro animal delante de mí que no me dejaba ir en ayuda de Elysa y era bastante más fuerte que yo. Aún seguía enfadado por el hecho de que la hubiesen raptado y golpeado, pero la rabia se había transformado en frustración al ver que este mequetrefe podía conmigo. Hasta ese momento me había enfrentado a personas de una constitución muy parecida a la mía con una habilidad en la esgrima asombrosa. Era la primera vez que me tenía que enfrentar a una mole fuerte que sabía qué hacer en el campo de batalla. Esto ya no era la sala de entreno segura y tranquila en la que sabía que nada me podía pasar, aquí la única regla, es que no había ninguna.

Entonces lo oí por primera vez muy distintamente:

¡Deja de pensar y analizar! Una lucha con espadas no es una cosa bonita y elegante. Es un combate a muerte, en dónde el más pequeño error te puede costar la vida. Tienes la habilidad y él la experiencia. No puedes vencerle pensando, así que ¡déjate llevar!

Parecía cómo si yo mismo me estuviese alentando. Era mi mismo tono de voz, mi misma forma de hablarme, sin embargo era una versión de mí que sabía que hacer y cómo podía vencer al vampiro. En un principio me quedé atónico con lo que había oído, pero cuando evité por milímetros un ataque que apuntaba directamente a mi cabeza y me dejó sin unos cuantos pelos, decidí que era mejor seguir los consejos de… una voz en mi cabeza. La cosa era totalmente ridícula, pero estaba perdiendo mucho tiempo.

Tomé una inspiración, hice una expiración, volví a inspirar y expirar con los ojos cerrados, los volví a abrir y de repente, no sé cómo, evité su siguiente ataque sin problemas. No pensaba ni sentía emociones de ningún tipo, dejaba que mi cuerpo se moviese él sólo, y parecía saber perfectamente qué hacer. Fui evitando mandobles, ataques, fintas, intentos de pérdida del equilibrio. Me movía con tanta facilidad como… pues como una sombra. Había adoptado un estilo de combate bastante afín a los poderes que tenía. Esa idea me hizo sonreír. Volví a desocupar mi mente de cualquier cosa que la pudiese estorbar y ataqué. La voz en mi cabeza tenía razón, la mejor manera de combatirlo era dejándome llevar, tal como se dejaban llevar las sombras por los objetos de los que emanaban. Además, una sombra no piensa, no analiza, una sombra es y nunca desaparece del todo. Era una verdad invariable. Las sombras no podían ser vencidas bajo ningún concepto. Tanto en un lugar con una luz cegadora cómo en la máxima oscuridad, siempre estaban allí, siempre había algo que las provocaba, y la negrura no era sino su máxima expresión.

Eso quedó patente cuando la mole rubia, sin su sonrisa engreída, cayó al suelo herida de gravedad, pero no mortalmente. Había conseguido asestarle una cantidad enorme de golpes sin que él pudiese hacer nada para evitarlo o dañarme. Cuando finalmente cayó, la espada negra despareció de mi mano, dejando sólo una pregunta que parecía haber sido hecha por la misma persona que me había dado el consejo de no pensar: ¿Cuál es mi nombre? No dudé ni un segundo:

- Sombra.

¿Era ella la que me había hablado? Todo era posible, pero estaba casi convencido de que no era el caso. Había sido era algo mucho más profundo. Pero estaba seguro de que lo del nombre era algo importante. Cuando lo pronuncié, sentí un calor instalarse en mi pecho, cómo si hubiese vuelto a ver a un amigo que hacía años que no había visto. De hecho, me pareció que hacía mucho más. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara.

Sin embargo, un pequeño quejido me trajo de vuelta a la realidad. Me acordé que mi amiga estaba atada a una silla, golpeada y herida. Me quise dar golpes de cabeza en la pared por haber estado haciendo el idiota de tal forma. Corrí hacia ella y rompí las cuerdas sin pensarlo. Hasta a mí me pareció raro, pero no pensé mucho en la cosa y la cogí con cuidado en brazos. Lo primero que dijo fue:

- No soy una princesa desvalida. ¡Bájame!

Tuve que reírme. Había estado en grave peligro, pero seguía siendo ella misma.

- Pues lo lamento, su majestad, tal como la veo, no podría dar un paso ni aunque la ayudase – me fulminó con la mirada – te vas a tener que aguantar. Cógete bien a mí, el carruaje nos espera.

Tres enormes cabezas caninas, muertas de preocupación, se asomaban como podían por el agujero que el animal había hecho con anterioridad. Me acerqué a él y Elysa le tranquilizó asegurándole que estaba bien. Mientras, pudo observar el desastre que había organizado el perro a él solito. Habían vampiros medio muertos y heridos por todos lados. Algunos huían como podían y otros se ayudaban mutuamente para no caerse. Uno de ellos, me miró y al darse cuenta que estaba con el monstruo de seis metros que los había destrozado, se desmayó del susto. Habían restos de construcción de la casa por todo el jardín delantero, que estaba con más agujeros que un campo de minas. En el aire, había un intenso olor a pólvora, sangre y tierra. Un ejército con todo su armamento no habría montado menos alboroto que el animalito que tenía delante.

- Cerbero – le dije con un falso tono de reproche - ¿qué es eso de divertirse a destrozar vampiros y no dejarme ni uno? No está nada bien.

Como respuesta obtuvimos un lametón baboso por parte de la cabeza que estaba más a la derecha y un ladrido feliz por parte de la de la izquierda. La central se bajó para hacer de pasarela para que yo pudiese subir con mi amiga en brazos.

- Sois un caso, los dos – dijo ella cogiéndose con fuerza a mí. No le terminaban de gustar las alturas, ni que fuese encima de Cerbero.

El animal nos transportó al sitio dónde estaban Livio y Rose, que estaba siendo llevada por el Departamento Médico hacia una ambulancia. Yo la dejé al cuidado de un doctor y me fui a hablar con mi maestro. No tenía ninguna herida, por lo que no necesitaba ser atendido. Este estaba hablando con un hombre con flequillo engominado, cicatriz en el ojo izquierdo, y pipa japonesa en la boca. Lo reconocí de la primera noche que habíamos pasado en el Centro de Departamentos. Pero no recordaba su nombre.

- ¡John! Qué rápido. Iba a pedir un equipo de salvamento para ti y Elysa – me dijo mi maestro.

- No hacía falta. Esa casa de vampiros eran unos debiluchos. Cerbero se ha encargado de ellos mientras yo me ocupaba de los que custodiaban a Elysa. Con esto, habrán visto que necesitan un jefe algo poderoso. No he visto siquiera si había alguien que liderase ese sitio – a menos que fuese el rubio con el que había combatido, el cuál caso, era bastante triste.

- Alguien como Wilhelm, ¿no? – dijo el médico de la pipa. Podía ver que los rumores ya habían corrido como la pólvora, eso o Livio le había contado el plan.

- Ah si, se me había olvidado, te presento a Johan Van Bloemen, jefe del Departamento Médico. Johan este es mi alumno John Hades Hellson.

- Ya nos conocíamos de una vez anterior, pero no habíamos sido presentados formalmente – le dije estrechando la mano al médico – pero, ¿qué hace aquí el jefe de un departamento? – la cosa me parecía muy rara.

- Todos nuestros expertos en cuidados post ataques de vampiros están de vacaciones u ocupados en otros asuntos. Cómo es bastante simple para mí hacer esto, me he propuesto voluntario.

Si ya, y quería que le creyese. Este hombre no parecía de los que se mueven por algo así. Además, habría sido más eficaz en su departamento que no en pleno bosque con nada más que lo que uno lleva encima para curar. Además, se presuponía que los del departamento podían hacer las curas básicas de un ataque vampírico. Pero a falta de pruebas para mostrarle lo contrario, tenía que aceptar con una sonrisa su versión.

Preferí irme con Elysa en la ambulancia, si esos dos tenían algo importante de lo que discutir y no querían hacerlo en el Centro, mejor que no me pusiese por en medio. Al subir en el transporte, el ambulanciero intentó prohibirle la subida a Cerbero. No sé que cada tuve que poner, pero cuando le pedí que repitiese eso se le descompuso la suya y nos dejó subir a ambos.

El resultado de aquella noche fue: una Casa Grande llena de vampiros destrozada. Un posible aliado en lo alto de la cadena de mando de esos chupasangres. Una nueva táctica de combate y el nombre de mi espada para mí. Un brazo y una pierna rota, así como múltiples heridas por mordeduras para Rose. Cuatro costillas rotas, heridas graves por todas partes y un mes de convalecencia para Elysa.


Las siguientes semanas iban a ser muy duras.

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