Aquella noche había decidido acompañar a mi amigo Hades a hacer un tour por todos los bares del centro. Tenía que olvidar a su, ahora, ex-novia, que había cortado con él inexplicablemente. Hacía ya varios días que se me deprimía en casa y había decidido llevarlo a que le tocase el aire y a que se emborrachase para poderla olvidar y pasar página. Lo bueno es que se recuperaba rápidamente de sus rupturas una vez pasado este trámite, lo malo es que sus parejas le duraban menos que a un chino un bol de arroz (o de fideos, dependiendo del chino).
- Te voy a decir una cosa - me contó más borracho que hacía tiempo - nunca voy a encontrar otra chica como ella.
- Eso espero - dije yo exasperada. Nunca había soportado a la sujeta en cuestión y esperaba no volverle a ver el careto en mi vida.
- ¡Te estoy hablando en serio! - sonaba enfadado, pero yo sabía que era contra la ex-novia, el alcohol y el mundo entero. Yo solo era la pobre a quien le había tocado aguantar su borrachera post-ruptura. Pero, ¿qué no haría una por su mejor amigo? - ella era... era....
- ¿Única?
- ¡Exacto! ... ¿Cómo sabías que quería decir eso?
- Porque me has dicho lo mismo de las últimas cuatro novias.
Hades puso cara de asco.
- Esas eran unas arpías.
- No te lo niego, y espero que esta por fin haya acabado en la misma categoría.
- Nunca te cayó bien.
- ¿Tanto se nota?
Mi amigo quiso decir algo, pero de golpe se puso verde y fue corriendo al baño. Yo me quedé en la barra suspirando. Ese idiota no paraba de sacarse novia tras novia, mientras yo llevaba en sequía desde hacía más de un año. No es que no me diese alguna que otra alegría, pero estaba un poco harta de tener que soportar las historias de amor y desamor de los demás. Sentada en la barra, con un vaso de vino en la mano, me quedé mirando por la ventana con la mirada perdida en el vacío y, rememorando viejas historias.
Hades y yo nos habíamos conocido cuando entramos los dos en tercero de primaria. Eramos los dos novatos de la clase y todo el mundo se reía de nosotros. Bueno de Hades era comprensible porque sus padres fueron unos sádicos. En realidad soy la única que le llama de esta forma. Su nombre, para el resto de la humanidad, es John, John Hades Hellson. Entenderéis ahora que la mayoría de los niños se riesen. ¿A qué padres se les puede ocurrir la brillante idea de llamar a un niño que llevará como apellido Hellson (hijo del Infierno), Hades? Bueno, pero el cachondeo no salió sólo del hecho que el pobre se llamase como se llamase, fue porque cuando era pequeño no era tan lanzado como lo es ahora. Era bastante apocado y calladito, además de un poco gordito, por lo que era una diana fácil para las burlas. Yo, al contrario, siempre he sido de carácter fuerte y me han enseñado a respetar a la gente. De pequeña tuve bastantes problemas ya que, cuando algo no me gustaba no argumentaba, me peleaba con quien hiciese falta. Culpad a mi abuelo materno que tenía en la idea de que una mujer tenía que saber dar un derechazo mejor que un hombre.
Hades y yo nos hicimos muy amigos a los pocos días de empezar las clases. No hay nada más cruel que un niño pequeño y los de mi clase podrían haber ganado un concurso. A los pocos días se habían dado cuenta que el novato era muy tímido, callado y bastante miedica. En defensa de mi amigo diré que eso era antes de conocerme, ahora ha mejorado mucho y podría darles una patada en el culo a todos esos matones. El caso es que a la semana ya lo tenían frito y el pobre tenía miedo casi de ir a clase. Una mañana, al llegar a la escuela me lo encontré llorando en una esquina. Como no me imaginaba un niño llorando, me acerqué.
- ¿Porque lloras? - le pregunté preocupada.
- Es que... es que... es que se van a reír de mi... y me van a pegar.... - me costaba entender lo que decía entre tanto lloriqueo.
- Y porque no se lo dices a la señorita? - en mi lógica infantil, los adultos siempre hacían lo correcto.
- ¡¡Ya lo he hecho!! - su cara estaba bañada en lágrimas y mocos, era lamentable - pero me ha dicho que son juegos infantiles y que no me tengo que preocupar, que pararan. Pero no paran - y volvió a ponerse a llorar. El pobre estaba aterrorizado por la idea de volver a clase y que le pegasen.
En ese momento ya estaba no sólo enfadadísima con los niños de mi clase sino también con la profesora por no hacer nada. Ella estaba allí para enseñarnos y para que hubiese concordia en la clase. No para ir a clase, decir cuatro tonterías y volver a su casa tan contenta. Cogí un pañuelo del paquete que siempre llevaba encima, y aún llevo, y se lo di.
- Toma, suénate los mocos, límpiate las lágrimas y vamos a cantarle las cuarenta a esos idiotas - el pobre me miraba con una cara de no saber que pensar de mi.
- ¿Porque me ayudas? Un niño que no sabe defenderse no tiene que tener ayuda.
- ¿Quien te ha dicho eso?
- Mi primo.
- Pues tu primo es un idiota. No todos los niños son fuertes y no todas las niñas somos princesas que queremos vestir de rosa y casarnos con un príncipe encantador. Tu te suenas los mocos ahora y vienes conmigo. ¡Y no protestes!
Continuando con su alucine conmigo se mocó, se limpió la cara y se levantó. Para evitar que se quedase atrás le cogí la mano y fuimos hacía la clase, pero los niños aún no habían llegado. Dejamos nuestras mochilas en nuestros pupitres y fuimos al patio. Allí estaban, jugando al fútbol. En un pase, a uno se le escapó la pelota y aterrizó delante mío. La cogí y me la quedé para mi. Cuando miraron hacía donde había ido la pelota se fijaron en el pobre Hades, escondido detrás de mi temblando, y se empezaron a reír de él. Con el tiempo, he visto que mi reacción no fue la mejor, pero que bien me sentí. Cogí la pelota y le di una patada con mi máxima fuerza directa a la cara del que más fuerte se reía. ¿Ya os he dicho que soy la mejor futbolista de mi familia y que masacro a mis primos en cuanto hacemos un partido amistoso? Esto les cortó la risa al instante.
- OS REIS MENOS AHORA, ¿EH? PELEAD CON ALGUIEN DE VUESTRO TAMAÑO, ¡¡GALLINAS!!
Mi intención era provocarlos y lo conseguí con matrícula. Los cuatro niños que martirizaban a mi amigo se lanzaron hacía mi. Yo los afronté lo mejor que pude, pero eran cuatro contra una y me empezaron a ganar rápidamente. Pero no por eso dejé de pegar puñetazos, patadas, estirar pelos y morder con todos mis dientes. Al ver que me podrían ganar fácilmente, Hades corrió a buscar un profesor para que parase la pelea. Cuando, por fin, consiguieron separarnos pude comprobar, con orgullo, que ellos estaban mucho peor que yo. El director llamó a mis padres y tuvieron que venir. Yo expliqué mi caso y Hades me secundó sin vacilar. Fue allí que me di cuenta que el chico era mucho más valiente de lo que demostraba. Sólo necesitaba un aliciente. En cuanto preguntaron a la profesora vieron que teníamos razón y que los niños aterrorizaban no sólo a Hades sino a otros niños. Eso les costó un consejo de disciplina y de que poco los echan fuera. Yo tuve un castigo enorme por la pelea, pero estaba muy contenta porque había ayudado a alguien. Mis padres no lo mencionaron en público, pero al llegar a casa me dijeron que estaban muy orgullosos de mi. Hades se me pegó todo el rato a partir de ese momento y al día siguiente me salió mi primer y único mote en la escuela: Hell's Angel.
- Eh, Angie, ¿se puede saber donde estás?
Me giré y vi a mi amigo en mucho mejor estado.
-Te he dicho mil veces que no me llames así - solté suspirando.
- No es culpa mía que tu segundo nombre sea Angel - dijo muerto de risa - ¿o prefieres Valentina?
Llegados a este punto sólo me faltaba decidir donde enterraba su cadáver después de haberlo torturado. Si sus padres fueron unos sádicos con su nombre, los míos no le fueron a la zaga. Mi nombre entero es Elysa Angel Von Helland. Mi nombre tiene su historia interesante, pero ahora no es el momento de explicarla. Lo que si os puedo decir es que el "Valentina" viene de mi cumpleaños. Si, mi madre no tuvo mejor idea que ponerse de parto el día de San Valentín. Cada año me vuelvo más gruñona para esa fecha. Todo son rosas y cajas de bombones, así como promesas de amor eterno. No es que no sea romántica, pero digamos que amarga a cualquiera ver como todo el mundo recibe flores el día de tu cumpleaños, que no es especial sólo para ti. Bueno, los que nacieron el 25 de diciembre me pueden entender...
Volviendo a mi salida de borrachera post-ruptura, Hades y yo entendimos que este bar estaba acabado y, al verlo ponerse el abrigo haciendo un ángulo de cuarenta y cinco grados con el suelo, decidí que él también lo estaba. Al salir a fuera una brisa fresca me hizo tener un escalofrío. La noche era fría y se podían apreciar muchísimas estrellas aunque estuviésemos en la ciudad y la luna llena a tres cuartos refulgiese con gran intensidad.
- Vamos, Rey del Inframundo, me das las llaves de tu coche y te llevo a tu casa para que duermas la mona.
Mi amigo se lo estuvo pensando un buen rato y decidió que el que yo condujera era la mejor opción. De los dos era la que menos había bebido además de la que más aguantaba el alcohol. Era una apuesta segura. Cuando me pasó las llaves, el llavero se abrió y todos sus componentes se esparcieron por la calle. Suspiré exasperada. Entendía que le tuviese cariño a ese llavero pues hacía cerca de quince años que se lo había regalado su madre, pero empezaba a ser un fastidio. Era un gancho en el que ponías todas las llaves en la parte más curva y lo bloqueabas insertando un extremo en el otro. El llavero tenía el problema de que había sido abierto tan a menudo que a poco que lo tocases se abría y su contenido salía disparado en todas direcciones. Estuvimos recogiendo y buscando llaves y decoraciones durante un buen rato. Pero nos faltaba una. Era un llaverito con forma de cabeza de Jack Sckeleton. Habíamos encontrado lo que lo ataba al llavero central pero la cabeza no. Era un recuerdo de cuando fuimos a Disneyland Paris unos años atrás. Lo buscamos por todos los lados hasta que me fijé que se había ido rodando hasta la entrada de un callejón adyacente al bar del que habíamos salido.
Cuando llegamos al callejón y recogimos el llavero oímos un gruñido que a mi, personalmente, no me gustó nada.
- Dime que no has oído lo que he oído - me dijo Hades, con una punta de miedo en la voz.
- Seguro que es algún perro que se cree que el callejón es suyo y por lo tanto estamos en su territorio que tiene que defender - dije algo esperanzada por que mi hipótesis fuese la correcta.
El gruñido volvió a oírse, pero esta vez de más cerca. De repente, de entre las sombras vimos surgir una cosa que nunca nos habríamos pensado que existiese de verdad. Supongo que habréis oído hablar del Can Cerbero, ¿no? El legendario perro de tres cabeza que guarda la entrada al Inframundo. Pues os informo, queridos lectores, que eso era EXACTAMENTE lo que teníamos delante de nuestros ojos. Un perrazo enorme, de pelaje negro como la noche, que medía alrededor de cinco metros de alto, con tres cabezas de cuyas fauces caían gotas de baba que hacían que del suelo saliese un humo que me hacía sospechar que era mejor no tocar ese líquido. Sus garras afiladas como navajas arañaban el asfalto. Los músculos se contraían, preparándose para entrar en acción. Nunca pasé tanto miedo como el que estaba sintiendo en ese momento. Detrás del perro oí algo moverse, pero estaba demasiado asustada mirando las tres cabezas como para averiguar el responsable del ruido. El Can Cerbero se nos iba acercando sin prisa pero sin pausa, gruñendo cada vez más fuerte. Por mi mente pasaban pensamientos tan locos como *voy a morir a manos de un monstruo mitológico* o frases de inteligencia suma como *¿es un mastín?* En un abrir y cerrar de ojos la bestia se tiró encima nuestro a gran velocidad. Yo estaba convencida de que iba a morir. En un gesto desesperado cogí la mano de Hades con mucha fuerza y cerré los ojos. No sé porque lo hice, supongo que quería morir sintiendo que estaba cogida a algo conocido. No lo podría explicar.
Un golpe en el pecho, el suelo duro y un gran dolor de cabeza. Eso fue lo que sentí en el momento de mi muerte. O al menos eso creía que era. Con dificultades abrí un ojo y me encontré, subido encima mío, un cachorrito de pelaje rizado negro, con cara de extrema felicidad, que movía la cola alegremente. Tengo que admitir que era una monada. De pequeño tamaño, se podía coger con en brazos tranquilamente. Tenía todo el pelaje a tirabuzones oscuros y dos ojazos marrones que se escondían entre el pelo que le sobresalía encima, pero muy expresivos. En este caso parecía muy contento de estar encima mío. A mi lado oí un quejido de dolor y vi que en mi caída había arrastrado a Hades. Rápidamente le solté la mano que aún sostenía. El pequeño soltó un ladrido y se bajó para ir a buscar una barra de hierro abandonada y traérmela. Creí entender que quería que se la lanzase. Estaba tan aturrullada que mi cerebro tardó unos segundos en procesar la información.
- ¿No estamos muertos? - preguntó mi amigo pasandose la mano por detrás de la cabeza.
- Aún no - le respondí - dime que no alucino. ¿Este perrito quiere que le lancé una barra de hierro? - como para responder a mi pregunta, el animal ladró agudamente.
- Creo que si.
- Pero, ¿dónde está el mega monstruo que había aquí hace un segundo y que nos quería devorar?
- Lo tenéis delante vuestro queriendo que le lancéis una barra de hierro.
Hades y yo nos asustamos y nos levantamos al mismo tiempo corriendo. El perro se puso delante nuestro y comenzó a gruñir. De entre las mismas sombras de las que había salido en Can Cerbero, salió un hombre. ¡Era guapísimo! Rubio, con el pelo corto, pero no rapado, lo suficiente para que puedan volar con el viento, de ojazos grises, musculoso pero fibrado, alto. Además llevaba una gabardina que le daba un plus de estilo, como un caballero inglés de principios del siglo XIX.
- ¿Cómo va a ser el mismo monstruo si el de antes medía cinco metros y tenía tres cabezas? Este es grande, pero solo tiene una - mi amigo soltó eso con un tono un poco de reproche. No le suelen gustar los hombres apuestos.
- Se transforma para disimularse entre los hombres. Cuando se siente en peligro, se defiende convirtiéndose en el bicho enorme que habéis visto- a la mención de la palabra bicho, el perro gruño.
- Creo que no le gusta que le llamen "bicho" - hice notar.
- Hemos tenido suerte, este aún es pequeño - creo que a Hades y a mi se nos quedó la misma cara de incredulidad. Si esto era pequeño, ¿qué tamaño harían los adultos? - normalmente hacen el tamaño de un edificio de cinco plantas y yo los he llegado a ver de siete. Por una razón que desconozco, este pequeñín os ha cogido cariño. No os puedo dejar aquí, tenéis que venir conmigo.
- Un momento, un momento. Tu no nos llevas a ningún lado hasta que no nos hayas explicado algunas cosas.
- ¡Elysa! Este sujeto no nos va a llevar a ningún lado aunque nos explique la Biblia en verso - Hades se enfadaba cada vez más.
- Tenéis que venir conmigo, por las buenas o por las malas. Y el cánido también se viene.
- ¿Qué le quieres hacer al cachorrito?- yo ya le había cogido mucho cariño a la bola de pelos negra, que se encogió de miedo y se fue detrás mío para protegerse
El individuo suspiró exasperado por nosotros.
- ¡No os puedo decir nada! Pero hay la posibilidad que tengáis las respuestas que buscáis viniendo conmigo.
- Si lo hacemos, ¿prometes que volveremos a las calles sanos y salvos?
- ¡Elysa! ¿Quieres parar de una vez?
- Hades, sabes que nos vamos a tener que ir con él. Algo me da que esta siendo muy educado y que la forma reglamentaria de resolver un problema como este sería mala para nuestra salud, ¿o me equivoco? - le pregunté al individuo.
- Secuestro, drogas, engaño para creer que todo ha sido un sueño y vuelta a casa. Si, estoy siendo amable.
- Pero, ¿se puede saber para quién trabaja? - Hades alucinaba con el individuo tanto como había alucinado conmigo la primera vez que nos conocimos
- Que no nos lo puede decir, ya lo has oído. Vamos con él y lo sabrás todo.
- Tu estás loca, definitivamente loca.
- Y lo peor es que me vas a acompañar - le dije sonriendo. Sabía que lo había convencido ya.
- No te voy a dejar sola con él, no me fío.
- ¿De quién? ¿De él o de mi?
- ¡De ambos!
- ¿Os habéis decidido al fin? - nos dijo con voz cansada el hombre misterioso.
- Te acompañamos si nos prometes que no nos va a pasar nada malo.
- Juro por mi honor que en esta visita nada os va a pasar nada malo - además juraba por su honor. ¿Dónde se esconden este tipo de hombres?
- Y bueno, ¿Dónde nos llevas?
- Al Centro de los Departamentos.
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